O Luis Inazio Lula Da Silva está muy mal informado, o no tiene escrúpulos para decir tonterías. Su declaración de que Hugo Chávez Frías es, sin lugar a dudas, el mejor presidente de Venezuela en los últimos cien años es una necedad que pudiera ser calificada de incomparable. Porque Lula establece una comparación implícita con más de un prohombre venezolano del siglo XX. De los varios presidentes de Venezuela en el último siglo, hay al menos tres que descuellan como modelos de rectitud republicana y, ciertamente, habitan nichos inalcanzables para Chávez: Isaías Medina Angarita, Rómulo Betancourt y Rafael Caldera Rodríguez. Este último dijo hace unos años en acto abierto que Venezuela había contado en su historia con dos arquitectos de la cosa pública: uno, Simón Bolívar, había sido el arquitecto de la libertad; el otro, Rómulo Betancourt, el arquitecto de la democracia. En esta compañía Chávez viene a ser, en el mejor de los casos, el albañil del odio.
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Le toca ahora recibir procacidad—un tanto refrenada—de parte de Hugo Chávez, a Ángela Merkel, Canciller de la República Alemana. ¿Qué la hace merecedora de tan distinguido tratamiento? Pues Doña Ángela se ha permitido opinar que Hugo Chávez no es la voz de América Latina. ¿Es esto una falsedad o, al menos, una inexactitud?
Es posible, naturalmente, anotar como aliados prácticamente incondicionales de Chávez a Fidel (no Raúl) Castro, Evo Morales, Rafael Correa y Daniel Ortega, y como alcahuetes de conveniencia a Cristina Kirchner y a Lula Da Silva. Este último puede que haya sido deslumbrado por la indiscutible fuerza de la revolución chavista, pero es que ésta es una revolución fácil, que se estableció en el desierto político que existía para 1998—producto de la erosión provocada o permitida por Acción Democrática y COPEI, principalmente—y ha sobrevivido gracias a un erario de 600 mil millones de dólares buenos para el soborno ciudadano, mientras siembra división social e improvisa según los interminables caprichos de su líder. Uno pudiera coincidir con Lula si éste se limitase a decir, con verdad, que Venezuela no había conocido, en los últimos cien años, un presidente como Chávez. En eso tendría razón.
Pero apartando estos seis mandatarios, Chávez no puede ser tenido por vocero de Michelle Bachelet, Álvaro Colom, Alan García, Álvaro Uribe, Elías Antonio Saca, Tabaré Vásquez, Oscar Arias, Manuel Zelaya Rosales, Martín Torrijos, Leonel Fernández o Felipe Calderón, por no mencionar que tampoco representa muy bien al senado brasileño o al chileno. Habrá que ver por dónde viene Fernando Lugo, de Paraguay. Más moderado que Lula, ha dicho que encuentra “interesante” la actual presidencia venezolana, pero en general ha procurado distanciarse de figuras populistas.
Entonces, ¿incurrió en inexactitud la canciller Merkel al afirmar que Chávez no puede ser comprendido como la voz de América Latina? ¿Es ésa, su evaluación personal, una afrenta imperdonable a Venezuela?
Por supuesto que no. A pesar de asunto tan evidente, el presidente Chávez formuló la mitad de una grosería—la detuvo porque, según dijo, se trata de una mujer (lo que no le ha impedido insultar a Condoleezza Rice o maltratar a su antigua esposa)—y afirmó que la señora Merkel pertenecía “al mismo partido de derecha radical que apoyó a Hitler”.
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Antes de resultar electa como Canciller de Alemania, Ángela Merkel fue la Presidenta de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) desde el 9 de abril del año 2000. A partir de noviembre de 2005 dirige el ejecutivo alemán y una “Gran Coalición” de gobierno compuesta por su partido, la Unión Social Cristiana (CSU) y el Partido Social Demócrata de Alemania (SPD). Es una coalición que subsiste desde hace casi tres años, lo que habla volúmenes enteros de su tino conciliatorio y su disposición democrática. O sea, luce talentos ausentes en Chávez.
Merkel es la primera mujer que dirige a la Alemania moderna (1871 hasta ahora), y su canciller más joven desde la Segunda Guerra Mundial, tragedia que no conoció personalmente, puesto que nació en 1954, nueve años después de que Adolfo Hitler estuviera muy fallecido. Difícilmente puede suponerse que ella, personalmente, hubiera tomado partido por el aberrante dictador de los alemanes.
Pero claro, Chávez no dijo que Ángela Merkel hubiera defendido a Hitler de modo personal. En realidad, lo que afirmó es que ella pertenecía a un partido “de derecha radical” que sí lo había hecho. Esto es lo que hay que dilucidar.
La Unión Demócrata Cristiana a la que Merkel pertenece fue fundada al término de la Segunda Guerra Mundial, de nuevo una vez que Hitler se hubiera suicidado mucho y hubiese sido exhaustivamente cremado. El primer líder de la CDU en Berlín, Andreas Hermes, fue puesto en la cárcel por los nazis. ¿Por qué razón? Pues porque participó en el complot del 20 de julio de 1944, cuyo propósito era asesinar a Adolfo Hitler, quien escapó de milagro al atentado en Rastenburg. No pareciera, entonces, que ese líder primigenio de la CDU defendiese mucho al señor Hitler. (A propósito, el complot había logrado reclutar muchos oficiales renuentes para mediados de 1944 porque ya se tenía noticia de la matanza de 250.000 judíos húngaros en Auschwitz, como culminación del Holocausto que Mahmoud Ahmadinejad, otro de los socios “latinoamericanos” de Chávez, se especializa en negar).
También fue prisionero de los nazis nadie menos que Konrad Adenauer, el líder fundamental de la democracia cristiana germánica—y de la democracia en general—y primer Canciller de la República Federal Alemana.
Adenauer fue preso de Hitler por primera vez en 1934, a raíz de la “Noche de los Cuchillos Largos”, cuando uno o dos centenares de asesinatos fueron perpetrados y más de un millar de personas fue a la cárcel por razones políticas. Antes, debió refugiarse en una abadía porque los nazis lo acosaban desde que se había negado a estrechar la mano de uno de sus líderes en Colonia, donde Adenauer ya tenía ascendencia política. (Había sido alcalde de la ciudad desde 1917 hasta 1933, y Presidente del Consejo Prusiano de Estado hasta este último año—es decir, a la llegada de Hitler al poder—desde 1922). Como pasó con Hermes, fue apresado otra vez en 1944 luego del atentado contra Hitler. La Gestapo no pudo probar su participación en el complot y magnánimamente lo liberó pocas semanas después.
Pero Konrad Adenauer había sido líder prominente del Partido del Centro, que puede ser visto de algún modo como antecesor de la CDU. (En el sentido de que una buena cantidad de sus antiguos miembros se afilió a la Unión Demócrata Cristiana a su fundación). ¿Puede decirse que esta antigua raíz de la CDU apoyó al nacional-socialismo en algún momento? En ningún caso; los centristas se opusieron tempranamente a los nazis, y en particular dirigieron ataques feroces contra Franz von Papen, antiguo militante del Partido del Centro, a quien consideraban un traidor. (Von Pappen, llamado a la cancillería alemana por el anciano presidente von Hindenburg, negoció el acceso de Hitler al poder accediendo en secreto a servir como Vicecanciller de éste. Después de verse forzado a renunciar—luego de la Noche de los Cuchillos Largos—todavía aceptó von Papen representar a Hitler como su embajador en Austria, donde preparó la penetración nazi en este país hasta 1938, el año del Anschluss).
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Volviendo a Doña Ángela. A pesar de nacer en Hamburgo, se crió y creció en la República Democrática Alemana (RDA)—en Templin, Brandenburgo—esto es, en la Alemania comunista. Llegó incluso a formar parte de la Juventud Alemana Libre (FDJ), el movimiento oficial de la RDA para el adoctrinamiento de los jóvenes en las exquisiteces del marxismo-leninismo. (La FDJ, dicho sea de paso, había nacido en 1936 para oponerse, justamente, al gobierno de Adolfo Hitler). De hecho, la señora Merkel, Doctora en Física (luego de tesis de grado en algún tema de química cuántica), llegó a ser miembro del consejo distrital de esa organización en su zona y nada menos que Secretaria de Agitación y Propaganda del mismo grupo en la Academia de Ciencias. Ahora lleva tendencia conservadora, pero fue ideológicamente preparada en el marxismo, de manera que más bien ha podido tener una que otra afinidad con Hugo Chávez, que el pasado domingo casi la insulta. (Le dijo que se fuera a… sin terminar de especificarle destino). No hay absolutamente nada en la señora Merkel, ni directamente ni por asociación, que pueda vincularla en nada con Adolfo Hitler.
Dicho todo lo que antecede, es evidentísimo que una vez más Hugo Chávez hace gala de su incontinencia verbal y su irresponsable ignorancia. Pero él se la pasa exigiendo que otros se retracten—todavía está su mejilla ruborosa por el consejo real de callarse la boca—, exigencia que es incapaz de aplicarse a sí mismo.
No, Hugo Chávez no nació para la rectificación. Mucho menos para reconocer que ve pajas en ojos ajenos cuando tiene más de una viga en el propio. En uno de sus primeros periplos euroasiáticos visitó Alemania, y en uno de los discursos que pronunció en la tierra de Ángela Merkel expuso que él admiraba mucho a ese país, en particular porque los alemanes habían dado al mundo uno de sus mayores avances tecnológicos: ¡las divisiones Panzer! (Por supuesto, consideraba natural esta apreciación, por ser él un militar de blindados. Venía, por lo demás, de celebrar en China—donde, según dice un reciente visitante venezolano, sólo pudo ver un retrato de Mao Tse Tung, frente a la sede del Partido Comunista Chino, mientras vio centenares con la efigie del Coronel Sanders—la afinidad entre la revolución comunista en ese país y la revolución venezolana que él dirigía).
No, Hugo Chávez es incapaz de cometer el pecado de sindéresis. Acusa de defender a Hitler a un partido, el de la señora Merkel, que jamás lo hizo, y olvida (porque en verdad ya se le olvidó, de tanta sandez que ha dicho) que en 1999 escribía una carta a la Corte Suprema de Justicia que cerraba así: “El Estado investido de soberanía, en el exterior solo tiene iguales, pero la justicia internacional no alcanza a quienes, por centrifugados, tendrían que ser mutilados (Ratzel; McKinder). Esas son las razones por las cuales el Jefe de Estado conduce, en soledad, la política exterior y, en soledad, es el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Nacionales. Inmerso en un peligroso escenario de Causas Generales que dominan el planeta (Montesquieu; Darwin), debo confirmar ante la Honorabilísima Corte Suprema de Justicia el Principio de la exclusividad presidencial en la conducción del Estado”.
Vale la pena apuntar que las tesis geopolíticas de Halford John Mackinder, inglés, y Friedrich Ratzel, alemán, cuya autoridad evocaba Chávez para decir a los magistrados de 1999 que él era el mandamás, fueron asumidas por los nazis como justificadores “científicos” de su dominación. (En especial la tesis del “espacio vital” del profesor Ratzel). Esto es, que Chávez está muchísimo más cerca de Hitler que la señora Merkel.
En efecto, Chávez es una especie de embrión o maqueta inconclusa copiada de Adolf Hitler. Concédase, en honor a la verdad, que la malignidad del chavoma es inconmensurablemente menor que la del hitleroma. Nadie puede acusar a Chávez de noches “de cuchillos largos” o de “vidrios rotos”; nadie puede decir que ha asesinado a seis millones de judíos—tan sólo los desprecia y los insulta—, como tampoco que ha desatado una guerra mundial, pues se limita a librar una mini Guerra Fría en apariencia valerosa contra la primera potencia mundial.
No se trata, por tanto, de exagerar. Si uno echa en falta el sentido de responsabilidad en Hugo Chávez, no puede uno incurrir en barbaridades análogas a las que él profiere.
Pero la forma de su dominación y su gobierno, su fractal, diríase, se parece mucho, aunque embrionariamente, al de Adolfo Hitler, y este rasgo era distinguible en él desde bien temprano. El 19 de agosto de 1998, poco antes de que Chávez ganara sus primeras elecciones, el suscrito componía un artículo—El efecto Munich—que publicó días después el diario La Verdad de Maracaibo. Ya entonces era posible decir cosas como éstas: “Como Hitler con el tristemente célebre putsch de la cervecería, Chávez marcó su origen político con un fracasado intento de tomar el poder por la fuerza. Como Hitler con sus camisas pardas, Chávez ha organizado fuerzas de choque a las que ha juramentado para combatir en caso de que su ‘inevitable’ triunfo electoral le sea desconocido. Como Hitler ante el envejecido Hindenburg, ha querido adelantar las elecciones presidenciales para recortar el período de nuestro anciano presidente”. (Creo que se trató de la primera vez que se estableciera en público una afinidad entre Adolfo Hitler y Hugo Chávez). Es Chávez, no Merkel, quien se parece a Hitler.
Dime con quién andas y te diré quién eres. Las gigantografías que adornan, en adulación obscena, las paredes exteriores de las oficinas del SENIAT, hablan de una integración latinoamericana con una efigie central de Simón Bolívar, rodeada de fotografías, todas de Chávez, en compañía de un selecto grupo de mandatarios de América Latina. Entre ellas descuella, en posición superior, una con Raúl Castro. Chávez se declara panadería burda de Mahmoud Ahmadinejad, Robert Mugabe y Alexander Lukashenko (conocido este último por fomentar el culto de su personalidad y la añoranza de la era soviética en Bielorrusia).
Chávez, pues, se siente muy cómodo entre dictadores. Lo que más envidia de Simón Bolívar son los poderes dictatoriales que más de una vez le tocaron. Por de pronto, tal vez se encuentre con Ángela Merkel en Lima. Ella ha dicho que saludará a todos los presidentes, lo que incluye, por supuesto, a Chávez. Sería muy interesante conocer el diálogo que pudiera producirse entre ambos.
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