El país terminó de perder la persona de Luís Herrera Campíns, hombre probo de especial sensibilidad social y buenas intenciones. Absolutamente nadie puede negar que fuera uno de los mandatarios más honestos que haya conocido el país.
Para la época de la campaña electoral de 1998, asumí postura crítica de su promoción de la candidatura de Irene Sáez. Creo que eso fue un error de gran monta, que facilitó la llegada al poder del actual gobernante.
Pero a poco de haber concluido su gobierno (1979-1984), y aun durante el período, sostuve, en contra de la evaluación más frecuente, que su administración había sido buena. (Don Ricardo Zuloaga era, prácticamente, mi única compañía).
Así escribí, por ejemplo, a comienzos de 1986: “Con muy pocos venezolanos de la hora sostenía por aquel entonces que bajo cierta luz el gobierno de Herrera Campíns no había sido tan malo. Si se razonaba que el gobierno de Pérez había sido ‘nefasto’, había que recordar entonces que las primeras jugadas de Herrera habían gozado de un consenso apreciable. El enfriamiento de la economía fue visto unánimemente como necesario en la reunión del Grupo Santa Lucía (una muestra bastante representativa de las élites venezolanas) que tuvo lugar en Barbados en enero de 1979. También pareció que se lograría algo dramático en materia de la represión de corruptelas con el planteamiento de la batalla del ‘Sierra Nevada’. El gobierno anunció, en su carácter de gestor del ‘Estado promotor’, noción de campaña de Luís Herrera, que se produciría una importante transferencia de empresas públicas hacia manos privadas. Hasta llegó a publicarse en 1980, como globo de ensayo, un estudio conjunto de las oficinas centrales de planificación y de personal, en el que se diagnosticaba un considerable exceso en el empleo público y se implicaba la necesidad de un programa de reducción de sus niveles. Si Caldera había dejado una deuda pública de 20.000 millones (cifra adeca), Pérez la había más que quintuplicado hasta los 110.000 millones (cifra copeyana) y Luís Herrera habría hecho descender ese incremento de 400% hasta uno de 36% al haber llevado la deuda hasta 150.000 millones (cifra adeca). Bajo esta luz el esfuerzo podría haber sido considerado casi heroico. En la experiencia de todo gerente los porcentajes de incremento positivo o negativo son variables más accesibles al control que los propios niveles absolutos, y la imagen de la locomotora desbocada del gobierno de Pérez sugería la de un terco tanque de guerra, Luís Herrera, que habría intentado frenarla completamente al embestirla sin conseguir más que una apreciable desaceleración”.
E igualmente: “El otro factor digno de mencionar es el marcado aumento en el escrutinio que de las ejecutorias públicas hacían, principalmente, los medios de comunicación social. Se puede decir que a este respecto aumentó la democracia venezolana durante el período de Luís Herrera. En efecto, nunca antes un gobierno había estado expuesto a un asedio tan insistente o tan escudriñador. El día que llegue a ser posible una cuenta más objetiva de los casos de corrupción administrativa y se haga una comparación entre los producidos en el gobierno de Pérez y en el de Herrera, será posible notar que durante el período de este último aumentó la frecuencia de reporte. Habrá que decidir entonces si hubo más corrupción absoluta durante el mandato de Luís Herrera o si la percepción de que así lo fue dependió más de una mayor cantidad de iluminación, si el tumor era realmente más grande que antes o si se veía más porque la lámpara del quirófano alumbraba mejor”.
Ha muerto un gran venezolano. Paz a su alma hermosa.
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