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El pasado domingo 28 de septiembre, otro referéndum en América del Sur fortaleció marcadamente la posición política de otro gobernante izquierdista. Ecuador aprobó, con una mayoría de 64%, la nueva constitución propuesta por Rafael Correa. Es, sin duda, un fenómeno a tomar en cuenta.

No falta quien destaque que el nuevo texto constitucional extiende los períodos de gobierno posible para Correa. Ahora puede elegirse de nuevo como si lo hiciera por primera vez—al estilo de la “relegitimación” de Chávez en 2000, luego de que se aprobara la Constitución de 1999—y reelegirse cuatro años más tarde. Si lo lograra disfrutaría del poder por un total de diez años, si es que no llegara a introducir ulteriores modificaciones constitucionales que extendieran su dominio.

Pero tal cosa no es tendencia exclusiva de gobiernos izquierdistas. No es secreto para nadie que eso es lo que justamente procura hacer en Colombia el presidente Uribe, quien busca un tercer mandato con una nueva enmienda a la carta fundamental colombiana. Las mieles del poder son pegajosas.

Apartando ese aspecto temporal, la nueva constitución ecuatoriana refuerza al poder ejecutivo nacional. Esto es, no sólo podría Correa mandar por más tiempo, sino que de una vez su poder ha recrecido. El Presidente de Ecuador podrá ahora disolver el Congreso, hacer más nombramientos en el poder judicial y controlar más estrechamente la economía y la propiedad privada. Las empresas mineras de Ecuador están en la mira presidencial.

Como en muchas otras partes, pues, el Estado invade más esferas de la sociedad en Ecuador. Es el signo de los tiempos, en un empuje de los ejecutivos de todo el mundo en busca de más poder, tal como lo ha hecho George W. Bush en los Estados Unidos. Si algunas circunstancias impiden o difieren más abiertos crecimientos o permanencias más longevas, entonces se recurre al gobierno por persona interpuesta, como ahora hace en Rusia el poderoso Vladimir Putin.

Estas cosas no ocurren sin reacción, naturalmente. Mikhail Gorbachev, nadie menos, se apresta a fundar un nuevo partido político en Rusia, el Partido Democrático Independiente, con planes de participar en las elecciones parlamentarias de 2011. En nuestro continente, Jaime Nebot, el Alcalde de Guayaquil, reivindica que en sus predios fue derrotada la propuesta constitucional de Rafael Correa. Por los momentos, sin embargo, ni Gorbachev ni Nebot representan serias amenazas a los gobiernos de sus respectivos países.

En Venezuela, Chávez pudiera estar pensando en gobernar por testaferro, como lo hace Putin, como lo hizo con tanto éxito Juan Vicente Gómez más de una vez.

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