Hoy se cumplen veinte años de la masacre de la plaza de Tiananmén. Es del tipo de violaciones masivas de derechos que Hugo Chávez, tan dado a criticar a los Estados Unidos, pasa por alto olímpicamente. Como pasa por alto, al condenar las intervenciones de esa nación en los asuntos de otros países, las emprendidas por Cuba en nuestro continente y el africano. Una de ellas, conducida por Ernesto Guevara, concluyó con su muerte y la derrota del foquismo guerrillero en Bolivia; la otra no pasó de ser un frustrado intento de entrar armas para la guerrilla venezolana de los años sesenta por las playas de Machurucuto.
La Cuba castrista, pues, más allá de la anacrónica causal de su alineación con el bloque soviético, hace tiempo inexistente, se había colocado ella solita, con su irrespeto a la autodeterminación de otras naciones y su violación más que reiterada—aún vigente—de los derechos humanos de pobladores suyos, fuera del Sistema Interamericano, que ha venido comprometiéndose cada vez más con las formas democráticas de gobierno, como ha sido asentado en la Carta Democrática Interamericana. (Firmada el mismo día de los ataques hiperterroristas en Washington y Nueva York, el 11 de septiembre de 2001, compromete especialmente a Venezuela, sobre todo cuando fue invocada en defensa de la presidencia de Hugo Chávez poco menos de un año después).
Ahora la Organización de Estados Americanos, en decisión unánime, ha levantado la sanción que pesaba sobre Cuba desde hacía cuarenta y siete años y la excluía del supremo organismo del continente. Mientras Hugo Chávez saluda el acuerdo como el comienzo de una nueva era y busca reivindicar la decisión para los países del grupo ALBA, Manuel Zelaya, anfitrión Presidente de Honduras, declara que la Guerra Fría ha terminado en su suelo.
De Cuba misma vienen señales contradictorias. Horas antes del anuncio nadie menos que Fidel Castro calificó a la OEA de cómplice de crímenes contra Cuba y, ya conocida la noticia, la televisión estatal cubana se ha apresurado a aclarar que ni Cuba solicitó la decisión ni tiene interés en reingresar a la comunidad política americana. No obstante, el comentarista Randy Alonso indicó que Cuba reconocía la valentía implícita en la resolución de la OEA.
¿Luna de miel con Cuba? Difícilmente; la decisión sujeta el reingreso efectivo de la isla en la OEA a un proceso que asegure su conformidad “con las prácticas, propósitos y principios de la Organización de Estados Americanos”. De modo más específico, el preámbulo de la resolución hace referencia inequívoca a la Carta Democrática Interamericana, y este documento no deja resquicios a quien viole derechos humanos o niegue la convivencia democrática.
En síntesis, Cuba no puede batear todavía en ese estadio; en cambio, Barack Obama ha anclado en la primera base. Con su sorpresivo toque de bola, literalmente le ha dejado a Chávez la pelota en la mano.
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