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Cinco años se cumplieron ayer del sesquicentenario del nacimiento de José Martí, el Apóstol de Cuba. Este mismo año se cumplirán, el 19 de mayo, trece del centenario de su muerte en la Batalla de Dos Ríos, abaleado por soldados españoles mientras luchaba, ya no con la pluma sino con la espada, por la independencia cubana. En Versos sencillos el propio Martí anticipaba su modo de morir:
No me pongan en lo oscuro
A morir como un traidor¡
Yo soy bueno y como bueno
Moriré de cara al sol!
En conmemoración de aquel 28 de enero publica ayer El Nuevo Herald un breve artículo de Carlos Ripoll, biógrafo y estudioso del héroe cubano: Martí y los derechos humanos. Es su texto lo que se reproduce en esta Ficha Semanal #181 de doctorpolítico.
La mayor parte de la vida de Martí transcurrió en el frecuente destierro, comenzando a la temprana edad de diecisiete años. En uno de sus exilios vivió una breve temporada en tierra venezolana. A esta tierra la amó como veneró a Simón Bolívar, a quien estudió a fondo y de quien dijo: “En calma no se puede hablar de aquel que no vivió jamás en ella: ¡de Bolívar se puede hablar con una montaña por tribuna, o entre relámpagos y rayos, o con un manojo de pueblos libres en el puño y la tiranía descabezada a los pies…!” Y también: “De las palmas de las costas, puestas allí como para entonar canto perenne al héroe, sube la tierra, por tramos de plata y oro, a las copiosas planicies que acuchilló de sangre la revolución americana; y el cielo ha visto pocas veces escenas más hermosas, porque jamás movió a tantos pechos la determinación de ser libres, ni tuvieron teatro de más natural grandeza, ni el alma de un continente entró tan de lleno en la de un hombre”. (Discurso sobre Simón Bolívar ante la Sociedad Literaria Hispanoamericana, 28 de octubre de 1993).
Martí fue político y fue literato, patriota y poeta; sobre todo, usó una cabeza clarísima. Algún político contemporáneo, dado a la ideología y la indiscreción, pudiera reflexionar sobre palabras de Martí, escritas veinte años antes de su muerte: “Las cuestiones graves no se resuelven con teorías preconcebidas. La conciliación es garantía de la paz, y lo son de acierto el severo examen y prudencia”.
Pero tan clara como su cerebro era su alma, que mantenía abierta aun para sus enemigos. De esto dejó testimonio en estas dos estrofas:
Cultivo una rosa blanca
En julio como en enero,
Para el amigo sincero
Que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
El corazón con que vivo,
Cardo ni ortiga cultivo,
Cultivo una rosa blanca.
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Los derechos de Martí
La más antigua violación de los derechos humanos en Cuba se cometió contra los indios. Como siempre cuando quiere el abuso imponer doctrina, se recurrió a desacreditar la víctima: se acusaba al nativo de idolatría y perversidad, y lo perseguían con turbas de perros. Había entonces religiosos que no daban la espalda al crimen. Alzó la voz nuestro primer disidente, el padre Bartolomé de las Casas, de quien dijo Martí: “Cuatrocientos años hace que vivió, y parece que está vivo todavía”. Pasados quinientos, aún hoy, está vivo Las Casas: ni el crimen se ha agotado en la isla ni falta quien lo delate. En las primeras décadas de la conquista se suicidó más del diez por ciento de los indígenas; desde el triunfo del estalinismo en Cuba más del diez por ciento de la población se ha ido al exilio: otra forma de protesta, y de suicidio.
La cumbre cubana de la lucha por los derechos humanos la ocupa José Martí. Su primera denuncia pública apareció en El presidio político en Cuba. Tenía 18 años. Estaba en Madrid. Acusó a España de cruel indiferencia ante “la petición de los derechos” para su patria: al comienzo de la Guerra Grande había dicho Carlos Manuel de Céspedes: “Los cubanos no pueden hablar, no pueden escribir, no pueden ni siquiera pensar […] La isla de Cuba no puede estar privada de los derechos que gozan otros pueblos, y no puede consentir que se diga que no sabe más que sufrir”.
El apostolado todo de Martí gira en su defensa de los derechos humanos. Al iniciar la última campaña por la libertad de Cuba, en 1891, dijo en su discurso de Tampa: “Si en las cosas de mi patria me fuera dado preferir un bien a todos los demás, un bien fundamental que de todos los del país fuera base y principio, y sin el que los demás bienes serían falaces e inseguros, ese sería el bien que yo prefiriera: yo quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”. La actual Constitución de Cuba reproduce las últimas palabras de esa cita, pero, falsificando a Martí, suprimieron las palabras que siguen, en las que dejó bien claro lo que para él era “la dignidad plena del hombre”: “El carácter entero de cada uno de sus hijos, el hábito de trabajar con sus manos y pensar por sí propio, el ejercicio integro de sí y el respeto, como de honor de familia, al ejercicio íntegro de los demás; la pasión, en fin, por el decoro del hombre”.
Todos los crímenes sociales que ha padecido Cuba, desde el descubrimiento hasta el presente, tienen raíz en alguna violación de los derechos humanos, tal como se enuncian en la Declaración Universal, y aun en su más amplio sentido: agravios o atropellos contra “la dignidad plena del hombre”.
Como en Tablas de la Ley deberán escribirse en Cuba los juicios de Martí sobre los derechos humanos, de los que aquí, con ocasión del 155 aniversario de su natalicio, a modo de ejemplo, se trascriben algunos:
• El respeto a la libertad y al pensamiento ajenos, aun del ente más infeliz, es mi fanatismo: si muero, o me matan, será por eso.
• A quien merme un derecho, córtesele la mano, bien sea el soberbio quien se lo merme al inculto, bien sea el inculto quien se lo merme al soberbio.
• Contra la razón augusta, nada. Sobre el deber de dar empleo a las fuerzas que puso en la mente la naturaleza, nada. Ni rey sobre el derecho político, ni rey sobre la conciencia. Por encima del hombre, sólo el cielo.
• De los derechos y opiniones de sus hijos todos está hecho un pueblo, y no de los derechos y opiniones de una clase sola de sus hijos.
• Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado y a pensar y a hablar sin hipocresía.
• Cuando no se disfruta de la libertad, la única excusa del arte y su único derecho para existir es ponerse al servicio de ella. ¡Todo al fuego, hasta el arte, para alimentar la hoguera!
• Me parece que me matan un hijo cada vez que privan a un hombre del derecho de pensar.
• Ni el que tiene un derecho, tiene con él el de violar el ajeno para mantener el suyo: ni el que se ve dueño de una fuerza debe abusar de ella.
• Los derechos se toman, no se piden; se arrancan, no se mendigan.
• Ningún triunfo se logra definitivamente fuera del buen sentido y el equilibrio de los derechos humanos.
Carlos Ripoll
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