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Mientras su compañero del alma, Evo Morales, se encuentra a punto de necesitar una afirmación de su autoridad con el empleo de la fuerza militar en Santa Cruz—para restablecer el orden público, severamente alterado en la capital de la oposición boliviana—, Hugo Chávez mismo, y diversos personeros de su gobierno están siendo crecientemente mencionados en el sonado “juicio del maletín” en Miami, que por ahora va contra Franklin Durán. Algunos de los alegatos del fiscal acusador parecen estar soportados por grabaciones de encuentros entre varios de los acusados con Guido Antonini Wilson, el correo de los casi ochocientos mil dólares provenientes de Venezuela que estarían destinados a la campaña electoral de Cristina Kirchner. En una de ellas se le habría asegurado a Antonini que Néstor Kirchner y Hugo Chávez, los propios presidentes de Argentina y Venezuela, garantizaban que no quedaría preso si se entregaba a la justicia del país más sureño de América.

Los nombres del Presidente de PDVSA, Rafael Ramírez, del Director de la DISIP, Henry Rafael Silva, y hasta el del ex Superintendente del SENIAT, José Gregorio Vielma Mora, han salido a relucir en los testimonios bajo juramento. Este último, a diferencia de otros que dicen negarse a responder infundios estadounidenses, produjo una persuasiva argumentación para exculparse. Vielma Mora dijo: “Lo que queremos es que descubran a los verdaderos culpables”. Esto es, que hay, a su juicio, un delito, puesto que hay culpables.

Uno de los que más vocifera que el juicio no es más que un show, un “proceso comprado”, es el jefe de todos ellos, el presidente Hugo Chávez. Ayer echó mano de su gastada excusa favorita: que todo era un montaje del “imperio”, que también buscaba deponerlo mediante golpe de Estado o asesinarlo.

Unas son de cal y otras son de arena, pudiera pensar el mandatario. El gobierno de Gordon Brown en Inglaterra le ha extendido una invitación a la cumbre que se celebrará, en ese país, sobre el tema petrolero en diciembre de este año. Chávez compartiría honores con Muammar Kadaffi, el verdadero invitado estrella, ahora beneficiado con cuantiosas inversiones inglesas en Libia, después de que el autor del Libro Verde reconociera la responsabilidad de su gobierno en viejos desaguisados. (Como el derribo de un avión comercial estadounidense sobre suelo escocés en 1988). No se cursó invitación a Mahmoud Amahdinejad, de Irán.

Mientras Chávez prepara sus enésimas maletas, la OPEP decidió ayer un recorte de producción de un poco más de medio millón de barriles diarios, amoscada por el descenso del precio internacional del barril en los últimos días, que lo llevó por debajo de los cien dólares. En noviembre de 1997 la OPEP decidió en una cumbre en Indonesia el movimiento contrario, un aumento de producción, en momento muy inoportuno: justamente cuando explotaba la crisis financiera del sudeste asiático. Los precios del barril de petróleo llegaron entonces a deprimirse, desde el nivel de veinte dólares, hasta los ocho dólares a comienzos de 1999. El llamado “fantasma de Jakarta” atemoriza a los miembros de OPEP, y los halcones entre ellos—Irán y Venezuela principalmente—lograron imponer su criterio de defender el precio mediante un recorte de producción.

Con un petróleo demasiado barato se hace más difícil llenar con dólares los maletines de la diplomacia chavista.

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