En horas de la mañana de ayer, Álvaro Uribe Vélez, Presidente de Colombia, había reiterado su creencia en que Hugo Chávez era la única persona en el mundo que pudiera lograr la liberación de rehenes en poder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, dado que éstas lo respetan. Luego, intempestivamente, el gobierno de Colombia dio por terminada anoche la mediación de Chávez. Un escueto comunicado leído por el jefe de prensa de la Casa de Nariño, César Mauricio Velásquez, dice lo siguiente:
“El Presidente de la República se permite informar:
1. Hoy, la senadora Piedad Córdoba llamó telefónicamente al comandante del Ejército, General Mario Montoya, le pidió una cita y, a continuación, le pasó al teléfono al Presidente Hugo Chávez de Venezuela. El Presidente Chávez le hizo al General Montoya preguntas sobre secuestrados por las Farc.
2. En la reunión de Santiago de Chile, el Presidente Uribe le había dicho al Presidente Hugo Chávez que no estaba de acuerdo con que el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela se comunicara directamente con el Alto Mando institucional de Colombia.
3. En consecuencia, el Presidente de la República da por terminada la facilitación de la senadora Piedad Córdoba y la mediación del Presidente Hugo Chávez, a quienes agradece la ayuda que estaban prestando”.
Ya había habido síntomas claros de que la cosa no estaba funcionando bien. Chávez, por una parte, se presentó a su anunciada reunión en París con Nicolás Sarkozy sin las esperadas pruebas de vida de, al menos, la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt, en cuyo caso se ha interesado especialmente el presidente francés. Pero también Uribe fue muy duro anteayer respecto del destino que esperaba a “Tirofijo” Marulanda, luego de que Chávez anunciara que tenía luz verde de Colombia para reunirse con el líder máximo de las FARC y que hasta el mismo Uribe pudiera asistir a esa conversación. El día martes Uribe hablaba a una graduación de cadetes de policía y dijo que Marulanda estaba en lo cierto al temer por su vida si salía de su escondite, al reiterar el rechazo de su gobierno a una reunión de alto perfil en territorio colombiano entre Marulanda y Chávez: “La única gente con la que Marulanda tiene que reunirse son los jueces y la policía, para responder por cuarenta años de asesinatos y otros crímenes”.
Otra declaración de ayer, esta vez de Carlos Holguín, Ministro del Interior y Justicia de Colombia, desacreditaba lo conseguido por Chávez en lo que lleva de mediación: “Lo único que ha conseguido hasta ahora es reunirse con (el jefe de las FARC) Iván Márquez en Venezuela para hablar de música costeña”. Por su parte, Luis Carlos Restrepo, Alto Comisionado de Paz del gobierno colombiano, avivaba la brasa, al destacar que las FARC habían incumplido la promesa hecha varios meses antes a Francia de entregar pruebas de la supervivencia de Ingrid Betancourt.
¿Qué cosas han producido el dramático giro de ciento ochenta grados?
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En la reunión en Chile de la Cumbre Iberoamericana—la misma en la que Chávez fuera regañado por el Rey de España—Uribe había entregado al presidente venezolano pruebas de la existencia de un campamento guerrillero en territorio nuestro. Fotografías obtenidas por satélite ubican el campamento a trece kilómetros de la Sierra de Perijá. Iván Márquez, líder de las FARC, habría hecho escala en el sitio antes de reunirse con Chávez en Caracas.
Y es en esa misma reunión en Santiago en la que Uribe habría expresado específicamente a Chávez que no quería que éste estableciera contactos independientes con militares colombianos, y que él, Uribe, debía ser el único contacto del presidente venezolano con el gobierno colombiano. En son de broma, pero con sentido muy serio, Uribe dijo a Chávez: “Hugo: no me llames a los generales, porque se me vuelven chavistas”.
El gobierno colombiano tomó la sorpresiva decisión de dar por terminada la mediación de Chávez una vez que el general Mario Montoya, Comandante del Ejército Nacional de Colombia, informara personalmente a Uribe de una llamada de Chávez para hacerle preguntas sobre algunos de los rehenes. El general Montoya había atendido una llamada de la senadora Piedad Córdoba, pero ella pasó a Chávez al teléfono. Los colombianos sospechan, además, que Chávez y Córdoba se encontraban en Cuba cuando llamaron, y creen haber averiguado que no era la primera vez que la pareja Chávez-Córdoba usaba el mismo truco, por lo que han llegado a la conclusión de que ésta ha mantenido una agenda oculta, distinta de la que se muestra en las declaraciones de Chávez y Córdoba por televisión.
Lo cierto es que la decisión de la Casa de Nariño es un balde de agua fría a las esperanzas de los familiares de los rehenes, que suponían que la liberación de éstos sería un regalo navideño. El ex esposo de Ingrid Betancourt y antiguo diplomático francés, Fabrice Delloye, indicó: “Está claro que el Presidente de Colombia no quiere oír acerca de un acuerdo humanitario”. Y el grupo de apoyo francés a la liberación de Betancourt se declaró consternado por la decisión de Uribe, al tiempo que apeló a Sarkozy para que procurara ante el gobierno de Colombia el restablecimiento del esfuerzo de mediación.
Póngaselo como se lo ponga, la posición asumida por Uribe no será fácil de explicar a los interesados personalmente en el proceso, pero tampoco podría ahora Chávez emerger como campeón de la paz, ni lograr un prestigio que necesita con urgencia luego de que Juan Carlos de Borbón lo mandara a callar en público y el Rey de Arabia Saudita lo contradijera directamente en Riyadh. (El rey Abdullah dijo: “El petróleo es una energía para construir y prosperar; no debiera convertirse en un medio de conflicto”. Chávez había propuesto en la reciente cumbre de la OPEP que la organización asumiera una actividad política).
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Pero si el pretexto específico de la terminación del esfuerzo mediador de Chávez fue la violación de condiciones expresas de Uribe, otros factores contribuyeron a ese desenlace. Colombia había puesto un plazo perentorio para el logro de resultados eficaces. Una vez que Chávez hubiera cometido en suelo francés la indiscreción de decir que Uribe estaría dispuesto a reunirse con Marulanda, el presidente colombiano indicó que tal cosa formaba parte de una conversación confidencial, que estaba supeditada a que la guerrilla liberara a todos los rehenes y que esperaba que Chávez entendiera el plazo del 31 de diciembre para la liberación de al menos 45 de ellos. La advertencia de Uribe se produjo mientras hablaba a un curso de generales en la Escuela Superior de Guerra.
No son sólo las indiscreciones de Chávez, sin embargo, las que motivan la decisión. La propia actitud de las FARC es un ingrediente básico del brusco cambio de la postura de Uribe. En el mismo discurso ante los generales, el presidente de Colombia se refirió al atentado que la guerrilla se proponía ejecutar contra el gobernador del Departamento del Cauca, Juan José Chaux, a quien planeaban asesinar con un ataque dinamitero descubierto por el ejército colombiano. Refiriéndose a los guerrilleros, Uribe dijo: “Ponen unas bombonas de gas doméstico cargadas de explosivos contra el gobernador del Cauca, y salen a la comunidad internacional a hablar como políticos. Además de matones, bufones y mentirosos, quieren todo el protagonismo político para posicionarse nuevamente como personajes”. Uribe había dicho ayer también que la guerrilla abusaba de los buenos oficios de Chávez, y Holguín, en la misma onda, declaró: “Chávez no merece ese tratamiento de las FARC. Las FARC deben cumplir con esa obligación ante la opinión pública mundial de dar pruebas de supervivencia de los secuestrados”.
A pesar de esto, es obvio que la actuación de Chávez no satisfacía al gobierno colombiano. No sólo violó repetidamente una expresa condición puesta por Uribe, al establecer cortocircuitos en su comunicación independiente con funcionarios colombianos a espaldas del Presidente de Colombia, no sólo violó la confidencialidad al propagar que tenía autorización para reunirse con Marulanda e indicar imprudentemente que Uribe estaba dispuesto a asistir a ese encuentro, sino que añadió comentarios contrarios a la exigencia de la liberación de los rehenes secuestrados, a quienes él llama “retenidos”. Chávez dijo, no sin razón, que la condición de la liberación de todos los rehenes antes de la reunión con Marulanda era “absurda”, porque luego de la misma ya dejaba de ser necesaria su actuación. Esta calificación de absurdidad no ha debido caer bien en el Palacio de Nariño.
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¿Qué podía esperarse de Chávez? Por una parte, su inclinación simpática a favor de las FARC y el ELN es evidente. Hace tiempo que no lo dice, pero Chávez opina muy mal de las “cúpulas podridas” que gobiernan en Colombia, y si tolera a Uribe es porque éste maneja sus relaciones con el presidente venezolano con gran habilidad y porque éste teme un conflicto importante con Colombia. Chávez no puede tragar con agrado la cercanía de Colombia y los Estados Unidos, así que al ofrecerse como mediador ha debido saberse que sus sentimientos están más cerca de los guerrilleros que de Uribe.
Por encima de todo, los rasgos de la personalidad de Chávez prácticamente aseguraban que a la postre fracasaría. No son cualidades que le adornen ni la capacidad de diálogo ni la discreción. Por lo contrario, su lengua es proverbialmente floja y mal hablada, y no es capaz de ponerse de acuerdo sino con quienes le reconozcan como un segundo Jesús de Nazaret o un segundo Bolívar, a quien debe acatarse sin chistar so pena de insulto inmediato. Sus propios partidarios han recibido muestra amplia de ese carácter atrabiliario e intolerante. (En la Carta Semanal #256 de doctorpolítico, del 27 de agosto de este año, se había adelantado: “Resulta irónico que quien, característicamente, se muestra incapaz de diálogo en su propio país, y no tenga por costumbre jugar el papel de mediador, sino el de autócrata arbitrario que no admite la disensión siquiera de sus propios partidarios, emerja ahora como el intermediario sereno que se requiere para tan delicado asunto”).
No poca ingenuidad, pues, hubo de parte de Uribe y de Sarkozy al confiar en Chávez un asunto cuya delicadeza exigía en el mediador virtudes de las que carece. En París se ufanó Chávez de haber conseguido en tres meses más progreso que el logrado por el gobierno de Colombia en cinco años, en imprudente e insultante declaración. (Esto fue lo que suscitó la declaración de Holguín acerca del coloquio sobre música costeña). Y ya Sarkozy ha probado directamente el irrespeto a la confidencialidad de las conversaciones que surge con ocasión de las actuaciones de Chávez. El Elíseo ha tenido que desmentir que hubiera ofrecido la isla de Martinica como escenario de un encuentro entre Chávez y Marulanda. A lo mejor lo dijo Sarkozy, pero quería que el dato se mantuviera en reserva mientras se construía la posibilidad real.
No obstante, a fin de cuentas, los afectados continuarán siendo los rehenes secuestrados y sus familiares. Tal vez ha debido elegirse la opción de una llamada directa de Uribe a Chávez, para reclamarle fuertemente su conducta mientras se mantenía vivo el puente que se construía con esperanza. Quizás Uribe calcula que Chávez será quien llamará a excusarse en procura del restablecimiento de la mediación, y que sólo una posición endurecida como la que ha mostrado puede enderezar al díscolo e imprudente Presidente de Venezuela. (El gobierno francés ya ha indicado que Sarkozy enviará una carta a Uribe, más afín a su propia postura política, para que permita la continuación de los “buenos” oficios de Chávez). Pero en términos gruesos el juicio será negativo para Uribe, pues aparecerá como el villano que interrumpió el proceso de negociaciones.
Ahora bien, el verdadero villano es Manuel Marulanda. No es Álvaro Uribe quien ha privado de su libertad a los secuestrados (o “retenidos”, en la terminología de Chávez). Uribe, a lo mejor, ha exhibido impaciencia, pero las FARC y el ELN son entidades claramente criminales, y son ellas, no el gobierno de Colombia, los culpables de que no haya Navidad feliz para los rehenes y sus familias.
Mientras tanto, estaremos a la espera de la reacción de Chávez. Tendría que morderse la lengua para no insultar a Álvaro Uribe Vélez.
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