Falcon Crest: tema musical
La escualidez inconsciente y desesperada no necesita mayor estímulo para lanzarse, con el mayor entusiasmo, en pos de cualquiera que se enfrente a Hugo Chávez, aun cuando hasta ayer haya sido uno de sus más conspicuos apoyos.
No importó que fuera Alfredo Peña—pretendiente a la sucesión a comienzos de 2002—, primer Ministro de la Secretaría de la Presidencia nombrado por Chávez en 1999, diputado constituyente elegido en tarjeta del Movimiento Quinta República, primer Alcalde Metropolitano de Caracas por plancha chavista. En enero de aquel año, Peña “descubrió” que Chávez se había alzado criminalmente diez años antes, cosa de la que aparentemente no se había enterado mientras lo apoyó en la campaña electoral de 1998 y durante su acompañamiento político de cuatro años, para iniciar un posicionamiento como el “líder” que podría acabar con el Presidente. El suscrito fue reconvenido, en uno de los “negros” de un programa en Televén, por señalar tal inconsistencia y opinar que Peña tenía todo el derecho de hacer oposición, pero no por cosas acontecidas en 1992, tan públicas y notorias que cualquier comunicador, como él, las conocía suficientemente. El Vicepresidente de Seguridad del canal se acercó en la pausa para regañarme, indicándome que no debíamos “pisarnos la manguera entre bomberos”.
Desde entonces hemos visto fugaces entusiasmos opositores por figuras destacadas del régimen o, de modo instantáneo, por perfectos desconocidos. El récord de instantaneidad lo ostenta un tal coronel Soto, cuya detención por un destacamento de la Policía Militar en la avenida Boyacá fue frustrada por un montón de vehículos que trancaron la vía. Luego de que sus fracasados captores se retiraran, Soto fue llevado como héroe hasta la plaza de una infructuosa resistencia militar en Altamira, y la cosa fue a parar esa misma noche en una marcha que llegó hasta la residencia presidencial de La Casona. Poco antes de esta culminación triunfal, el muy universitario conductor de un popular programa vespertino de radio llamó a quien escribe para ilustrar a sus radioescuchas y preguntar: “¿Tú crees que el coronel Soto es el líder que la sociedad civil ha estado esperando?”
Así, pues, se ha creído que pudieran suceder a Chávez en la Presidencia de la República gente como el general Guaicaipuro Lameda o el desaparecido Alejandro Armas. Éste asistía en septiembre de 2003—cuando se creía que un referéndum revocatorio sería exitoso y entonces necesario elegir un sucesor de Chávez—a una aristocrática peña caraqueña que lo recibió con mucho interés en calidad de precandidato, sin que pareciera importar que el diputado Armas, del partido Solidaridad, electo en lista del MAS (que apoyó a Chávez), ex miembro de la Dirección Nacional del MVR, estuviera apoyando a Chávez en 1999, en 2000 y en 2001, tres años completos sin contar el año de la campaña electoral de 1998 y los comienzos de 2002, pues no se separó del proyecto chavista hasta que su mentor, Luis Miquilena, fuese destituido de nada menos que el Ministerio de Relaciones Interiores en enero de este último año. (Este último señor, recientemente, ha compuesto una suerte de triunvirato con Lewis Pérez y Eduardo Fernández con el fin de establecer, ante la reiterada inepcia de la oposición burocratizada en partidos, una organización política “nueva”).
Pero incluso antes que el intento de Alfredo Peña, se dio el insólito caso del apoyo de la oposición a Chávez a la candidatura presidencial de Francisco Arias Cárdenas en el año 2000. De nuevo, una mayoría importante de la aristocracia venezolana financió la campaña de este otro militar, sin importar que fuera otro golpista abusador, porque se creyó grande astucia estratégica oponer a Chávez una “cuña del mismo palo”.
Es indudablemente positivo—y puede reconocerse su valentía—que personas que hayan participado en elevadas posiciones en el desgobierno de Hugo Chávez Frías logren finalmente descorrer el velo que les impidió percatarse de la brutal y obvia realidad chavista. Bienvenidos a la claridad, aunque sea tardía. Lo que no pueden pretender es que se les reconozca como los líderes que pueden conducir el Estado venezolano o el movimiento civil que terminará dando al traste con el tiranoide criminal y alucinado del 4 de febrero, así se trate del por lo demás simpático general Rosendo o el más combativo y reencarnado samurái que es el general Baduel, reincidente confeso en el socialismo.
Para sustituir a Chávez con utilidad se requerirá, en vista del enorme estropicio institucional, político, económico, social y psicológico que dejará tras de sí, un verdadero estadista. Tocqueville postulaba—en L’Ancien Régime et la Revolution—que “el verdadero arte del Estado” exigía “…una clara percepción de la forma como la sociedad evoluciona, una conciencia de las tendencias de la opinión de las masas y una capacidad para predecir el futuro…” Es la capacidad de visión, por tanto, la primera y más esencial cualidad del estadista. Quienquiera que haya acompañado a Hugo Chávez, a su “proyecto” o a su “proceso”, radicalmente o desde una posición light por un tiempo relativamente significativo es, por definición, persona políticamente ciega.
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Ahora, casi que ha copado la escena política el Gobernador de Lara, Henri Falcón, a raíz de su publicitada renuncia al Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), en carta dirigida al Presidente de la República. Este último ha contribuido grandemente a esa vigencia, al referirse a Falcón a cada momento con amargura. (Hoy volvió a hacerlo: “No me respete gobernador, que usted no se respeta a usted mismo. Usted es un traidor, gobernador. Un traidor más que va a desaparecer por el camino de los traidores…” También se refirió al nuevo partido de Falcón: “El PPT va a terminar como Podemos, que da tristeza y asco”).
Como fuera registrado aquí, en la Nota del Día 22 de febrero, el gobernador Falcón “escogió un día en el que Chávez estaba ausente (en Cancún), para hacer su carta del conocimiento público”. Antes, en la Nota del Día de los Enamorados, se comentó la intempestiva orden de Chávez de expulsar de Barquisimeto el centro de distribución de Empresas Polar: “…detrás de su más reciente capricho está la clara intención de crear problemas al gobernador de Lara, el abogado Henri Falcón, con quien últimamente se mete a cada rato. Ha oído que éste quiere postularse como candidato a la Presidencia de la República en 2012, y esto es algo que no está dispuesto a tolerar”.
Una vez más, mucho opositor irreflexivo ha puesto sus esperanzas políticas en Falcón, sobre la base de innegables aspectos positivos de su persona. Henri Falcón Fuentes, para empezar, es simplemente un civil, figura infrecuente en la proliferación militarista impuesta por Hugo Chávez en la administración pública. Luego, tiene preparación universitaria: la de un inteligente abogado, muy superior, pongamos, a la del Sr. Canciller de la República. Esta disciplina le ha permitido decisiones realmente innovadoras. El 18 de mayo de 2009, por caso, emitió un decreto que revocaba uno suyo previo—20 de marzo del mismo año—de expropiación, haciendo uso del “principio de autotutela administrativa”, a partir del cual argumentase que “el Gobernador del estado Lara tiene la potestad de revisar sus actos administrativos y de revocarlos en cualquier momento, cuando éstos no originen derechos subjetivos o intereses legítimos, personales y directos de los particulares”. (La expropiación había detenido, en apariencia irreversiblemente, el desarrollo ya bastante avanzado de un proyecto privado de clínica. Falcón recibió información de este hecho con posterioridad a su primer decreto, y rectificó con la mayor celeridad, usando el pretexto de carencias presupuestarias que le impedían resarcir justamente a los expropiados).
No hay quejas sustantivas de la actuación administrativa de Henri Falcón en el estado Lara, ni en su carácter de alcalde, electo y reelecto, del municipio Iribarren (Barquisimeto), ni en el de su gobernador electo y reelecto. Todo lo contrario: el 23 de noviembre de 2008, fue el gobernador en funciones que obtuvo la mayor votación en cualquiera de los estados del país, recibiendo el 73,15% de los votos. Ni siquiera Chávez se ha acercado a un resultado como ése, y seguramente lo envidia.
Falcón, por otra parte, se ha caracterizado por ser un gobernante moderado y asequible, muy distinto del estilo típico del Presidente de la República. Para su última campaña electoral, evitó deliberadamente aparecer en afiches o vallas junto a la figura de Chávez, y desde muy temprano estableció organización política propia: Revolución Eficiente (REF), lo que suscitó sospechas en el PSUV que a la postre resultarían fundadas. Poco después de su resonante triunfo electoral de 2008, Falcón admitió que era “chavista light”. De esta definición ha quedado constancia en el video que se muestra a continuación:
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Ha marcado Falcón distancias estilísticas con Chávez, obviamente, pero tampoco es que ha manifestado frontal desacuerdo con ninguna de las ejecutorias presidenciales de los últimos once años, que son muchísimas, por supuesto, la mayoría terribles. Al comentar su reelección de 2008, Falcón se cuidó al decir: “Recibo este triunfo con mucha humildad y sólo pido que me dejen trabajar de la mano del Presidente de la República, Hugo Chávez Frías”. (Para entonces no era nada obvio que la popularidad de Chávez disminuiría marcadamente a la vuelta de un año; por lo contrario, el abrumador triunfo chavista del 23 de noviembre de 2008, a pesar del significativo avance opositor, permitió la aberración del referéndum del 15 de febrero de 2009, en el que se planteó de nuevo a los venezolanos un asunto que había sido negado en la consulta del 2 de diciembre de 2007. Falcón ofreció su más decidido apoyo a este abuso). El diario El Informador de Barquisimeto publicaba una declaración suya el 7 de diciembre del mismo año 2008: “En el REF no somos desleales a Chávez”. Como Alfredo Peña, pues, no puede venir ahora con que recién se entera de los numerosísimos desaguisados presidenciales. Como con Arias Cárdenas, sería una monumental equivocación creer que esta vez sí funcionará una “cuña del mismo palo”.
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Apartando esta dimensión de su relación política con Hugo Chávez, a quien nunca ha censurado, el problema con Falcón es que sigue definiéndose como socialista. Ayer presidió un acto de apoyo y desagravio a su persona, en un Domo Bolivariano de Barquisimeto al que casualmente se le había cortado la luz. Simón Calzadilla, diputado de Patria Para Todos, le precedió en el uso de la palabra para definir que el debate que el partido propondría es el del “socialismo ético productivo”. El segundo de los curiosos y aparentemente imprescindibles calificativos había sido anticipado en la carta de renuncia de Falcón al PSUV; al declarar su identificación con el “proyecto de país” supuestamente contenido en la Constitución, añoraba “una Venezuela diferente, productiva, soberana, inclusiva y plenamente democrática, donde se haga realidad el sueño de justicia social”. En este blog, la Nota del Día 22 de febrero comentaba: “Lo de productiva lo colocó delante de lo de soberana; lo de democrática en el remate, con el adverbio que delata que hoy Venezuela no lo es plenamente”. La insistencia en la “productividad” es un mensaje oblicuo, pero muy tranquilizador, al golpeado sector productivo del país. Que el asunto no es meramente declarativo se constata en la franca oposición de Falcón al decreto expropiador de las Empresas Polar en la zona industrial de Barquisimeto.
Cualquier planteamiento político que arranque de una definición ideológica, sea ésta comunista, socialista, socialdemócrata, socialcristiana, liberal, libertaria o anarquista, es un anacronismo ineficaz. No existe manera de hacer política responsable y seria, a estas alturas del siglo XXI, a partir de ninguna ideología. La política necesaria es post-ideológica, trans-ideológica, meta-ideológica.
Henri Falcón ha demostrado ser persona flexible. Por ahora ha corrido a refugiarse en una formación política socialista. Quizás llegue a percatarse de que tal cosa es un error fundamental. LEA
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Hola Luis Enrique. Muchas gracias por este análisis. Seguramente lo sabrás pero, por si acaso, te comento que el principio de autotutela de la Administración Pública está previsto en la Ley Orgánica de Procedimientos Administrativos dictada durante el período constitucional presidencial de Luis Herrera Campíns casi en idénticos términos a lo expuesto. El otro tema que he demorado en comentarte es la gravísima sucesión de efectos destinados a separar a Venezuela del sistema de protección de derechos humanos, que naciera con la decisión de quienes poseen el control del Tribunal Supremo de Justicia al sugerir la denuncia del tratado de adhesión a dicho sistema. La característica peculiarísima de este sistema es que está destinado a proteger a los ciudadanos de los actos del Estado; actos que son ejecutados por seres humanos que ostentan el control de los órganos del Estado. De hecho, una acción exitosa de protección presupone que hasta el Tribunal Supremo de Justicia omitió proteger al ciudadano que acciona la protección del sistema internacional de protección de derechos humanos, constituyéndose en co-violador por acción u omisión. Ahora bien, aun si no existieran las disposiciones constitucionales que le otorgan rango constitucional a los tratados relativos a derechos humanos (tanto a sus normas sustantivas como a las adjetivas relativas a la protección de dichas normas), los únicos que carecen de capacidad para actuar con el objetivo de extraerse del sistema de protección internacional son los órganos del Estado a través de sus agentes. Es algo así como que los reos de delitos tuvieran la capacidad de excluirse del sistema penal, procesal penal y penitenciario por su propia voluntad. Pienso, inclusive, que para extraernos del sistema no se podría recurrir a decisiones obtenidas con base en mayorías, ya que se ha convertido en un derecho consustancial a la naturaleza de ser humano. Percibo que no le damos la debida atención a estos atentados, promovidos de parte de quienes desean deshacerse del mecanismo de protección a los seres humanos más sublime creado hasta el presente por la Humanidad. Tal vez te animes a tratar este tema con la lógica, sistematización, coherencia y profundidad que te caracterizan. Recibe un cordial saludo.
Obviamente, Henri Falcón no fue el inventor del principio de autotutela; simplemente, lo aplicó con imaginación y rapidez en el caso referido. Al recordar la LOPA del período de Herrera Campíns, haces justicia a lo que fue un progreso notable de nuestro Derecho Administrativo. Tuve que aprenderla cuando ejercí, durante dos años de ese período, la Secretaría Ejecutiva del CONICIT. Nuestro Consultor Jurídico, el Dr. Antonio De Pedro, nos hizo entender su importancia en un taller que condujo para el personal ejecutivo del organismo. También produjo un práctico memorándum explicativo, que seguramente he extraviado.
Respecto de tu asunto central, creo que atinas al calificarlo en los términos que empleas. El Derecho parece evolucionar indeteniblemente hacia un nivel planetario; el Tribunal Penal Internacional es, hasta ahora, la instancia emblemática de este proceso, y seguramente tendría jurisdicción sobre las omisiones culpables de nuestro Tribunal Supremo de Justicia. Es un tema novísimo y rico que, con tu ayuda y asesoría, pudiera atreverme a comentar. Gracias por el aporte.
Esto de Falcón puede resultar favorable a Chávez. Falta mucho camino minado por recorrer. Amanecerá y veremos. Saludos. A. G. M.
Creo que tu conjetura es acertada. Llama la atención el timing de la renuncia de Falcón, sólo después de que se hubiera manifestado claramente el deterioro de la imagen presidencial. Antes de eso no se atrevió, pero la cosa parece excesivamente anticipada si calcula una candidatura hacia 2012. Claro que Falcón recibía presiones de Chávez, quien le había exigido reconciliarse con Reyes Reyes, su principal enemigo local. El 29 de noviembre del año pasado publicaba El Informador esta exigencia presidencial: «Ya dejen la pelea el equipo de Reyes Reyes y Falcón, los necesito unidos».
Esperemos, como dices, el amanecer. Gracias por el apunte.
Como bien expresa, Dr, se necesita un ESTADISTA; y a manera de contribución, ofrezco una definición: es un conductor de su pueblo y un estratega nacional, regional e internacional. Tiene una visión a largo plazo. Imprime marca a su época. Es rechazado por los mediocres y los timoratos. Pasa a la historia.
La tradición griega menciona, a manera de ejemplo, a los siete sabios que fueron filósofos, estadistas y legisladores que vivieron entre los años 620 y 550 a.C. Sin embargo, el estadista más destacado fue Pericles (495 – 429 a.C). Para mayor seña, Benjamín Disraeli (1804 – 1881) Primer Ministro de Gran Bretaña en 1867, dijo que la diferencia entre un estadista y un político es que mientras el primero piensa en las siguientes generaciones, el segundo sólo piensa en las próximas elecciones.
Quien no posea estas características, por favor, abstenerse.
Saludos.
Gracias por su nuevo aporte. En mi preferencia personal, estimo a Solón de Atenas más que a Pericles. He comentado esta preferencia en más de un sitio, en términos como éstos (Carta Semanal #89 de doctorpolítico, del 3 de junio de 2004):
Se dice que fue antes del término del siglo V antes de Cristo que los griegos clásicos elaboraron por primera vez una lista de los Siete Sabios que habían sobresalido en la gesta de la gran Atenas del siglo anterior. Hubo varias versiones de esta selección del Hall de la Fama de los griegos: una primera lista fue expandida primero a diez miembros, y luego a diecisiete. En todas las versiones, sin embargo, cuatro nombres permanecían constantes e indiscutidos, y uno de esos nombres era el de Solón de Atenas.
Resulta interesante recordar los hechos principales de la vida de Solón, los que le hicieron merecedor de esa indiscutida posición en todas las escogencias que de los Sabios de la Grecia antigua hicieron sus coterráneos.
Nos dice la Enciclopedia Británica que Solón fue un estadista ateniense que puso fin a los peores males de la pobreza en la región de Ática y dio a sus conciudadanos una constitución equilibrada y un código de leyes humano. Fue asimismo el primer poeta de Atenas, y empleaba el medio de la poesía—a falta de radio o televisión—para “alertar, retar y aconsejar al pueblo y urgirle a la acción”.
Leemos: “El siglo VI temprano fue un tiempo de tribulaciones para los atenienses… La sociedad estaba dominada por una aristocracia de nacimiento, los eupátridas, que poseían las mejores tierras, monopolizaban el gobierno y estaban divididos entre ellos formando facciones rivales. Los granjeros más pobres fácilmente eran empujados a endeudarse, y cuando no podían pagar eran reducidos a la condición de siervos en sus propias tierras y, en caso extremo, a ser vendidos como esclavos. Las clases medias de intermediarios agrícolas, artesanos y comerciantes se resentían de su exclusión del gobierno. Como lo describía Solón, ningún ateniense podía escapar a estos males sociales, económicos y políticos… El malestar público hubiera muy bien podido culminar en una revolución y en una consiguiente tiranía (dictadura), como había ocurrido en otras ciudades-estado griegas, de no haber sido por Solón, a quien atenienses de todas las clases recurrieron con la esperanza de una solución general satisfactoria de sus problemas. Dado que creía en la moderación y en una sociedad ordenada en la que cada clase tuviera su lugar y su función apropiados, su solución no fue la revolución sino la reforma”.
Solón, que ya había incursionado en la administración pública de su ciudad, pues había ejercido la función de arconte o gobernador anual hacia el año de 594 antes de Cristo, fue investido con plenos poderes de reforma y legislación unos veinte años más tarde. Su primer trabajo consistió en resolver el malestar causado por las deudas. Así, procedió a redimir todas las tierras confiscadas por esa causa y liberó mediante decreto a todos los ciudadanos esclavizados. Igualmente prohibió que todos los futuros préstamos tuvieran como garantía las personas mismas objeto de crédito. Tales medidas produjeron un alivio inmediato.
Lo que sí no hizo Solón fue atender a las extremas reivindicaciones de los pobres, que exigían la redistribución de la propiedad de las tierras. En cambio, Solón se dedicó a estimular la prosperidad general y a proveer empleo a quienes no pudiesen vivir de la agricultura, mediante la promoción de las artes y los oficios. Reguló las exportaciones e impulsó la circulación del dinero (invento de su época), lo que a su vez expandió el comercio de los productos atenienses, hecho bien documentado por los hallazgos arqueológicos de la época.
Por encima de estos logros económicos, Solón produjo además importantes reformas políticas, al sustituir el monopolio de los eupátridas en una nueva constitución y al reformar las estrictas leyes del código de Dracón, que al decir de la Enciclopedia Británica, eran tan severas que se pensaba habían sido escritas no con tinta sino con sangre. Solón revisó todas las leyes draconianas—que permitían la esclavitud por deudas y castigaban con la muerte casi todos los delitos, fuesen éstos menores o mayores—y presentó un código mucho más humano.
En resumen, Solón produjo una cantidad de cambio tan grande como la que Napoleón Bonaparte generaría más tarde en su época, sólo que desde una autoridad democrática. De hecho, la tiranía le fue propuesta a Solón y la rechazó. No contento con negarse a la dictadura, Solón hizo que los atenienses se comprometieran a aceptar sus disposiciones, a las que se dio validez por el lapso de cien años (fueron escritas en tabletas giratorias de madera y colgadas por toda la ciudad) y ¡abandonó el poder! Solón, habiendo terminado su tarea, cesó su intervención y desapareció de Atenas para viajar por Egipto y otros lugares, cuidando de no regresar a la ciudad antes de que diez años expiraran, a la que volvió de nuevo como su poeta.
En su enjundioso estudio acerca de la insensatez política (The March of Folly), Bárbara Tuchman concluye que la insensatez política ha sido históricamente la regla. Solón de Atenas fue la excepción. Desprovisto de apetencias de un poder prolongado, enfrentó como médico el cuadro de enfermedades sociales de su tiempo en su patria, le dio solución inteligente y justa, y descendió por propia voluntad de la primera magistratura ateniense, rehusando toda oferta de convertirse en gobernante totalitario. Solón fue, sin duda, quien cambió la frecuencia de Atenas y abrió la puerta al Siglo de Oro signado luego por la gestión de Pericles. No en vano es Solón figura inamovible del Salón de la Fama griego, porque su vocación no fue la de ser gobernante, sino la de ser ex gobernante.