Cartas

Aunque las candidaturas auspiciadas por Hugo Chávez triunfen en todas las alcaldías del país, aunque veintitrés gobernadores electos sean los que él quiso, aunque absolutamente todo cargo electivo a determinar el próximo domingo 23 de noviembre quedase en manos de algún partidario suyo, de estos hechos no se desprende que él queda libre para promulgar que se reelegirá indefinidamente. Primero, porque ya esa posibilidad fue negada el pasado 2 de diciembre, cuando una mayoría expresa del Poder Constituyente Originario negó tal pretensión; segundo, porque eso no es lo que se estará preguntando el próximo domingo. Ni de una totalidad de triunfos en los estados y municipios puede sacarse conclusiones sobre asuntos de exclusivo dominio nacional.

Y es que si a ver vamos, tampoco tendrá que ver él con las elecciones presidenciales de 2012, pues el Artículo 230 de la Constitución no deja lugar a dudas: “El período presidencial es de seis años. El Presidente o Presidenta de la República puede ser reelegido, de inmediato y por una sola vez, para un período adicional”. A Chávez le quedan, en el caso más favorable para él, las dos terceras partes de su último período a cargo del Poder Ejecutivo Nacional.

Así que una cosa es que el Presidente haya sostenido que los inminentes comicios lo elegirían a él en cada circunscripción y otra muy distinta que la mayoría del país haya aceptado esa tesis. Sólo 30% de la población del país le apoya. No todo el resto lo ataca, pero 70% del país no ha sido convencido por su abrumadora y abusiva prédica.

En este último sentido, la revolución de Chávez es un fracaso. Después de casi diez años de dominación avasallante y los recursos que ha manejado, con dominio de todas las instituciones del poder nacional, sin oposición competente, que no haya podido convencer a más del 30% de las conciencias ciudadanas es un fracaso, y es lo que en el fondo no permitirá que el proyecto de Chávez alcance la plenitud.

Los resultados límite dibujados al comienzo son hipotéticos, obviamente. Algunas alcaldías y algunas gobernaciones no irán a los candidatos de Chávez. Una alcaldía más es un progreso, una gobernación más es un progreso. Aun la preservación de lo que ahora no está bajo el control de Chávez en manos opositoras no es peor que la situación vivida en los estados y municipios desde 2004, cuando el 30 de octubre de ese año quedó determinada la existente distribución de poder regional y local.

Esta publicación lamenta no poder predecir los resultados del domingo, ni siquiera en términos gruesos; la incertidumbre es grande: diferentes encuestadoras están midiendo cosas distintas, aunque la tendencia promedio es la de recomendar sobriedad al abigarrado frente opositor. A su juicio, no parece prudente esperar resultados extraordinariamente exitosos para las candidaturas opositoras. De hecho, hemos escuchado lecturas muy pesimistas en el habitualmente acertado Grupo La Colina, uno de cuyos miembros dijo esta semana que quizás la oposición pudiera alzarse sólo con la gobernación de Nueva Esparta. (En particular, expuso que en Carabobo, Sucre y Zulia parece haber surtido efecto la estrategia de agresiva polarización nacional seguida por Miraflores, y que las candidaturas del PSUV en esos estados no estarían claramente derrotadas, como muchos piensan). Si esta sombría interpretación llegare a materializarse, no sería nada positivo que se desempolvara la excusa del fraude como explicación de una buena cantidad de fracasos, sobre todo después de que al comenzar esta semana las auditorías del sistema de votación resultaran ser aceptables para los partidos de oposición que concurren a estas elecciones. (Reporta El Universal: “Satisfechos quedaron… los técnicos de 30 partidos políticos que acudieron a la auditoría de predespacho de las máquinas de votación que serán usadas en los comicios del próximo 23 de noviembre… Sobre las auditorías practicadas, el representante de Acción Democrática, Félix Arroyo, declaró: ‘Después de haber hecho varias auditorías, de la revisión de los códigos fuente de todos los programas, de máquinas de votación, de las captahuellas y que todo ha sido revisado, podemos decir que estamos satisfechos’. Añadió que el electorado puede estar tranquilo de que todo está funcionando como debe ser y ‘que estas elecciones van a ser bien transparentes’.”)

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El caso del estado Zulia es de antología. Siendo, como es, el principal bastión opositor en términos de poder concreto, su pérdida ejercería efectos deprimentes. Puesto a escoger entre mantener bajo su control la veintena de gobernaciones actuales—Sucre salió del redil, como Guárico—o tener quince con tal de que una de ellas fuera la del Zulia, probablemente Chávez preferiría la segunda posibilidad. De allí que contra Manuel Rosales hayan ido sus andanadas más feroces. Pablo Pérez, a pesar de ser el candidato a gobernador opuesto a Giancarlo DiMartino (el candidato de Chávez), viene a ser una figura secundaria, entendido como hombre de Rosales, cuyo desprestigio le afectaría. (Pablo Pérez es a Manuel Rosales como Emilio Graterón es a Leopoldo López).

Fue precisamente ayer cuando el diputado Mario Isea llevó a la Asamblea Nacional lo que dijo eran pruebas de presunto enriquecimiento ilícito de Manuel Rosales. Afirmó que el actual gobernador del Zulia y candidato a la Alcaldía de Maracaibo (cargo que ya ejerció entre 1996 y 2000) era el dueño de dos casas en Miami (con títulos de propiedad a nombre de su secretaria privada, Maritza Bastidas), y socio de Tobías Carrero y Luis Miquilena en empresas de seguros, y del primero (nuevamente por la persona interpuesta de Bastidas) en compañías constituidas en los Estados Unidos (RT International Group y Agropecuaria La Milagrosa). Isea se dio el lujo de aconsejar, con aires de magnánimo desinterés y en referencia a Rosales, a la dirigencia opositora: “Este señor no es un político sino un pillo. Ésta es una red de delincuencia internacional. Por eso le hago un llamado a Henry Ramos Allup, a Julio Borges y a toda la oposición para que no pongan en manos de un hombre de esta calaña sus ideas políticas y sus partidos”.

Resulta naturalmente sospechosa la oportunidad de estas acusaciones, cuatro días antes de las elecciones, cuando Rosales, que no ha atendido convocatoria de la Asamblea Nacional para su interpelación, ya no tiene tiempo para defenderse adecuadamente. (En Estados Unidos se denomina “sorpresa de octubre” a los escándalos destapados a última hora, días antes de sus elecciones, que ocurren a comienzos de noviembre. Es técnica conocida de guerra sucia, como pretendió que le rindiera resultados John McCain en su afán de vencer a Barack Obama). El propio Chávez se refirió ayer, una vez más, a Rosales, de quien dijo conocer que hacía planes para ausentarse del país. La trama no puede estar más estudiada y coordinada.

Pero el asunto, independientemente de su veracidad, hace algún daño a corto plazo a la candidatura de Rosales y, por extensión, a la de Pérez. Si los temores del Grupo La Colina respecto del Zulia son fundados, un ataque final como el desatado ayer pudiera ser mortal.

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De modo que la cosa no es fácil el domingo para las opciones de oposición. Las elecciones de ámbito regional y local no son de las que conciten gran participación electoral. La abstención esperada es considerable (entre 40% y 50%), y la maquinaria de movilización del PSUV es poderosa y bien dotada de recursos. (Se estima en un millón de bolívares fuertes su gasto promedio de movilización por cada estado para el día de las elecciones). De aquí que las organizaciones de oposición deberán hacer esfuerzos heroicos para llevar sus votantes a las urnas.

A pesar de expectativas tan limitadas, es posible suponer que otros factores permitirían un mejor desempeño de la oposición. La semana pasada se escribió acá: “Al final de la jornada, por supuesto, no será lo importante la interpretación que ofrezcan de los resultados los líderes políticos de cada tienda, ni siquiera la que adelanten competentes comentaristas o encuestadoras. Será la interpretación que por su cuenta elabore el enjambre ciudadano lo que será decisivo. Por los vientos que soplan, es razonablemente probable que la conclusión a la que llegará el 70% de la población que no es chavista será que el gobierno habrá visto reducirse su dominación el 23 de noviembre de 2008. Esto será suficiente, por ahora”.

Es el mismo enjambre que produjo los resultados del 2 de diciembre pasado. Por supuesto, el proyecto Chávez ha aprendido la lección, y sabe que en 2007 fue derrotado, principalmente, por la abstención de sus propios partidarios habituales. Para más de uno de los opositores a Chávez, ese enjambre no sería digno, y lo piensa como mal educado o mal informado. Pero es ese mismo pueblo quien rumiara el año pasado sus impresiones acerca de lo que estaba en juego, y fue a votar en número suficiente para derrotar la pretensión de alterar radicalmente la Constitución, en la que el oficialismo había puesto tanta esperanza y apostado tantos recursos como ahora. Si algo demostró el 2 de diciembre de 2007, más allá del exitoso esfuerzo de sus más notorios protagonistas—los estudiantes, el general Baduel, la mayoría de los partidos de oposición, etcétera—es que el pueblo venezolano es más inteligente de lo que muchos de sus dirigentes presumen.

Así, pues, con que tan sólo cuatro gobernaciones queden fuera del control del gobierno, y cerca de un centenar o un poco más de las 326 alcaldías en juego también se le escapen, podrá sostenerse “que el gobierno habrá visto reducirse su dominación el 23 de noviembre de 2008”. (De hecho, luce probable que en términos porcentuales el avance opositor sea mayor en el ámbito municipal que en el estadal).

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Como Hugo Chávez escogió plebiscitarse el domingo 23 de noviembre, al postular que el candidato oficialista en Carabobo no es tanto Mario Silva como él mismo, que en el Municipio Sucre no es Jesse Chacón sino él mismo, y como no hubo, en apreciación de más de un analista, una contrafigura que se le opusiera frontalmente, sino una tropa de candidatos locales a los 603 cargos en disputa, el próximo domingo dictaminará si esa estrategia fue políticamente correcta. Si el oficialismo puede presentar a posteriori un caso convincente de haber triunfado, podrá colegirse que verdaderamente hizo falta la contrafigura.

LEA

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