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En horas de la tarde de hoy, y en cumplimiento de instrucciones emanadas directamente de la Presidencia de la República, que el sábado declaró la guerra al movimiento estudiantil venezolano, hordas chavistas provocaron un nuevo incidente de violencia en área universitaria, esta vez en la Universidad Central de Venezuela, mediante la toma de su Escuela de Trabajo Social. Los tomistas incluyeron gente que llevó y accionó armas de fuego en el recinto universitario, provocando heridas de consideración a estudiantes opuestos a los designios absolutistas de Hugo Chávez Frías.
La violenta operación buscaba, más allá del amedrentamiento que es técnica inveterada del gobierno de Chávez, causar una situación tan grave que fuera pretexto para el allanamiento de la venerable casa de estudios. El tiro, sin embargo, salió por la culata, pues las imágenes del desorden provocado por el oficialismo hicieron evidente la criminalidad del salvaje intento. Poco después de las ocho de la noche de hoy, una cadena forzada de radio y televisión puso en pantalla a Pedro Carreño, que en breve y estúpida alocución, pretendió hacernos tragar una pobre e ineficaz patraña.
De seguidas, una nota instantánea para comentar la patética intervención de Pedro Carreño, Ministro del Poder Popular para la Mentira.
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Ministro del Poder Popular para la Mentira
Hace unos minutos, el ciudadano Ministro “del Poder Popular” para las Relaciones Interiores y Justicia, el ex militar golpista Pedro Carreño, apareció en las pantallas de los televisores que sintonizaban los canales venezolanos, en interrupción de su programación normal con la ultraenésima cadena de radio y televisión impuesta por la dominación chavista, para hacer lo que más sabe: mentir.
Es el mismo Pedro Carreño que aseguraba, hace unos cuantos años y mientras buscaba ocultar lo que ya se sabía, que el policía máximo de Alberto Fujimori, Vladimiro Montesinos, se había refugiado en Venezuela, que este siniestro personaje estaba muerto, y que había sido asesinado en una base naval en Perú. En aquella ocasión sostuvo que sus fuentes eran absolutamente precisas y confiables. Ése es el tipo de mérito que le ha valido su puesto en el gabinete de Hugo Chávez, como colega tardío del propio Montesinos, como policía máximo del régimen que azota a Venezuela.
A Carreño no se le arruga la cara para mentir. Atribuyó los incidentes de esta tarde, en las inmediaciones de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Central de Venezuela, a un intento de linchamiento de estudiantes en el interior de esa escuela a manos de los que habían ido a manifestar horas antes al Tribunal Supremo de Justicia. Como es usual en los mentirosos de escasa inteligencia, dejó escapar una curiosa precisión: que los estudiantes presuntamente amenazados eran exactamente 123. Esto es, Carreño tenía información del número de sus secuaces, apostados en emboscada, armados, que esperaban a los manifestantes a su regreso para provocar desórdenes que “justificaran” un allanamiento, lo que por fortuna pudo ser evitado.
Esa precisión lo abandonó cuando dejó de referirse a las muchas armas que pudieron captar cámaras de aficionados y de medios de comunicación, cuando no dijo nada de las agresivas motocicletas de las bandas chavistas ni de las bombas lacrimógenas que sólo pueden ser suministradas por órganos de seguridad del Estado, cuando fue incapaz de expresar la menor pena por los estudiantes heridos, algunos de bala, todos del bando contrario al que él defiende, a los que no hizo la menor alusión.
Por supuesto, de camisa roja, adelantó nada veladas amenazas contra las autoridades universitarias y los medios de comunicación. Las primeras serían responsables de los hechos, los segundos de difundir información tendenciosa y falaz.
Lo que está detrás de la muy deplorable y asquerosa alocución de Carreño es la angustia que comienza a apoderarse del régimen, al constatar que el papagayo del proyecto de “reforma” constitucional se le enreda por minutos. Ayer declaró el mismo Carreño, como silbando de miedo en la oscuridad y no poco ridículamente, que las declaraciones de Raúl Isaías Baduel contra el proyecto de Chávez en realidad lo fortalecían. Hoy recibió el régimen, por segunda vez, el contundente golpe de un discurso joven en el Tribunal Supremo de Justicia, eco del que desesperase en su momento a Cilia Flores en ocasión análoga en la Asamblea Nacional. El gobierno tenía, por consiguiente, que intentar el descrédito del movimiento estudiantil.
Las instrucciones estratégicas habían sido impartidas por el propio Hugo Chávez en la fabricada concentración chavista del sábado pasado. Allí amenazó con furia y miedo mal disimulado a las manifestaciones de estudiantes, y su voluntad ha sido cumplida en los numerosos incidentes que han alterado la vida universitaria en todo el país.
Pero esta vez las mentiras de Carreño son demasiado evidentes. Las imágenes registradas hoy, por distintas fuentes, lo desmienten sin piedad. Cuando Carreño aduce que “éste es un gobierno humanista, que cree en el hombre”, ya todo el mundo sabe que el hombre al que se refiere es Hugo Chávez. Cuando dice que los estudiantes llaman al odio y la violencia, todo el mundo recuerda quiénes han hecho exactamente eso durante más de ocho años seguidos desde el gobierno, para no contar la campaña electoral de 1998 y las abusivas asonadas del 4 de febrero y el 27 de noviembre de 1992.
Si Hugo Chávez insiste en someter a referéndum su monstruoso proyecto de deformación constitucional, va a ser derrotado en las máquinas electorales. Como muestran los más recientes sondeos de opinión—recentísimos pero previos a la intervención de Baduel—ya una mayoría quiere ir a votar y a decir no al proyecto totalitario.
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