LEA, por favor
En mayo de 1984, dos meses después de que Luis Herrera Campíns culminara su período presidencial, inició un proyecto de periodismo político: la revista Voz y Caminos, que circuló mensualmente hasta abril de 1986. En uno de sus primeros números apareció un artículo—Deuda Externa: Responsabilidades y Consecuencias—del ingeniero Aurelio Useche, quien había presidido la Oficina Central de Presupuesto bajo Herrera Campíns. De este extenso artículo se reproduce en esta Ficha Semanal #254 de doctorpolítico su sección final—La política económica para el futuro—precedida de los dos párrafos previos.
En su artículo, Useche hace mención de un importante documento—Programa de Reorganización del Sector Público (agosto de 1980)—que fuera elaborado por Cordiplán, el Ministerio de Hacienda y la Oficina Nacional de Presupuesto con el fin de propiciar un crecimiento económico moderado y racional. (La iniciativa del estudio fue de Ricardo Martínez, Jefe de Cordiplán, y a ella se sumaron con entusiasmo y tesón Luis Ugueto Arismendi, Ministro de Hacienda, y el propio Useche). De este documento se hizo sólo veinte copias numeradas, destinadas a los principales líderes partidistas. Una de ellas fue remitida a Rómulo Betancourt.
Aun cuando el gobierno de Herrera Campíns utilizó el estudio como guía parcial de su política en materia de Administración Pública, la dirigencia copeyana no prestó demasiada atención al documento. Quien sí lo tomó en serio fue Betancourt, y lo esgrimió como base de un discurso en el seno de su partido que fue publicado en la primera semana de marzo de 1981 por la revista Zeta en su número 363.
Esto dijo Betancourt, con su verbo característico, poco antes de su fallecimiento:
Tenemos unos problemas que difícilmente puede afrontar un gobierno unicolor, un gobierno unipartidista. Puede llegar el momento en que nosotros [debamos]… plantearnos la necesidad de un gobierno de concentración nacional, en el cual estén representados los dos partidos de mayor auditorio en la Nación, representantes del sector privado y representantes de la CTV. Sólo un gobierno con esa fuerza puede ser capaz de enfrentar los problemas fundamentales que tiene Venezuela y que están allí, mientras que el país político se dedica al tiroteo verbalista, vacío y hasta me atrevo a decir antipatriótico ante la realidad que vive Venezuela.
Yo no estoy planteando una tesis para despertar mucho entusiasmo; sin jugar a Casandra, sin usar palabras apocalípticas, estoy usando informaciones que me vienen y que he confirmado leyendo de un informe ultraconfidencial hecho por representantes del actual gobierno, fechado en el mes de agosto de 1980, redactado por los representantes de los Ministerios de Hacienda, de Minas e Hidrocarburos, de Cordiplán, de Agricultura.
Yo simplemente lanzo aquí, a la consideración de esta Asamblea y a través de este micrófono a todo el país… este problema a la consideración de los venezolanos. Lo lanzo con humildad, lo lanzo sin creer que estoy convertido en un mago sobrenatural, sino como un venezolano que sigue con su preocupación constante por Venezuela.
LEA
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Profecías y récipes
La actual situación económica es delicada. Es necesario actuar con realismo social y político, pues hasta el presente el proceso de ajuste ha recaído en las mayorías, es decir, en los asalariados y toda política económica debe tener como norte optimizar el bienestar común, habida cuenta de las restricciones.
Decir que Venezuela no tiene posibilidades de salida, es desconocer su potencialidad a mediano y largo plazo. Y es sobre ellas que se debe actuar a fin de que las próximas generaciones encuentren tal posibilidad en riqueza real.
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Cuando se estudia los programas de gobierno presentados por los partidos políticos en épocas de elecciones, aparecen elementos de carácter común. Es decir, generalidades que tienen como horizonte el bienestar colectivo de indiscutible aceptación. Pero el establecimiento de objetivos, políticas, instrumentos, programas coherentes entre sí y con la realidad económica global, no existe. Hay falta de concreción. Resulta entonces indispensable definir la política económica partiendo de un concepto global, que pudiera concebirse como un modelo normativo a largo plazo, donde puedan articularse y conciliarse los objetivos superiores de política, con el comportamiento actual o coyuntural de la economía. Es de tomar en cuenta, en este diseño, la necesidad de romper con el modelo tradicional de crecimiento basado en el excedente petrolero. Surge igualmente como parte de este proceso, una programación macroeconómica, donde el producto, consumo, inversión, empleo, liquidez monetaria, oferta y demanda de divisas, conformen un conjunto y puedan entonces instrumentos programas que marchen en armonía con el orden social a conseguir.
Es indispensable evitar la tendencia, muy arraigada en nuestros gobiernos, de asumir iniciativas específicas que se presentan como grandes salvadoras de la economía, que luego entran en contradicciones con las demás. Los resultados terminan siendo catastróficos y tienen como expresión final una inmensa contribución al déficit financiero del sector público. Caso evidente en la situación actual lo constituye el turismo. Se habla, se comenta y se tiene un convencimiento absoluto acerca del turismo como la actividad que se deba propiciar con mayor impulso desde los sectores públicos y privados. Sin embargo, no debe tomarse ninguna iniciativa práctica en este sentido si no se articula y concilia con el resto de la economía y sus objetivos primarios.
La política económica dentro de los esquemas de orden social convenido debe ser el producto de una discusión sobre los siguientes aspectos:
-La estructura económica posible y deseable a largo plazo.
-Evaluación de las tendencias que se observan y detectar las desviaciones con relación a lo deseable, y derivar de allí las políticas e instrumentos adecuados para modificar los factores que condicionan esas tendencias.
-Jerarquización de los sectores económicos y su participación en la creación de riqueza, atendiendo la visión de conjunto o global a largo plazo.
-Cuantificación y evaluación de las posibilidades en la formación de ahorro interno; su composición institucional a objeto de determinar las posibles necesidades de recursos externos con el fin de generar las condiciones para ese desarrollo deseable.
Una vez definido este orden referencial se podrá establecer con mayor claridad las relaciones entre el sector público y privado, aspecto de vital importancia, por cuanto a veces el Gobierno actúa como un Estado Socialista, y en otras oportunidades como si estuviésemos ubicados en el otro extremo. Es necesario definir de una vez esta relación y un equilibrio que permita en el mediano plazo una estructura económica sólida.
El papel de la Administración Pública, dentro del contexto económico, viene siendo cuestionado desde hace ya tiempo. Por no haber un proyecto político y económico concebido en forma global, el desempeño de la Administración Pública no ha sido claro, y equivocadamente se le atribuyen responsabilidades en el fracaso económico.
En los últimos años se ha venido insistiendo en una Reforma del Estado y de la Administración, como materia indispensable y de inaplazable decisión. Pero, surge la pregunta: ¿reforma de qué y para qué? Eso no ha sido expuesto con claridad. Y no podrá serlo hasta no contar con un esquema económico global de largo plazo.
Resulta preocupante la actitud de los que tienen el poder político, por cuanto se ha iniciado de nuevo un proceso de reforma sin que se aprecie esa visión de largo plazo del país. Al contar con ella, sí procederá entonces una adaptación de la estructura administrativa del Estado. De allí que la reforma del Estado no sea un asunto eminentemente jurídico, como ha sido el enfoque hasta el presente.
El país se encuentra en una situación en que se requiere definiciones. Existen dudas generalizadas sobre la capacidad de los dirigentes políticos acerca de la conducción del país. Sin embargo, corresponde a los que tienen ante sí el reto del futuro, tomar los pasos necesarios, para enfrentar la situación generando confianza en los ciudadanos. Así esperamos el futuro posible y deseable.
Aurelio Useche
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