Los números que usamos para fechar son totalmente arbitrarios. La prueba es que no es lo mismo un año juliano que uno gregoriano, uno chino que uno judío, uno musulmán que uno maya. Naturalmente, cada calendario es construido sobre bases astronómicas o planetarias: el año solar, que corresponde al tiempo en que se completa una circunvalación de la Tierra alrededor del Sol. La variación estacional que esto produce se computa con más sentido práctico—por ejemplo, para la agricultura que inicia el asentamiento de las poblaciones y la civilización—si se toma en cuenta la duración de aquel periplo, y es obvia la duración promedio de los días que percibimos en la periódica salida del sol, aun cuando es igualmente arbitraria su división en veinticuatro unidades que llamamos horas.

Así que no tiene nada de especial la numeración de una década o de un milenio. El “tercero” en que vivimos lleva ese ordinal para los cristianos, que coincidiendo con Occidente y su predominio cultural y tecnológico, económico y político, lleva a su aceptación más o menos universal. Su comienzo, por lo demás, fue marcado feamente por los atentados hiperterroristas del 11 de septiembre de 2001, como el Quinto Centenario del Descubrimiento fue señalado con la mancha de nuestro 4 de febrero de 1992, para beneplácito travieso de su protagonista principal.

En diciembre de 1984, una segunda revista Válvula publicaba el texto hasta entonces inédito de una conferencia de Don Arturo Úslar Pietri en Santa Cruz de Tenerife, sobre el concepto de una Comunidad Ibérica. Preguntaba entonces el maestro:

Faltan pocos años para 1992. Ese año celebraremos el Quinto Centenario del Descubrimiento de América. ¿Cómo lo vamos a celebrar? ¿Con los discursos tradicionales, con los desfiles que hemos hecho siempre, con un gran jolgorio, llenándonos la boca con las glorias pasadas? ¿O lo vamos a celebrar quietamente, sólidamente, orgullosamente diciendo: a los quinientos años del Descubrimiento hemos creado realmente una nueva circunstancia mundial, nos hemos puesto de acuerdo y desde ahora, en las grandes familias de pueblos, al mismo nivel de la familia anglosajona, de la eslava o de la asiática, está la familia de los pueblos ibéricos y está desempeñando un papel de primer orden? (Citado en FS# 194).

Algunos quisieron celebrarlo con una abusiva asonada militar, inepta para convertirse en golpe de Estado.

………

No tiene, entonces, nada de particular el comienzo de una década cualquiera. Ahora se comete el mismo error del Y2K, cuando más de un desprevenido creyó que con el año 2000 arrancaba el siglo XXI. Este año 2010 no comienza una década; cierra la que comenzara el primer día de enero de 2001.

Sin embargo, 2010 puede ser especial para nosotros por razones dinámicas que escapan a hitos del calendario. El escenario está montado, con la generalización de una opinión pública adversa, en mayoría, al gobierno de la República de Venezuela, que de bolivariana no tiene más que la costumbre de llenarse “la boca con las glorias pasadas”.

Aun la vieja mayoría que repetidas veces ha dado poderes al Presidente de la República ya sabe que el gobierno no sirve, que sólo atina a la ocurrencia arbitraria e ineficaz—como el cambio de huso horario o los “núcleos endógenos”—y a la paranoide constancia en ver enemigos y planes de magnicidio e invasión por todas partes.

Falta la emergencia de una contrafigura o, al menos, la concreción de sus rasgos en la conciencia popular. Aquí se mencionó una óptima el 18 de diciembre del año que ha cesado.

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