Estimada suscritora, estimado suscritor: en el #352 de la Carta Semanal de doctorpolítico se hizo relación y comentario de una presentación a cuatro manos a la que asistí. En ella no se mencionaba a los protagonistas, pero por elemental deber de caballero, la hice llegar al encuestólogo-asesor que fue aludido, a fin de que conociera por mi iniciativa lo que había opinado.
Esta persona acusó recibo y me envió su respuesta, al final de la cual dice: «Con tu venia, quisiera enviarle esta respuesta a la lista de tus lectores…»
Complaciendo, pues, su deseo, remito a usted esa contestación del politólogo John Magdaleno, al cabo de la cual, muy naturalmente, transcribo mi propia contestación.
Con un cordial saludo
Luis Enrique Alcalá
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Estimado Luis Enrique, gracias por tu gentil envío.
Con todo respeto, considero muy distorsionada tu interpretación de mi análisis sobre la situación del país -desarrollado en casa del amable Luis Ugueto el lunes pasado con limitaciones de tiempo, una laptop que se apagó y un video-beam que nunca llegó-, para lo cual me ofrezco a explicártelo con detalle en persona, y así poder iniciar un debate más fructífero.
No tengo problema alguno en que estés en desacuerdo y lo digas públicamente, pero sabes que para criticar con fundamento, estimado amigo, hay que asegurarse, primero, de comprender bien los planteamientos de tu interlocutor. De lo contrario, a lo que asistimos -como suele suceder en Venezuela- es a un diálogo de sordos. Te puede estar pasando, a mi modo de ver, como quien lee por primera la «Crítica de la Razón Pura» de Kant, y arranca a criticarlo sin asegurarse primero de comprender bien la naturaleza y significación de sus planteamientos.
Sin pretender compararme con la talla intelectual de semejante figura, quisiera invitarte a que iniciáramos una reflexión conjunta, más profunda, sobre los temas que nos preocupan. Pero para ello, creo imprescindible exponerte algunas de las que, en mi opinión, son las inexactitudes o incomprensiones más graves contenidas en tu «carta»:
1. Sabes bien que no se ha dado, en estricto sentido, un debate público franco, abierto y de envergadura sobre los temas de coyuntura, entre otras cosas porque hay una hipersensibilidad tal en algunos círculos políticos que decir unas cuantas verdades es percibido como una herejía. Un análisis frío y objetivo, que examine con crudeza la actuación de la oposición durante estos 10 años, incluyendo el desempeño de actores sociales y políticos, ha quedado reservado para círculos privados y hasta íntimos. Entonces no me digas que nadie ha impedido el debate. Un debate serio y racional todavía no ha comenzado a una escala significativa, Luis Enrique. Lo que hay hasta ahora son, a mi modo de ver, aproximaciones menores, en audiencias reducidas o en medios de comunicación de poco alcance, y no un debate público de relevancia. Dimensionemos bien lo que es un debate público de altura. A esto me refería en mi intervención.
2. Cuando Petkoff abre el debate, concediéndote la razón en que ha fijado posición, lo ha hecho descalificando visiones distintas a la suya, como en efecto lo hizo al calificar de bizantina la propuesta de la tarjeta única. Quien te escribe, que conceptualmente ve como imprescindible a la alianza perfecta y valora en este momento como políticamente inviable la propuesta de la tarjeta única, no se aferra a esta última. De hecho, pienso que pueden convivir perfectamente la tarjeta de los partidos y una tarjeta que agrupe a diversas organizaciones políticas y sociales, siempre y cuando haya unidad perfecta. Lo que sí reclamo, como ciudadano y -digámoslo sin complejo- opinador, es un tratamiento más cauteloso de las diferentes posiciones. ¿Qué clase de debate es ese al que se ingresa descalificando a una de las opciones posibles?; ¿o es que crees que Teodoro ha sido, en este tema, un interlocutor meticulosamente respetuoso de las diferentes opciones estratégicas disponibles?
3. Sabes bien a qué me refiero cuando señalo que el principal soporte de la imagen del gobierno ha sido concentrarse en la agenda de lo social, por la vía de las Misiones y la publicidad oficial que las mercadea eficazmente, y que ello ha tenido un importantísimo impacto en los estratos bajos, que representan el 81% del país. Negar esto hoy en día, Luis Enrique, es resistirse a creer que el planeta tierra no es cuadrado. El discurso y la praxis política que se concentra, así se perciba superficial y efectistamente, en temas como salud, educación, vivienda y alimentación, le habla directamente a ese 81% porque versa sobre sus necesidades cotidianas y urgentes. Te pregunto si crees que la oposición lo ha hecho con la misma eficacia comunicacional y política que el gobierno y si, en tu opinión, ha llegado a plantear -ya sea como bloque o, al menos, individualmente algunos de sus actores- propuestas serias y atractivas para los más pobres, que hayan sido conocidas y digeridas por la mayor parte de la opinión pública. En este punto me temo que tenemos serias diferencias y, si te he entendido bien, creo que confundes las comunicaciones de la oposición con la existencia de propuestas reales y factibles.
Al margen de la «tarjeta Mi Negra» y el «Cesta Ticket Petrolero» propuestos por Rosales y Petkoff en la campaña de 2006, que en realidad eran propuestas de política social más desarrolladas en el terreno del mercadeo político que en el de la viabilidad técnica y presupuestaria, ¿crees que, por ejemplo, la oposición ha volcado sus esfuerzos a diseñar y proponer un sistema de protección social de avanzada?; ¿percibes como agotada y resuelta la necesidad de alterar la ecuación Estado-petróleo-pueblo en Venezuela?; ¿crees agotado y resuelto el debate alrededor de las propuestas de democratización de la renta petrolera (como la propuesta del Fondo de Regalías Petroleras que ha puesto sobre la mesa La Causa R)?; ¿ves, acaso, algún consenso mínimo en esta materia?; ¿o más aún, puede decirse, en este caso, que se ha dado un auténtico debate público de envergadura?; ¿crees que hay una propuesta novedosa y atractiva en materia de salud, para enfrentar el drama de los hospitales públicos del país y la deficiente atención de la red de atención primaria, que el gobierno ha intentado revitalizar con «Barrio Adentro», infructuosamente desde la perspectiva de la calidad del servicio?; ¿ha desarrollado y comunicado públicamente la oposición una propuesta seria para mejorar «agresivamente» el acceso y la calidad de la educación venezolana?
4. Claro que en alimentación no se puede competir con el Estado, amigo. Nadie desconoce eso. Pero si existieran propuestas serias, bien pensadas y masivamente comunicadas en materias como salud y educación, por señalar solo dos ejemplos, es mucho lo que la oposición hubiera podido avanzar durante estos años, pese al gigantesco impacto de Mercal. ¿Te das por satisfecho con lo que la oposición ha hecho en estas materias o crees que es hora de un examen profundo y desapasionado, que tome distancia de los afectos políticos, y que reconozca que se han invertido más horas, en los partidos de oposición, en designar candidaturas para elecciones que en proponerle cosas serias al país?
5. Es obvio que la oposición ha concentrado la mayor parte de sus esfuerzos en la defensa de las libertades democráticas. Y para que no se confunda mi posición, no veo en ello algo «ontológicamente» perjudicial. La pregunta de relevancia estratégica es, como la expresé ese día, si concentrarse en la agenda de la defensa de la democracia le facilita a la oposición la comunicación con los estratos D y E (que, repito, representan 81% de la población) y, más aún, la adhesión de estos a su causa.
Permíteme comunicarlo de otro modo, Luis Enrique: ¿no crees que la lucha por las libertades consustanciales a la democracia ha podido ser acompañada, profundizada y más eficazmente justificada para los estratos bajos haciendo esfuerzos por plantearles propuestas en la agenda social, e incluso, impulsando reivindicaciones en este terreno?; ¿o no ves, acaso, el impacto de las actuales luchas sindicales en la reconfiguración de la correlación de fuerzas políticas y sociales en Guayana?
Insisto: nadie discute la legitimidad de la defensa de las libertades públicas y las instituciones de la democracia. Mi análisis lo que sugiere es que, si el 50% percibe al gobierno interesado o preocupado por los temas de la agenda social y un 40% percibe a la oposición interesada en la defensa de las libertades y el Estado de Derecho, la oposición se está comunicando ineficazmente con los más pobres.
6. No desconozco que al hablar de opciones de política social estamos hablando, al final de cuentas, de política también. No olvides que soy Politólogo de pre-grado y post-grado, lo que trasciende la etiqueta de «encuestólogo». La distinción reproduce sencillamente la percepción existente en la opinión pública, amigo. Aquí confundes cuando hablo en mi nombre y cuando lo hago para facilitar la comprensión de la opinión pública venezolana. Es al 50% del país a quien tienes que reclamarle que perciba al gobierno concentrado en los temas de la agenda social (salud, educación, alimentación y vivienda), y no a mi, estimado amigo. Es a la opinión pública, de vuelta, a quien tienes que voltear a mirar para comprender por qué 40% la percibe concentrada en temas asociados a la defensa de los valores de la democracia y no en los temas de la agenda social.
Seguramente sabes, Luis Enrique, sobre todo en virtud de tu formación intelectual, que las distancias entre las percepciones de la población sobre lo público y las de los dirigentes o los intelectuales son enormes. Pues bien, ocurre que pese a que «lo social» es ciertamente un abordaje más de lo político, lo político a secas tiende a tener otras significaciones en la población. Y a eso es a lo que me refería en mi exposición del lunes.
7. Sabes bien la importancia de señalar «nunca hemos sido mayoría, salvo en el referéndum de 2007», en una audiencia de connotados opositores, porque ello busca, con base en la evidencia irrefutable de los estudios de opinión de las cuatro encuestadoras más prestigiosas del país, que se asuma de una vez por todas lo que no se asumió públicamente antes de 2006: que la oposición ha sido minoría. Y si señalo la expresión en el plural de la primera persona («nosotros») es para que esa audiencia entienda que lo dice alguien cuya opinión y comprensión del mundo y el país lo ubica «espitirualmente» cerca de ellos, al margen de los matices ciertamente existentes. Es un viejo recurso para generar rapport, que no debería escandalizar a nadie que conozca mis opiniones personales, legítimas por demás. Me extrañan las líneas que le dedicas a este asunto menor en tu carta, porque ello pudiese ser interpretado, por alguna mente neurotizada, como el deseo de que mi discurso sea portador de la neutralidad valorativa que se exige en los totalitarismos de cualquier signo, incluso los de orden metafísico.
8. Finalmente, Luis Enrique, pienso que he podido recibir un tratamiento más cortés en tu «carta», como corresponde a alguien con don de gentes e intelectualmente bien formado como tú. Lo que hice el lunes fue compartir con ustedes un análisis que he venido haciendo con motivo del examen de muchos estudios nacionales de opinión pública y la revisión de los acontecimientos políticos de estos 10 años a la luz de varios documentos de interés.
Ciertamente he compartido ese análisis con actores políticos y sociales, entre ellos Leopoldo López, pero no veo por qué ello debería escandalizar a nadie. Tu insistencia, en la «carta», en que mi análisis tuvo el propósito de «hacerle la cama» al discurso posterior de Leopoldo López, desconoce lo más elemental y que no se puede ocultar: que él comparte mi análisis y que está operando en la dirección de intentar colaborar en la reparación de algunas de las monumentales fallas de la oposición durante estos 10 años, de las que él no se excluye en su totalidad, como lo ha dicho públicamente al referirse a las elecciones parlamentarias de 2005.
Pero debes saber que López no es el único que comparte ese análisis. Que otros líderes políticos y sociales, formadores de opinión, empresarios, sindicalistas y estudiantes también, y que ya son miles de ojos y oídos los que han podido ver y escuchar la presentación entera, directamente, y que desafortunadamente no pude mostrarles con exhaustividad ese día, en virtud de los problemas técnicos ocurridos. ¿Piensas, aún así, que mi análisis es una caricatura reduccionista de la realidad, tal y como la dibujaste en tu «carta»?
¿Será, amigo, que abrimos un espacio para que veas la presentación, comprendas el análisis de fondo y lo asimiles con más calma?; ¿será que mi análisis exige «oídos más atentos»?; ¿será que merece más respeto…?
Con tu venia, quisiera enviarle esta respuesta a la lista de tus lectores y a los asistentes a la peña de Luis Ugueto, a quienes seguramente les enviaste tu «carta».
Saludos.
JM
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Hola, John. Primero que nada, debo aclararte que supones mal: no me he ocupado de enviar mi carta #352 a los asistentes a la Peña de Ugueto. Algunos entre ellos son suscritores de la misma y por eso la reciben, pero si es tu voluntad no tengo inconveniente en remitir a mi lista el correo que me has hecho llegar; por supuesto, junto con esta respuesta que ahora compongo para que el asunto pueda ser entendido. Hay estimaciones que colocan el número de destinatarios finales en 170.000, no porque mi lista tenga ese tamaño, sino porque una buena cantidad de quienes reciben mi publicación directamente de mí la reparten viralmente y la cosa se riega. Avísame, pues, si ése es tu deseo.
Estoy seguro, por otra parte, de que en tu pensamiento y análisis hay mucho más que lo que expusiste, pero mis comentarios se limitaron a concentrarse sobre esto último: lo que dijiste y cómo lo dijiste. Tomé notas. No estoy, pues, interpretando tu análisis y tampoco distorsionándolo; estoy comentando exactamente lo que te escuché, dicho por ti con énfasis y vehemencia suficientes como para que se entendiera con toda claridad. Para que hubiera habido distorsión habría tenido que reportar cosas distintas de las que dijiste, y esto no lo he hecho; cada una de las afirmaciones comentadas por mí las dijiste tú. En cuanto a las limitaciones de tiempo, tú conoces bien las reglas de la Peña de Ugueto: dos horas en total para toda ella, de las que ustedes, López y tú, ocuparon una hora y cuarenta minutos. Si hubo limitación temporal fue para quienes hubiéramos querido debatir lo que oímos; en cuanto el anfitrión indicó que las intervenciones posteriores sólo serían para hacerle preguntas a López, pedí me retirara de la lista en la que me había anotado, pues no era mi intención preguntarle nada. Según se nos explicó, no podríamos debatir sobre lo escuchado hasta, quizás, el próximo 19 de octubre, siempre y cuando no se atraviese una sesión diferente que está en preparación, lo que rodaría todo hasta tres semanas después. Las fallas técnicas y logísticas las tengo por poco importantes, aunque sí me parece significativo que el origen de la sesión y su coordinación vinieran, como anunció Montero, desde la Alcaldía de Chacao; tenía entendido que López ya no es alcalde de ese municipio. No veo qué razón justifica que un funcionario del mismo, que además se hizo presente en la exposición, deba promover disertaciones de López sobre cuestiones extrañas a los asuntos municipales. ¿Peculado de uso?
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En tu reacción a lo que expuse, se expresa una preocupación por haber sido descrito como encuestólogo y exhibes tus títulos de politólogo de pregrado y postgrado. También usé los términos «trabajador de la opinión pública» y «asesor»; creo que son las ocupaciones a las que te has dedicado últimamente. De hecho, en tu exposición del lunes también emergió esta preocupación: sin que nadie te lo preguntara o te cuestionara en absoluto, quisiste decir: «No les está hablando un académico; yo he interactuado mucho con los partidos; he trabajado mucho con COPEI; asesoré a Petkoff en 2006 y le bajé quince puntos a su rechazo, que era lo único que se podía hacer; yo hice mi trabajo. Yo sé de lo que estoy hablando. No es un académico el que les habla». Es decir, te preocupaste mucho por establecer lo que pueda ser tu autoridad en estas cosas lo que, por otro lado, no creo fuera tema pertinente a esa sesión de la Peña. Como debes saber, la autoridad de alguien no convierte automáticamente lo que diga en verdadero, como tampoco el hecho de que alguien sea un contrabandista hace falsa por ese mismo hecho ninguna de sus posibles afirmaciones. La ciencia de la lógica conoce estas cosas, precisamente, como la falacia de autoridad y la falacia ad hominem, y las tiene por modos inválidos de razonar. Dejaré sin comentar tu analogía con Immanuel Kant y la pretensión de que no he comprendido bien lo que expusiste. Te oímos todos y hablaste muy claramente, así que, si no se te entendió bien, revisa tu propio discurso y su delivery. Digo, por aquello del locus externo (muy de moda) como explicación conveniente de errores propios.
El orden que escogiste para reaccionar, distinto del que empleé, es en sí mismo sintomático; de nuevo es el tema de la posición de Petkoff ante la discusión sobre la tarjeta única lo que parece desvelarte. Reitero, y puedo haber leído mal yo mismo, que creo que Petkoff no ha rechazado la tarjeta única, ni ha declarado, como pones, bizantina su propuesta. Lo que ha calificado de bizantino es la discusión acerca de la tarjeta única antes de que existan candidaturas únicas. Es decir, él estima que hay cosas previas que tienen que ser dilucidadas; si hubiera estado hablando en una asamblea habría pedido la palabra anunciando: «Punto previo». Por lo demás, su postura es una opinión más, igual a la tuya o la mía, y tiene todo el derecho de decir que considera el asunto, esto es, la discusión, como bizantina. (DRAE: 3. adj. Dicho de una discusión: Baldía, intempestiva o demasiado sutil). El sentido que emplea es el de algo intempestivo. (DRAE: 1. adj. Que es o está fuera de tiempo y sazón).
¿Es esto una prohibición de discutir la cosa? ¿Tiene Petkoff tal poder que su declaración de que algo es intempestivo interrumpe cualquier ventilación del tema? No lo creo, y por esto me pareció que sacabas el asunto fuera de proporciones; en tres ocasiones preguntaste, de manera efectista (DRAE: 1. adj. Que busca ante todo producir fuerte efecto o impresión en el ánimo) y en tono indignado: «¿Por qué no se puede discutir esto públicamente?» Nadie te lo impide; nadie se los impide, y al reiterar el punto repetidamente dabas a entender que alguien atentaba contra el democrático derecho a la libre opinión de diligentes y meritorios opositores.
Aclaro, por cierto, que no está en mi ánimo o interés defender a Petkoff; ya él es un hombre crecido, y sabe defenderse muy bien. Lo que sí creo es que has escogido centrar tu reclamo en su opinión al respecto, lo que sazonaste con el no tan velado ataque a su persona política, al hacer referencia a tu presunto logro profesional de «bajarle quince puntos a su rechazo». En vez de argumentar, si es que quieres disentir de su opinión, a favor de la oportunidad de la discusión que él estima bizantina, intempestiva, inoportuna, fuera de tiempo y sazón, optaste por quejarte de que él, por sí solo, impedía la discusión del punto.
Veo que concurrimos en un asunto distinto, aunque relacionado: la conveniencia de contar con un espacio adecuado al debate importante, sean éstos los «temas de coyuntura» que sugieres u otros más profundos aún, menos coyunturales. Tanto es que coincidimos que en mi Carta #351—redactada en ignorancia de que López y tú, a petición de un funcionario de la Alcaldía de Chacao, expondrían en la Peña—toco justamente ese tema. (La copio abajo para tu conocimiento). Y no es la primera vez que lo hago; el 7 de mayo de 1985 (hace más de veinticuatro años) ya especificaba la siguiente idea en el esbozo de una nueva organización política: «Una función organizadora del debate político, que le prescriba un formato o método científico: La Sociedad Política de Venezuela deberá instrumentar el ambiente necesario para dar alojamiento a la invención política y para que las proposiciones que por ella surjan puedan ser adoptadas luego del más estricto análisis y la consulta más amplia posible… Para esto se instrumentará una normativa que permita la comparación crítica de proposiciones alternas o competidoras y que asegure un máximo de objetividad política”.
………
Respecto de la agenda social vs. la agenda política (así fue como lo expusiste), no veo en cuál punto de mi artículo niego la importancia política de la acción «social» del gobierno; dirige, pues, a alguien más esta afirmación: «Negar esto hoy en día es resistirse a creer que el planeta tierra no es cuadrado». No se me aplica. Lo que escribí estuvo referido exclusivamente a tu planteamiento, a la forma en que introdujiste la cosa, que bastante simplista me pareció. De nuevo, no hago hipótesis acerca de qué otras cosas puedas pensar sobre el complejo tema; me atengo, simplemente, a lo que expusiste, y esto ya lo referí y comenté en mi carta. Dije, en síntesis, que el fenómeno del apoyo a Chávez es bastante más complejo que la satisfacción con unas misiones gubernamentales y que, curiosamente, luego de que hubieras postulado que ésa era la razón fundamental del fracaso de una oposición que se concentraría en una agenda política, ella había desaparecido de tu juicio sobre los resultados del referéndum de 2004. Apunté, además, que el gobierno tenía, muy especial y explícitamente, una clara agenda política. Añado ahora que ella era claramente visible bastante antes de noviembre de 2004, cuando se expuso en reunión de gobernadores y alcaldes oficialistas electos el 30 de octubre de ese año. También pareció desprenderse de tu manera de exponer—no necesariamente de lo que sea tu comprensión—que hasta entonces la agenda política de Chávez era desconocida. Mucho antes de los apuntes de Martha Harnecker se conocía la orientación marxista y militarista de Chávez, contraria a la libre empresa, antagónica de la Iglesia y la educación privada (Decreto 1.011, 18 de diciembre de 2000); la fritanga de cabezas adecas y copeyanas la había anunciado en la campaña de 1998, y dos años después anticipaba que gobernaría hasta el 2021; sus primeras agresiones a los medios se manifiestan en 2001 (cerco de Lina Ron a El Nacional siguiendo pauta de un Aló Presidente) y en diciembre de 2002 las huestes chavistas arremetieron contra un buen número de televisoras y estaciones de radio en ataque coordinado de una sola noche; en 1999, en carta temprana (abril) a la Corte Suprema de Justicia declaró abiertamente su concepto autoritario, en línea final que postulaba «el Principio de la exclusividad presidencial en la conducción del Estado». Etcétera. Quienquiera que hubiera necesitado la lección en Fuerte Tiuna de noviembre de 2004 para enterarse de la agenda política de Chávez no venía poniendo mucha atención a las advertencias de Alberto Garrido o los consejos de Norberto Ceresole, que hablaron mucho antes que Harnecker.
Tampoco se encuentra en mi artículo absolución alguna de los partidos que hacen oposición formal en Venezuela; soy crítico de ellos, y bastante antes que tú; de modo explícito (por escrito) desde febrero de 1985 (hace más de veinticuatro años) aunque, por supuesto, según razones bastante diferentes de las tuyas («por sus errores» y el «salto al vacío» del referéndum revocatorio de 2004). De hecho, con ocasión de comentar una primera vez alguna presentación tuya en casa de Ugueto—lo que me reclamaste en su momento, sin que pudieras luego ofrecer un motivo concreto de queja—fui muy claro. Te refresco:
Briceño y Magdaleno, luego de expresar su convicción de que la inminente consulta ofrece una oportunidad para «reposicionar» a la oposición, argumentaron que era de la suprema importancia la elección de quienes debieran hacer ostensiblemente frente—fronting—al proyecto de enmienda. Hablaron de una disyuntiva—falsa, a mi manera de ver—entre estudiantes y líderes convencionales, dando a entender que no había otras voces posibles. (En intento pedagógico hablaron, debe reconocerse, de encontrar los «badueles» o «marisabeles» de 2009). Esto es, la recomendación de Briceño y Magdaleno es la de constituir un coro de tres voces: la de aquellos que aún no están listos (estudiantes), la de los rechazados (líderes convencionales), la de los saltadores de talanquera («badueles» y «marisabeles»). ¿Es que no hay otras voces en Venezuela? Llama la atención que, después de haber expuesto que la participación de los electores no alineados—el estudio combinado mide su tamaño a la par de quienes apoyan a Chávez y mayor que el de sus opositores, como lo han hecho desde hace al menos seis años todas las encuestadoras, en proporciones cambiantes que oscilan entre 35% y 50%—sería decisiva, que no se saque la conclusión obvia. Antes que «badueles» o «marisabeles», urge conseguir voces no alineadas, con discurso no alineado y argumentos no alineados para asestar el golpe definitivo a las pretensiones continuistas de Hugo Chávez.» (Carta Semanal #316 de doctorpolítico, 22 de enero de 2009).
Añado, como otra muestra, un botón más. El 8 de diciembre de 2005 escribía:
Igualmente, por supuesto, se requerirá la emergencia de organizaciones políticas con un «código genético» bastante diferente de las actuales. Los partidos que se niegan a desaparecer, renuentes a la regeneración, refractarios contumaces, negados a la metamorfosis, se quejan de que una cierta «antipolítica» sería la culpable de la neoplasia política que hoy nos domina. Que la «sociedad civil» ha pretendido, erradamente, suplantarles, que serían instituciones insustituibles. La verdad es que no puede haber política sin organización, pero ciertamente ya no sirven los modelos arcaicos, ni siquiera cuando son replicados en moldes que se presentan como odres nuevos. (Carta Semanal #167).
De modo, pues, que haberme referido críticamente a tu presentación del pasado lunes no es, en modo alguno, una opción a favor de los partidos que, sumados, concitan sólo 10% de las preferencias públicas.
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Es astuto intento el recurso que haces de formularme una buena cantidad de preguntas, con el efecto retórico de sugerir que las contestaría todas negativamente. Se parece a la tramposa y famosa pregunta: «¿Ha dejado usted de pegarle a su mujer?», que contestada afirmativa o negativamente admitiría la premisa acusatoria. Enumero las que has planteado:
«¿Qué clase de debate es ese al que se ingresa descalificando a una de las opciones posibles?; ¿o es que crees que Teodoro ha sido, en este tema, un interlocutor meticulosamente respetuoso de las diferentes opciones estratégicas disponibles?»; «¿crees que, por ejemplo, la oposición ha volcado sus esfuerzos a diseñar y proponer un sistema de protección social de avanzada?; ¿percibes como agotada y resuelta la necesidad de alterar la ecuación Estado-petróleo-pueblo en Venezuela?; ¿crees agotado y resuelto el debate alrededor de las propuestas de democratización de la renta petrolera (como la propuesta del Fondo de Regalías Petroleras que ha puesto sobre la mesa La Causa R)?; ¿ves, acaso, algún consenso mínimo en esta materia?; ¿o más aún, puede decirse, en este caso, que se ha dado un auténtico debate público de envergadura?; ¿crees que hay una propuesta novedosa y atractiva en materia de salud, para enfrentar el drama de los hospitales públicos del país y la deficiente atención de la red de atención primaria, que el gobierno ha intentado revitalizar con ‘Barrio Adentro’, infructuosamente desde la perspectiva de la calidad del servicio?; ¿ha desarrollado y comunicado públicamente la oposición una propuesta seria para mejorar ‘agresivamente’ el acceso y la calidad de la educación venezolana?»; «¿Te das por satisfecho con lo que la oposición ha hecho en estas materias o crees que es hora de un examen profundo y desapasionado, que tome distancia de los afectos políticos, y que reconozca que se han invertido más horas, en los partidos de oposición, en designar candidaturas para elecciones que en proponerle cosas serias al país?»; «no crees que la lucha por las libertades consustanciales a la democracia ha podido ser acompañada, profundizada y más eficazmente justificada para los estratos bajos haciendo esfuerzos por plantearles propuestas en la agenda social, e incluso, impulsando reivindicaciones en este terreno?; ¿o no ves, acaso, el impacto de las actuales luchas sindicales en la reconfiguración de la correlación de fuerzas políticas y sociales en Guayana?»
Ninguna de esas preguntas es pertinente a nuestra discusión: qué fue exactamente lo que dijiste el lunes pasado y cuál opinión me mereció. El intento de desplazar mi atención hacia tan numerosos temas no va a funcionarte.
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Tampoco me he escandalizado en lo más mínimo porque hayas hablado de «nosotros» al exponer que «apartando el dos de diciembre de 2007, nunca hemos sido mayoría», ni siquiera porque ahora confieses que esta construcción no era otra cosa que el «viejo recurso para generar rapport». Aunque visto así, entonces se trata de una manipulación de la audiencia, que es cosa contra mi natura. Creo que el político, o el politólogo que habla de política deben respetar a quienes los oyen diciendo exactamente lo que piensan y prescindir de trucos intencionales para provocar empatía. Había tomado literalmente tus palabras y las tuve por un signo más de equivocación conceptual y estratégica. Esto dije: «He allí la falla de origen de la inmensa mayoría de los planteamientos políticos distintos del chavismo: que sólo atinan a definirse como antichavistas. Desaparecido Chávez, dejarían también, entonces, de tener sentido sus existencias. Ésa es la misma falla de origen de la iniciativa que acá se discute». Creo que te leí bien; creo que tú piensas desde la perspectiva de la oposición a Chávez; nunca te he oído formulaciones diferentes y, naturalmente, tienes todo el derecho de pensar así. Habiendo leído la defensa que opones ahora a mi apreciación, entiendo que lo que dices puede depender de quiénes te escuchan, y en este caso admites que habrías estado «toreando para los tendidos», como más de un torero que ha sido criticado por aficionados que se sientan al sol.
Pero disiento de tu estimación que considera a eso un «asunto menor». Por lo contrario, creo que se trata de un punto central de la necesidad política de la hora, tal vez el más importante de todos. Y tampoco creo esto desde hace quince días. Ya en 1999 dije a la Peña de Ugueto que la superación de Chávez no vendría por oposición sino por superposición. Así lo recordaba en mi Carta #100 (19 de agosto de 2004, cuatro días después del infructuoso referéndum revocatorio):
Pero también decíamos en 1999 que esa contención no sería suficiente, y que más que una oposición habría que ejecutar una superposición, una elaboración discursiva desde un nivel superior de lenguaje político, que flotara sobre sus agendas [las de Chávez], sobre su nomenclatura, sobre sus concepciones, sobre los terrenos que siempre escogió astutamente para la batalla y a los que llevó, casi sin esfuerzo, a un generalato opositor incompetente, y que pudiera, esa interpretación alterna, ese discurso fresco, ser convincente para el Pueblo. Este discurso es perfectamente posible. Ese discurso existe, y entre él y unos Electores hambrientos de liderazgo eficaz, sólo hay que interponer los medios que hasta ahora sólo han estado disponibles para actores ineficaces.
Por esto viene ahora una nueva etapa, preñada de posibilidades, más aprendida. Venezuela, herida, desconcertada, desilusionada y nihilista, tiene que recuperarse de la desazón y el fracaso. Y al cabo de un tiempo más bien corto, encontrará el camino correcto y verá sus tribulaciones de ahora como el principio de su metamorfosis creadora. No nos avergonzamos de nuestras tribulaciones, decía San Pablo, porque a la postre transmutan en esperanza, y no nos avergonzamos de nuestra esperanza.
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Por último, veo que has prescindido de un todo de comentar mi evaluación de lo dicho por López. Supongo que concurres enteramente con él, puesto que eres su asesor, en todo lo que explicó de su «movimiento social» (que tú llamaste «organización social»), y que tu silencio al respecto obedece a que crees que sería él quien está llamado a defender su planteamiento. Pero no quiero olvidar que insertaste otras preguntas, las finales, con aparente duda. Éstas fueron: «¿Piensas, aún así, que mi análisis es una caricatura reduccionista de la realidad, tal y como la dibujaste en tu ‘carta’? ¿Será, amigo, que abrimos un espacio para que veas la presentación, comprendas el análisis de fondo y lo asimiles con más calma?; ¿será que mi análisis exige ‘oídos más atentos’?; ¿será que merece más respeto…?»
Cuando quieras me presentas lo que supones cambiará mi evaluación. El Viernes de Concilio de este año fui a tu casa a visitarte y conversar contigo de política. Esta vez pudieras venir tú a la mía, que te recibirá con un amistoso café.
Saludos para ti
Luis Enrique Alcalá
P. S. Después de comenzar esta contestación supe que habías enviado la correspondencia que me dirigiste a Luis Ugueto, expresando tu interés en que la distribuyera a discreción. Entonces hice lo propio con mi Carta #352. Ahora le remitiré esta contestación. Te dejo con mi Carta #351, que te ofrecí al comienzo porque trata el punto de un espacio para el debate. LEA
……………..
(Nota: acá no se incluye la Carta #351, que usted ha debido recibir la semana pasada).
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