6_02LEA, por favor

El año de 1998 fue indudablemente portentoso para los venezolanos, pues fue aquél en el que Hugo Chávez fuera elegido por vez primera como Presidente de los venezolanos. Causas profundas y longevas—la insuficiencia política de los actores convencionales—, así como una incomprensible secuencia de errores más cercanos a la fecha electoral, dieron el triunfo a quien un año antes de la votación no pasaba de 8% de intención de voto a su favor.

Para la época, Hans Neumann, antiguo jefe y amigo desde hacía treinta años, había adquirido el control de El Diario de Caracas, y no me fue difícil colarme en la nómina de articulistas. (Ya antes, bajo las direcciones de Ricardo Ball, Joaquín Marta Sosa y Diego Urbaneja, había enviado allí unos pocos artículos, como siempre sobre tema político).

La Ficha Semanal #267 de doctorpolítico reproduce un artículo del 11 de noviembre de aquel año electoral, el que, como él mismo explica, se sugirió solo a partir de una entrevista radial que me hiciera Marta Colomina desde Unión Radio, casa que también fuera mía entre 1994 y 1996, cuando conducía el programa dominical Argumento.

Las elecciones de ese año ya lejano—en diciembre próximo se cumplirán once años de la elección (el artículo los cumplirá mañana)—fueron nutridas en cuanto a número de candidatos, entre ellos el propio Hugo Chávez, Irene Sáez, Henrique Salas Roemer, Claudio Fermín, Radamés Muñoz León, Miguel Rodríguez, Alfredo Ramos y Luis Alfaro Ucero, que se quedó en el camino una vez que su partido, Acción Democrática, hiciera a última hora lo impensable: defenestrar a quien era la destilación más acabada del modo de ser adeco, para ofrecer apoyo—el beso de la muerte—a Salas Roemer. (Alfaro continuó apoyado por los partidos ORA y URD y obtuvo, finalmente, 30.000 votos).

También estuvieron llenas de insólitas decisiones políticas. Por ejemplo, el Congreso de la República aprobó en diciembre de 1997 una reforma a la ya derogada Ley Orgánica del Sufragio, y en esta ocasión estaba previsto que las elecciones de gobernadores se hicieran junto con las de Presidente de la República. Ya avanzado el año 1998, los partidos hasta entonces dominantes—AD y COPEI—se percataron del peligro electoral de Hugo Chávez y decidieron volver a reformar la ley para separar ambas elecciones, con la esperanza de obtener entrambos una mayoría de gobernadores y así construir un cerco de autoridades regionales al Ejecutivo Nacional. Alfaro Ucero, que con todo lo que pueda criticársele siempre fue un hombre serio, dijo que ese viraje de 180 grados ocurriría “sobre su cadáver”. No pudo detener la burda maniobra, y Acción Democrática lo redujo a la condición figurada de cadáver político. Desapareció del mapa, pero los electores asistieron al teatro y se percataron de la tracalería, aumentando su propensión a votar por Chávez.

Por lo que respecta al oponente de éste en 1998, Henrique Salas Roemer, mantuvo una postura contraria a la realización de una constituyente, en momentos cuando la mayoría del electorado quería una. El candidato conservador declaró que la constituyente era «un engaño y una cobardía». Cerca de dos mil millones de bolívares de 1998—unos tres millones y medio de dólares—, según dato que me ofreciera la Dra. Colomina, fueron gastados (causados) por una tal asociación civil «La Gente es el Cambio», en profusas cuñas televisadas en blanco y negro que aseguraban que la constituyente era una horrible idea. Se trataba de la puesta en práctica de una prescripción adelantada, el 24 de junio de 1998, por un destacado empresario venezolano: «Lo que hay que hacer es una campaña inteligente, profunda y con mucho real para parar a Chávez». El mucho real lo hubo, pero la campaña misma fue un clásico tiro por la culata. En cuanto el habitante más lerdo de las barriadas escuchó la centésima séptima cuña, repetida en prime time por todos los canales de televisión, ha debido darse cuenta de que «La Gente es el Cambio» era la gente con mucho real, y rechazaría su propuesta aniconstituyente. Al año siguiente, una de las personas directivas de «La Gente es el Cambio» intentó postularse a la constituyente que había combatido con tanto denuedo. Proyecto Venezuela, liderado por Salas Roemer, apoyaría también candidatos a la constituyente que tuvo antes por «engaño y cobardía».

LEA

Ejercicio de Elector

Hace unos días, tuve el privilegio de conversar con la doctora Marta Colomina en el programa que tiene por las mañanas en 1.090 KHz. Una o un oyente tuvo la amabilidad de interesarse en saber con cuál de los candidatos presidenciales estaba yo. Contesté que estaba como el profesor Jesús Sanoja Hernández, quien hace poco escribió en la prensa que lo había sorprendido el mes de octubre sin candidato.

A partir de esa pregunta se me ocurrió hacer un ejercicio. Consistió en considerar una serie de polarizaciones imaginables, y preguntarme por cuál de los dos candidatos de cada polarización considerada votaría. Lo que sigue es el resultado de pensar en las parejas de candidatos que consideré. No pensé en todas, por supuesto. Habría tenido que considerar más de un centenar de combinaciones. Cada pareja considerada tiene sus nombres ordenados alfabéticamente.

1. Chávez Frías – Salas Römer:

Votaría a regañadientes por Salas Römer. Mi principal problema con este último candidato es que no conozco, para empezar, su programa. Salas ha dicho que presentará su programa en noviembre—a última hora—porque considera “una irresponsabilidad” explicarlo en este momento. El otro día asistí a la segunda mitad de una conferencia en la que el expositor argumentaba que Salas sí tenía programa, pero que si lo presentaba perdía las elecciones, porque no sería tan reivindicativo como el de Chávez. El hecho es que no lo ha presentado y en este sentido repite lo que hasta ahora ha sido la regla de la política venezolana más reciente: que la legitimidad se establece sin que los Electores sepamos con alguna claridad qué harían los candidatos desde la Presidencia de la República.

Hasta ahora sabemos que buscará «la descentralización, la despartidización y la desmarginalización», y que ha declarado no estar muy seguro de cuál es el nuevo modelo político del que Venezuela, a su juicio, estaría muy necesitada. (3 de diciembre de 1997). Sabemos también que monta un caballo llamado Frijolito y que no promete freír adecos y copeyanos pero está orgulloso de haber “acabado con los partidos” en Carabobo.

Pero votaría por él sin dudarlo mucho si sólo quedaran Chávez y él. En estas páginas he expuesto con claridad suficiente por qué creo que Chávez sería nefasto para Venezuela. Muchos otros venezolanos han advertido también acerca de las desastrosas consecuencias de un triunfo de Chávez. Hoy quiero comentar tan sólo que Chávez es sin duda alguna un hombre muy hábil, pero es, en el fondo, una cabeza simple, simplista, sin profundidad. Quiere impresionar con citas memorizadas como si hubiera leído mucho. La verdad es que cita muy selectivamente, como a Bolívar, del que se siente mejor intérprete que la Sociedad Bolivariana o Pedro Grases. Es más, se cree la encarnación de Bolívar. Pero la verdad es que la pretendida erudición es, por una parte, en su pretencioso y pedante despliegue, en gran medida anacrónica, y por la otra, muchas veces sin real pertinencia a lo que se le pregunta o dice.

2. Alfaro Ucero – Chávez Frías:

Mil veces votaría por Alfaro antes que por Chávez. El carácter aluvional, chiriposo, oportunista y militarizado del apoyo a Chávez es mucho menos preferible que la organizada Acción Democrática, por más que ésta sea todavía una organización montada sobre viejos paradigmas políticos. En todo caso, los “paradigmas” de Chávez son aún más ancianos. El chavismo es tal cual como el paludismo, que habíamos dejado atrás como un mal pasado y ahora resurge con el deterioro acumulado. No quiero a Venezuela enferma de paluguismo.

No hay comparación posible entre la ligera y abusiva irresponsabilidad de Chávez y la seria responsabilidad de Alfaro, que dio apoyo a la transición y la seriedad de Caldera. Claro que una cierta cercanía ideológica se lo facilitaba: posiciones parecidas ante inventos tales como la venta de PDVSA y la caja de conversión, posiciones parecidas ante un dogmatismo neoliberal que ahora comienza a ser criticado universalmente. Hasta la revista Newsweek, pues, en su edición del Día de la Raza.

3. Chávez Frías – Sáez Conde:

Bueno. Votaría de nuevo contra Chávez por Sáez Conde. Gracias a Dios que muy probablemente no tendré que hacerlo. Pero hasta por Sáez votaría si la única otra posibilidad fuese Chávez. Probablemente lo haría con la tarjeta de Urbaneja, para no hacerlo por el nepótico “movimiento” IRENE o la verde tarjeta que ahora quiere desconocer Enrique Mendoza. (A mi casa llegaron cartas de este candidato a Gobernador del Estado Miranda en la que no había ni una sola mención de COPEI—ni siquiera cuando solicita en la comunicación el voto de apoyo para la Asamblea Legislativa—y un ribete azul más pálido que el de los impresos de Sáez, no el verde copeyano, bordea y enmarca la carta semipersonalizada). Prefiero la insulsez cariñosa de Sáez a la pendenciera superficialidad de Chávez.

4. Fermín – Chávez Frías:

Acá juro que no sabría. Creo que este caso sería el único en el que votaría nulo. Está claro que Fermín puede exhibir una mejor preparación de estadista que la que ni a duras penas podría pretender Chávez. No sé, sin embargo. Hay algo muy postizo en Fermín, hay nexos próximos muy indeseables, hay, con mayor urbanidad, naturalmente, la misma echonería de Chávez.

5. Chávez Frías – Rodríguez:

De nuevo, contra Chávez por Rodríguez. Ya no quiero decir nada malo adicional sobre Chávez, de modo que sobre Rodríguez diré esto: a pesar de que continúo convencido de que es lo mejor que Pérez desaparezca de una vez por todas de la escena política nacional, creo en la sinceridad de aquél cuando se distingue ideológica y programáticamente de Pérez. Creo en la honestidad intelectual de Rodríguez. Además ha presentado un programa bastante bueno, con el que yo pudiera llegar a estar, tal vez, de acuerdo.

6. Chávez Frías – Muñoz León:

Bueno, fíjense. Aquí sí he llegado a una pareja absurda, y como es absurda votaría absurdamente ¡por Chávez! Entre un golpismo subdesarrollado como el de Chávez, y un golpismo gorilista de Muñoz, el que según un ex Presidente de la República no llegó a expresarse en la práctica no porque no quiso sino porque no pudo, me quedo con el primero. Por lo menos tendríamos un populista folklórico y no un señor que dijo que él quería mandar porque había estudiado “para poner orden”. Digo no al pinochetismo, así pudiera ser menos terrible porque sea de tercera categoría.

7. Chávez Frías – Quintana:

Este otro caso—y tal vez también el de la imposible pareja de Chávez Frías y Peña Esclusa—sería otro espantoso escenario en el que votaría por Chávez. Prefiero el patriotismo pueril y trasnochado de Chávez a la servil adulación proyanqui de Quintana. Éste se complació en hacernos saber, en inexplicada  reseña y foto en colores de algún periódico nacional, que él había saludado a William Clinton como el “representante de la república imperial”. (Seguramente lo pensó en mayúsculas). Perdone, Mr. Maisto, pero no cambiaría mis siete menesterosas estrellas por la tentadora estrella cincuenta y uno de la bandera que Ud. tan dignamente sirve.

8. Alfaro Ucero – Salas Römer:

Me sorprendí a mi mismo sintiendo serenamente que votaría por Alfaro y no por Salas. Votaría por éste, creo yo, en cualquiera otra polarización. Es decir, prefiero a Salas antes que a Rodríguez, a Sáez, a Fermín, a Chávez como ya dije. Pero si tengo que escoger entre un proyecto con claros visos nepóticos, convergentoide, como el de Salas, y la posibilidad de un gobierno adeco, escojo esto último. No veo un claro dibujo de organización política en Salas. Veo a Frijolito, veo a su hijo, veo el mismo encierro en el que se convirtió Convergencia, pero no veo claro ese futuro organizativo. En cambio creo que, a pesar de todas las cosas, la historia de Acción Democrática sigue siendo significativa y en balance positiva, como lo es la de COPEI, sólo que AD tiene más probabilidades de someterse a vientos de cambio y modernización, en un ambiente bastante más democrático que el que impera en el Proyecto Venezuela como extensión del Proyecto Carabobo. Prefiero el modo adeco al de römerolandia.

Esto fue lo mejor que pude hacer con el ejercicio. Para ser totalmente honesto, debo añadir que preferiría que fuese presidente un señor equis que ni siquiera es candidato, porque creo que puede haber un mejor presidente que Alfaro Ucero. Para justificar esto tendría que exponer un programa que conviniese más a la Nación en este crucial momento de su historia, y eso llevaría, por lo menos, un artículo más.

No sé si alguna encuestadora propone un ejercicio similar a los Electores que consulta. Pero tal vez este periódico en el que amablemente reciben mis artículos, desee promover una correspondencia que solicite a los Electores su opinión acerca de las polarizaciones mencionadas y también otras que son posibles.

luis enrique ALCALÁ

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