En serios problemas

Un segundo y ominoso aviso ha alcanzado, como réplica de terremoto, a la todavía incipiente administración de Barack Obama. La Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos, en reversión de previa jurisprudencia de ella misma, acaba de declarar inconstitucionales las limitaciones que hasta ahora pesaban sobre las donaciones de empresas privadas a las campañas electorales. El tribunal, en decisión dividida de cinco contra cuatro, estimó que esas limitaciones equivalían a cercenar la garantía de libre expresión contenida en la Primera Enmienda de la constitución estadounidense. La consecuencia práctica: el dinero de las grandes corporaciones podrá ahora fluir libremente para intervenir a favor o en contra de cualquier candidato en cualquier elección.

Mitch Stewart , el Director de Organizing for America, volvió a “escribirme”. Hoy me dice: “Ayer en la mañana, la Corte Suprema de los EEUU decidió que las corporaciones pueden gastar libremente en las elecciones federales. Es una luz verde para una nueva estampida de dinero de intereses especiales en nuestra política, dando a sus cabilderos aun más poder en Washington. Ahora, cada candidato que luche por el cambio pudiera confrontar ataques ilimitados de intereses especiales corporativos como los de las compañías aseguradoras y los bancos de Wall Street… Sin límite a sus gastos, las grandes petroleras, los bancos de Wall Street y las compañías aseguradoras de salud tratarán de ahogar las voces de los estadounidenses comunes, y los republicanos parecen extáticos”. Ignorante de que mi dirección electrónica reposa en su base de datos por accidente y de que no soy votante de los Estados Unidos, Mitch me pide que haga llegar mi protesta de elector al Congreso de ese país.

El nuevo golpe llega a las pocas horas de que Obama dejara saber que procuraría legislación que estableciera límites al tamaño de los bancos, como modo de disminuir los riesgos asociados a sus fracasos, los que impactan a la ciudadanía común de modo evidente desde la crisis financiera desatada a fines de 2008. Pareciera que Obama ha querido abarcar demasiado prematuramente. Un error similar cometió Luis Herrera Campíns al comienzo de su gobierno:

“…desde muy temprano abrió frentes de lucha múltiples y simultáneos. Intentó arreglar el problema de los indocumentados y el del diferendo con Colombia, atacó los intereses de las televisoras comerciales con la prohibición a la propaganda de licores y cigarrillos y a la participación infantil en programas y cuñas de televisión, mostró frialdad o resentimiento ante FEDECÁMARAS al negarse a asistir a sus asambleas, estableció la pelea frontal contra el ex presidente Pérez y, en general, impuso un estilo sombrío desde aquella primera declaración: ‘Recibo una Venezuela hipotecada’. No era como para animar a la confianza del inversionista privado. Muy pronto, además, impuso el ‘enfriamiento’ a una economía ‘recalentada’. No mucho tiempo después el Ministro Ugueto confiaba a algunos amigos lo fácil que era congelar la economía y lo difícil que era reactivarla”. (Krisis: Memorias Prematuras).

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Una decidora encuesta—realizada por The Washington Post, la Fundación de la Familia de Henry J. Kaiser y la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard—ha revelado el estado de la opinión en Massachusetts, que permitió el triunfo de Scott Brown en la reciente elección especial para llenar la plaza senatorial que ocupaba Ted Kennedy. El propio Post resume así los factores que causaron la derrota de la candidata demócrata: “La insatisfacción con la dirección del país, la antipatía hacia el activismo del gobierno federal y la oposición a las propuestas de los demócratas en cuidado de la salud”.

Y añade que la encuesta “subraya cuán significativamente la rabia del votante se ha volteado contra los demócratas y cuán dramáticamente ha cambiado el paisaje político durante el primer año del presidente Obama en el cargo”.

De modo, pues, que ahora queda a Obama una prueba para demostrar cuánto tiene verdaderamente de estadista. No, como pudiera ser la línea que parece tentado a asumir, redoblando tercamente la lucha que ha emprendido en varios frentes a la vez. Más bien lo contrario: aprendiendo de estos reveses para corregir el rumbo.

Su esquema respecto del sistema de seguridad social pierde adeptos con el paso de los días, en general sus índices de aprobación han disminuido notablemente y el haber mantenido, como si estuviera en campaña electoral y no en el despacho de la Oficina Oval, la presión sobre los electores a través de Organizing for America, ha recibido el rechazo de los votantes de Massachusetts al “activismo del gobierno federal”. (Estos resultados, sin embargo, no equivalen a una aprobación de las iniciativas republicanas, que tuvieron un rechazo incluso mayor que las del campo demócrata. Los Ni-ni también existen en Massachusetts).

Y es que quienes eligieron a Scott Brown no fueron las grandes compañías petroleras, las aseguradoras o los bancos, sino los electores. Wall Street es una calle de Manhattan, no de Boston. Si Obama se deja dominar por la arrogancia y el sentido mesiánico, muy pronto se convertiría, mucho antes de su último año del período, en un sitting-duck president que incluso pudiera verse forzado a renunciar si su ambicioso programa de cambios se paraliza. Lo que le sale es recomponer su mezcla estratégica con humildad.

Lo mismo, por supuesto, le sale a Hugo Chávez, que insiste en atacar a Obama cuando este presidente de los EEUU emprende luchas que, guardando las distancias, se parecen a las suyas. El Servicio Geológico de los Estados Unidos acaba de publicar una evaluación que prácticamente duplica la estimación de reservas comercialmente recuperables en la Faja del Orinoco. (De 235 mil millones de barriles en previa estimación, a 513 mil millones). Venezuela necesita el concurso de petroleras foráneas para la explotación de tan enormes recursos, pero entre ellas hay explicable renuencia a intervenir—por ejemplo, Statoil y Total han declinado participar en el desarrollo del bloque Junín 10—luego de que el gobierno destrozara la seguridad jurídica de los inversionistas extranjeros en su orgía de estatización.

El carácter de Hugo Chávez no conoce la humildad, por supuesto, a pesar de que afirmase, con característico tupé, y en su comparecencia de hace una semana ante la Asamblea Nacional: “Yo siempre opto por la modestia”. Es más probable que se deje tentar con la puerta abierta por la Corte Suprema de los Estados Unidos. Su decisión de ayer, 8-205, no prohíbe la intervención de compañías que operen en suelo norteamericano y sean de propiedad extranjera. CITGO tiene ahora las manos libres para intervenir directamente, con generoso financiamiento, en elecciones dentro de los Estados Unidos.

En el caso local, no obstante, si Hugo Chávez no rectifica, los electores venezolanos bien pudieran ofrecerle en septiembre, cuando se elija una nueva Asamblea Nacional, una sorpresa tan desagradable como la que dieron a Obama los electores de Massachusetts, donde las bardas ardieron.

LEA

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