LEA, por favor
Entre jueves y domingo de esta semana se reunirá en Caracas la Asamblea Anual de FESELA (Federación Sefardí Latinoamericana). Al evento asistirán delegados de Argentina, Brasil, Colombia, Chile, México, Panamá, Perú, Uruguay y Miami. En su acepción estricta, los sefardíes o sefarditas son judíos que provienen de España. (El vocablo sefarad, que originalmente significaba “muy lejos”, sirvió para designar a la Península Ibérica). En sentido amplio, se aplica igualmente a judíos de otras regiones que siguen una liturgia similar a la de los españoles, para diferenciarlos de los judíos ashkenazim—Alemania y otras regiones de Europa—, que practican un ritual diferente.
Resulta oportuno, por tal razón, reproducir un reciente artículo de Yehezkel Dror, publicado el 5 de julio de este año en varios medios israelíes. Lleva por título “Hacia una política del pueblo judío”, y trata de las relaciones entre el Estado de Israel y los judíos de la Diáspora, como lo son los delegados a la asamblea de FESELA.
Yehezkel Dror es profesor emérito de Ciencias Políticas de la Universidad Hebrea de Jerusalén, y el suscrito tiene el honor y la suerte de tenerlo por amigo y mentor. El Prof. Dror es un experto de clase mundial en la toma de decisiones de alto nivel, habiendo producido una buena cantidad de obras pioneras en el campo de las policy sciences, incluyendo su clásico Crazy States, de 1971, escrito mientras se desempeñaba como Senior Fellow de la Corporación RAND. La tipología descrita en ese libro, antes de que Idi Amin Dadá, Saddam Hussein o Hugo Chávez hicieran su aparición política, describe ajustadamente los gobiernos de cada uno.
Igualmente, Dror ha servido de asesor de alto nivel al Reino de Holanda, Canadá, la Comunidad Europea y el propio Israel, donde fue consejero del primer ministro Yitzhak Rabin y antes “científico jefe” del Partido Laborista y el Ministerio de Industrias. El Club de Roma le encargó en 1994 la preparación de un monumental estudio sobre la capacidad de gobernar. Ahora preside el Instituto de Planificación de Políticas del Pueblo Judío, con sede en Jerusalén.
Por otra parte, Dror conoció y visitó frecuentemente a Venezuela entre 1972 y 1994, y aquí ofreció una buena cantidad de conferencias y talleres sobre su disciplina. A fines de 1977 dictó una conferencia patrocinada por la Secretaría del entonces incipiente Consejo Nacional de Seguridad y Defensa, en la que se refirió a la inestabilidad intrínseca del régimen del Shah de Irán. Un año y tres meses más tarde este régimen se desplomaba, para sorpresa de las cancillerías occidentales y confirmación de la penetrante y atinada evaluación de Dror.
La lectura del artículo revelará uno de los rasgos más característicos de Yehezkel Dror: un lenguaje abrasivo que no ahorra las verdades que cree entrever. Toda su vida las ha dicho sin el menor empacho.
LEA
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Hacia una política del pueblo judío
Entre los muchos campos en los que Israel carece de una política sustantiva, el del pueblo judío ocupa un “lugar de honor”. Se habla mucho de “la Diáspora (1) como activo estratégico” y se solicita su apoyo financiero, la palabra judaísmo se moviliza contra Irán, la tasa de asimilación se observa en shock y las emociones hierven ante los ataques antisemitas en sinagogas y cementerios. Hay alguna mejora en el cuidado de la seguridad física de comunidades en peligro. Y todo esto se acompaña de una multitud de declaraciones sobre la naturaleza de Israel como “el Estado del pueblo judío”, múltiples apariciones de líderes israelitas importantes en foros en todo el mundo y declaraciones de que aliyah (2) es la solución de todos los problemas. Pero faltan casi por completo una comprensión profunda de la dinámica del pueblo judío y una percepción correcta de los peligros emergentes en las relaciones de Israel y la Diáspora. Más aún, la construcción de una política israelí sobre el pueblo judío no está incluida en la agenda pública del país.
Estas actitudes hacia la Diáspora están enraizadas en la historia y tienen alguna justificación en las realidades del pasado (aunque creo que en esta materia David Ben-Gurión cometió uno de sus pocos errores de estadista). Pero el mundo está cambiando rápidamente, incluyendo el Estado de Israel y el pueblo judío como un todo, lo que hace que aferrarse a lo que puede haber sido eficaz en el pasado sea una prescripción confiable para un triste fracaso en el futuro. Éste es claramente el caso en asuntos de seguridad política, pero igualmente es así respecto del futuro de las relaciones Israel-Diáspora. En ausencia de un marcado viraje en la política o, más propiamente, de cualquier política real vis a vis la Diáspora, es seguro un serio deterioro de esas relaciones, con daño irreparable tanto al futuro de Israel en tanto Estado judío-sionista como del pueblo judío en dispersión.
Fuertes procesos socio-históricos redundarán en una distancia creciente entre el Estado de Israel y la Diáspora, a menos que una política innovadora impida este “natural” desarrollo. La divergencia sustancial entre la experiencia de ser un judío en Israel y la de ser uno en la Diáspora, producirá una distancia cada vez mayor entre los judíos en Israel y los de la Diáspora. Si se añade a este diagnóstico la desaparición de la generación que experimentó los dramáticos eventos del establecimiento y la construcción del Estado de Israel después de la Shoah (3)—junto con la globalización de la cultura occidental, que impacta con fuerza a la mayoría del pueblo judío en todas partes—entonces la conclusión inevitable es que hay casi total certeza de que profundos procesos históricos debilitarán y diluirán cada vez más las conexiones entre Israel y la Diáspora. Éste será el caso, a menos que tengamos éxito en doblar las trayectorias históricas en la dirección deseada.
Para hacer esto es esencial, en primer término, despojarse de ilusiones y engaños que surgen de la miope fijación en lo que tenemos en las narices, en lugar de juzgar correctamente los procesos subyacentes que moldean el futuro con fuerza. En la actualidad, Israel continúa beneficiándose de muy visibles expresiones de identificación de una parte del pueblo judío en la Diáspora: las políticas de Israel reciben amplio apoyo, el dinero llega, las delegaciones van y vienen, y se pronuncia declaraciones ruidosas. Por tal razón, los políticos israelitas, cuya vasta mayoría se concentra en lo que es obvio a la mirada, carecen de cualquier incentivo para producir una nueva gran política hacia la Diáspora, sobre todo cuando están sobrecargados con problemas actuales difíciles y los judíos de la Diáspora no votan en las elecciones del Knesset (4). Más aún, la mayoría de los hacedores de políticas en Israel, así como los intelectuales y formadores de opinión, sufren de una carencia de comprensión y de ignorancia y equivocada percepción de las realidades de la Diáspora, especialmente en lo concerniente a los estados mentales y sentimientos de la generación joven.
Aun si el tema fuere bien entendido, no es fácil establecer las relaciones Israel-Diáspora sobre una base sostenible. Pero no se trata de una misión imposible. Si somos creativos en el pensamiento y la acción, pudiera entonces moldearse procesos para corresponder a los requerimientos, incluyendo, por ejemplo:
-El desarrollo de curricula sobre el judío y el pueblo judío, a ser compartidos por Israel y la Diáspora, teniendo cuidado de ofrecer un rango de opciones que puedan alojar la diversidad en valores.
-La inclusión de programas que ofrezcan una comprensión del pueblo judío y su dinámica en los medios masivos.
-Un cambio radical en el concepto de aliyah, con el estímulo de la aliyah parcial, incluyendo múltiples residencias en Israel y la Diáspora.
-Consulta sustancial con líderes de la Diáspora sobre decisiones israelíes importantes para el pueblo judío como un todo, en cauteloso movimiento hacia el establecimiento de un “consejo consultivo del pueblo judío” relacionado con el Knesset, que esté facultado para preparar opiniones asesoras y esté compuesto por representantes de la Diáspora.
-Reconocimiento explícito y declarado del derecho de los judíos de la Diáspora de criticar políticas israelíes.
-Nuevas modalidades de inversiones judías en Israel, que combinen la rentabilidad con la expresión de solidaridad.
-Proyectos retadores compartidos, incluyendo actividades de tikkun olam (“reparación del mundo”).
-Fortalecimiento de símbolos de identificación y centros compartidos, tales como hacer a Jerusalén la capital cultural del judaísmo y el pueblo judío.
-Establecimiento de una academia de liderazgo del pueblo judío en Jerusalén, para permitir el estudio y el discurso compartidos de líderes de Israel y la Diáspora, con especial atención a los más jóvenes.
-Profundización de la naturaleza de Israel como un “Estado judío” y hacerla más visible.
Y más.
Un paso esencial para moverse en la dirección sugerida, en adición a una lectura correcta de los peligros emergentes en las relaciones Israel-Diáspora, es que los líderes judíos israelíes se perciban y comprendan a sí mismos como parte del liderazgo del pueblo judío, dirigiendo atención y esfuerzos a la mejora de la situación de los judíos dondequiera se encuentren. Con honrosas pero escasas excepciones, ese concepto no existe más que en un nivel puramente declarativo que hace más daño que bien.
Yehezkel Dror
Notas
(1) Dispersión. Emigración forzada en masa sin ánimos de colonización.
(2) Inmigración de judíos al Estado de Israel.
(3) Holocausto de los judíos bajo los nazis.
(4) El parlamento israelí.
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