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Las más recientes declaraciones de Manuel Rosales parecen indicar que se encuentra bien encaminado. El 13 de enero el partido COPEI cumplió 62 años de fundado y, en un acto conmemorativo de esta circunstancia, Rosales declaró: “Queremos construir con todos los partidos, con la sociedad civil, con todos los sectores, un movimiento alternativo, de cambio, para la reconciliación, para la unidad de Venezuela y que tomará fuerza a partir de las elecciones de gobernaciones y alcaldías donde aspiramos ganar la mayoría de esas gobernaciones y estas alcaldías”. Luego añadió: “En medio de esta crisis que vive el pueblo de Venezuela, la construcción de esa alternativa pasa por el reencuentro, por ceder posiciones y establecer dos premisas fundamentales: la primera es un proyecto, un plan, un programa de cambios, de reconciliación para el país y, lo segundo, la selección de los mejores candidatos”.

Tales conceptos parecieran indicar su reconocimiento al hecho de que su propio partido, Un Nuevo Tiempo, no es la estructura que podría alojar por entero al movimiento que predica, puesto que lo imagina integrado por “todos los partidos”. Si esto fuera así, Rosales habría ganado una nueva conciencia de las limitaciones de UNT, y tal cosa sería, sin duda, un explícito signo de madurez política.

Todavía predicó el abandono de prácticas inconvenientes: “Hay que marcar distancia con los cogollos, con el amiguismo, con el compadrazgo, con el sectarismo y con ese proceso malo que, a veces, se cierne sobre los partidos, como es el grupalismo y el sentido de darle carácter familiaridad o amiguismo a la selección de candidatos”.

Finalmente, expresó su decidido apoyo a una proposición de COPEI: que primero se logre la elección unitaria de “los mejores candidatos” a las gobernaciones y alcaldías y luego se les inscriba como en el Consejo Nacional Electoral, y no al revés, como ha sido la costumbre.

Rosales está actuando, entonces, como factor de unidad. Esta actitud suya es auspiciosa, y permite augurar una participación constructiva y eficaz en las próximas elecciones regionales, previstas para el mes de noviembre.

Ahora bien, los candidatos a gobernador o alcalde no pueden limitarse a un programa genérico de carácter nacional, por más loable y necesaria que sea la meta de la reconciliación del país. Se trata, por supuesto, de elecciones precisamente regionales, y ninguna bandera nacional puede sustituir las plataformas programáticas específicas para cada gobernación y cada alcaldía. Buenos candidatos unitarios, por supuesto; pero también buenos programas, propios para cada estado y cada municipio.

Quienes diagnostican que durante el gobierno de Chávez la descentralización ha perdido terreno ante el centralismo, no pueden olvidar ahora las peculiaridades de cada entidad.

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