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Ayer destacaban los principales servicios noticiosos un video con declaraciones de Ayman al-Zawahri, el segundo al mando del grupo terrorista al Quaeda, en las que repudiaba la figura presidencial de Barack Obama, la insultaba y convocaba a renovados ataques de su gente contra los Estados Unidos. Es realmente una ayuda para Obama esta filípica; probablemente habría preferido que ella hubiera sido difundida durante la campaña electoral que culminó con su elección el 4 de noviembre. Al menos habría callado histéricas voces que asimilaban el hoy Presidente Electo de los estadounidenses al radicalismo islámico.

Pero el mismo día de estos ataques audiovisuales ocurrió un hecho insólito: la cabeza del Poder Judicial en Irán, el ayatollah Mahmoud Hashemi Shahroudi, del círculo íntimo del jefe supremo de los iraníes, el super ayatollah Ali Khamenei, emitió declaraciones públicas en aprobación del reciente acuerdo entre los Estados Unidos e Irak sobre un lapso para la permanencia de fuerzas estadounidenses en este último país. (Status of Forces Agreement, SOFA). El acuerdo estipula ahora, y por primera vez, un plazo de tres años para el retiro de las tropas norteamericanas.

Se trata de un viraje de 180 grados; la postura convencional de Irán había sido la de exigir el retiro inmediato de esos contingentes armados extranjeros, y Shahroudi elogió al gobierno iraquí, al decir que éste había “actuado muy bien” al firmar el acuerdo. Desde la doble posición de Shahroudi, en tanto cabeza de la judicatura iraní e íntimo de Khamenei, esas declaraciones no ocurren al azar, y han debido contar con la aprobación de su jefe. Dentro de Irak mismo, el liderazgo shiíta se había mostrado reacio a apoyar el acuerdo hasta hace pocos días, cuando varió su posición opositora. Es probable que Irán haya influido en la obtención de este logro.

Estas cosas son buenas noticias para Obama, en el sentido de aliviar las cargas que pesarán sobre él al momento de asumir la Presidencia de los Estados Unidos. Es decir, ahora podrá ocuparse menos de Irak que de la crisis económica. De hecho, como el acuerdo Estados Unidos-Irak es un compromiso entre Estados, Obama se verá forzado a mantenerlo, tal vez con algún ajuste más bien simbólico que no cambie esencialmente el cronograma acordado. Su atención se verá menos exigida por el conflicto al que se opuso antes de su inicio, de la que podrá dedicar una mayor parte al tratamiento de la difícil coyuntura económica y su agenda ecológica, de independencia energética, de salud pública y seguridad social, de reversión inmediata de algunas de las más irritantes decisiones de George W. Bush quien, de paso, logra algo de reivindicación por el acuerdo obtenido antes del cese de su mandato.

Naturalmente, a pesar del acuerdo, a Guantánamo no le queda mucho tiempo de vida.

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