Cartas

El público conoce poco de los estudios de opinión política que se ha llevado a cabo recientemente en el país, puesto que los publicitados son sólo dos y su trabajo de campo se efectuó durante el mes de junio. Tan sólo el estudio Monitor Socio-Político, de la encuestadora Hinterlaces, dirigida por Oscar Schemel, y el de IVAD (Instituto Venezolano de Análisis de Datos), cuyo Director es Félix Seijas (Director de la Oficina Nacional de Estadísticas del gobierno de Jaime Lusinchi), han logrado traspasar las barreras de su clientela privada para emerger en los medios de comunicación social.

Algunos analistas han querido descalificar las cifras conocidas de Hinterlaces, argumentando que su muestra no es representativa y que su técnica de levantamiento telefónico de datos no es confiable. A sus resultados, de hecho, ha querido oponérsele los hallazgos de IVAD, sobre todo porque ambas encuestadoras difieren en cuanto al apoyo que acompañaría el desempeño del presidente Chávez. (IVAD sostiene que se mantiene en altos niveles e incluso habría ascendido desde el pasado 3 de diciembre, mientras que Hinterlaces registra su descenso en proporción importante).

En efecto, las cifras de Hinterlaces provienen de 990 entrevistas telefónicas en sólo quince estados del país (recogidas entre el 15 y el 24 de junio), pero esta metodología no tiene por qué despreciarse. Hinterlaces, ciertamente, sabe de su negocio muestral y, cuando afirma que su margen de error es de tres por ciento, debe darse crédito a sus resultados. Debe tomarse en cuenta, por otra parte, que es costumbre de Hinterlaces hurgar más profundamente en la opinión nacional, al administrar frecuentes focus groups que permiten desentrañar la estructura argumental de cada punto de opinión.

IVAD, por su parte, recogió su muestra—1.200 entrevistas directas—entre el 10 y el 18 del mismo mes de junio, y reivindica un margen de error de 2,4%. (Una muestra mayor conduce, naturalmente, a un error muestral inferior, si permanecen iguales las restantes condiciones).

Son dos estudios de opinión, entonces, independientes entre sí, efectuados por dos empresas inconexas, competidoras, las que emplearon metodologías suficientemente distintas. ¿Hay algo en lo que coincidan?

Pues sí. Cuando Hinterlaces pregunta, “¿Está de acuerdo o en desacuerdo con la reforma electoral propuesta por el presidente Chávez, que le permitiría presentarse a reelección indefinidamente?”, obtiene 63% de desacuerdo. Cuando la pregunta la hace IVAD—“¿Está de acuerdo o en desacuerdo con la reelección indefinida de Chávez como presidente?”—registra 64,7% de desacuerdo. Ambas empresas consiguen que cerca de las dos terceras partes de los encuestados se oponen a la pretensión de reelección indefinida de Chávez. (Hinterlaces divide el resto en 19% que está de acuerdo con esa reforma específica y 18% de indecisos; IVAD reporta, sencillamente, 30,7% de acuerdo con esa reforma). Al menos en este punto, por consiguiente, no sirve la medición de IVAD para invalidar el registro de Hinterlaces. Una clara mayoría nacional se opone a dominaciones vitalicias, y no sólo en términos abstractos o generales, sino en referencia concreta a la persona de Hugo Chávez Frías.

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La pretensión de perpetuarse en el poder no es, en absoluto, nueva en Chávez; no comenzó poco después del 3 de diciembre de 2006, cuando fuese reelecto por segunda vez a la Presidencia de la República. Desde la campaña para su primera reelección, en julio de 2000 contra la muy particular oposición de Francisco Arias Cárdenas, anda diciendo por todo el país que se propone gobernar la república hasta el año 2021. En característica acción preparatoria—Chávez anticipa sin tapujos sus intenciones—ha repetido hasta la náusea esa fecha—faltan catorce años más—como el límite temporal de su dominación. Tanto es así, que los periodistas Joaquín Pereira y Williams Agüero redactaron una entrevista imaginaria—Chávez 2021: Crónica de una hamaca anunciada—que se celebraría en Sabaneta de Barinas el 28 de julio—día del cumpleaños del actual Presidente—de ese año reiteradamente nombrado.

¿Qué tiene de especial el año de 2021? Pues que en él se cumplirían doscientos años de la Batalla de Carabobo, el evento militar que consolidó la Independencia de Venezuela. Chávez, como sabemos todos, concede gran significado a nuestras fechas históricas, dada su inclinación por lo épico. El movimiento conspirativo que dirigió junto con Arias Cárdenas y otros militares de graduación media prestó juramento ante los restos del Samán de Güere en 1983, cuando se cumplían doscientos años del nacimiento de Simón Bolívar (justamente por eso se llamó MBR 200), y afloró en la asonada del 4 de febrero de 1992, en plena celebración del Quinto Centenario del Descubrimiento de América—festejo que echó a perder con la insurrección—y que Chávez considera el comienzo de un genocidio de medio milenio. Sería entonces en el año 21 del siglo 21, el primero del milenio nuevo, cuando Chávez consentiría en ser sustituido por un sucesor.

¿Es eso posible, visto lo que Seijas y Schemel han medido?

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A partir de fines del año 2001, cuando Chávez se alineó ostensiblemente con Sadam Hussein poco después de los mega-atentados de Nueva York y ofreció los frutos—49 leyes—de la primera ley habilitante decretada en su favor, la popularidad de Chávez sufrió un primer descenso vertiginoso. El 23 de enero de 2002 marcó, con una multitudinaria marcha opositora, el momento preciso en que una mayoría nacional se pronunciaba por su salida del poder. Poco después, el 11 de abril del mismo año, una manifestación aún más grande sirvió de pretexto para que una conspiración lo depusiera por el efímero lapso de 47 horas. Durante todo 2002 y buena parte de 2003, año en que arrancaron las “misiones” del gobierno, las mismas encuestadoras que hoy miden lo que miden encontraban que la mayor parte del país estaba contra Chávez. Una desatinada dirigencia opositora dilapidó este decisivo capital político, y el 15 de agosto de 2004 fracasó estrepitosamente en su intento de revocarle el mandato por referendo popular. El efecto de las misiones, una superiorísima organización de campaña, y los errores del “carmonazo” y el paro empresarial-petrolero, terminaron por voltear la tortilla a favor de Chávez. Al poco tiempo, la organización Súmate, que había nacido al calor de la fe en la eficacia de los actos electorales y recogía firmas ciudadanas en “firmazos” y “reafirmazos”, se pasaba al bando de los escépticos electorales y propiciaba abstenciones.

Es esta actitud la que hoy comenta la periodista Mari Pili Hernández, conocida pro Chávez, en artículo en El Nacional. Hernández se queja: “Me molesta muchísimo el hecho de que frente a cada derrota que Chávez le propina a la oposición, lo único que ésta atina a decir es que la robaron, que le hicieron fraude, que el Presidente tiene controlado el CNE, y toda una serie de  excusas más que se resumen en la pretensión de hacer creer que todo el mundo tiene la culpa de su debacle, menos ellos”. En el cuerpo de su breve artículo, ofrece testimonio de sus experiencias como dirigente intermedia del Partido Socialista Único de Venezuela para concluir que son una realidad las cifras que computan en más de cinco millones de militantes la afiliación a ese movimiento. Desde su sesgada perspectiva, señala que en tanto se construye el PSUV la oposición está de asueto: “Mientras que los opositores están de vacaciones en Miami, en Aruba, en Grecia o en cualquier otro destino distinto a su propio país, los revolucionarios están construyendo el partido más grande y más interesante que se haya constituido en toda la historia de América Latina”. Y remata: “¿Cuándo venga el próximo proceso electoral en Venezuela, quién cree usted que salga victorioso, los que están en Miami o los que todos los fines de semana se están reuniendo aquí en Venezuela, organizándose como partido, escribiendo los estatutos de una organización novedosa y adaptada a los criterios de una democracia del siglo XXI? Creo que la respuesta es obvia. Después no digan que no se los dije”. El próximo proceso electoral, por cierto, es el referendo previsto sobre la reforma constitucional que pudiera abrir las puertas a la dominación vitalicia de Chávez, directamente hasta 2021 y luego, como Gómez, por sucesor interpuesto.

¿Se trata sólo de apreciación interesada esta descripción de una oposición en reposo vacacional? Hay al menos un dirigente opositor que coincide con ella. Un despacho de la agencia EFE, fechado el sábado 4 de agosto, daba cuenta de una “Modesta marcha opositora en apoyo a RCTV Internacional”, convocada por el autodenominado Comando Nacional de la Resistencia. El más conspicuo entre sus líderes, Oscar Pérez, se dirigió a la “modesta” asistencia y le dijo: “Vamos a seguir en las calles, no importa cuántos seamos, no importa cuántos se hayan ido a la playa, aquí estamos nosotros para alzar nuestra voz en contra de Chávez”. La parte, así, ha confesado.

Quizás sea peor todavía que el mismo despacho inserte cáusticos comentarios acerca de las actuales intenciones de las Empresas 1BC. Dice el cable de EFE: “La marcha de hoy fue convocada a pesar de que el Tribunal Supremo aceptó el pasado miércoles un amparo de la Cámara Venezolana de Televisión por Suscripción (Cavetesu) que permitió a RCTV Internacional mantener su señal para los suscriptores por cable. La decisión del Supremo, que fue celebrada por los trabajadores de RCTV, según imágenes transmitidas por ese canal, disgustó a sus directivos que la calificaron de ‘un nuevo atropello’. A falta de otras explicaciones para esta aparente contradicción analistas políticos señalaron que la directiva del canal esperaba del Supremo una decisión adversa para que RCTV Internacional tuviese que salir del aire. Añadieron que mantener en cable la programación que RCTV tenía en señal abierta, como actualmente hace, es económicamente insostenible a mediano plazo, porque los ingresos publicitarios de un canal por cable son diez veces inferiores, en el mejor de los casos, a los de un canal que transmite en señal abierta. Según esa explicación, y ante la imposibilidad económica de seguir manteniendo la programación que RCTV tenía en abierto, la directiva deseaba el revés ante el Supremo para poder atribuir el cierre, y el fin de esa etapa, a una medida oficial”.

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Pero otra noticia permite, quizás, algo más de optimismo. El diario El Universal reporta desde anoche: “Los partidos políticos que hacen oposición al gobierno de Hugo Chávez están adelantando contactos para unificar posiciones y comunicarle al país próximamente una estrategia que haga frente a la reforma constitucional que ha propuesto el mandatario y que apunta, según sus propios anuncios, a su perpetuación en el cargo”. Esto es, parece posible una nueva coordinación de la oposición formal en torno al rechazo de la reforma constitucional, y este rechazo, si atendemos a Schemel y Seijas, tendría el mandado hecho.

Cuidado. Muchos juraban que el mandado estaba hecho para el referendo revocatorio del año 2004, y una nueva “coordinadora democrática” pudiera, por lo contrario, consolidar la imagen de que quienes se oponen a la reforma constitucional son los mismos que sostuvieron el funesto intento de Pedro Carmona Estanga y el suicida paro petrolero, los mismos que fracasaron en el revocatorio, los mismos que entregaron, con su retirada, la Asamblea Nacional íntegra al chavismo, los mismos que apoyaron la ineficaz candidatura de Manuel Rosales. Es decir, los perdedores.

Sería mejor que un movimiento independiente de los partidos de oposición, una asociación de propósito único, asumiera la conducción de la campaña contraria a la reelección indefinida de Chávez, en los términos simples esbozados por Fausto Masó que fueran comentados en la entrega anterior de esta carta. Es una lástima que ya Súmate no sirva para estas cosas. Habría que tomar en cuenta, por lo demás, el tenebroso anatema de Oswaldo Álvarez Paz, quien ha escrito que “desprecia” a quienes propugnen la participación en el referendo que considerará la reforma de la Constitución que propondrá el gobierno. ¿Cuántos venezolanos querrán arriesgar el Purgatorio que les augura tan preclaro e imprescindible líder, si consienten en ir a votar?

Mientras esto ocurre, el país experimenta una bonanza económica sin precedentes, manifestada en niveles de consumo nunca vistos en cuanto a magnitudes y en cuanto a universalidad de clases sociales en participación. Quienes nunca tuvieron lo que hoy disfrutan no tienen sino buenas razones para desear la perpetuación del nuevo estado de cosas, que les ha significado progreso personal y familiar. Y eso que todavía el gobierno no ha entrado en verdadera campaña a favor de la reforma constitucional. Ya gastará mucho, pero muchísimo real en el intento.

LEA

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