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La doctrina del justo medio, concepción medular de Aristóteles (384-322 a. de C.), le sirve como criterio para decidir cuál es la mejor forma de gobierno, que expone en el capítulo 11 del Libro IV de su obra Política. (Reproducido en esta Ficha Semanal #156 de doctorpolítico). In media virtus es la fórmula latina que recoge el precepto aristotélico. Se trata de un principio sereno, propio de un hijo de médico—Nicómaco—que probablemente recibió de su padre, y practicó tempranamente llegado a Atenas, el arte de la Medicina.
No se trata, sin embargo, de una aurea mediocritas, ni de un tibio promedio entre extremos evitados. Eugenio Trías nos explica: “Siempre recordaré a un viejo profesor del entonces vigente curso de preuniversitario que, con una regla en la mano, explicaba la doctrina aristotélica de la virtud colocando el puntero en posición horizontal. Señalaba entonces el centro y decía: ‘El medio justo no está aquí, no es este punto medio indiferente’. Luego colocaba el mismo puntero en posición vertical. Y señalaba el extremo más alto del mismo: ‘Aquí se halla el justo medio’, nos decía. El justo medio es lo más excelso, añadía, ya que es el lugar de la virtud, que en griego significa excelencia”.
La conclusión de Aristóteles es sencilla: los mejores estados son aquéllos en los que la clase media es la más grande. En la Carta Semanal #57 de doctorpolítico (9 de octubre de 2003), puede leerse un eco de esta preferencia médica por la clase media: “Desde el punto de vista de la Medicina Política resulta muy importante tener una noción clara de qué es una sociedad normal. Los estudiantes de Medicina, antes de estudiar la enfermedad, deben aprender primero cómo está organizado y cómo funciona un organismo sano. A eso dedican dos años de estudio. ¿Qué es una sociedad normal para la Medicina Política? En materia de renta, de riqueza o de pobreza, una sociedad normal ostentará una distribución estadística normal: unos cuantos serán muy ricos, un poco más serán ricos, muchos más serán una clase media muy amplia, bastante menos serán pobres y muy pocos serán muy pobres. En los extremos, la mucha riqueza y la mucha pobreza son tan resistentes como escasos componentes de la realidad de una sociedad normal”.
En el texto de Aristóteles reproducido acá hay una referencia al Libro I de su Ética a Nicómaco, donde enuncia el siguiente principio: “…el bien del hombre resulta ser la actividad del alma de acuerdo con la virtud…” También alude a Focílides, que compartía su opción por la clase media. Éste era un hombre considerado, que aconsejaba: “No comprimas con mucha fuerza y vigor la mano de un niño tierno”. Pero asimismo conocía la fuerza del enjambre ciudadano, y así apuntaba: “El pueblo, el fuego y el agua no pueden ser domados nunca”.
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El mejor gobierno
Debemos ahora preguntar cuál es la mejor constitución para la mayoría de los estados, y la mejor vida para la mayoría de los hombres, sin suponer un estándar de virtud que esté por encima de las personas ordinarias, ni una educación que esté excepcionalmente favorecida por la naturaleza y las circunstancias, ni un estado ideal que es sólo una aspiración, sino tomando en consideración la vida que la mayoría es capaz de compartir, y la forma de gobierno que pueden lograr los estados en general. por lo que atañe a aquellas aristocracias, como se les llama, o bien quedan más allá de las posibilidades de la gran mayoría de los estados, o se aproximan al llamado gobierno constitucional, y por consiguiente no requieren una discusión aparte. Y, de hecho, la conclusión a la que llegamos respecto de todas estas formas reposa sobre las mismas bases. Puesto que, si lo que se dijo en la Ética es verdad, que la vida feliz es la vida según la virtud vivida sin impedimento, y que la virtud es un medio, entonces la vida que está en un medio, y en un medio asequible a cada uno, debe ser la mejor. Y los mismos principios de la virtud y el vicio son característicos de las ciudades y las constituciones; porque la constitución es en imagen la vida de la ciudad.
Ahora, en todos los estados hay tres elementos: una clase es muy rica, otra es muy pobre, y una tercera en un medio. Se admite que la moderación y el medio son lo mejor, y por tanto claramente será mejor poseer los bienes de fortuna en moderación; porque en esa condición de vida los hombres están más dispuestos a regirse por racional principio. Pero aquél que sobresalga en belleza, fuerza, nacimiento o riqueza o, por el otro lado, aquél que sea muy pobre, o muy débil, o muy sin gracia, encuentra difícil guiarse por racional principio. De estos dos, un tipo se convierte en violentos y grandes criminales, el otro en forajidos y pequeños malhechores. Y dos clases de ofensa corresponden a ellos, la una cometida por violencia, la otra por delincuencia. De nuevo, es menos probable que la clase media se aleje de la norma, o que ambicione por ella en exceso, cosas que son ambas injurias al estado. De nuevo, aquellos que tienen demasiados bienes de fortuna, fortaleza, riqueza, amistades y otras cosas similares, no están dispuestos a someterse a la autoridad ni son capaces de hacerlo. El mal comienza por casa; puesto que cuando son jóvenes, por razón del lujo en el que son criados, nunca aprenden, ni siquiera en la escuela, el hábito de la obediencia. Por otra parte, los muy pobres, que están en el extremo opuesto, son también degradados. De forma que una clase no puede obedecer, y puede gobernar sólo despóticamente; la otra no sabe mandar y debe ser gobernada como esclava. Así surge una ciudad, no de hombres libres, sino de amos y esclavos, los unos desdeñando, los otros envidiando; y nada puede ser más fatal a la amistad y el buen compañerismo en los estados que esto: puesto que el buen compañerismo nace de la amistad; cuando los hombres están en enemistad los unos con los otros, preferirían no compartir siquiera el mismo sendero. Pero una ciudad debiera estar compuesta, en lo posible, de iguales y similares; y éstos son generalmente las clases medias. De donde, la ciudad que esté compuesta de ciudadanos de clase media está necesariamente constituida según los elementos que decimos son la materia de la que el estado naturalmente consiste. Y ésta es la clase de ciudadanos que está más segura en un estado, pues no ansían, como los pobres, los bienes de sus prójimos; ni tampoco otros ansían los suyos, como el pobre ansía los bienes del rico; y como ni conspiran contra otros, ni son tampoco objeto de conspiración, pasan por la vida con seguridad. Sabiamente predicó entonces Focílides: “Muchas cosas son mejores en el medio; yo deseo ser de condición media en mi ciudad”.
Es así manifiesto que la mejor comunidad política está formada por ciudadanos de la clase media, y que un estado de esta clase tenderá a ser bien administrado mientras la clase media sea grande, y en lo posible más fuerte que las otras dos clases juntas o, al menos, mayor que cada una por separado; puesto que la adición de la clase media inclina la balanza, e impide que alguno de los extremos se haga dominante. Es entonces grande la buena fortuna de un estado en el que los ciudadanos tienen una propiedad moderada y suficiente; porque donde algunos poseen mucho, y los otros nada, puede surgir una democracia extrema, o una oligarquía pura; o puede surgir una tiranía de cualquiera de los extremos,—sea de la más incontrolada de las democracias o de una oligarquía; pero no es muy probable que provenga de las constituciones intermedias o de aquéllas que se les parezcan. Más adelante explicaré la razón de esto, cuando hable de las revoluciones en los estados. La condición media de los estados es claramente la mejor, puesto que ninguna otra está libre de conflicto; y donde la clase media es grande es menos probable que haya facciones y disensiones. Por una razón similar los estados grandes están menos propensos a las facciones que los pequeños, porque en ellos la clase media es grande; mientras que en los estados pequeños es fácil dividir todos los ciudadanos en dos clases de ricos y pobres, y dejar nada en el medio. Y las democracias son más seguras y más permanentes que las oligarquías, puesto que tienen una clase media que es más numerosa y tiene una mayor participación en el gobierno; porque cuando no hay clase media, y los pobres exceden grandemente en número, surgen problemas, y el estado pronto llega a su fin. Una prueba de la superioridad de la clase media es que los mejores legisladores han sido de condición media; por ejemplo, Solón, como atestiguan sus propios versos; y Licurgo, porque no era un rey; y Carondas, y casi todos los legisladores.
Estas consideraciones nos ayudarán a entender por qué la mayoría de los gobiernos son o democráticos u oligárquicos. La razón es que la clase media es rara vez numerosa en ellos, y cualquiera sea el partido, sea el de los ricos o el de la gente común, que rebasa la media y predomina, hará la constitución a su modo, y así surge bien sea la oligarquía o la democracia. Hay otra razón—el pobre y el rico pelean el uno con el otro, y cualquiera sea el lado que gane, en vez de establecer un gobierno justo o popular, considerará la supremacía política como el premio de la victoria, y un partido establecerá una democracia y el otro una oligarquía. Más aún, los dos partidos que tuvieron la supremacía en la Hélade miraron sólo al interés de su propia forma de gobierno, y establecieron en los estados, los unos, la democracia, los otros la oligarquía; pensaron en su propia ventaja, y en absoluto en el público. Por estas razones, la forma intermedia de gobierno raramente, si acaso, ha existido, y entre sólo unos pocos. Sólo un hombre entre todos aquéllos que alguna vez gobernaron en la Hélade fue inducido a conceder esta constitución intermedia a los estados. Pero ahora se ha convertido en un hábito, entre los ciudadanos de los estados, ni siquiera preocuparse de la igualdad; todos los hombres buscan la dominación o, si son conquistados, están dispuestos a someterse.
Lo que, entonces, es la mejor forma de gobierno, y lo que la hace la mejor, es evidente; y de todas las demás constituciones, dado que decimos que hay muchas clases de democracia y muchas de oligarquía, no es difícil ver cuál es la primera y cuál tiene el segundo u otro lugar en el orden de la excelencia, ahora que hemos determinado cuál es la mejor. Porque aquello que esté más cerca de lo óptimo debe por necesidad ser mejor, y lo que esté más lejos será peor, si juzgamos absolutamente y no relativamente a condiciones dadas; digo “relativamente a condiciones dadas”, puesto que un gobierno particular debe ser preferible, pero otra forma pudiera serlo para alguna gente.
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