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El “destacado hombre de lucha e intelectual de valía” Carlos Blanco, que cada domingo escribe Tiempo de palabra para el diario El Universal, tuvo destacada función pública durante la presidencia de Jaime Lusinchi, cuando ejerciera la Secretaría Ejecutiva de la famosa y extinta COPRE (Comisión Presidencial para la Reforma del Estado), y luego la Presidencia del mismo organismo entre 1989 y 1992, en el segundo e inconcluso período de Carlos Andrés Pérez.
Cada pieza dominical de Blanco es texto adelantado en tono usualmente lapidario, definitivo. Por caso: el domingo 22 de junio de 2008 aseguraba: “No ha habido proyecto más importante y radical para cambiar el país y el Estado que el elaborado por la Copre”. Es decir, el organismo que él dirigió.
En el mismo artículo abría fuegos de este modo: “Si por algo este gobierno será condenado por la Historia, por los de abajo, por los suyos y los de acá, no será por exceso de revolución sino por su carencia. No por los cambios que hizo, sino por los que dejó de hacer. No por la audacia real y profunda, sino por sus vacilaciones y timideces”. De paso explicó: “Sin embargo, si la revolución se entendiera en un sentido más amplio, como reforma profunda y radical, por supuesto que sí era y es necesaria. Un cambio bravo y rudo ya estaba asomando su tentadora y amenazante necesidad a finales de los 80”.
¿Qué clase de revolución tendría en mente Blanco al opinar de tal manera? Quizás una clave se encuentre en artículo que le publicara la revista Resumen—de famosa dirección por Jorge Olavarría—en su edición del 6 de diciembre de 1981, a comienzos de la década que a su conclusión, según Blanco, ya hacía evidente con rudeza—por ejemplo, con el Caracazo de 1989 (año en el que Blanco comenzaba su presidencia de la COPRE)—la necesidad de revolución. En el artículo de Resumen (Vol. XXXIII, Nº 422), Carlos Blanco apoyaba una proposición de Manuel Alfredo Rodríguez, la de un “frente nacional”, en estos términos: “Desde el punto de vista social un proyecto de esta naturaleza deberá enfrentar con severidad a los sectores monopolistas internos, articulados al capital transnacional y que en el plano económico son la expresión más conspicua del imperio norteamericano”. Antes había diagnosticado: “…se ha ido gestando una oligarquía burocrática, plutocrática y partidista, que se ha apoderado de las palancas de las instituciones publicas y privadas de Venezuela. Esta oligarquía no sólo defiende sus inmediatos intereses pecuniarios, sino que su estatuto moral—orientado por la rapiña más desconsiderada—se ha ido imponiendo como el tono espiritual de los núcleos de poder fundamentales”.
Como puede verse, se trata de una retórica muy parecida a la del gobierno actual, y entonces la metamorfosis de Blanco ofrece una esperanza: los radicales de izquierda, con excepciones, tienden a moderarse con el paso de los años.
La Ficha Semanal #237 de doctorpolítico reproduce in toto el artículo de Carlos Blanco para el número 422 de Resumen, el que fuera publicado bajo el título Posibilidades de un frente nacional. Justo al final, contiene una sorpresa.
LEA
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Un frente nacional
Recientemente, Manuel Alfredo Rodriguez, destacado hombre de lucha e intelectual de valía, ha insistido en la necesidad de promover un gran frente nacional o movimiento de convergencia con el propósito de generar “un nuevo proyecto político capaz de acceder al poder y de proporcionar un nuevo y actualizado modelo a la democracia venezolana”. Creo que este es un tema de excepcional importancia en la Venezuela de hoy y que debe ser discutido seriamente.
Las demandas del país
Ya nadie ignora que la nación está sometida a una de las situaciones más comprometidas de su historia, pues algo así como un ambiente de “fin de mundo” recorre vastas porciones de la población. No sólo se trata del agravamiento de los problemas seculares, sino también de que quienes tienen en sus manos la responsabilidad de afrontar la crisis—fundamentalmente los núcleos dirigentes de AD y Copei—carecen de proposiciones políticas novedosas, aptas para responder a la desarticulación del “modelo” político y económico vigente desde 1958. La dirección dominante en el país ha construido un tipo de democracia aun mas restrictiva que en otros países que poseen regímenes similares, pues en nombre de esta democracia ni siquiera esa mínima participación ciudadana, que funciona casi como hoja de parra del sistema, adquiere vigencia.
Por el contrario, la exclusión de la deliberación y de cualquier atisbo de decisión de la mayoría de los ciudadanos es la nota que predomina, y si esto fuese poco ocurre que en el seno de los partidos también campea la antidemocracia; la ausencia de discusión real y profunda, la segregación de la mayoría de la militancia, los procedimientos de exclusión de las tendencias críticas, imponen los acentos más destacados de ese engendro en que ha devenido la llamada “democracia interna”.
El mundo de los partidos que detentan el poder se ha transformado brutalmente. Ni mensajes, ni programas, ni democracia, ni consulta; lo que se impone es el juego tenebroso de sub-aparatos contra sub-aparatos, en definitiva dominados por el tono electoral, las candidaturas y las prebendas.
También concurren a la gestión de este establecimiento del poder un conjunto de grupos, “roscas”, familias, que han ido conformando Ia corporeidad real de los que deciden, imponen y gobiernan el país. De tal modo que se ha ido gestando una oligarquía burocrática, plutocrática y partidista, que se ha apoderado de las palancas de las instituciones publicas y privadas de Venezuela. Esta oligarquía no sólo defiende sus inmediatos intereses pecuniarios, sino que su estatuto moral—orientado por la rapiña más desconsiderada—se ha ido imponiendo como el tono espiritual de los núcleos de poder fundamentales.
Contra este estado en que se desenvuelven los asuntos del país es que un frente nacional se hace imprescindible.
Características del frente nacional
Un proyecto político que se proponga ser poder y transformar sustancialmente la sociedad venezolana, desde luego que debe definir sus enemigos y sus integrantes con mucha claridad. Desde el punto de vista social un proyecto de esta naturaleza deberá enfrentar con severidad a los sectores monopolistas internos, articulados al capital transnacional y que en el plano económico son la expresión más conspicua del imperio norteamericano. Tal confrontación define el tipo de alianzas que es posible establecer en el seno de un frente: todos los sectores sociales distintos a la macolla del capital monopolista, donde evidentemente la clase obrera y un conjunto de sectores medios tienen la posibilidad real de tener el mayor peso social.
Políticamente el frente nacional no puede dejar de proponerse desalojar del poder a los núcleos dirigentes que han detentado el poder en los últimos veinte años, sobre todo representados por las direcciones de AD y Copei. En ese frente como sectores integrantes deben concurrir los partidos, grupos e individualidades que compartan tales propósitos. La izquierda, a mi juicio, puede jugar un papel fundamental si se propone ir mas allá de sí misma y por esta vía transformar su visión y sus prácticas, para colocarse en sintonía con las demandas de la sociedad. Sin embargo, otros sectores políticos que no se definen por ser de izquierda pueden y deben concurrir a este vasto encuentro nacional. Un objetivo principalísimo es motivar a muchos hombres y mujeres que han sufragado y simpatizado por AD y Copei y que hoy están dispuestos a explorar otros caminos más promisores, a condición de desechar el sectarismo y la prepotencia mesiánica que algunos sectores ostentan.
Comparto la opinión de que en este sentido un buen núcleo de la izquierda ha cometido errores pues ha actuado con un sentido claramente hegemónico y segregador. Sin embargo, hay otros grupos que estamos dispuestos a que—sin desdibujar nuestro perfil político e ideológico—arribemos a una convergencia entre iguales, para tareas de corto y largo plazo.
La candidatura presidencial
Resulta inobjetable el planteamiento de Manuel Alfredo en el sentido de que un frente nacional puede, según las circunstancias. estar representado por un candidato civil o militar. Creo que hay que explorar creadora y seriamente las distintas posibilidades que estén o puedan estar en discusión. Hay gente que como yo cree que ese candidato nacional puede ser José Vicente Rangel, no porque no existan otros venezolanos con títulos y condiciones para representar adecuadamente una política como la propuesta, sino porque Rangel se presenta como un dirigente que reúne, al lado de la coherencia en su acción, una indesmentida amplitud, junto a la nada despreciable condición de ser un dirigente que sin “aparato” ha logrado mantenerse y desarrollarse en la conciencia espontánea de la gente común y corriente.
Proponemos a José Vicente Rangel sin negarnos a considerar a otros venezolanos que puedan representar esa impostergable demanda del país para un nuevo liderazgo y nuevos rumbos. Hay que explorar y rápido. Antes de que sea demasiado tarde.
Carlos Blanco
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