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El Centro para la Integridad Pública en los Estados Unidos, y el Fondo para la Independencia en el Periodismo, organización afiliada a la primera, publicaron anteayer un estudio que certifica y cuantifica la mentira sistemática del gobierno de George W. Bush en relación con los riesgos de seguridad que Irak representaba para los estadounidenses. El ámbito temporal del estudio cubre los dos años subsiguientes al mega-atentado terrorista del 11 de septiembre de 2001, y registra las instancias de falsedad mediante el examen de una base de datos compuesta por fuentes primarias—documentos oficiales del gobierno y discursos de altos funcionarios—y fuentes secundarias, esencialmente citas provenientes de los principales medios de comunicación.

La palma se la lleva el propio presidente Bush. El estudio encontró que Bush hizo 232 afirmaciones falsas respecto de Irak y su presunto arsenal de armas de destrucción masiva, y otras 28 acerca de sus supuestas conexiones con al Quaeda. A pesar de que ambas cuestiones carecían, como se demostró luego fehacientemente, de fundamento serio, Bush ha continuado insistiendo en que la remoción de Hussein del poder era lo correcto, lo que de paso establece la doctrina de que el gobierno de los Estados Unidos es juez suficiente y brazo autorizado para decidir y ejecutar la deposición de un gobernante extranjero. (O sea, declaración elocuente sobre el respeto que le merece el principio de la autodeterminación de los pueblos).

La medalla de plata de la mentira correspondió al ex Secretario de Estado, Colin Powell, quien hizo 244 afirmaciones falsas sobre las imaginarias armas de destrucción masiva de Irak y 10 sobre su connivencia con al Quaeda. La medalla de bronce fue compartida por el ex Secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, y el ex Secretario de Prensa, Ari Fleischer, pues cada uno produjo un total de 109 declaraciones falsas.

En total, el estudio registra 935 afirmaciones mentirosas en boca de los más altos funcionarios del gobierno de Bush, comenzando por él mismo e incluyendo, además de los ya nombrados, a Condoleezza Rice, Paul Wolfowitz (defenestrado de la Presidencia del Banco Mundial) y Scott McLellan. La conclusión del trabajo es la siguiente: “En breve, la administración Bush condujo la nación a la guerra sobre la base de información errónea que propagó metódicamente y culminó en la acción militar contra Irak el 19 de marzo de 2003”. Una cita típica viene del Vicepresidente, Dick Cheney, que hablando a una reunión de los Veteranos de Guerras Extranjeras, dijo: “En términos simples, no hay ninguna duda de que Saddam Hussein posee ahora armas de destrucción masiva. No hay duda de que las está amasando ahora para usarlas contra nuestros amigos, contra nuestros aliados y contra nosotros”.

¿No advertía ya Jean François Revel en “El conocimiento Inútil” (1988): “La primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira”?

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