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La Ficha Semanal #260 de doctorpolítico se compone con una sección de larguísima carta enviada a un amigo del suscrito, en octubre de 1997, para alimentar su necesidad de saber, mientras estaba en el exterior por unos pocos meses, cómo se perfilaba el arranque del año siguiente, año de elecciones en Venezuela. La sección corresponde al reporte de la convención del partido COPEI que terminó asumiendo la candidatura presidencial de Irene Sáez, y es particularmente dura hacia la candidata y, sobre todo, hacia Luis Herrera Campíns.
El fragmento reproducido sugiere que el triunfo electoral de Hugo Chávez en 1998 no era inevitable, y que las ejecutorias de los principales partidos de entonces, AD y COPEI, permitieron que Chávez, que en 1997 tenía una intención de voto a su favor que no superaba 7%, resultara ganador, mientras que Sáez, que llegó a disfrutar de más de 60% de esa intención, se hundiera como el Titanic. La razón principal de ese hundimiento fue que Sáez, cuya imagen era de independiente, la destrozó al aceptar el apoyo de una de las mitades del bipartidismo que la mayoría del electorado rechazaba, a esas alturas, con ferocidad. Al negar lo que había parecido ser su esencia, los electores sólo encontraron dos candidatos para desaguar su bipartidismo—Salas Römer y Chávez—y uno de ellos no podía ocultar su tufo de conservador elitesco. La votación fue hacia el que de ellos dos se parecía más a la mayoría pobre.
En el texto se menciona al “maletinazo” y el “cuñazo”, hitos desagradables en la historia de COPEI. El primer término alude a la compra de votos a favor de la candidatura de Lorenzo Fernández en una convención electoral del partido, por parte del calderismo, contra la de Herrera. (Gente del bando de este último admitió al suscrito, no obstante, que el lado herrerista era el que había lanzado la primera piedra a este respecto). El “cuñazo” es descrito por el politólogo Herbert Koeneke del siguiente modo: “En 1988, el comando de campaña de Eduardo Fernández, ante la abrumadora ventaja de Carlos Andrés Pérez en las encuestas de intención electoral, decidió transmitir un comercial, al que se llegó a denominar ‘el cuñazo’, en el que se atacaba a los gobiernos precedentes, incluido el de su correligionario Luis Herrera Campíns, por la pésima situación económica en que habían dejado al país”. (El Universal, 13 de octubre de 1998).
En cualquier caso, la candidatura Sáez—promovida inicialmente por Enrique Mendoza, de cuyo presupuesto mirandino vivió COPEI por esa época en gran medida—fue uno de los puntos más bajos, si no el más bajo, de toda la historia de un partido otrora glorioso y que hoy en día aparece en las encuestas en el rubro “otros”.
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Punto bajo
Los aspectos sustanciales de la Convención de septiembre pudieron ser predichos con matemática exactitud bastante antes de su celebración. Se conocía la redacción, en términos generales, de la reforma estatutaria que sería propuesta y aprobada para abrirle la puerta a la candidatura Sáez; se sabía que el informe político del Secretario General procuraría la reconfirmación de la estrategia oficial—modificada con lo necesario para acomodar las realidades divisionistas de los socios de su alianza—anunciada en noviembre de 1996; se sabía que Eduardo Fernández sería de nuevo inmisericordemente vapuleado.
Una cosa, sin embargo, destacó adicionalmente con claridad. La XXI Convención Nacional de COPEI fue la convención de la revancha de Luis Herrera Campíns. Los dos sorprendentes discursos pronunciados allí por el Presidente de COPEI llamaban profundamente a la preocupación.
El primero de ellos, el discurso de instalación oficial de la convención, estableció un tono pugnaz y reconcomiado desde el mismo arranque del evento. Y la pugnacidad iba claramente dirigida contra dos personajes, Rafael Caldera y Eduardo Fernández, y contra una institución, Acción Democrática.
El segundo discurso, en buena medida dirigido a contrarrestar un discurso de reconvención de José Antonio Pérez Díaz, detalló puntos de reconcomio hacia Caldera y Fernández—“aquel desaguisado del maletinazo en Radio City… aquella espantosa estupidez política del cuñazo”—pero incluyó además lo que tal vez sea la más abierta declaración de populismo y clientelismo que se le haya escuchado a un dirigente nacional de importancia. Ya al término de éste su segundo discurso, Luis Herrera Campíns pronunció las siguientes palabras: “…les voy a decir por qué creo que necesitamos ganar: no por ustedes, que al fin y al cabo—unos por razón de experiencia estamos jubilados, otros por razón de méritos están desempeñando importantes responsabilidades en los organismos representativos—tenemos nuestro medio de vida asegurado, ni de la mayor parte de los dirigentes municipales y regionales del partido que también tienen su vida, por lo menos a corto plazo, asegurada. No, no por ellos, sino por los que no tienen cargos en la burocracia, por los que no tienen acceso a la administración pública para plantear sus problemas y que se los resuelvan, para que se les escuche su pobreza, para que se les dé una muestra de afecto y de solidaridad, que se los podría dar un Presidente copeyano o un gobierno donde el Partido COPEI sea también partido de gobierno…”
Debo admitir que tan descarada declaración me produjo una muy desagradable sensación, aunque ya había escuchado que esa racionalización herrerista estaba siendo ofrecida a más de un copeyano: ganemos para que puedan tener cómo vivir. Resuélvanse, asegúrense de estar “cubridos”—como diría la inefable Blanca Ibáñez—con un triunfo electoral. No imaginé nunca, sin embargo, que el presidente de ese partido se atreviera a presentar un argumento tan alejado de la ética socialcristiana en el seno de una Convención Nacional, ante unas cámaras de televisión que transmitieron al país todo el discurso.
A partir de ese momento comencé a pensar que mientras Luis Herrera Campíns fuese el máximo estratega de COPEI este partido no tendría futuro. COPEI ha sufrido demasiado tiempo las consecuencias del distanciamiento y enemistad entre Rafael Caldera y Luis Herrera Campíns. Por eso escribía en artículo que me publicó el diario El Nacional, poco después del triunfo electoral de Caldera en 1993: “Poco falta para que en Oslo los señores De Klerk y Mandela reciban juntos, hermanados, el Premio Nóbel de la Paz. ¿Es que hay en Venezuela una rencilla de mayor monta que la que representaban Mandela y De Klerk en África del Sur?… Hoy en día las Alemanias separadas ya son una sola, hoy en día los Estados Unidos y Rusia cooperan, Israel y la Organización para la Liberación Palestina cooperan. ¿Son los conflictos venezolanos más importantes que los de estos antiguos enemigos?… En 1992, ¿había entre COPEI y Pérez una diferencia menor que la que hay hoy día entre COPEI y Caldera? En ese año la intención del salvamento de la democracia sirvió para la participación de COPEI en el gobierno de Pérez. ¿Es que hoy en día la situación nacional es menos apremiante que entonces?… Es difícil encontrar algún punto en la ‘carta de intención’ de Caldera, resumen de su programa de gobierno, que colida frontalmente con algún postulado doctrinario de COPEI. ¿Qué argumento podría esgrimirse, entonces, para que COPEI negara su apoyo a Rafael Caldera?”
Y sin embargo, ahora COPEI dice que admitirá alianzas electorales hasta con Convergencia—luego, por supuesto, de procurarlas con ambos fragmentos del MAS y de la Causa R—pero nunca con Acción Democrática, organización que vendría siendo, en la interpretación estándar del herrerismo, la encarnación de las huestes satánicas.
Un partido que se deje conducir desde el reconcomio, a partir de un complejo de Edipo irresuelto, de una fijación patológica que no le permite concebir otra razón de ser que la de oponerse a un “adversario histórico”, será un pobre partido, pues no acierta a proponer nada constructivo. La conducción que Luis Herrera Campíns ha impreso a COPEI es a todas luces nefasta, para el partido y para el país. COPEI tiene que encontrar un modo de neutralizar la influencia del ex presidente Herrera quien, si a lo mejor es un estratega eficaz de votos y oportunismos, es ciertamente, en tanto hombre de Estado, una pobre y dañina figura.
Él es el justificador de la candidatura de la Srta. Sáez, y ha indicado que no hay que preocuparse por el problema de sus capacidades porque “modernamente el poder es compartido” y que explica su prominencia en las encuestas porque ahora vivimos en una “civilización de la imagen”. El cinismo parece ser el estilo que nos propone el actual Presidente de COPEI.
luis enrique ALCALÁ
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