Un cierto interés—no excesivo, debe admitirse—ha despertado entre lectores de esta publicación la idea de propiciar un referéndum consultivo, convocado por iniciativa de electores, para dilucidar políticamente el grado de preferencia nacional por un régimen político-económico de tenor socialista, que el gobierno presidido por Hugo Chávez se empeña en imponer desde su pretendida superioridad en relación con el resto de los venezolanos. Por otra parte, puede anotarse asimismo que no se ha manifestado una contrariedad ante la proposición.
Lo que sí ha sido expuesto, y precisamente por quienes más entusiasmo sienten ante la esperanza de un intento así, es la inquietud de una posible retracción en la disposición a estampar las firmas ciudadanas requeridas para la convocatoria. (En el orden de 1.700.000).
El argumento—o la duda—es si la experiencia de la infame “lista de Tascón” no disminuiría grandemente la propensión a comprometerse con una iniciativa como la propuesta, por temor a sufrir represalias que afectarían, sobre todo, las posibilidades profesionales y económicas de la gente.
Sería, claro, extraordinariamente ingenuo suponer que un gobierno como el existente en Venezuela, luego de una nutrida historia de ventajismo generalizado y de, particularmente, su muy concreta disposición al amedrentamiento y la venganza política, no procuraría intimidar a la población—claramente mayoritaria—que rechaza la implantación a rajatabla de un esquema socialista en Venezuela.
Pero hay dos consideraciones que pueden ser explicadas con facilidad a los miembros del enjambre ciudadano y que, si no invalidan de un todo la angustia, sí pueden moderarla considerablemente. La primera de estas razones es que se está perdiendo el miedo al gobierno, con el paso del tiempo y por causa de su ineficacia. Ya se le habla en otros términos. Obreros empleados en las industrias básicas de la zona de Guayana han exigido al gobierno que “enserie” su manejo de las empresas públicas de allá, con frialdad pragmática que es más ominosa que un lenguaje agresivo. Pero también los protestantes tambores de Curiepe han ido a retumbar ¡a las puertas del mismísimo Palacio de Miraflores!
La segunda razón para no temer es probablemente más persuasiva: quienes firmaron para convocar el referéndum revocatorio de 2004 están marcados ya. Y ¿qué es una raya más para un tigre? Ya están marcados, ya están señalados, y muchos entre ellos han sufrido la represalia y el reconcomio. Que firmasen otra vez no empeoraría para nada su situación.
Un número a considerar: el Consejo Nacional Electoral debió finalmente aceptar la validez de 2.436.830 firmas que activaron el referéndum revocatorio del 15 de agosto de 2004. Fueron 700.000 firmas más que las que ahora se necesita para convocar un referéndum consultivo. Esto es, contamos con 2.500.000 tigres.
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