FicheroLEA, por favor

La presente Ficha Semanal extra (#172A de doctorpolítico), contiene el archivo del texto leído en una segunda presentación alojada en YouTube, sobre el tema del inminente referéndum del 2 de diciembre.

El ambiente que se respira en Venezuela hoy es el de la creciente convicción de que será posible derrotar electoralmente el proyecto de «reforma» constitucional introducido por Hugo Chávez y aderezado por la Asamblea Nacional. Los registros de opinión permiten colegir que una abstención disminuida llevará al oficialismo a su primera derrota comicial.

Aunque se trate de esfera distinta, el súbito deterioro de la posición internacional del presidente Chávez gravita sobre su apoyo interno, que decrece por horas. Luego de desbaratar con su indiscreción y su pantallerismo la posible mediación entre el gobierno de Colombia y la cuarentona guerrilla de ese país, Chávez no ha podido contener su agresiva lengua, y ha procedido a cubrir de epítetos irrespetuosos e insultantes al presidente Uribe y a otros miembros de su gobierno. Después de un comunicado inicial relativamente moderado—aconsejado, suponemos, por funcionarios venezolanos de mayor prudencia—ahora anuncia que las relaciones de Venezuela con Colombia (y con España) están congeladas.

Continúa, pues, el calvario mundial de Chávez, quien hasta hace nada fuera tratado con benevolencia y hasta con alguna admiración por sus pares en el planeta. Luego de su altercado con el Rey de España, la refutación que le ofreciera el Rey de Arabia Saudita, y su más reciente pataleta contra Uribe, ha salido a la luz la irritación de la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, que se ventilara en entrevista que le hiciera en Canal 13 la periodista Vivi Kreutzberger. (Gigantes con Vivi).

Antes de su fallida entrevista con Nicolás Sarkozy—Chávez no llevó ninguna prueba de supervivencia de ningún secuestrado por las FARC—el presidente venezolano declaró que se hallaba en plena exploración de la escena del crimen que habría acabado con la vida de Simón Bolívar, en nueva y absurda alucinación. Cuando en una conversación reciente, alguien apuntó que Chávez reincidía en su comparación personal con Jesús de Nazaret, el humor negro de un circunstante encontró la siguiente respuesta: «Crucifiquémosle, entonces». Otro aportó el siguiente dato, alusivo al regaño de Juan Carlos de Borbón: que ahora a la mujer de Chávez le dirían Woman del Callao.

Estamos, claramente, ante un presidente al borde del descontrol absoluto, y su círculo íntimo se encuentra profundamente preocupado. Por esto, y porque la previsible derrota de su proyecto de absolutismo vitalicio puede terminar de sacarlo, irreversiblemente, de sus cabales. (Si es que alguna vez tuvo).

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Segundo libreto

En la recta final hacia el referéndum del 2 de diciembre en Venezuela, que decidirá la aceptación o, más probablemente, el rechazo de la prótesis constitucional que pretende implantar el Presidente de la República, vale la pena registrar los más recientes desarrollos y lanzar la mirada hacia los días posteriores a esa fecha.

En primer término, es notorio el desasosiego que cunde en las filas gubernamentales. El ministro Willian Lara, y el mismo Presidente, han procurado negar las malas noticias de todas las encuestas, que miden un rechazo mayoritario al proyecto de alteración constitucional y una disminución de la inclinación a abstenerse de votar. Así, han tenido que echar mano de un viejo argumento de perdedores, sugiriendo que la presencia en las calles de sus partidarios es la mejor de las encuestas. Pero ellos mismos saben que esa presencia se hace posible con los lujosos autobuses que fletan para traer adeptos, a quienes pagan viáticos a manera de soborno, y que en su caso no son detenidos por guardias nacionales en el peaje de Tazón, como si hacen con los que trasladan a sus opositores.

Luego, el gobernador del estado Miranda, Diosdado Cabello, se vio forzado a aconsejar a sus huestes que no cayeran en triunfalismos, y una vez más la voz presidencial se hizo eco de tal advertencia. Así declaró que “no se puede cantar victoria antes de la victoria”, y expresó su temor al decir que “Si no se aprueba la reforma la revolución entrará en una fase de peligrosa desaceleración que pudiera llevarla a velocidad cero”. Antes, en un intento por hacer entender el referéndum como una confirmación de su mandato, postuló que si su proyecto no resultaba aprobado tendría que ir pensando en un sucesor.

En segundo término, no sólo ha decrecido dramáticamente la propensión a abstenerse, sino que se ha hecho notable la mejora de la confiabilidad del acto mismo de la votación. El diario El Nacional ha reportado que de “la apertura de 1% de las cajas al cierre de la votación en el referéndum revocatorio presidencial de 2004 se pasó a 54% de las cajas”, y de “tener testigos en muy pocas auditorías, ahora los partidos participan activamente en las 10 revisiones del sistema electoral que se hacen rutinariamente antes de una contienda”. Cuando Luis Inazio Lula Da Silva dice confiar en que nuestro Presidente respetará los resultados del escrutinio, en realidad le está exigiendo que lo haga, a sabiendas de que los boletines del Consejo Nacional Electoral reflejarán la voluntad popular.

En principio, un referéndum que sea adverso a su proyecto no impide que el Presidente continúe gobernando hasta comienzos de 2013. Técnica y jurídicamente no está en juego su cargo, pero el rechazo de su pretensión tendrá efectos equivalentes al de negarle un voto de confianza. Por esto tiene razón al pensar que la cacareada revolución puede llegar a disminuir su velocidad a cero. Los famosos “motores” de la revolución se detendrían.

Se hace, pues, muy aconsejable ir pensando en mecanismos constitucionales para la expresión de la voluntad del Soberano, el Pueblo de Venezuela.

El 19 de enero de 1999, la Corte Suprema de Justicia, en decisión histórica, sentenció que podía preguntarse al pueblo si quería elegir una asamblea constituyente, a pesar de que esta figura no estuviese contemplada en la constitución vigente en ese momento, que era la promulgada el 23 de enero de 1961. Más adelante, la Corte especificó  que “la asamblea constituyente tiene por único objeto dictar una nueva Constitución”.

Una constitución es, por supuesto, entidad superiorísima y mucho más fundamental que un presidente cualquiera. Si un mero referéndum consultivo sirvió para dilucidar si queríamos, mediante asamblea constituyente no contemplada en la constitución, sustituir la que nos regía por otra enteramente nueva, ¿qué pudiera oponerse a la noción de que otro referéndum consultivo nos preguntara si queremos elegir un nuevo presidente, aunque formalmente no se haya cumplido el período especificado para quien esté en ejercicio?

Las condiciones constitucionales son muy sencillas: “Artículo 71 de la Constitución. Las materias de especial trascendencia nacional podrán ser sometidas a referendo… a solicitud de un número no menor del diez por ciento de los electores y electoras inscritos en el registro civil y electoral”.

No podría discutirse que una pregunta tal sea o no “de especial trascendencia nacional”, y el corte definitivo del registro electoral al 31 de agosto de 2007 indica que en estos momentos son reconocidos 16.112.857 ciudadanos como electores. Esto es, tan sólo 1.611.286 firmas, treinta y tres por ciento menos que las requeridas para la revocación, harían inevitable ese preciso referéndum.

Hay, por tanto, en nuestra armazón constitucional, suficientes canales para la expresión democrática, y para la solución de una posible y repentina crisis de gobernabilidad que ya teme y anuncia el propio Presidente.

Más allá de esta eventualidad, el horizonte político venezolano exige la presencia de nuevos actores políticos y nuevas organizaciones políticas. Una vez más, como lo vienen haciendo desde hace años, las encuestas más recientes registran que una amplia mayoría nacional no se satisface ni con el gobierno actual ni con su oposición formal. Y, seguramente, una buena parte de quienes hoy apoyan a estos extremos insuficientes lo hace porque no contempla una opción satisfactoria. Se requerirá, en consecuencia, la emergencia de organizaciones de código genético más evolucionado que el que poseen los partidos convencionales, y actores políticos que puedan trascender el discurso esclerosado de la política del poder puro y la obsoleta distinción de izquierda y derecha, desde una política clínica. El socialismo del siglo XXI es una contradicción en términos, puesto que el socialismo es una invención ideológica del siglo antepasado y, como toda ideología, sea ésta liberal, socialcristiana, socialdemócrata, socialista, comunista o anarquista, no es otra cosa que una panacea simplista, imposible, ineficaz e inconveniente.

Entretanto, vayamos a votar el 2 de diciembre para decir rotundamente NO al proyecto presidencial. Esta vez vamos convocados por voces sensatas, entre las que descuellan las refrescantes voces estudiantiles. Ahora nos tranquilizan, además, al ofrecerse como vigilantes de nuestros votos y garantes de su respeto. El enjambre ciudadano ya ha decidido, y sólo falta que se manifieste el próximo domingo.

No hay excusa, pues, para la abstención. Vayamos todos a votar. Vayamos a rechazar la pretensión absolutista y vitalicia del Presidente. Y sepamos que sí hay futuro: el que juntos construiremos.

LEA

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