Fichero

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Al Dr. Mauricio Báez, quien me obsequió La teoría pura de la ideología

El 27 de febrero de este año, falleció en el estudio de su casa de Stamford, Connecticut, a la edad de 82 años, uno de los más brillantes y combativos expositores del conservatismo norteamericano, William Frank Buckley. Aunque fuese radicalmente conservador—o libertario, como a veces se definía—su inteligencia le exigía realismo, y es así como, sin condenarla de un todo, opinó en un artículo de su propia revista (National Review, febrero de 2006), que no había dudas de que los norteamericanos habían fracasado en sus objetivos de la guerra en Irak. Antes había declarado: “…el conservatismo implica una cierta sumisión a la realidad, y esta guerra tiene una obvia irrealidad y está siendo inevitablemente capturada por los acontecimientos…” Si Bush fuese un primer ministro europeo, dijo, la experiencia de la guerra le hubiera forzado a retirarse o renunciar. Más generalmente, hizo este juicio: “La realidad de la situación es que las misiones en el extranjero que tratan de lograr un cambio de régimen en países que carecen de un estatuto de derechos o tradición democrática son terriblemente arduas”.

Quizás Buckley había aprendido algo de un famoso debate con Noam Chomsky, a quien llevó a una de las transmisiones del programa de televisión que condujo para el Public Broadcasting System durante treinta tres años (Firing Line, 1966-1999). La “entrevista” a Chomsky es característica del estilo pugnaz de Buckley, que impedía el despliegue argumental de su interlocutor con frecuentes interrupciones. En esa ocasión, los formidables personajes chocaron, justamente, sobre el tema de las intervenciones norteamericanas en terceros países. A juicio de quien escribe, Chomsky demostró un conocimiento más preciso de los hechos, mientras que Buckley se defendió, principalmente, a base de retórica. (Puede verse grabaciones del debate en YouTube, a partir de http://www.youtube.com/watch?v=VYlMEVTa-PI&feature=related).

Igualmente se encuentra en YouTube la entrevista que hiciera en 1985 a Kenneth Minogue (http://www.youtube.com/watch?v=-CIOSkrfRC4), a raíz de la publicación del libro de este último Alien Powers: The Pure Theory of Ideology. Minogue es Profesor Emérito de Ciencia Política en la Escuela de Economía de Londres, y un “euro-escéptico” miembro del Grupo de Brujas y la Fundación Europea, dos think tanks conservadores que, a pesar de sus nombres, descreen de la integración política de Europa. (La presidenta honoraria de la fundación es Margaret Thatcher).

El libro de Minogue ha sido traducido al castellano (La teoría pura de la ideología, Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires, 1988). Es un incisivo y profundo estudio del fenómeno ideológico, de valor pedagógico inestimable. En su introducción, escribe Minogue: “La ideología participa de todo el oportunismo de cualquier uso político del lenguaje”, y la define como “la propensión a construir explicaciones estructurales del mundo humano”. La Ficha Semanal #185 de doctorpolítico reproduce la sección inicial (Las paradojas de la ideología) de su último capítulo (Conclusión). No tiene desperdicio.

LEA

Ideología y paradoja

El gran descubrimiento de la ideología fue que la civilización europea moderna, por debajo de sus apariencias ingeniosamente artificiales, es el despotismo más sistemáticamente opresor que el mundo haya conocido jamás. Toda historia, por supuesto, es un acto de opresión, pero sólo en los tiempos modernos la opresión comenzó a esconderse a sí misma detrás de una fachada de libertad.

Para poner este argumento en perspectiva, es relevante anotar que la germinación de la ideología coincidió con la abolición británica del tráfico de esclavos, y para el tiempo en que Lincoln firmó el Edicto de Emancipación ya estaba completamente establecida. Durante este mismo período, se preparó el trabajo preliminar por el sufragio universal de los adultos, y para liberar a las mujeres de la restricción doméstica hasta un grado sin precedentes. Es verdad, por supuesto, que muchos ideólogos reconocieron estas mismas liberaciones como cumbres de la tierra prometida. Sin embargo, el hecho más notable sobre la ideología es su intento de demostrar que lo que para pruebas más ordinarias—un fin del hambre y de las más pesadas cargas de trabajo, respeto por los derechos humanos—había sido un gigantesco salto hacia adelante de la humanidad, es realmente un retraso monumental. La civilización occidental se estaba confundiendo a causa del grado en que las instituciones opositoras y adversarias habían servido realmente para incrementar antes que para destruir su estabilidad; pero en ideología, esto había producido una oposición para terminar con todas las oposiciones, un adversario no inclinado a jugar un juego competitivo sino a la destrucción total de todo lo que constituye el mundo moderno. La ideología es la más pura expresión posible de la capacidad de la civilización europea de autoaversión.

La promoción de semejante movimiento enfrenta claramente problemas formidables. Retóricamente, son problemas de cómo persuadir a una sociedad de occidentales individualistas de embarcarse en un curso de acción tan evidentemente conducente a la autodestrucción; lógicamente, estos son problemas de contradicción entre lo que el ideólogo es y lo que parece ser. Levanta el estandarte del cambio contra un establishment conservador; sin embargo, su telos es una condición puramente estática. Hay un movimiento político inclinado hacia la destrucción de las mismas condiciones de la política. Apela a nuestras respuestas morales, aunque niega la realidad de la vida moral. Los proletariados de la teoría ideológica son primero vaciados de cualquier pensamiento y sentimiento real que puedan tener, y provistos entonces de las proposiciones de la ideología. Mientras afirma la libertad, encara una comunidad en la cual sólo el único tipo de acto correcto será concebible. Ataca las desigualdades, aunque apunta a la destrucción de las únicas entidades—los individuos—que pueden en algún sentido serio ser tomados como iguales. Afirma la democracia verdadera, pero encara una unanimidad que haría innecesaria a la democracia. Reclama la rúbrica del criticismo sólo para declarar incontestables sus propias verdades. Tales son algunas de las paradojas a las cuales nos lleva nuestro análisis.

Por encima de todo, quizás, está la paradoja de que la ideología, que propone romper las mistificaciones teóricas en la liberación de la praxis, supone la entera destrucción de la práctica. Pues la práctica es una transacción, en la cual un agente deseoso se distingue a sí mismo del resto del mundo, embarcado en una actividad a la búsqueda de satisfacción, y por esa razón acepta el riesgo de la frustración. Después de la transformación ideológica, sin embargo, el hombre no estaría ya apartado del hombre (o aun de la mujer), y la humanidad no estaría apartada de la naturaleza. Todas las distinciones constitutivas de la práctica, junto con los problemas morales y filosóficos que le son consecuentes, estarían abolidas, canceladas, aufgehoben pues (como Marx lo dijo):

Ese comunismo… es la genuina resolución del conflicto entre hombre y naturaleza y entre hombre y hombre—la verdadera resolución de la contienda entre existencia y esencia, entre objetivación y autoconfirmación, entre libertad y necesidad, entre el individuo y la especie. El comunismo es el acertijo de la historia resuelto, y sabe que él es la solución.

Una situación de las cosas en las cuales toda contienda entre esencia y existencia haya sido resuelta puede posiblemente ser una cosa bella, pero no habría nadie para contemplar semejante belleza, desde que la separación entre la belleza y su contemplador estaría también entre las cosas resueltas. No es una condición posible para los seres humanos, y esto quiere decir que la ideología plantea un problema esencialmente insoluble para Occidente, AI declarar Ia putrefacción de una civilización, realmente está declarando odio por cualquier vida humana posible. Lo que propone es el equivalente cósmico de un pacto suicida.

Si giramos hacia la influencia real de esta teoría pura de la ideología sobre Europa y el mundo, nos impactarán dos cosas. La primera es que la influencia de la ideología en Occidente puede fácilmente ser exagerada. Los movimientos políticos que generó, tales como comunismo y feminismo, tuvieron que tomar una forma política y de este modo se hicieron sensibles a lo que la gente real quiere, Todos los movimientos semejantes están marcados por fuertes tendencias revisionistas. La teoría pura de la ideología aparece sólo en áreas de pura intelectualidad, o entre pequeños grupos extremistas. No hay cambio importante en los dos últimos siglos que le pueda ser atribuido con exclusividad. Por supuesto. suministró un vocabulario y un ímpetu para vastos cambios en el sistema industrial, especialmente en las condiciones del trabajador industrial y también en la condición de las mujeres, pero estos dos cambios responden a desarrollos evidentemente sensibles de la tecnología y las costumbres. La contribución directa de la ideología fue poner al trabajador contra el capitalista, al negro contra el blanco, a los hombres contra las mujeres. La ideología fue para la vida pública lo que un buen arranque de cólera es a la vida privada: consigue resultados. Y, como la cólera, puede también tener desagradables efectos colaterales, tales como la multiplicación de las inútiles antipatías generalizadas. Pero, por todo esto, poca gente en Occidente estuvo por un momento preparada a abandonar las delicias de la alienación (a las cuales podrían llamar libertad) con el fin de vivir en una sociedad entregada para reencauchar a un conjunto de revolucionarios poseedores de la verdad, y un aparato de poder despótico. Por otro lado, la influencia de los modos ideológicos de pensamiento, tales como la propensión a las explicaciones estructurales que prescinden de autonomía moral, es muy poderosa, e inclina a mucha gente culta a asimilarse a sí misma a los universales ideólogos con desprecio de las lealtades particulares hacia los amigos, la familia y el país.

Sucedió de otro modo en el mundo no occidental. El proceso de modernización disolvió evidentemente muchos de los vínculos acostumbrados de la sociedad tradicional, Si esto fue tomado como un mal, entonces muchas de las sociedades tradicionales importaron no sólo el mal, sino también la ideología como un antídoto para el mal, que también es un producto occidental. Esto inhibió no sólo sus propios poderes de asimilar lo que podrían valiosamente usar de la civilización occidental, sino también su capacidad autóctona de desarrollar antídotos de su propia cosecha. Las formas recientes de nacionalismo y anticolonialismo tienden a ser destructivas de la cultura tradicional y espiritualmente incapaces de desarrollar nada nuevo. La elite se hace opresora o cosmopolita, y no hay duda sobre el modo característico de pensamiento que impera entre las elites opresoras del mundo no europeo: es ideológico.

Kenneth Minogue

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