El 15 de este mes de mayo la Corte Suprema de California decidió que los homosexuales tienen el mismo derecho que los heterosexuales para formar uniones estables a través del matrimonio. La decisión, dividida en cuatro contra tres, fue redactada por el Presidente del tribunal, el juez Ronald George, llevado al cargo por los republicanos. En ella se lee: “…incluso las prácticas sociales y tradiciones más familiares y generalmente aceptadas, enmascaran una injusticia y una desigualdad que frecuentemente no es reconocida o apreciada por aquellos que no son afectados directamente por esas prácticas o tradiciones”.
La decisión, por otra parte, hizo retroalimentación a la opinión pública. La encuestadora Field Poll preguntó por primera vez a los californianos si estaban de acuerdo con que los homosexuales pudieran casarse en 1977, cuando sólo 28% de los encuestados contestó afirmativamente y 59% se opuso. En 2006 se oponía el 50% y 44% se mostraba de acuerdo, pero en el más reciente sondeo (17 al 26 de mayo), poco después de la decisión tribunalicia, 48% se pronunció a favor del matrimonio de homosexuales y la oposición pasó a ser una minoría, aunque grande, de 46%. El director de Field Poll estima que la decisión judicial influyó para que los indecisos se sumaran al apoyo.
En estricto sentido, el matrimonio es un contrato civil entre dos personas. No es cualquier contrato, por supuesto; la legislación civil (y religiosa) de todos los países del mundo dedica muy extensa y especial consideración a su normativa, dado que la familia es tenida por “célula fundamental” de la sociedad. Pero, en principio, nada debiera obstar para que dos personas del mismo sexo conviniesen en un vínculo permanente, no porque sean de preferencia homosexual, sino porque son, por encima de todo, personas.
Naturalmente, la tradición judeo-cristiana incluye un fuerte tabú contra la homosexualidad. En otras culturas (la grecorromana, por ejemplo, o en más de una asiática), la práctica homosexual es entendida de otro modo. Los guerreros espartanos, poco sospechosos de falta de virilidad, la practicaban comúnmente, pues resultaba inconveniente acompañarlos de mujeres durante sus largas expediciones militares. En la novela Shogun, de James Clavell, es la misma esposa del caudillo japonés quien introduce un mancebo a la alcoba conyugal para regalar a su marido.
En verdad, una persona de orientación homosexual es tan normal como una que mida más de ciento ochenta centímetros de estatura, y los biólogos han observado la conducta homosexual en no menos de mil quinientas especies animales. En todo tiempo y lugar ha habido personas con esa preferencia, y ya es tiempo de que nuestra civilización deje de mirarlas como bichos raros. Dignísimas y muy meritorias personas han sido homosexuales: Alejandro Magno, el emperador Adriano, Miguelángel, Pedro Aretino, Giovanni Pico della Mirandola, Pyotr Illyich Tchaikovsky, Arturo Rimbaud, Marcel Proust, Sergei Diaghilev, Sir Laurence Olivier, Michael Tilson Thomas, Martina Navratilova, y entre nosotros Isaac Chocrón y John Lange, son unos poquísimos nombres de gran aporte a la cultura y la humanidad.
La legislación venezolana debiera prepararse a una modernización que reconozca el derecho matrimonial de nuestros conciudadanos con preferencia homosexual.
LEA
intercambios