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La Cátedra Pío Tamayo y el Centro de Estudios de Historia Actual de la Universidad Central de Venezuela publicaron hace poco, con motivo del próximo centenario del periódico El Universal (fundado por Andrés Mata en abril de 1909), un trabajo del profesor Agustín Blanco Muñoz: El combate de Amadís en El Universal y frente al país.
Se trata de una introducción y un buen número de entrevistas: cinco a Luis Teófilo Núñez Arismendi, el protagonista y, en el epílogo, una entrevista a Carlos Croes, ex jefe de redacción del periódico y otra a María Inés Basmagi, secretaria de Núñez. Completa la obra una recopilación de editoriales que éste firmaba con el seudónimo que todo el mundo sabía era suyo: Amadís. (Se incluye los cinco últimos, publicados en El Nacional luego de disolverse la sociedad de Núñez Arismendi, cuya parte heredara de su padre Luis Teófilo Núñez Gómez, con el actual Andrés Mata Osorio).
Luis Teófilo Núñez Arismendi fue un prolífico editorialista, como lo atestiguan las casi cuatrocientas páginas del volumen ocupadas por la recopilación. Nadie más escribió tanto en funciones de editor, y Núñez Arismendi ejerció una gran influencia en la opinión nacional y, por ende, en las decisiones políticas, precisamente porque él había dejado claro que no buscaba posiciones públicas. En esto siguió la guía paterna. A Blanco Muñoz explicó: “Además siempre sentí que mi padre trataba de orientarme en ese sentido. No se me olvida, y en eso yo tenía como 12 años, cuando, conversando con él mientras se vestía para salir a una cena, me preguntó: ¿qué quieres ser cuando sea grande? A lo que contesté: Presidente de Venezuela”. Y luego aclara: “…lo que me sorprendió e impactó fue su respuesta: ¿por qué Presidente de Venezuela cuando es más importante ser director de ‘El Universal’? La presidencia de Venezuela dura sólo cinco años y la dirección del periódico es vitalicia”.
Esta entrega #234 de la Ficha Semanal de doctorpolítico es en verdad una microficha (1.758 caracteres). Ninguna ha sido tan corta. Corresponde al argumento de la lanza de Amadís del 16 de octubre de 1979: “El odio y la incomprensión pueden generar aquí una guerra fratricida”. No había concluido aún el primer año del gobierno de Luis Herrera Campíns.
Es sorprendente leer esta selección, pues pareciera describir las actuales circunstancias nacionales. Treinta años más tarde, se pregunta uno por qué la temida guerra civil no ha sucedido. Y uno espera que la advertencia de Núñez Arismendi, repetida por estos días, no equivalga al cuento del lobo, que no se creyó hasta que ocurriera.
LEA
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Guerra avisada
Es sorprendente como los venezolanos podemos generar tanto odio, como nos cegamos y nos dejamos arrastrar por el odio poniendo en peligro la estabilidad de la Patria y nuestra personal seguridad.
El odio y la incomprensión pueden llegar hasta engendrar guerras fratricidas. Estamos viviendo momentos muy difíciles, como consecuencia de lo que hoy se ha dado por llamar “reconcomio” de las fracciones políticas mas importantes del país, que han sido precursoras y baluarte de nuestra democracia.
Las acusaciones de uno al otro, los agravios personales que han sobrepasado el limite del ámbito político, impulsado con regocijo por los enemigos de la democracia, magnificado por los medios de comunicación para aumentar la audiencia y venta de sus órganos publicitarios, está carcomiendo la base de las instituciones del país, desmoralizando a los venezolanos y haciéndoles perder su fe en el futuro del sistema democrático y por ende el de la nación.
La majestad del poder se ha perdido, ya no se cree ni en la palabra del Presidente de la República ni en la imparcialidad del Poder Judicial. Todo parece amañado por la intriga política.
A los gobernantes se les acusa de corruptos, a la empresa privada de explotadora, a las autoridades policiales de atracadores, a los jueces de manipular la justicia por razones políticas o de corrupción, a los médicos de extorsionadores e inhumanos, etc.
A dónde se cree que pueda conducirnos esta situación que estamos viviendo, además del estado de ánimo que ella esta produciendo en todos los venezolanos que no somos políticos, ni aspiramos a serlo, que sólo exigimos el derecho que tenemos a vivir en un clima de relativa tranquilidad y seguridad.
El odio ciega. Por ello los que no estamos envueltos en ese sentimiento y mantenemos la visión clara de las cosas, tenemos la obligación de hacer un llamado de alerta al ciego, que ha perdido hasta el bastón que pueda indicarle que está al borde de un precipicio, y que no sólo está en peligro de caer en él, sino de arrastrar consigo a muchos otros que no son más que espectadores impotentes para una acción salvadora.
Luis Teófilo Núñez Arismendi
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