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En septiembre de 1987, hace ya casi veintidós años, completó el suscrito un estudio que llamó Sobre la posibilidad de una sorpresa política en Venezuela. Dos fueron las “sorpresas” discutidas en tal trabajo: el acceso de un outsider a la Presidencia de la República y un golpe militar. Sobre esto último afirmaba en las conclusiones: “…de ganar las elecciones de 1988 uno de los candidatos tradicionales… la probabilidad de un deterioro acusadísimo sería muy elevada y, en consecuencia, la probabilidad de un golpe militar hacia 1991, o aún antes, sería considerable”. Pudiera sostenerse entonces, y halando las cosas por los cabellos, que el estudio mencionado tuvo un error de al menos un mes y cuatro días respecto de la asonada del 4 de febrero de 1992.
Al iniciar la discusión de la sorpresa golpista, establecía: “Las mismas condiciones que hacen en general más probable la aparición de un hecho político sorpresivo son las que han aumentado la base con la que contaría un intento militar de tomar el control de las cosas: las condiciones de creciente deterioro de la situación. Sería muy raro que en las condiciones venezolanas de la actualidad no hubiesen aumentado las aproximaciones al tema y el examen de las consecuencias de un hecho tal por parte de actores con alguna posibilidad técnica de intentarlo. Para empezar, la imagen del golpe circula por la psiquis del país en una mayor proporción desde hace al menos dos años. Este fenómeno incluye la añoranza comparativa de Pérez Jiménez para quienes conocieron su época, así como el atrevimiento de decirlo en personas de los estratos sociales menos dotados, quienes tienen menos que perder, pues en todo caso participan menos de los ya exiguos beneficios del sistema actual”.
Pero antes de considerar el caso del golpe, un primer capítulo (La propensión a la sorpresa) discutió factores comunes a ambas posibilidades, y de él su primera sección hacía referencia a cambios en la matriz de opinión pública en materia política. Es esta sección el contenido de la Ficha Semanal #239 de doctorpolítico. En ella se registra un deterioro súbito y marcado de la imagen de los partidos políticos cuando apenas comenzaba el sexto gobierno (Jaime Lusinchi) de la democracia venezolana.
No habiendo en esa época una prédica que pudiera identificarse como antipolítica—la vilipendiada telenovela Por estas calles se estrenó veintiséis días después del primer alzamiento de 1992, mientras que Abdalá Bucaram Ortiz y Antanas Mockus no hacen presencia política hasta mediados de los años noventa—aquel desplazamiento de la opinión en 1984 sólo puede atribuirse a evaluación autónoma de la ciudadanía y, presumiblemente, a un desempeño insatisfactorio por parte de los partidos.
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Variación matricial
No es necesario, para convencer de la posibilidad de una sorpresa política al ciudadano informado, hacer un recuento exhaustivo de los registros más formales de la opinión ni de aquella que se expresa en manifestaciones tales como artículos, conferencias, exposiciones de toda índole, reveladoras de un estado de ánimo nacional que incluye el escepticismo y hasta el hartazgo con todo un modo de conducir la función pública, tanto en el nivel del Gobierno como en el nivel de sus conductos nutritivos principales: los partidos políticos.
A pesar de esto, es conveniente datar el momento cuando se produjo el primer desplazamiento medible de la psiquis venezolana, desplazamiento que en estos momentos ya se ha asentado con claros signos de irreversibilidad. El desplazamiento, asimilable analógicamente al de las placas tectónicas de la geología, comenzó a ser más marcado cuando aún el Presidente Lusinchi no había cumplido un año como gobernante.
En efecto, la encuestadora Gaither registró en agosto de 1984 un súbito movimiento de opinión respecto de encuestas anteriores por lo que respectaba a la identificación del «mejor partido». Dicha encuesta comparaba sus resultados contra los obtenidos en la pregunta «¿cuál es el mejor partido?» en agosto de 1974 (primer año de gobierno de Pérez), septiembre de 1979 (primer año de Herrera) y octubre de 1983 (dos meses antes de las últimas elecciones presidenciales). Los siguientes datos dan los porcentajes de personas que respondieron «ninguno» (entre las opciones AD, COPEI, MAS y otros) y que no opinaron.
………………..AGO.74 SEP.79 OCT.83 AGO.84
NINGUNO ……..16 14 19 29
NO OPINA ……..13 13 8 14
TOTAL ………….. 29 27 27 43
Como puede verse, el total de personas que no lograba identificar un mejor partido entre las opciones disponibles experimentó un salto brusco equivalente a 16% más de los encuestados que en veces anteriores.
Ese mismo año, el 27 de mayo, las elecciones municipales registraban el más alto porcentaje de abstención electoral registrado desde 1958. Las abstenciones en las elecciones nacionales de 1983 representaron un 12,25% de los electores, mientras que seis meses después la abstención en los comicios municipales alcanzó el 40,7%. (Aún si se compara este radical comportamiento con la abstención de las elecciones municipales de 1979 – 27,1% – la diferencia entre las dos elecciones municipales es de 13,6% más de abstenciones.)
Dos años más tarde, la encuesta Datos (trabajo de campo entre el 20 de mayo y el 13 de junio de 1986) registró un 58% de encuestados a favor de elegir un independiente para desempeñar la Presidencia de la República y, tal vez más sorprendentemente, que el 52% lo consideraba posible.
Finalmente, en julio y agosto de este año de 1987 la encuestadora Gaither realiza en el Area Metropolitana de Caracas una «elección simulada», en la que un partido nuevo, no especificado y sin estipulación de candidato, obtiene el segundo lugar con 22%, detrás de Acción Democrática (37%) y relegando a C.O.P.E.I. (17%) al tercer puesto. En este mismo sondeo el porcentaje de la categoría «no sabe/no contesta» es de 12%. (La encuestadora «aclara que este «nuevo partido» es un atractivo para muchos votantes, sin especificar candidato, pero quizás ese ideal no sea alcanzable en la práctica.» La diferencia entre esta última impresión y el 52% que en 1986 midió Datos como creyentes en la posibilidad de un independiente en Miraflores puede deberse a la cercanía de la próxima fecha electoral y a la creencia de que ya no habría tiempo para montar ese «partido nuevo», esa opción diferente.)
Por otra parte, la misma proliferación de ofertas políticas nuevas es un indicador de que se percibe la situación política como más fluida. El Consejo Supremo Electoral es una institución de suyo conservadora, pero la nueva presión es registrada allí de modo evidente. El Presidente del organismo, Dr. Carlos Delgado Chapellín, opinó ante la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado que debiera concederse al elector venezolano la libertad jurídica de la abstención, como una forma para expresar su descontento ante las opciones que se le presentan. Eso es manifestación de una orientación creciente de la opinión pública, en la que, ante la ausencia de una opción nueva convincente cobra fuerza la salida de la abstención o el voto nulo como vehículo de protesta.
En suma, no hay dudas de que la matriz de opinión pública venezolana ha experimentado un muy significativo desplazamiento de signo contrario a los conductos políticos tradicionales, de que tal desplazamiento se ha producido recientemente con alguna brusquedad y de que tal desplazamiento no se ha detenido.
Luis Enrique Alcalá
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