En mágica coincidencia, la revista francesa L’Express escogió su edición del 4 de febrero de 2010 para publicar una semblanza de Ramiro Valdés, «el Beria cubano». Aquí se la presenta traducida con prisa.
La gravedad de la presencia de Valdés en Venezuela ya no puede ocultarse. Que el totalitario régimen de los hermanos Castro haya creído oportuno enviar a su policía supremo a nuestro país, habla tomos enteros acerca de su preocupación por el destino del chavismo. Tal como plantea Axel Gyldén, autor de la nota en L’Express, Valdés ha acrecentado recientemente su poder en Cuba, donde espera por el deceso del alcoholizado Raúl Castro para asumir la primera magistratura de la isla hermana. No se trata, su venida, de una inocua cooperación técnica, la que por lo demás es incapaz de ofrecer. También explica Gyldén este nuevo encumbramiento de «Ramirito» como un regreso a la línea más represiva del castrismo.
Hugo Chávez no ha podido creer que los venezolanos aceptaríamos desprevenidos e ignorantes esta repugnante asistencia de Valdés sin medir su significación, sin repudiarla del modo más enfático. En consecuencia, o percibe su situación como casi perdida o ha decidido desafiar descaradamente a los venezolanos para que pensemos que ha muerto nuestra democracia. O para que anticipemos aterrorizados la cristalización del Estado dual y totalitario Cuba-Venezuela, en el que Chávez no puede ser, por razones de senioridad, el número uno.
Si pudieran oírme los estudiantes venezolanos que por estos días protestan sin cesar, les habría indicado la poca sabiduría de marcar con nuevas marchas la infausta fecha del 4 de febrero, con nuevas manifestaciones. En cambio, ahora les pediría un foco único, reconcentrado: que pospongan sus demás reclamos, por más importantes que sean, y apunten todos contra la figura de Ramiro Valdés y su nueva estada en Venezuela. Como buen perro de presa, mordería esa pata asquerosa sin aflojar. Valdés está aquí para lo mismo que se le ha convocado una vez más en Cuba: para recrudecer la represión. Es preciso que lo expulsemos. LEA
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Un duro bajo la sombra de Castro
En La Habana, el poder cerradura. Hombre clave de la represión, después de medio siglo, Ramiro Valdés regresa al plan original y pudiera un día suceder a Raúl.
Raúl, el presidente cubano de 78 años, no necesita presentación; tampoco su hermano convaleciente, Fidel, de 83 años. Pero ¿quién, más allá de las fronteras de Cuba, conoce a Ramiro? Figura histórica de la revolución castrista, es todavía su “tercer hombre”. Ministro de Informática y Telecomunicaciones desde 2006—un puesto estratégico desde el que controla Internet—Ramiro Valdés, de 77 años, ha sido ascendido en diciembre pasado a Vicepresidente del Consejo de Estado. Allí queda en posición de suceder a Raúl Castro si la salud de este último, sin duda debilitada por un sostenido consumo de alcohol, le traiciona.
Discreto, más bien secreto, este hombre de la sombra, enjuto y robusto, muy distante de la sensibilidad tropical, está lejos de ser un desconocido para los cubanos. Símbolo de la represión, Ramiro ha dirigido en efecto el Ministerio del Interior en las peores horas de la dictadura: una primera vez entre 1961 y 1969, luego de nuevo entre 1978 y 1985. Despiadado, el primer policía de Cuba se encargaba entonces de aplastar a la oposición, antes de prender a los homosexuales y a todos aquellos que el régimen consideraba como “desviados”. Sobre todo, “Ramirito”—como se le conoce—ha dirigido la policía política del sistema que, todavía hoy, espía las acciones y los gestos de los cuadros devotos del régimen.
“Ramiro Valdés es el Beria cubano”—sintetiza Jaime Suchlicki, Director del Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos de la Universidad de Miami, en Florida—“Como jefe de la NKVD (precursora de la KGB) bajo Stalin, ese personaje siniestro y sin escrúpulos era el responsable de las acciones viles del régimen. La sola evocación de su nombre hacía que el pueblo temblara”.
Último sobreviviente, aún en el poder, del ataque frustrado al cuartel Moncada en 1953 que marca la sublevación contra Batista, Valdés ha participado en todos los episodios de la epopeya castrista: el exilio en México, el desembarco del Gramma en las costas cubanas en 1956, la guerrilla en Sierra Maestra como segundo del Che Guevara (1956-1958) antes de convertirse en comandante y, en fin, el “triunfo de la revolución” del 1º de enero de 1959. Ostenta una impecable hoja de servicios que le ha valido los muy honrosos títulos de “Comandante de la Revolución” y “Héroe de la República”.
En el poder, Ramiro pronto se convirtió en el Director de la prisión de La Cabaña, en La Habana, donde los opositores eran fusilados implacablemente. Luego funda y dirige el Departamento de Investigaciones del Ejército Rebelde (DIER), prefiguración de la actual “Seguridad del Estado”, la policía política. De 1960 a 1996, su rol en la DIER es determinante en el aplastamiento de la contraguerrilla campesina que desafía a Castro durante seis años desde las montañas del Escambray.
Amargo, distante, arrogante, cínico, sádico
También en la ciudad, “Ramiro” crea la atmósfera de terror necesaria al establecimiento de un poder totalitario. Su policía recoge a todos aquellos que el régimen define como “asociales”: jóvenes de cabellos largos tentados por la moda hippie, admiradores de los Beatles, cubanos de todas las edades en quienes se note una falta de ardor revolucionario, candidatos al exilio… sin olvidar sacerdotes, seminaristas y homosexuales. En esa época, Ramiro preside asimismo la creación de las famosas Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP), esos campos de trabajo donde, entre 1965 y 1968, 30.000 detenidos seguirán cursos de reeducación ideológica.
“Yo creo que disfruta viendo sufrir a los demás”, considera en Miami su antiguo compañero de armas, Huber Matos, de 91 años, condenado en 1961 a veinte años de gulag tropical por haber osado criticar la deriva autoritaria del régimen al que entonces pertenecía. Manuel de Beunza, antiguo oficial superior de inteligencia bajo las órdenes de “Ramiro”, quien desertara en 1987 y vive desde entonces en los Estados Unidos, describe, él también, un ser amargo, distante, arrogante, cínico, sádico: “Durante su segundo paso por el Ministerio del Interior, convocó a una reunión de oficiales para incitarlos a expresarse libremente, incluyendo, insistió, la crítica al ministro mismo. Pero una vez que la reunión hubo terminado, quienes hubiesen mencionado el nombre Ramiro fueron degradados o castigados”. (Citado por Pedro Corzo en Cuba: perfiles del poder. Ediciones Memorias, 2007).
Finalmente, en 1985, Raúl convence a Fidel de la destitución de su homólogo encargado del Interior y su eterno rival. Las tensiones entre Raúl y Ramiro se remontan a los tiempos de la guerrilla. Han perdurado, atizadas por la concurrencia histórica entre los servicios de inteligencia de ambos ministerios.
Brazo de articulación del gobierno, Ramiro Valdés es sin embargo nombrado, en los años 80, a la cabeza de COPEXTEL, la empresa estatal encargada de desarrollar la electrónica, las telecomunicaciones y, luego, la Internet. De esta misión emerge exitosamente, en estrecha colaboración con empresas chinas y se impone como el artífice de la aproximación sino-cubana.
“En esta última década, Ramiro y Raúl remendaron la relación”—observa Brian Latell, ex Analista en Jefe de la CIA y autor de L’Après Fidel (Ediciones City). “En esos años emprendieron juntos un largo viaje de trabajo a China. Una cosa inimaginable en otros tiempos. Hoy en día, han decidido que deben cerrar filas y ayudarse mutuamente”.
El regreso a la gracia de “Ramirito” corresponde, en todo caso, a un endurecimiento del régimen. En julio de 2006, el advenimiento de Raúl Castro como Presidente interino suscitó la esperanza de una relajación. Pero el año 2009 ha marcado un nuevo giro: una recuperación de Fidel Castro, que ha reencontrado su tono y significa que él solo, como antes, fija la línea a seguir, a punta de editoriales publicados en la prensa oficial, de los que ha firmado al menos 111 el año pasado. El aumento de la represión contra los disidentes se inscribe en este contexto, así como el fin de una esperanza de aproximación con Washington. Ahora Fidel Castro tacha a Barack Obama de “George Bush afro-americano” y de “cínico”, aunque le reconoce de todas formas una “sonrisa amable”.
La completa rehabilitación del radical Ramiro Valdés se inscribe dentro de esta secuencia. “El mensaje de Fidel Castro a los cubanos es muy claro”, concluye Brian Latell. “Con Ramiro de nuevo en la cúspide del Estado, la línea dura está de regreso”.
Axel Gyldén
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Caja destacada:
“Ramirito” el policamburista
Omnipresente, Ramiro Valdés es el único personaje que se sienta en todos los órganos ejecutivos del poder. Éstos son sus cargos:
Ministro de Informática y Comunicaciones
Vicepresidente del Consejo de Estado
Vicepresidente del Consejo de Ministros
Miembro del “Politburó” del Partido Comunista
Sus títulos honoríficos son:
Comandante de la Revolución
Héroe de la República
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L’Express – 4 de febrero de 2010 (Págs. 52 y 53).
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