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No queda más remedio que seguir “satanizando”—”satanizar”, en nueva acepción, significa mostrarse en desacuerdo con alguna idea de alguien—a Raúl Isaías Baduel, puesto que persiste en su equivocada y muy inconveniente prescripción de convocar y elegir una asamblea constituyente.

Su último aporte al tema ha consistido en anunciar que pronto presentará una propuesta de bases comiciales para la elección de una constituyente que ya da por hecha, y advertir que “las elecciones regionales no están por encima del interés nacional”. En pertinaz confusión señala: “Que sea el pueblo y no otro el que se manifieste y ponga freno a las pretensiones del Presidente de imponernos un modelo de país a como dé lugar”. También destaca que no se debe “estar llamando” a elecciones de alcaldes y gobernadores, y manifiesta su sospecha de que quienes “hacia ello apuntan pretenden capitalizar los resultados del referendo a favor de ciertos factores para maximizar la ganancia y así convertirla en un crecimiento de sus cuotas de poder político”.

El general Baduel se ha preciado, desde abril de 2002 abiertamente, de su apego a la Constitución. ¿Cómo es que entonces ahora cuestiona unas elecciones que están prescritas inexorable y constitucionalmente? ¿Qué otras normas constitucionales debiéramos también desatender porque la constituyente en la que está empeñado (emperrado) sería “la única vía efectiva que queda”?

Si lo que el general recién llegado a la política quiere es que sea “el pueblo y no otro el que se manifieste”, ¿por qué propone la elección de algo más de un centenar de diputados constituyentes limitando al pueblo al mero papel elector, en lugar de consultarlo directamente en referéndum?

Por ejemplo, pudiera calmarse el general Baduel, alarmado por los ladridos de Iris Varela o el mismo Chávez (que amenaza con imponer su derrotada propuesta por otras vías), con un referéndum consultivo que preguntara simplemente: “¿Está usted, ciudadano, de acuerdo con que el Ejecutivo o la Asamblea Nacionales, o cualquier otro actor calificado, sometan una vez más propuestas de modificación constitucional ya rechazadas integralmente en el referéndum nacional del 2 de diciembre de 2007?”

Una cosa así, general Baduel, de resultar la consulta negada por la mayoría de los votantes, constituiría una verdadera barrera infranqueable, un muro inexpugnable o fortaleza invencible. Ni un asalto paracaidista dirigido por usted pudiera superarla. Y sería, además, un expediente mucho más económico. Para convocar como usted se propone una asamblea constituyente por iniciativa popular, por un lado, se requiere el consenso activo de quince por ciento de los electores, y en cambio un referéndum consultivo se activa con sólo diez por ciento de ellos. Por el otro, un referéndum consultivo no requiere erogar lo que sería necesario para pagar sueldos y viáticos a los diputados que usted quiere reunir.

Recapacite, pues, y si continúa persuadido de que hay que elevar una muralla todavía más insuperable que la barrera infranqueable que, según usted, puso el referéndum del 2 de diciembre, haga buenas sus propias palabras y procure que “sea el pueblo y no otro” (una asamblea constituyente que no es lo mismo que el pueblo) “el que se manifieste” directamente.

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