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La semana comenzó muy poco auspiciosamente para Hugo Chávez y su proyecto de “reforma” constitucional. Nadie menos que Raúl Isaías Baduel, General en Jefe (R), ex Ministro del Poder Popular para la Defensa, salió inesperadamente a la palestra pública para repudiar el proyecto introducido por Chávez.

Como sabe todo el mundo, Baduel fue el general de paracaidistas que interrumpió el golpe de Estado en contra de Chávez de abril de 2002, cerrándose sobre posiciones de defensa de la Constitución cuando la mayoría de sus colegas estaba a favor de la deposición del Presidente de la República. No se trata, pues, de alguien que pueda ser fácilmente acusado de cobarde o de vendido. A pesar de esto, ya ha aparecido una cayapa oficialista contra Baduel, la que incluye a Cilia Flores, que con su característicamente escasa inteligencia lo ha acusado de traidor, a los militares García Carneiro y Maniglia, procurando el control de daños al interior de la Fuerza Armada Nacional, y al Vicepresidente Ejecutivo, Jorge Rodríguez. Este último ha pretendido descalificar las declaraciones de Baduel tildándolas de poco originales.

Rodríguez se equivoca; Baduel ha señalado un concepto fundamental que hasta ahora no había sido destacado por los varios constitucionalistas que han opinado sobre el tema. Así dijo: “En el siglo XVIII no existían las constituciones porque lo que había eran monarcas absolutos y autoritarios que tenían todo el poder. Las constituciones nacen, precisamente, para limitar el poder de los gobiernos y proteger al ciudadano del ejercicio abusivo de éste, así como garantizarle al pueblo sus derechos y libertades y establecerle sus deberes… Cualquier Constitución que desregule y le quite límites al poder debe ser vista con sospecha, o el proyecto de reforma en cuestión”.

A partir de tan clara idea, con la mayor firmeza invitó al repudio de la pretendida alteración constitucional: “Invito a todo el pueblo venezolano a que lea el proyecto de reforma y se dé cuenta de que la magnitud de los cambios que se están proponiendo no se corresponde con un proceso de reforma sino que es un planteamiento en su contra… De aprobarse la reforma constitucional se estaría consumando en la práctica un golpe de Estado”.

En ocasión de su discurso de despedida del 18 de julio pasado, con el que leyera la cartilla a Chávez, no faltó quien opinara que se trataba de un discurso para olvidar. Esta publicación opinó lo contrario (Ficha Semanal #154 de dotorpolítico, 24 de julio de 2007): “Las palabras de Baduel, lo marcado de la lectura y su momento, son indudablemente algo sintomático. Que en momentos cuando Hugo Chávez ejerce el poder público constituido en su totalidad, haya considerado Baduel oportuno y necesario pararle el trote al mandatario, revela que también considera posible hacerlo porque encontrará eco favorable, tanto en el seno de la Fuerza Armada como en plena sociedad general. El incidente revela, pues, que a pesar de las apariencias Hugo Chávez no las tiene todas consigo”.

Por las mismas razones, la rueda de prensa de Baduel, del lunes de esta semana, ha causado gran impacto y el gobierno se lame las profundas heridas. Raúl Isaías Baduel no es Guaicaipuro Lameda.

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