El peñero Ugueto

El peñero Ugueto

Observaciones preliminares

Asistimos a una crisis de crisis. Es trilladísimo lugar común que la peor de las maldiciones en China te desea que vivas una época interesante. La inestabilidad de muchos cambios se encargará de que afrontes innumerables y graves problemas. No es necesaria una maldición más específica.

Es rasgo de la época una condición a la que los médicos se refieren con el nombre de “hemorragia por capas”: se tiene la certeza de que sobrevendrán sangramientos, pero se ignora dónde y cuándo se presentarán. En 1982, Yehezkel Dror definió esta característica en los siguientes términos: “La sorpresa se ha hecho endémica”.

No podrá entenderse la crisis si se procura tomar distancia de ella (lo que, de paso, es imposible). Por lo contrario, debe uno adentrarse al mismo corazón del huracán, donde sabemos que reina la calma, propicia al examen sosegado de las cosas.

Para propósitos analíticos conviene organizar las reflexiones en dos esferas, la planetaria y la nacional.

ESFERA PLANETARIA

Primera reflexión: Luis Ugueto y Francisco Layrisse, además de enseñarnos a interpretar aspectos concretos de la crisis, nos ofrecieron un plano de conjunto, y en él destacaron eventos de magnitud cataclísmica que han resultado ser marcadores definitorios; por ejemplo, el desplome de la Unión Soviética y la reciente y súbita disminución de primacía de los Estados Unidos, entre otros.

A estas mutaciones de gran tamaño conviene añadir otras de distinto tenor, que dándose con un componente principalmente científico y tecnológico, hablan no tanto de preocupación como de esperanza.

  1. La emergencia de una conciencia ecológica. Tan tarde como en 1969 se publicaba una colección de trabajos sobre el tema bajo el nombre: “La ciencia subversiva: ensayos hacia una ecología del hombre”. En 1967, lo que sería la biblia predictiva del más prestigioso futurólogo (Herman Kahn, The Hudson Institute, The Year 2000: A Framework for Speculation on the Next Thirty-Three Years), no hacía mención alguna del tema ambiental en sus más de cuatrocientas páginas. Las nuevas generaciones, en cambio, vienen con una conciencia ecológica innata.
  2. Los inicios de la conquista del espacio. El impresionante telescopio espacial Hubble se descompone en el espacio y los ingenieros de la NASA pueden arreglarlo a casi 600 kilómetros de distancia. Los chinos acaban de alunizar y, ayudados por ellos, hasta nosotros hemos puesto un satélite “bolivariano” en órbita.
  3. La ingeniería genética. La promesa descomunal de una ingeniería que ni siquiera tenía nombre en 1979, que ya ha hecho el mapa del genoma humano, y, más en general, las nuevas tecnologías médicas. Hace dos semanas se transplantó, con total éxito funcional, dos brazos ajenos a un ciudadano alemán que el año pasado perdió los suyos en un accidente.
  4. La Internet. Con seguridad, la más trascendente de las revoluciones, asentada sobre las propias de la computación y las telecomunicaciones. La polis planetaria en gestación construye su cerebro, en conexión sin precedentes, ya no pasiva como la de la televisión, de los habitantes del planeta. En Venezuela se estimaba a inicios de este año una población de cinco millones y medio de internautas, de los que casi las dos terceras partes corresponden a los estratos D y E. Para 1995, ya IBM de Venezuela había registrado esa vocación universal de modernidad en el pueblo venezolano, al conocer que la compra-venta de computadores personales de segunda mano en los barrios caraqueños movía más dinero que el mercado corporativo de computación.

Segunda reflexión: El frenazo del crecimiento económico, expresado en el carácter recesivo de la crisis financiera y real, marca un tiempo de diástole, aprovechable para el examen y el aprendizaje. Exactamente el mismo ideograma chino genera las nociones de crisis y oportunidad. El vocablo “crisis”, proveniente del griego, significa en esta lengua decisión. (Krinein, decidir). La decisión sensata debe ser precedida por la reflexión.

Tercera reflexión: Una idea de la profundidad y extensión de la crisis se obtiene al considerar que no sólo los procesos económicos y políticos se manifiestan críticamente. Igual cosa sucede con los sistemas de pensamiento. Prácticamente no hay ciencia que no haya experimentado o esté sufriendo una crisis de paradigmas. Cuando se creía que al fin había un modelo coherente de la materia—el Modelo Estándar (1967)—se descubre que sus leyes sólo describen el 4% de la materia presente en el universo. (La materia y la energía “oscuras”, de las que nada se sabe, componen el resto). Es a partir de 1959 cuando comienza la ciencia del caos, y después la de los sistemas complejos, la teoría de enjambres, etcétera, que ofrecen nuevos y poderosos marcos mentales que van desde la meteorología hasta la economía, pasando por la turbulencia de fluidos, la cosmología, el crecimiento de las ciudades, la cardiología y la psiquiatría, entre otras áreas del conocimiento. A empezar y pensar de nuevo. Hasta el campo religioso está en asedio. Escribió Teilhard de Chardin: “El siglo XX fue probablemente más religioso que cualquier otro. ¿Cómo pudiera no serlo, con tantos asuntos por resolver? El único problema es que todavía no ha encontrado un Dios que pueda adorar”. La imagen que las diversas y hermosas metáforas que son las religiones—budista, judía, cristiana, islámica, etcétera—proporcionan de Dios ya no son fácilmente implantables en conciencias del siglo XXI, que asumen la ciencia como piso natural de sus creencias.

Cuarta reflexión: Es imposible superar tan grande remolino sin la disposición a abandonar viejos paradigmas, algunos entre ellos los más queridos. No puede esperarse resultados nuevos de la repetición de los mismos procedimientos que nos han metido en problemas. Para ser una persona 21, que comprenda su siglo y lo maneje, es preciso ponerse al día con los más recientes marcos mentales proporcionados por la ciencia. Nuestros políticos convencionales, como en todo el mundo, son seres newtonianos, que comprenden la política en términos de espacios y fuerzas—“¿Hay espacio en Venezuela para una nueva fuerza política?”, se ha oído discutir—, y por tanto están constitucionalmente impedidos de entender la dinámica de los grandes sistemas complejos. A un alumno de cuarto grado puede aceptársele decir que el cuerpo humano se divide en cabeza, tronco y extremidades—la misma idea de una anatomía tripartita de gobierno, empresarios y trabajadores—pero no a un profesional de la Medicina.

Quinta reflexión: Resulta aconsejable un intento por estructurar la incertidumbre, puesto que no puede reducírsela por completo—la sorpresa se ha hecho endémica—y por tanto es útil un inventario de los problemas más importantes. Por ejemplo, el 13 de octubre The New Yorker ofrecía su decidido aval a la candidatura de Barack Obama en un largo editorial, donde decía: “La restauración estadounidense en asuntos exteriores requerirá un compromiso no sólo con la cooperación internacional, sino también con instituciones internacionales que puedan tratar el calentamiento global, las dislocaciones de lo que probablemente sea una crisis económica global que se profundiza, las enfermedades epidémicas, la proliferación nuclear, el terrorismo y otros desafíos más tradicionales a la seguridad. Muchos de los vehículos de la era de la Guerra Fría para el contacto y la negociación—las Naciones Unidas, el Banco Mundial, el régimen del Tratado de No Proliferación Nuclear, la Organización del Tratado del Atlántico Norte—están moribundos, deteriorados u obsoletos”. Del enfoque fresco, zero budgeting, back to basics de estos problemas podrán surgir tratamientos distintos. En realidad, ningún país debiera poseer armas nucleares. Para prevenir escenarios de invasiones agresivas extraterrestres, o para demoler aerolitos amenazantes en imitación de Bruce Willis en Armagedón, la Organización de las Naciones Unidas debiera asumir un único control planetario de esta clase de armamentos.

ESFERA NACIONAL

Primera reflexión: El cuadro clínico nacional revela como signo predominante la presencia de un chavoma. Se escoge esta metáfora oncológica para resaltar que el proceso chavista no nos fue inoculado desde afuera, por un anofeles o un chipo. Estaba en nuestras entrañas. Luego, porque sus rasgos son claramente expansivos, invasivos, agresivos, perniciosos. Pero este tumor se superpone a un cuadro previo, todavía actuante, de insuficiencia política. (En el mismo sentido que decimos insuficiencia renal o cardiaca. Si el corazón no bombea la sangre como debe, hablamos de insuficiencia cardiaca. Si el sistema político no resuelve los problemas de carácter público, que es la única función que lo justifica, estamos ante un síndrome de insuficiencia política). La etiología de esta insuficiencia no es una maldad consustancial a los políticos o la política en sí misma. Es de raíz paradigmática.

No es cierto que el primer punto de la agenda estándar del Comité Nacional de COPEI, todos los lunes, fuera cómo fastidiar a los venezolanos. El CEN de Acción Democrática procuraba decidir, según lo mejor de sus entendederas, algo en bien del país. Son los marcos mentales desde los que estos políticos operan, ya obsoletos, el origen de la insuficiencia que permitió la emergencia del chavoma, la que descollaría de nuevo después de la remoción del tumor. El 20 de octubre de 1991 escribía Arturo Úslar Pietri en El Nacional: “… de pronto el discurso político tradicional se ha hecho obsoleto e ineficaz, aunque todavía muchos políticos no se den cuenta. Toda una retórica sacramentalizada, todo un vocabulario ha perdido de pronto significación y validez…” Pero ahora se da la posibilidad de construir organizaciones políticas con un código genético diferente al de un partido convencional. (Cuál es ése código es tema que puede exponerse mejor en una presentación separada). Si no cambian las reglas esenciales a la operación de los partidos, no cambiará nada. Resucitada Teresa de Calcuta e inscrita en AD, a los quince minutos comenzaría a comportarse como Henry Ramos Allup.

Segunda reflexión: Una coyuntura inminente domina ahora nuestra actuación política: las elecciones estadales y municipales del 23 de noviembre. Es llamativo que un antiguo ministro de Hugo Chávez (Ignacio Arcaya) escriba por estos días: It is expected that the government of president Hugo Chávez will face a serious setback in municipal and regional elections due on November 23”. Aunque sin duda puede hacerse todavía más de una cosa constructiva, es dado esperar que los resultados de ese día sean interpretados por el enjambre ciudadano, ya no por los activistas de lado y lado, como una reducción significativa del dominio oficialista. Es este resultado el que verdaderamente importa.

Tercera reflexión: Luego viene la elección verdaderamente crucial, mucho más importante que la de ahora, de la Asamblea Nacional. Hacia ese hito contamos con dos años para la preparación, y en ellos el componente fundamental será un proceso de formación en, justamente, nuevos paradigmas de la acción política. Si se hace las cosas bien, será posible presentar al país una nueva y competente camada de políticos, muy diferente a la actual, y lograr una mayoría en la Asamblea Nacional. A partir de ese momento, ya no más leyes habilitantes, ya no más autorizaciones a viajes presidenciales al exterior de duración superior a cinco días, ya no más aprobación automática de opacos presupuestos. En cambio, la potestad real de verdadera fiscalización y control del Ejecutivo Nacional, lo que ha estado ausente desde la época del “Plan Bolívar 2000”.

Cuarta reflexión: You can’t fight somebody with nobody, dice uno de los más famosos adagios de la política anglosajona. Es menester sacar al campo de juego una contrafigura de Chávez que pueda refutarlo. El ritual cotidiano de acusación, que comienza con Miguel Ángel Rodríguez por RCTV Internacional y cierra con Leopoldo Castillo se ha revelado como ineficaz. Más que acusar hay que refutar. Lo que conduce a preguntarnos por los rasgos de la persona apropiada. Luego de unas pocas notas adicionales, se reproduce un artículo del suscrito sobre el tema.

NOTAS

1. Jesús Eduardo Rodríguez hizo una elocuente defensa de la doctrina y trayectoria reciente de la Iglesia Católica, expresada en los grandes papas más recientes y sus encíclicas y actuaciones. Concurro con su apreciación desde adentro del catolicismo. Quise poner de manifiesto, sin embargo, que desde el punto de vista de un antropólogo extraterrestre coexisten en el planeta, en virtud de su diversidad cultural, al menos cuatro grandes bloques religiosos diversos, y que una persona del siglo XXI requiere anclajes psicológicos actualizados de la noción de Dios. A este respecto, parece ser una experiencia reiterada de la ciencia el toparse, en el lí­mite de sus especula­ciones más abstractas, con el problema de Dios. Puede que sea un importantísimo subproducto de la actividad científica moderna el de proporcionar imágenes para la meditación sobre un Dios al que ya resulta difícil imaginar bajo la forma de un ojo en una nube o una zarza ar­diendo, que eran figuras adecuadas para la mentalidad de un pastor israelita de hace 3.500 años. Tal vez un Dios informático para una Era de la Información.

Otras intuiciones pertinentes nos vienen, como de contrabando, junto con el tema de “los otros”: la presencia de otros seres inteligentes en el uni­verso. Los astrofísicos consideran muy seriamente la posibilidad de vida in­teligente extraterrestre. En realidad, dado el gigantesco número de estrellas y galaxias, contadas por centenares de millones, la hipótesis de que estamos so­los en el cosmos resulta, decididamente, una conjetura presuntuosa. Hasta ahora no hay resultado positivo de los incipientes intentos por es­tablecer comunica­ción con seres extraterrestres, a pesar de la seriedad cientí­fica de tales intentos. (Por ejemplo, el proyecto OZMA, que incluyó la transmisión hacia el espacio exterior de información desde el gran radiote­lescopio de Arecibo, en Puerto Rico, en códigos que se supone fácilmente desci­frables por una inteligencia “normal”). ¿Qué consecuencias podría esto tener para, digamos, el paradigma cris­tiano, hasta cierto punto asentado sobre una noción de unicidad del género humano en el universo? Aun antes de cualquier contacto del “tercer tipo”, la mera posibilidad del encuentro ejerce presión sobre los postulados actuales de al menos algunas –las más “personalizadas”– entre las religiones terres­tres.

2. También concurro con una central postulación de Jesús Eduardo: que es necesario plantearse el tema de cómo somos gobernados. Pude componer una cierta aproximación al asunto en 1998:

“Creer que la política debe entenderse como se entiende a la medicina no es un punto trivial. Es algo muy fundamental, porque lo que se propone es que se trata de profesión, arte, ocupación u oficio, no de una ciencia. Nuestras universidades debieran tener escuelas de política.

No hablo de las escuelas de ciencias políticas, que enfatizan, por un lado, la historia de los acontecimientos políticos tanto como la de las ideas políticas, y que por el otro examinan el fenómeno político desde la perspectiva imparcial de la ciencia, con la intención de formular alguna teoría que explique ese fenómeno más o menos adecuadamente.

Hablo de escuelas de política que capaciten para hacerla, no para explicarla. De escuelas en las que se enseñe cosas útiles al ejercicio de la función pública. Yo sé que se enseña algo de técnicas de decisión y cosas así en las escuelas de ciencias políticas, pero esta carrera no capacita demasiado para ese ejercicio. Lo que necesitamos es una carrera en la que se estudie mucho de lo que hay hoy en día bastante desarrollado, un arsenal de formatos para decidir, para analizar costos y beneficios, para comunicar, para inventar tratamientos, para procurar la salud pública.

Y creo que lo primero que debieran enseñar esas escuelas es que el pueblo es más sabio y poderoso que el gobierno. Que la intervención del político debe ser siempre por la salud del pueblo. Que nunca deja de aprenderse el arte del Estado.

Eso, creo, no tiene nada de trivial. La política no es la búsqueda y preservación y engrandecimiento del poder por cualquier medio eficaz, sino la potenciación de la salud pública.

Este modo de entender la política es un cambio que se dará en el mundo. Es inevitable. Nuestra sociedad está siendo cada vez más informatizada. Eso quiere decir que cada vez más habrá más canales, cada vez más interactivos, cada vez más baratos, a través de los cuales podremos hacer algo con la información, desde recibirla hasta generarla, y a través de esa generación, así sea en un solo voto en un referéndum electrónico, podremos influir cada vez más en nuestros procesos públicos.

Pronto nos daremos cuenta de que los políticos que queremos son los verdaderamente idóneos, que están preparados en las disciplinas pertinentes y que buscan por encima de cualquier cosa la salud de la sociedad. Pronto estaremos en capacidad de exigirlos en la función pública. No habrá modo de ocultar por mucho tiempo la incompetencia. La pregunta es ¿querrá Venezuela estar entre las primeras sociedades en hacer política desde esa perspectiva, o preferirá continuar siendo el terreno de batalla en el que quienes solamente quieren el poder luchan entre sí por poseerlo?”

Nueve años más tarde aduje: El mejor médico, aun ante alguien estudiado en sucesión en Boloña, la Sorbona y Yale, es el propio cuerpo humano. No hay terapia tan fina y tan poderosa como la que provee el sistema inmunológico natural. Por esto el más consciente de los médicos confía en la sabiduría fisiológica. Del mismo modo el político debe ser modesto, percatado de que el cuerpo social en su conjunto, así sea el del país más pobre y atrasado, es más sabio que él. No es un buen político quien se pretende inerrante. Menos aún cuando se cree moralmente superior a sus congéneres, o a algún grupo social. La peor de las políticas es la moralizante, como de la de McCarthy, Robespierre o Torquemada, que se sintieron autorizados a condenar. El buen médico emite dictámenes, sujetos a mejora, no juicios finales. El médico no es el jefe del paciente. En Argentina se acepta, incorrectamente, que se diga Presidencia de la Nación. El presidente de una república moderna no debe ser aceptado como jefe del país, mucho menos su dueño. Lo que debiera presidir es la rama ejecutiva del poder público constituido, nada más. No debe legislar, no debe juzgar, no debe condenar. No puede decirle a todo un país que le obedezca. Quien decide si acepta el tratamiento que el mejor médico le propone es el paciente. Sólo de él es ese derecho”.

3. Es también acierto de Jesús Eduardo apuntar esta contradicción: si la ONU está enferma, ¿cómo va a entregársele el arsenal nuclear del mundo? La contradicción sería sólo aparente si pensamos en una ONU distinta, reformada, curada. Tal vez es una agencia especializada de la organización el locus preferible.

3. Juan Antonio Müller manifestó su preferencia por el gradualismo, y advirtió contra los peligros de un excesivo cambio paradigmático. Me confieso, como dije, extremista del centro. Quien fuera por muchos años mi mentor intelectual, Yehezkel Dror, entretuvo por años un debate con Charles Lindblom, el apóstol de la postura asumida por Juan Antonio, quien la llamaba incrementalismo. Dror la entendía, con algo de ironía, como muddling through, y prescribía en cambio un radicalismo selectivo. Tampoco creía en revoluciones totales, pero aconsejaba identificar una media docena de puntos en un Estado en los que convenía hacer reformas a fondo. Incluso más: Dror desaconsejaba pensar en términos de optimización y recomendaba hacerlo con el criterio de preferización; no buscar lo óptimo, usualmente inalcanzable y por eso mismo paralizante, sino lo preferible, lo mejor dentro de lo posible. En julio de 1972, cuando vino por primera vez a Venezuela, expuso lo fundamental de su doctrina a un grupo que lo escuchó en la casa de Gustavo Vollmer Herrera. Ricardo Zuloaga le informó que el español tiene este refrán: Lo mejor es enemigo de lo bueno. A Dror le encantó la sabiduría hispánica.

Pero no se trata tanto de revoluciones de acción exterior como de mutaciones importantes en nuestra percepción y entendimiento de las cosas, y en gran medida esto es ponerse al día con estructuras intelectuales recientes que ya están allí, principalmente la ciencia de la complejidad y la asunción de la era de las redes y la comunicación digital. Fue esto último una de las claves en la conversión de Barack Obama en el cuadragésimo cuarto Presidente de los Estados Unidos. En febrero de 1985 me referí al punto de este modo: “…la actual crisis política venezolana no es una que vaya a ser resuelta sin una catástrofe mental que comience por una sustitución radical de las ideas y concepciones de lo político”. Al año siguiente insistí: “…es mi creencia que la revolución que necesitamos es distinta a las revoluciones tradicionales. Es una revolución mental antes que una revolución de hechos que luego no encuentra sentido al no haberse producido la primera. Porque es una revolución mental, una ‘catástrofe en las ideas’, lo que es necesario para que los hechos políticos que se produzcan dejen de ser insuficientes o dañinos. Por eso creo que las élites deben hacerse revolucionarias”.

(En el artículo que transcribo al final de estas notas se añade otro ángulo al tema, en referencia al tema de una constituyente, al verificar lo que más de una vez ocurre al conservatismo o gradualismo).

4. Esperaré a la próxima sesión de la peña para opinar a partir de las importantes cosas que escuchamos de Carlos Sequera Yépez, especialmente en lo tocante a la riqueza reflexiva de sus miembros y su posible proyección ulterior, y me congratulo por el testimonio de reconocimiento que ofreció a Luis Alberto Machado.

5. En la exposición de mi compañero de ticket, el Vicepresidente Electo Maxim Ross, se caracterizó al Consenso de Washington como una mera prescripción de sensatez y disciplina fiscal. Estoy seguro de que las limitaciones del tiempo le obligaron a ser taquigráfico; yo mismo fui impreciso y por esto suscité unos pocos desacuerdos. Pero el Consenso de Washington fue más que eso, pues insistía, sobre todo, en la apertura absoluta de los mercados de los países emergentes y la liberación sin freno de las tasas de interés. Sin haber llegado a los extremos de la “caja de conversión” modificada que Menem y Cavallo impusieron en Argentina, no pocas industrias venezolanas sufrieron la carga de tasas excesivas de interés, y la aplicación del paquete del segundo gobierno de Pérez, calcado sobre el Consenso de Washington, condujo al cataclismo del “caracazo”, una gravísima inestabilidad política y la crisis bancaria de 1994.

Dos de los más ilustres colegas de Maxim, con directo conocimiento del asunto, han comentado sobre los inconvenientes que trajo el Consenso de Washington. En The End of Poverty (2005), dijo Jeffrey Sachs: De algún modo, la actual economía del desarrollo es como la medicina del siglo dieciocho, cuando los doctores aplicaban sanguijuelas para extraer sangre de los pacientes, a menudo matándolos en el proceso. En el último cuarto de siglo, cuando los países empobrecidos imploraban por ayuda al mundo rico, eran remitidos al doctor mundial del dinero, el FMI. La prescripción principal del FMI ha sido apretar el cinturón presupuestario de pacientes demasiado pobres como para tener un cinturón. La austeridad dirigida por el FMI ha conducido frecuentemente a desórdenes, golpes y el colapso de los servicios públicos. En el pasado, cuando un programa del FMI colapsaba en medio del caos social y el infortunio económico, el FMI lo atribuía simplemente a la debilidad e ineptitud del gobierno. Esa aproximación, por fin, está comenzando a cambiar”.

En Globalization and its Discontents (2002), Joseph Stiglitz—Premio Nóbel de Economía en 2001 y nada menos que Economista Jefe y Vicepresidente Senior del Banco Mundial—expuso así: Las políticas del FMI, basadas en parte en el anticuado supuesto de que los mercados generaban por sí mismos resultados eficientes, bloqueaban las intervenciones deseables de los Gobiernos en los mercados, medidas que pueden guiar el crecimiento y mejorar la situación de todos. Lo que centra, pues, muchas de las disputas que describo en las páginas siguientes son las ideas y las concepciones sobre el papel del Estado derivadas de las mismas… Las decisiones eran adoptadas sobre la base de una curiosa mezcla de ideología y mala economía, un dogma que en ocasiones parecía apenas velar intereses creados. Cuando la crisis golpeó, el FMI prescribió soluciones viejas, inadecuadas aunque “estándares”, sin considerar los efectos que ejercerían sobre los pueblos de los países a los que se aconsejaba aplicarlas. Rara vez vi predicciones sobre qué harían las políticas con la pobreza; rara vez vi discusiones y análisis cuidadosos sobre las consecuencias de políticas alternativas: solo había una receta y no se buscaba otras opiniones. La discusión abierta y franca era desanimada: no había lugar para ella. La ideología orientaba la prescripción política y se esperaba que los países siguieran los criterios del FMI sin rechistar… Algún dolor era indudablemente necesario, pero a mi juicio el padecido por los países en desarrollo en el proceso de globalización y desarrollo orientado por el FMI y las organizaciones económicas internacionales fue muy superior al necesario. La reacción contra la globalización obtiene su fuerza no sólo de los perjuicios ocasionados a los países en desarrollo por las políticas guiadas por la ideología, sino también por las desigualdades del sistema comercial mundial. En la actualidad—aparte de aquellos con intereses espurios que se benefician con el cierre de las puertas ante los bienes producidos por los países pobres—son pocos los que defienden la hipocresía de pretender ayudar a los países subdesarrollados obligándolos a abrir sus mercados a los bienes de los países industrializados más adelantados y al mismo tiempo protegiendo los mercados de éstos: esto hace a los ricos cada vez más ricos y a los pobres cada vez más pobres… y cada vez más enfadados”.

Estos conocedores del monstruo por dentro avisan que el Consenso de Washington fue una fórmula simplista con evidente carga ideológica. Era la época en la que muchos creían altaneramente, con Francis Fukuyama—The End of History and the Last Man—, que la historia había llegado a su fin con la desintegración de la Unión Soviética.

La historia prosiguió, pues lo más fundamentalista del neoconservatismo llegó a ese Washington consensual de la mano de George W. Bush. Al desplome de la Unión Soviética, los poderosos Estados Unidos han debido procurar la conciliación mundial y ofrecerse como hermano mayor, no como figura paterna. Pero la arrogancia sin talento produjo lo que el 61% de 109 historiadores estadounidenses consultados considera el peor gobierno de toda la historia de los Estados Unidos. (History News Network. El 98% lo considera meramente un fracaso).

Ayer, el pueblo estadounidense—We the People—eligió en Barack Obama a su nuevo Presidente. De madrugada escribí:

“Entonces apareció un hombre de tez oscura en el Parque Grande de Chicago para comunicarse con los suyos, y hablar del pueblo y nada de sí mismo. Agradeció a su familia, a sus colaboradores; recordó a su abuela, que murió sabiendo que su nieto llegaría; aconsejó humildad a su partido en la victoria, e hizo la promesa de ser sincero y de escuchar a la gente, especialmente cuando ésta no estuviera de acuerdo con sus decisiones. Entre la multitud, el negro Jesse Jackson no podía retener el llanto, pero también captaron las cámaras la imagen de una niña hermosa y muy rubia, sentada sobre los hombros de su padre, enjugar sus propias lágrimas de infancia emocionada por la historia que sin entender intuía.

Ni una sola vez se refirió Obama a su triunfo. Vencedor indudable, con una cuenta de votos electorales que holgadamente duplicó la de McCain, no hizo otra cosa que certificar la grandeza de su patria y convocar de nuevo al trabajo y la unión. In Order to form a more perfect Union.

Noche mágica, eléctrica, poderosa a las orillas del lago Michigan. Y celebraron en Kenia, y el índice Nikkei subía en Tokio más de trescientos puntos, y el dólar ganaba ante el euro porque ahora los especuladores suponen que el éxito de Obama acelerará la recuperación económica. Regresa la confianza escarmentada y los estadounidenses son felices.

Ya el mundo es mejor por el 4 de noviembre; ya respira aliviado. Anoche, los Estados Unidos volvieron a ser, primus inter pares, el líder del planeta. Yes, we can”.

I rest my case. Lean, por favor, el apéndice que sigue. Con un cordial saludo a todos

Luis Enrique Alcalá

Retrato hablado

 

El 24 de junio de 1998, cuando faltaba un poco más de cinco meses para la elección presidencial de ese año, un importante encuestador venezolano recomendó, a una reunión que concluyese ya por ese entonces que Henrique Salas Römer no podría ganarle a Hugo Chávez Frías, lo siguiente: “Debe darse espacio, recursos y promoción a una contrafigura de Chávez, aunque esa contrafigura no vaya a ser candidato”. Esto es, el experto proponía deslindar el trabajo de un posible presidente y el de alguien que pudiera darle un revolcón argumental a Chávez.

De ese consejo ha transcurrido, a estas alturas, más de una década, y el problema principal de la política venezolana continúa siendo estructuralmente el mismo. Un angloparlante diría: You can’t fight somebody with nobody. (No puedes combatir a Alguno con Ninguno). Quienes se han enfrentado a Chávez como cabeza de su oposición—Salas Römer, Arias Cárdenas, Carmona Estanga, Rosales Guerrero—no han podido con él; no sólo no pudieron parar a Chávez, sino que ni siquiera pudieron parársele.

Además de estos nombres, por supuesto, ha habido muchos otros que han pretendido ser, si no candidatos presidenciales (más de uno lo ha querido), al menos la contrafigura necesaria. Alfredo Peña, Guaicaipuro Lameda, Herman Escarrá, Miguel Henrique Otero, Alejandro Armas, todos antiguos colaboradores de Chávez, han ocupado importante espacio comunicacional en estos últimos años, pero ninguno ha tocado la fibra nacional para hacerla resonar a su favor en forma suficiente. De otros, que siempre han estado en la oposición, puede decirse exactamente lo mismo. Prácticamente cada uno de ellos comanda algún partido o, al menos, algún grupo de simpatizantes de sus teóricas candidaturas futuras.

Naturalmente, 2008 no es un año en el que se elija Presidente de la República; nuestro calendario político marca ahora, para el 23 de noviembre, la elección de gobernadores de estado y alcaldes. Pero más de un avezado analista percibe que no hay refutación de Chávez—más allá de la acusación ritual—mientras los numerosos candidatos se concentran, como es lógico, en la problemática local de las circunscripciones en las que aspiran a cargos electivos. Así, por ejemplo, el Grupo La Colina preparó en septiembre pasado una presentación en la que destacaba: “…la disminución de la resistencia que le hacen sus contendores en el ruedo del día a día, habida cuenta de la focalización de Partidos y Candidatos en lograr la nominación Unitaria”. Y también: “…la Oposición estuvo ausente del escenario político-social los pasados 6 meses. La discusión interna y la dificultad de la unidad tomaron tiempo y dejaron a Chávez con muy bajo costo político por los males que se desprendieron de su gestión y por la radicalización de acciones y discursos que él desarrolló. En pocas palabras, Chávez tuvo pocos contendores en los pasados meses”. A partir de este análisis, el Grupo La Colina recomienda: “Desarrollar y mantener una campaña comunicacional diferenciada del discurso de candidatos y con foco en Chávez. (Paraguas)”.

Esto es, que como no pertenece a la temática municipal de Brión en Miranda la visita de la flota rusa o la ayuda a Cristina Kirchner, entonces alguien que no sea candidato a estas elecciones debe asumir la vocería nacional contra el Presidente de la República y su discurso. (En sentido estricto, los colineros no abogan por un vocero único, aunque sí resaltan que la contrafigura de Chávez se llama Ninguno). También, como más de un candidato opositor fuera de los Estados Vaticanos de Chacao y Baruta debe apelar al “chavismo light” para tener posibilidades de triunfo, no debe pedírsele que emprenda un ataque antipresidencial.

La necesidad a la que se refieren estos análisis y varios otros—los de John Magdaleno, por ejemplo, que hace focus groups—recrece porque Chávez, que incurre en abuso de poder e ilegalidad al tomar parte muy directa en las campañas individuales de candidatos que le son afectos, introduce un envoltorio nacional para elecciones que de suyo son locales. Y si queda poco por hacer a este respecto antes del 23 de noviembre, esa necesidad recrudecerá más para cuando sobrevengan las elecciones de Asamblea Nacional, cuyos miembros, aunque son elegidos por estados, conforman el componente legislativo del Poder Público Nacional. De aquí a diciembre de 2010, la necesidad de la contrafigura de Chávez será más aguda.

………

Siendo así las cosas ¿cuáles serían los rasgos imprescindibles en tal contrafigura?

El primero de ellos, paradójicamente, es que no sea una contrafigura de Chávez. Es decir, que su razón de ser no sea oponerse al actual Presidente de la República. El discurso de una contrafigura exitosa, si bien tendrá que incluir una refutación eficaz del chavismo, deberá alojar asimismo planteamientos nacionales que debiera sostener aun si Chávez no existiese. El problema político venezolano es más grande que Chávez. Días antes de la reunión de mediados de 1998 referida al comienzo, alguien argumentaba que se requería un proceso constituyente en Venezuela, dado que el “sistema operativo” del Estado venezolano no funcionaba bien, y había que instalar uno nuevo. (No se pasa de Windows XP o Vista a Windows 7 poniendo remiendos al sistema más antiguo, sino dominándolo con la superposición del nuevo). El “constituyente ordinario” (el Congreso de la República) quedaría excedido en sus facultades, puesto que él mismo era creación de la constitución que había que sustituir enteramente con nuevos conceptos constitucionales. Ante esta declaración, uno de sus interlocutores encontró virtud en el planteamiento, al suponer que “le arrancaría una bandera a Chávez”. El proponente admitió ese efecto colateral beneficioso, pero recalcó que la constituyente debía operar aunque Chávez no existiera. De más está decir que si se hubiese seguido ese camino, la constituyente habría sido muy distinta de la que Chávez terminó convocando. En diciembre de ese año fue posible escribir: “Pero que [se] haya dejado transcurrir [el] período sin que ninguna transformación constitucional se haya producido no ha hecho otra cosa que posponer esa atractriz ineludible. Con el retraso, a lo sumo, lo que se ha logrado es aumentar la probabilidad de que el cambio sea radical y pueda serlo en exceso. Este es el destino inexorable del conservatismo: obtener, con su empecinada resistencia, una situación contraria a la que busca, muchas veces con una intensidad recrecida”.

Luego, y en estrecha relación con lo anterior, la refutación del discurso presidencial debe venir por superposición. El discurso requerido debe apagar el incendio por asfixia, cubriendo las llamas con una cobija. Su eficacia dependerá de que ocurra a un nivel superior, desde el que sea posible una lectura clínica, desapasionada de las ejecutorias de Chávez, capaz incluso de encontrar en ellas una que otra cosa buena y adquirir de ese modo autoridad moral. Lo que no funcionará es “negarle a Chávez hasta el agua”, como se recomienda en muchos predios. Dicho de otra manera, desde un metalenguaje político es posible referirse al chavismo clínicamente, sin necesidad de asumir una animosidad y una violencia de signo contrario, lo que en todo caso no hace otra cosa que contaminarse de lo peor de sus más radicales exponentes. Es preciso, por tanto, realizar una tarea de educación política del pueblo, una labor de desmontaje argumental del discurso del gobierno, no para regresar a la crisis de insuficiencia política que trajo la anticrisis de ese gobierno, sino para superar a ambos mediante el salto a un paradigma político de mayor evolución.

Quien sea capaz de un discurso así, por supuesto, deberá haber abrevado de las más modernas y actuales fuentes de conocimiento, y haber arribado a un paradigma de lo político que deje atrás tanto la desactualizada y simplista dicotomía de derechas e izquierdas—capitalismo o liberalismo versus socialismo—como el modelo de política de poder (Realpolitik). El discurso de Chávez es, obviamente, decimonónico, pero no podrá superársele con Hayek o Juan XXIII.

Quien pretenda el trabajo de contrafigura de Chávez deberá, en la misma línea, ser enciclopédicamente capaz. Esto es así, más que porque lo requiera la tarea política normal, porque la narrativa de Chávez, fuertemente ideológica, contiene una explicación y una respuesta para prácticamente casi todo. Hay una manera “bolivariana” de lavarse los dientes, de entender la historia de Venezuela y del mundo, de suponer el futuro, de estimar cómo deben ser los seres humanos, de prescribir la forma de la economía y los contenidos de la educación, de cambiar los nombres de todas las cosas, etcétera. La contrafigura tendrá que moverse con comodidad en más de un territorio conceptual, tendrá que ser tan “todo terreno” como Chávez. No bastará que sea “buen gerente”, o que haya hecho méritos como operador político convencional.

Después, la contrafigura viable no podrá tener ni rabo de paja ni techo de cristal. En particular, no debe ser asimilable a una vuelta al pasado pre-chavista, a lo que inexactamente se entiende por “Cuarta República”. Menos todavía debiera ser posible tildarla de elitista. Quien quiera asumir la misión no deberá entenderse como parte de una “gente decente y preparada” que desprecie la venezolanidad, como más de uno que denosta frecuentemente del gentilicio y se presume “material humano” superior al de la mayoría de sus compatriotas. Aparte de su injusticia e incorrección intrínsecas, el tufo de una orientación aristocratizante se distingue a cien kilómetros de distancia y no es apreciado.

Además de todo lo anterior, el candidato al empleo de contrafigura de Chávez deberá ser tan buen comunicador como él, capaz de sintonía y afinidad. No basta disponer de dotes intelectuales y morales. El acto político es esencialmente un acto de comunicación. Por supuesto, el contenido de la comunicación, el mensaje mismo, tendrá que ser sólido, serio, responsable, pero tendrá que ser comunicado con idoneidad. Los públicos no deberán oler en el líder buscado la mentira, ni detectar lenguajes corporales que contradigan su prédica.

Finalmente, y no menos importante, la persona en cuestión deberá estar dispuesta a arriesgarse grandemente. Una tarea como la descrita pondrá en peligro, indudablemente, su seguridad personal. Chávez no es José Gregorio Hernández, y aun si quisiere respetar a ese contendiente, tan distinto de los que ha confrontado hasta ahora, su círculo inmediato incluye gente violenta con lógica revolucionaria que autoriza, en nombre de valores pretendidamente superiores, prácticamente cualquier cosa. Lo de Chávez y sus principales aliados es un protocolo de poder sine die, eterno. El outsider del que se viene hablando deberá ser capaz de resistir los ataques que sobrevendrían, en una gama que puede ir desde el enlodamiento de su reputación hasta la eliminación física. El riesgo aumentará a medida que la opción que represente comience a significar una posibilidad clara de éxito.

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A lo mejor es muy difícil hallar candidatos que reúnan las condiciones enumeradas, pero la necesidad aconseja la contratación de head hunters que puedan encontrarlos tanto como la publicación de ofertas de empleo en los periódicos.

Por otra parte, es posible afirmar que ante una contrafigura de esa clase el juego cambiaría radicalmente. Es en gran medida porque los electores no perciben la encarnación de esos rasgos en alguien concreto, que la popularidad de Chávez sigue midiéndose alta. Como se ha reportado acá, hasta en círculos chavistas se echa ahora en falta la figura de un outsider idóneo, convincente, pues ya saben que la continuación de Chávez en el poder es inconveniente para el país.

Cuando ya una mayoría nacional rechazaba a Carlos Andrés Pérez en 1991, se detectaba igualmente la negativa a su sustitución porque se ignoraba quién podía sucederlo.

LEA

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