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Quince días de intensa actividad, a partir del próximo 7 de diciembre, aguardan a la comunidad internacional, que se reunirá en Copenhague para decidir un instrumento de compromiso planetario que suceda al Protocolo de Kyoto, cuya vigencia expira en 2012. Se trata del COP 15, la décimo quinta Conferencia de las Partes (Conference Of the Parties) bajo la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Esta asamblea es la mayor autoridad creada por esa convención (Kyoto), y consiste en los ministros del ambiente de los países signatarios, que deben reunirse anualmente para el seguimiento y desarrollo del acuerdo.

A ella se llega con aprensión y un buen grado de escepticismo. Estas actitudes acaban de hacer erupción en Barcelona, España, después que 55 países africanos exigieran la suspensión de ulteriores negociaciones bajo el Protocolo de Kyoto hasta que los países ricos evidencien progreso sustancial en la reducción de sus emisiones de gases de invernadero. Todos los demás bloques de países en desarrollo ofrecieron su apoyo a África. Bruno Sekoli, quien preside el grupo LDC (Least Developed Countries), declaró: “En estos instantes, África y los africanos mueren mientras aquellos que son históricamente responsables no actúan”. Los países africanos manifestaron estar preparados para provocar una crisis de gran magnitud en las Naciones Unidas, si los Estados Unidos y otros países ricos no se comprometen a reducciones mayores y urgentes de sus emisiones.

Los Estados Unidos, desplazados al segundo lugar de culpabilidad actual por el nuevo líder contaminante, China, han expresado, por boca de su Presidente y su Secretaria de Estado, que hablan en serio cuando dicen que moderarán significativamente sus emisiones. Habrá que ver hasta donde hay seriedad en el asunto cuando se sienten en la mesa de Copenhague.

El tercer país contaminante del mundo, Rusia, no se ha mostrado, en cambio, muy convencido de la relación entre emisiones y calentamiento global. En junio de este año, Dmitri Medvedev anunció las metas de la emisión rusa a unos niveles que representarían un incremento de 30% sobre los niveles actuales para 2020. En las rondas preliminares de la reunión en Dinamarca, el jefe de la delegación rusa, Mikhail Zelikhanov, dijo muy campante que “círculos científicos en Rusia y otras partes no tienen una opinión unificada acerca de las causas del calentamiento global”. Sergei Mironov, Presidente de  la Cámara Baja del Parlamento de Rusia, sostuvo en 2007, en una conferencia en San Petersburgo sobre cambio climático, que más bien había ¡un enfriamiento global! La evidencia que aportó: las pinturas de los maestros holandeses del siglo XVI, que muestran paisajes de colores cálidos, lo que sugiere que las temperaturas eran entonces mayores.

Hace tiempo que Rusia, luego del deceso de la era soviética, no se interesa mucho en el destino de los países africanos o, en general, de los países menos desarrollados. Pero en momentos cuando los Estados Unidos, China, India y Brasil parecen alinearse con una acción más afirmativa en este asunto, Rusia pudiera quedar aislada como el malo de la película. Tendría a todo un continente en contra.

Una llamada de Hugo a su compinche Vladimir pudiera ayudar bastante.

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