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En materia de presupuestos públicos estadales y municipales, estamos llegando al llegadero. El futuro nos alcanza. Siempre es un misterio de las sociedades naturales que en ellas haya personas que vocacionalmente estén dispuestas, por ejemplo, a ser policías o bomberos. (Gracias a Dios por esta misteriosa distribución de vocaciones. El pintoresco matador español Rafael “El Gallo”—no confundir con Henrique Salas Römer—dijo famosamente, al explicársele que un cierto revuelo urbano en España se debía a un congreso de científicos: “Ar gente pa’tó”).

Los bomberos metropolitanos de Caracas, sin embargo, a pesar de que dependemos de su extraña y heroica profesión, no han podido cobrar su última quincena de sueldo, esperan que se les cumplan las promesas de un aumento retroactivo de 30% por los últimos nueve meses y se quejan de una dotación disminuida a veintidós unidades. Para colmo, en la última semana no les llega la comida a quienes hacen guardia de veinticuatro horas—la Alcaldía Metropolitana tiene un mono montado de dos millones de bolívares fuertes con el proveedor—y los asquerosos colchones sobre los que duermen les contagian con sarna que les fuerza a reposo médico.

En el estado Miranda, donde 150 policías son obligados a prestar servicio de escolta, la mitad de la flota vehicular de su policía no está en condiciones de operar, y esto desde hace dos años. Para potenciar este deterioro en su capacidad de combatir el principal problema de los mirandinos (y de los venezolanos), la inseguridad ciudadana que el régimen no ha hecho sino aumentar, funcionarios de la Dirección de Armamento de la Fuerza Armada se apersonaron en la sede central de Polimiranda para decomisar alrededor de 200 sub-ametralladoras HK, que aparentemente podían estar a disposición de Diosdado Cabello pero no ya a la de Henrique Capriles Radonski. También, como en el caso de los bomberos, hay policías mirandinos que deben cumplir turnos de veinticuatro horas.

Dos botones de muestra. La erosión de los servicios públicos se ha generalizado en el país, mientras el Presidente de la República gasta el dinero en maniobras navales conjuntas con una potencia extraña y eventos electorales extemporáneos que consumen lo suyo.

¿Es que podremos refugiarnos en la economía general y privada? No pareciera; el marcado descenso del valor de la cesta petrolera venezolana, en condiciones de control de cambios, está alimentando la presión inflacionaria, puesto que las empresas buscan protegerse anticipadamente de una probable devaluación.

Esta publicación lamenta no traer a sus lectores mejores noticias económicas justo antes de Navidad.

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