Beluga es un nombre familiar a los gourmets amantes del caviar, pues designa al esturión europeo, cuyas huevas constituyen la delicia más cara del mundo: 5.000 dólares el kilo en el mercado estadounidense. Al tema de hoy, sin embargo, la connotación que importa es la de un grupo naviero con sede en Bremen, ciudad hanseática alemana. Dos cargueros pesados del Grupo Beluga—el Fraternidad y el Previsión—completaron el 23 del pasado mes de septiembre una travesía comercial desde Ulsan, Corea del Sur, hasta Rotterdam, el señero puerto holandés. Pero los buques no siguieron esta vez la ruta convencional, que lleva del Pacífico al Atlántico por el paso del Canal de Suez; ahorrándose 4.000 millas náuticas (7.400 kilómetros) llegaron a su destino por la Ruta Marítima del Norte, o Paso Noreste. Es decir, bordeando el Océano Ártico a todo lo largo de la inmensa costa norteña de Rusia.
Nadie antes había atravesado el Paso Noreste para fines comerciales. Ese sendero extremo había estado cerrado a la navegación durante la mayor parte de cada año por el hielo. (Sólo seis puertos de la gélida costa rusa están abiertos todo el año). Los viajes por la Ruta del Norte siempre habían requerido el arduo servicio de los rompehielos, últimamente nucleares. En esta ocasión, sin embargo, actuaron únicamente como escolta en algunos tramos del recorrido; el Paso Noreste, que fue completado muy pocas veces antes—la primera vez en 1878 y una vez llamativa por un crucero alemán a comienzos de la Segunda Guerra Mundial para escapar de la persecución inglesa—es ahora transitable.
El secreto de esta travesía no era náutico, sino climático. El calentamiento global la hizo posible. Cada buque del grupo de Bremen ahorró 300.000 dólares en el relativamente más cálido océano, lo que de repente hace al Paso Noreste extraordinariamente atractivo desde el punto de vista económico. Ya el gobierno ruso se prepara para beneficiarse de la explotación de la ruta, aligerando las autorizaciones burocráticas y abaratando el alquiler de sus modernos rompehielos. Las gigantescas reservas árticas de Rusia en petróleo, gas y otros recursos naturales, esperaban por una forma práctica de transporte.
Que no se diga, pues, que calentar al planeta más de la cuenta carece de ventajas.
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El problema, sin embargo, es que el calentamiento global puede cambiar súbitamente todo. Un deshielo polar masivo, nada improbable a las tasas actuales de calentamiento, elevaría el nivel de los mares y desataría una descomunal inundación de las ciudades costeras. Los navegantes del Paso Noreste no conseguirían puertos para atracar.
Un fenómeno de magnitud tan impensable, pues, no ocurrirá gradualmente. Si algo tiene la capacidad de cambiar abrupta y repentinamente es un sistema complejo, y el clima de la tierra es ciertamente uno de esa clase. Ya ha ocurrido antes. Lo que fueron praderas se convirtió bruscamente en tundras durante las glaciaciones, de las que la tierra ha conocido varias. La dinámica de la complejidad incluye bifurcaciones, puntos críticos, tipping points a partir de los cuales la adición de algo minúsculo desencadena una transformación desproporcionada.
El concepto que corresponde a este tipo de fenómenos es perfecta y antiguamente conocido, y más de una figura del habla lo expresa. La gota que derrama el vaso o la última paja que quiebra el espinazo del camello. La dialéctica del materialismo marxista incluye la conversión del cambio cuantitativo en cambio cualitativo, y la moderna teoría del caos ha generado la metáfora del aleteo de una mariposa que desata un temporal. La precipitación es un proceso físico-químico que ha servido de parábola, incluso, para ilustrar lo que puede pasar en política:
En química, puede uno disolver más y más sólidos en una mezcla hasta que se alcanza el estado de saturación. Un solo cristal adicional puede entonces precipitar a todos los sólidos fuera de la solución. La historia reciente muestra que los eventos pueden ser precipitados en una forma análoga en sociedades en las que se acumulan demasiadas tensiones. Lo que se requiere entonces es sólo un catalizador. En Portugal puede haber sido un libro publicado por un general. En Irán, que también tenía un ejército fuerte y una implacable organización de seguridad interna, fue la voz de Khomeini, oída directamente (como del cielo) en cassettes de audio. En Polonia, el Papa, durante su reciente visita, pudo haber desencadenado casi cualquier conjunto de eventos según su escogencia”. (Bohdan Hawrylyshyn, Road Maps to the Future, Pergamon Press, 1980).
Pero la búsqueda humana de la estabilidad y el equilibrio prefiere una comprensión gradualista de las cosas. Son mayoría quienes acumulan, con mayor o menor habilidad, argumentos y teorías—muchos de los neoconservadores sobre el tema del calentamiento global, por ejemplo—que razonan persuasivamente para proponer que aquí no va a pasar nada grave. Es una estrategia muy peligrosa. Nassim Nicholas Taleb advierte:
Más allá de nuestras distorsiones de percepción, hay un problema con la lógica misma. ¿Cómo puede alguien que no tiene la menor idea ser capaz, sin embargo, de sostener un conjunto de puntos de vista perfectamente razonable y coherente, que se adapta a las observaciones y se rige por toda regla lógica? Considérese que dos personas pueden sostener creencias incompatibles a partir de exactamente los mismos datos. ¿Significa esto que que existen posibles familias de explicaciones y que cada una de ellas puede ser igualmente sólida y perfecta? Por supuesto que no. Uno puede tener un millón de formas para explicar las cosas, pero la explicación verdadera es única, esté o no esté a nuestro alcance… En argumento famoso, el lógico W. V. Quine mostró, en efecto, que existen familias de interpretaciones y teorías lógicamente consistentes que pueden corresponder a una serie dada de hechos. Ese hallazgo debiera advertirnos que la mera ausencia de sinsentido puede no ser suficiente para hacer a algo verdadero. (The Black Swan: The Impact of the Highly Improbable, Random House, 2007).
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¿Hay nuevos datos sobre el problema del calentamiento global? En la edición del pasado 24 de septiembre de la revista Nature, escribe Johan Rockstrom, Director Ejecutivo del Instituto Ambiental de Estocolmo, acerca de nueve límites que, transgredidos por la actividad humana, pudieran causar verdaderos cataclismos ambientales. Uno de ellos es el de la concentración de carbono atmosférico. Rockstrom y sus colaboradores estiman que el límite seguro es de 350 partes por millón; por debajo de esta proporción la tierra debiera poder continuar en el “verano prolongado”—término empleado por los climatólogos para referirse al Holoceno, nuestro período geológico—que permitió la expansión de la humanidad desde unos pocos millones de miembros al comienzo del período (hace 10.000 años), mediante la estabilidad climática que sucedió a la última glaciación, hasta los 6.791 millones estimados por la Oficina del Censo de los Estados Unidos para el mismísimo día de hoy, 15 de octubre de 2009.
La concentración de carbono en la atmósfera terrestre era de unas 280 partes por millón al inicio de la Revolución Industrial; en la actualidad el índice va por 387 partes por millón, en exceso del límite propuesto por Rockstrom, y sigue en aumento. El límite de Rockstrom predice que por debajo de él la temperatura global no rebasaría un incremento de 2º C sobre la prevaleciente antes de la industrialización, pero que superarlo prolongadamente aumenta grandemente el riesgo de un cambio climático irreversible. En esta materia, así como en lo tocante al ciclo del nitrógeno y la pérdida de especies biológicas, Rockstrom estima que la humanidad ya se las ha arreglado para traspasar los umbrales de seguridad.
El estudio publicado por Nature tiene la ventaja de ofrecer guías para la toma de decisiones planetarias y nacionales de altísimo nivel. Éstas, por otra parte, se complican con el paso de los días, o el de los nacimientos. Si hoy somos 6.791 millones de habitantes del planeta, se estima que a la vuelta de cuarenta años más habremos alcanzado la pasmosa cifra de 9.000 millones, y eso suponiendo que el crecimiento poblacional se desacelere significativamente en los países en vías de desarrollo. Y ya 1.000 millones de los habitantes actuales padecen malnutrición crónica o hambruna pura y simple. El fantasma de Thomas Malthus ha reaparecido. (“El poder de la población es indefinidamente mayor que el poder de la tierra de producir subsistencia para el hombre. La población, cuando no se controla, aumenta en una razón geométrica. La subsistencia sólo aumenta en proporción aritmética. Una ligera familiaridad con los números mostrará la inmensidad del primer poder en comparación con el segundo”. An Essay on the Principle of Population, 1798).
La Universidad de Columbia administra el Programa de Agricultura Tropical y Ambiente Rural; allí su director, Pedro Sánchez, estima que sólo para mantener igual aquel número de desnutridos hasta 2050 se requeriría deforestar 900 millones de hectáreas adicionales para dedicarlas a la producción agrícola. No es una meta que parece asequible según el juicio de los expertos, que admiten la posibilidad de añadir no más de 100 millones de hectáreas a los actuales 4.300 millones de hectáreas bajo cultivo agrícola.
Pero la agricultura, por más natural y benigna que parezca, es de suyo la actividad del hombre que causa más impacto ecológico. Ella sola es responsable de una tercera parte de las emisiones de gases de invernadero—por la deforestación, por el metano producido por las deyecciones del ganado y los cultivos de arroz, por el óxido nitroso derivado de los fertilizantes—y consume al menos 85% de los recursos hídricos que hoy usamos en época de disminución de acuíferos.
Cuando un ganador verdaderamente meritorio del Premio Nóbel de la Paz (Norman Borlaug, el padre de la “Revolución Verde”) recibió su galardón en 1970, dijo en su discurso de aceptación: “No puede haber progreso permanente en la batalla contra el hambre hasta que las agencias que luchan por aumentar la producción de alimentos y las que luchan por el control de la población se unan en un esfuerzo común… El hombre está usando sus poderes para aumentar la tasa y el volumen de la producción de alimentos. Pero todavía no está usando adecuadamente su potencial para disminuir la tasa de reproducción humana. El resultado es que la tasa del aumento de población excede la tasa de incremento de la producción de alimentos en ciertas áreas”. Puro Malthus.
luis enrique ALCALÁ
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