¿ESTÁ UD. DE ACUERDO CON LA IMPLANTACIÓN EN VENEZUELA DE UN RÉGIMEN POLÍTICO-ECONÓMICO SOCIALISTA?
(Al final, los enlaces del desarrollo de la idea)
La proposición de un referendo consultivo sobre la conveniencia de un régimen socialista en Venezuela, a ser celebrado el 26 de septiembre de este año, ha suscitado un buen número de comunicaciones dirigidas al suscrito por correo electrónico. Aunque he contestado directamente cada una, el conjunto conforma una serie de «preguntas frecuentes» o FAQ que debe ser representativa de las dudas o inquietudes formadas en quienes hayan tenido noticia del proyecto. Esta presunción lleva a componer las notas que siguen.
Las observaciones formuladas a la idea entran nítidamente en cinco grupos: 1. si tiene sentido un referéndum «sabiendo» que el Consejo Nacional Electoral «torcería» los resultados («Si nos ubicamos en un escenario donde el CNE tiene el control electoral del país, es como tratar de ganarle al tramposo en su guarida»); 2. si no debe hacerse más específica la pregunta consultando sobre «el socialismo del siglo XXI» o «el tipo de socialismo que el gobierno está tratando de imponer en Venezuela»; 3. si la coincidencia del referendo con las elecciones de Asamblea Nacional no afecta a éstas y a las posibilidades electorales de las candidaturas de oposición (ésta fue la observación más frecuente); 4. si la idea del referendo mismo no debiera contar con la anuencia a priori de la Mesa de la Unidad Democrática; 5. si es correcta la idea de abrir la asociación con el propósito único de recoger y validar las firmas de Electores para la convocatoria del referendo a partidarios del socialismo, en lugar de restringir la pertenencia a ciudadanos opositores al gobierno. Adicionalmente, una objeción particular, recibida no por correo electrónico sino en conversación cara a cara, será comentada al final.
Paso a comentar una por una estas observaciones, no sin registrar antes que, en abrumadora mayoría, casi todos los correos recibidos han sido aprobatorios del proyecto y muy cálidas ofertas de cooperación para su exitosa puesta en práctica. Los comentarios vendrán presentados en orden inverso.
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Alguna extrañeza causaron a algunos interesados las siguientes afirmaciones de la previa Puesta al día: «Una vez que he decidido, junto con otros compatriotas, la constitución de la asociación mencionada, he comprendido que esta iniciativa debe estar abierta a todos los ciudadanos venezolanos, sin distingo de afiliación política. En particular, es para nosotros un asunto de meridiana claridad que los ciudadanos o los dirigentes políticos que suscriban a las distintas corrientes socialistas deben ser los primeros interesados en que se celebre una consulta de esa naturaleza: está en su interés procurar que una mayoría democrática sirva de fundamento a sus intenciones programáticas». Antes, había dicho de la historia de la proposición de un referendo sobre el socialismo: «Esta historia es hasta ahora la de una opinión personal y sesgada, lo que deberá ser suplantado por un propósito clínicamente neutro».
En efecto, prácticamente todos los que escribieron interesados en la proposición tienden a verla como una magnífica idea opositora pero, aun cuando es público y notorio que mi propia posición respecto a la implantación de un régimen socialista en nuestro país es negativa creo que, en cuanto la asociación de propósito único, ahora en formación, esté constituida formalmente, el carácter mismo del referendo que se quiere celebrar debe imponerle una óptica de apertura, sin que tal cosa obste para que cada quien argumente su postura ante el tema de fondo con el más legítimo ardor, dentro de un marco de respeto a la opinión de los demás.
Esto es así porque no se trata de un referendo revocatorio, específicamente convocado con intención de retirar sus poderes a un funcionario de elección popular, y tampoco de un referendo abrogatorio que busque anular alguna ley concreta (no se le ha ocurrido a la Asamblea Nacional, todavía, aprobar una ley de instalación del socialismo).
Un referendo consultivo es tomar la opinión del Soberano sobre algún asunto «de especial trascendencia nacional», como reza el Artículo 71 de la Constitución y, antes, el Artículo 181 de la derogada Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política, de donde aquélla tomó esa redacción. En tal sentido, no se trata de un evento en el que sólo deban interesarse quienes estén de un lado de la cuestión. Esta posición no es nueva en mí; cuando se preparaba el referendo revocatorio presidencial que finalmente tuvo lugar el 15 de agosto de 2004, hubo quienes argumentaron que en este evento no debían votar siquiera quienes se opusieran a la revocación, y a esta interpretación muy equivocada salí al paso en la Carta Semanal #66 de doctorpolítico (Críticas demofóbicas) del 11 de diciembre de 2003.
Cualquier partidario del socialismo que sea persona razonable y de espíritu democrático debe entender que tal sistema no debe ser impuesto a la sociedad, que esta decisión es de tal profundidad y de tan grave naturaleza, que no debe ser adoptada sino después de una consulta al Soberano. No es un secreto, además, que hay importantes contingentes de ciudadanos que, si bien apoyan en términos generales el gobierno presidido por Hugo Chávez, encuentran creciente desacuerdo con sus métodos frecuentemente avasallantes; que, si bien sienten afecto y gratitud hacia su persona, necesitan expresar diferencias con su criterio. El referendo consultivo sobre la conformidad con la implantación de un régimen político-económico socialista proveerá un canal idóneo a esa expresión.
Muchas derivaciones de este planteamiento podrán ser explicadas y debatidas desde ahora hasta el 26 de septiembre; la iniciativa tiene la virtud de la riqueza, y por eso mismo puede abrir un debate honesto y enriquecedor. Una entre ellas quiero destacarla de una vez: un rechazo del socialismo no es lo mismo que abrazar al capitalismo o ninguna otra ideología diferente; se trata de asuntos lógicamente independientes en un mundo que cada vez menos se ve en blanco y negro, en el que la riqueza multicolor de las diversidades culturales y de opinión nos promete, a pesar de todas las dificultades del momento en el planeta, un futuro mucho más satisfactorio.
Es, por último, una necesidad nacional la unión de los venezolanos, hoy divididos artificialmente por una política ideológica que sigue líneas comprensibles pero obsoletas e ineficaces. El referendo propuesto es un evento sobre cuya oportunidad puede haber en el país amplísimo consenso, y por tanto es un paso importante en la recuperación de la unidad de la gran familia venezolana. Es, por consiguiente, un referendo cuya celebración puede y debe ser apoyada por todos los venezolanos.
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Una claridad respecto del punto anterior debiera bastar para comprender que la iniciativa del referendo sobre la implantación del socialismo en Venezuela no tiene por qué contar con la anuencia, aprobación o autorización de la Mesa de la Unidad Democrática, como tampoco con igual cosa por parte de los comandos electorales oficialistas.
Personalmente, he expresado pública admiración por el arduo trabajo de la Mesa de la Unidad Democrática (Entrevista con William Echeverría 06/05/10), pero creo que ella debe seguir en el curso que ha elegido por buenas razones: concentrarse justamente sobre las elecciones de Asamblea Nacional.
Si la Mesa de la Unidad Democrática como un todo, o algunas entre sus organizaciones miembros, quiere cooperar con la convocatoria del referendo—por ejemplo, instruyendo a sus militantes para que se declaren voluntarios para recolección de firmas—la asociación de propósito único agradecerá la ayuda y recibirá a esos voluntarios a título de ciudadanos, pues no está entre sus funciones o fines federar organizaciones políticas específicas. Lo mismo diría a cualquier cooperación que pudiera ser ofrecida por el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). La cosa sería diferente, por supuesto, si fuera posible un acuerdo bilateral a este respecto entre ambas organizaciones políticas; en este caso, la asociación para la convocatoria del referendo daría la bienvenida a tan portentoso consenso, pero respeta la noción de que este acuerdo debiera ser asunto de decisión exclusiva del PSUV y la MUD. Mi estimación personal es que el país entero lo agradecería a ambas; es realmente una terca y poco venezolana malacrianza sostener que no hay absolutamente nada en que estos contendientes puedan ponerse de acuerdo. Aun así, este desiderátum no agota la opinión nacional; la suma del PSUV y la MUD no reúne siquiera la mitad de las opiniones ciudadanas del país. (Dicho sea de paso, también agradeceríamos mucho los venezolanos que la MUD y el PSUV pudieran sentarse para acordar un pacto de mutuo respeto en el proceso de elección de la Asamblea Nacional, incluyendo principalmente un respeto a los resultados electorales. El Consejo Nacional Electoral pudiera aventurar una exhortación al respecto, un comunicado de altura).
Adicional y específicamente, la Mesa de la Unidad Democrática, dada la demostrada capacidad y ponderación de sus dirigentes, sabrá comprender rápidamente las razones expuestas en el punto relacionado que sigue y ver claramente que, lejos de afectar sus propósitos, la celebración del referendo propuesto sólo puede potenciarlos.
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La duda más frecuente en las comunicaciones recibidas, todas expresivas de un gran interés en la iniciativa, es si la promoción del referendo no afectará negativamente el desempeño de las campañas (especialmente las de candidatos de oposición) hacia las elecciones de la Asamblea Nacional.
Creo que la respuesta a esa duda es declarar que estas elecciones se afectarían significativamente por la inclusión del referendo en su misma fecha, el 26 de septiembre, pero de un modo totalmente contrario: las afectaría de una manera enteramente positiva. Esto es así por dos razones principales.
Primera: porque el debate sobre la materia del referendo—la conveniencia o inconveniencia de instaurar en Venezuela un régimen socialista—contribuirá a clarificar el tema central de esta elección. La Asamblea Nacional en funciones o, más exactamente, su fracción dominante, la del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), ha asumido una línea de cooperación incondicional y aquiescencia plena a las intenciones y decisiones socializantes del Ejecutivo Nacional. Ahora todos los diputados de esa importante fracción hablan de socialismo como la justificación última de las leyes, investigaciones y acuerdos que aprueban con la mayor celeridad, para facilitar la acción del Presidente de la República en dirección del socialismo. Están con el Presidente en un compromiso de «patria, socialismo o muerte». Este tema, por tanto, es el verdadero debate nacional, más allá de las muy razonables agendas legislativas de cada candidato a diputado, y de la crucial necesidad de restituir en el país un equilibrio de poderes enteramente extraviado.
Segunda: porque la importancia de la cuestión estimulará una mayor afluencia electoral el 26 de septiembre. Esto, por cierto, debiera ser asunto del mayor interés a los candidatos de oposición especialmente. Más de un estudio de opinión señala que, aun en circuitos donde la propensión a elegir candidatos de oposición es mayoritaria, una mayor tendencia abstencionista en el electorado opositor terminaría dando el triunfo a candidatos del oficialismo.
Los promotores de la asociación de propósito único, por otra parte, diseñamos la operación procurando que el consumo de recursos y esfuerzo sea mínimo, a fin de reducir cualquier exigencia que pudiera afectar los recursos necesarios a las campañas de los candidatos a diputados.
En plan reiterativo, dada la importancia del punto y la inquietud compartida por quienes lo levantaron con la mayor amabilidad y un evidente interés, transcribo de una lámina de presentación por uno de los promotores de la asociación de propósito único (en formación) durante una de sus sesiones de trabajo:
-Es importante precisar que la propuesta brinda una bandera o tema o propuesta o narrativa de carácter nacional, motivacional, aspiracional, existencial que potencia todo el esfuerzo de candidaturas individuales y permite una campaña unificadora dirigida a todos, con especial apelación a los Ni-nis y al chavismo light con incidencia significativa sobre el abstencionismo.
-No es lo mismo votar por un candidato en particular ni para una posible propuesta legislativa que sobre la instauración definitiva y consolidada de un régimen que afecta la propiedad privada, el patrimonio, el empleo y la capacidad emprendedora de todos. Sería el factor energizante que permitiría captar la mayoría sencilla de la AN, meta que luce altamente improbable de otra manera.
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Seguramente pensando en la habilidad retórica del gobierno, especialmente la del Sr. Presidente de la República, se ha puesto en duda que la redacción propuesta para la consulta en referendo sea la más aconsejable. Ésta es la siguiente: «¿Está usted de acuerdo con la implantación en Venezuela de un sistema político-económico socialista?”
Se ha sugerido que debiera hacerse la pregunta más específica, redactando, por ejemplo: «¿Está usted de acuerdo con la implantación en Venezuela del socialismo del siglo XXI?” O, también: «¿Está usted de acuerdo con la implantación en Venezuela del tipo de socialismo que el gobierno está tratando de imponer?»
Respecto de esta última fórmula, quien la sugirió advirtió ser admirador de «socialismos» como el noruego, y por tanto busca ser claro para quienes pudieran desear algún tipo de «socialismo» que no fuera el procurado por el actual gobierno venezolano.
Primeramente, hasta hace no mucho «socialismo del siglo XXI» funcionaba como marca comercial para distinguir esa variedad específica, pero es la práctica reciente del oficialismo hablar de socialismo a secas.
Luego, apartando el hecho de que en el caso de Noruega—o en el de España, gobernada por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE)—se está más bien ante un caso de «socialdemocracia», puesto que su economía es mayormente de mercado con algunas (pocas) actividades estatizadas, no debe haber muchos ciudadanos venezolanos que se equivoquen respecto de las intenciones del presidente Chávez. Está clarísimo que él se atiene estrictamente a la definición de socialismo que provee la Real Academia de la Lengua: “Sistema de organización social y económico basado en la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción y en la regulación por el Estado de las actividades económicas y sociales, y la distribución de los bienes”. Más aún, habiéndose declarado abiertamente marxista (15 de enero de 2010, en la Asamblea Nacional), el Presidente de la República ha enfatizado una acepción adicional del DRAE: «Teoría filosófica y política del filósofo alemán Karl Marx, que desarrolla y radicaliza los principios del socialismo». Por otro lado, no es únicamente la definición académica la que entiende al socialismo en ese sentido: ése es el sentido general que se le atribuye al término; por ejemplo, Wikipedia en Español ofrece la siguiente definición: «Es la teoría, doctrina o práctica social que promueve la posesión pública de los medios de producción y un control colectivo y planificado de la economía en pro del interés general de la sociedad».
Con esto no quiero sugerir que la mayoría de los venezolanos está muy familiarizada con el diccionario académico o sitios como Wikipedia, sino que su comprensión de lo que son las intenciones del presidente Chávez coincide con la definición del DRAE. Él mismo se ha encargado de mostrar, durante un tiempo ya muy largo y en numerosísimas intervenciones y un buen número de textos escritos, así como con las frecuentes expropiaciones que ordena, que lo que busca es exactamente quitar a los empresarios la propiedad de los medios de producción. Sin ir muy lejos, el 2 de junio decía: “Mientras la burguesía tenga el control de la mayor parte de la producción, seguiremos sufriendo la inflación porque ellos ponen los precios».
Pero es que, además, un referendo es un evento político con efectos jurídicos, y en nuestro sistema jurídico, por más maltrecho que esté, las interpretaciones de los textos se atienen a los significados contenidos en el DRAE. La propia Constitución establece: «Artículo 9. El idioma oficial es el castellano». La pregunta debe venir formulada de forma que signifique inequívocamente, en el idioma oficial, lo que se quiere decir. Es asunto del texto de la convocatoria misma, por otra parte, especificar que lo que se quiere significar por la pregunta es lo que dice el DRAE para socialismo, y problema comunicacional de la campaña en su contra explicar muy bien al electorado de qué trata la cosa. Ella deberá explicar que la oposición es a «la posesión pública de los medios de producción y un control colectivo y planificado de la economía», y que no es una oposición a cosas tales como una mayor «justicia social» u otras abstracciones por el estilo. Por supuesto, visto el gobierno ante un referendo de esta naturaleza, más de una cadena presidencial será dedicada a argumentar, falazmente, que quien vote contra el socialismo estará votando a favor del capitalismo imperialista, salvaje, golpista y explotador.
El lenguaje presidencial tiene virtudes resbaladizas y acomodaticias. Si se tomara la opción de redactar «el tipo de socialismo que el gobierno está tratando de imponer», pudiera muy bien aducir que lo que eso significa es lo que acaba de escribir en su último artículo semanal: «Pero no nos harán desviarnos de la hoja de ruta hacia el gran objetivo que definiera nuestro Libertador: la suprema felicidad social. ¡El Socialismo, pues!»
En síntesis, cualquier redacción que se emplee será adulterada y falseada por la retórica oficialista, aunque con rendimiento exiguo, porque todo el mundo sabe qué es lo que quiere el gobierno. Las expropiaciones, tanto las ya hechas como las amenazadas, no dejan lugar a dudas.
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Una sola persona me escribió sobre la proposición en términos que transcribo literalmente de seguidas:
Luis Enrique, convocar un referendo con el CNE, desde mi punto de vista aporta muy poco. Si nos ubicamos en un escenario donde el CNE tiene el control electoral del país, es como tratar de ganarle al tramposo en su guarida. Si tuviéramos los suficientes votos y adecuadas estructuras como para defender el resultado electoral el día de la elección y el día después, entonces ganaríamos la Asamblea Nacional. En ese escenario qué sentido tiene complicar la votación con un Referendo, pero mucho más importante en un escenario donde perdemos es aun menos útil ya que atornilla al tipo.
El amigo representa una cepa ciudadana que se resiste a morir: aquella que sostiene que el presidente Chávez fue revocado en agosto de 2004 según lo comprueba el teorema o ley de Benford* y razonamientos por el estilo, y que desde entonces todo ha sido un reiterado fraude electoral cuyo actor material es el Consejo Nacional Electoral.
Ya da flojera contestar estas posiciones; digamos, sin embargo, que los resultados electorales de la última década han coincidido muy bien con las mediciones anticipadas por todos los estudios de opinión (serios y confiables) y que nunca se ha podido demostrar el presunto fraude electoral. (En julio de 2005 admitió a El Universal nadie menos que Alejandro Plaz, co-director de Súmate, que no era posible demostrar fraude en el revocatorio de 2004). También es digno de notar que el Consejo Nacional Electoral que es acusado de ese modo certificó la derrota de los proyectos de reforma constitucional del Presidente de la República y la Asamblea Nacional el 2 de diciembre de 2007, así como el triunfo opositor en cinco gobernaciones y la Alcaldía Metropolitana en noviembre de 2008. Otra cosa, por supuesto, es la conducta posterior del Ejecutivo Nacional a este respecto.
La postura expresada en la comunicación transcrita, independientemente de sus buenas intenciones, tiene un efecto deletéreo sobre los propósitos de quienes rechazan la política del presidente Chávez, pues alimenta la propensión a abstenerse en los eventos electorales. Por señalar un solo caso: en el referendo del 15 de diciembre de 1999, que aprobó la Constitución que nos rige, la suma de los votos negativos y la abstención equivalía a 67,8% de los Electores registrados para esa fecha. La Constitución de la República fue aprobada explícitamente por un poco menos de la tercera parte de los venezolanos titulares de derechos políticos.
También es falaz el empleo del argumento acerca del peligro de que el «tipo» se vea beneficiado por un triunfo en ese referendo. Si se argumenta que en todo caso actuaría según su voluntad y no la del electorado, entonces no tiene la menor importancia que el resultado sea favorable o desfavorable.
Pero es que todos los estudios de opinión miden una sólida mayoría de venezolanos contrarios a la implantación del socialismo en el país; dependiendo de cómo se formule la pregunta, en porcentajes que van desde 22 puntos hasta 60 puntos de diferencia. Aunque hubiera una tentación de falsear una cosa así, la realización de un fraude en esas condiciones sería poco menos que imposible. No pudo pasar siquiera en 2007, para proyectos promovidos por el oficialismo, con una diferencia en el orden de 1%.
Y, de todos modos, la implantación del socialismo es lo que siempre ha procurado la acción presidencial; antes a cámara lenta, ahora a un paso más acelerado. Precisamente por eso es necesario pararle el trote, antes de que sea demasiado tarde. Si llegara a ganar el oficialismo una mayoría suficiente en la Asamblea Nacional—como parece hoy, sin referendo, lo más probable—podemos tener la seguridad de que cesaría cualquier propiedad privada significativa de «los medios de producción».
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Finalmente, dije al principio que había escuchado personalmente una objeción al proyecto del referendo consultivo sobre la implantación del socialismo en Venezuela. Fue proferida en una conversación bipersonal que sostuve en la mañana del viernes de la semana pasada, 4 de junio.
La objeción no iba dirigida al fondo de la proposición, asunto con el que mi interlocutor dijo estar totalmente de acuerdo. Su argumento, en cambio, era que la cosa era inviable, que sería imposible recoger las firmas suficientes, que sólo los partidos políticos podían hacer eso y que no estarían dispuestos a cooperar en la tarea, ocupados como estaban en la carrera hacia la Asamblea Nacional, que sería imposible a una asociación de simples ciudadanos completar la convocatoria.
Estas afirmaciones no estuvieron fundamentadas en algún dato empírico o sobre alguna ley universal de las ciencias sociales; vinieron formuladas dogmáticamente, como un axioma papal. En esencia, el argumento se reduce a esta idea: «No es posible hacer en Venezuela lo que es necesario hacer en Venezuela».
Sostengo lo contrario. Creo que los ciudadanos venezolanos, casi sin distingo de preferencia política, podemos entender que el referendo proyectado es conveniente y necesario, clarificador de nuestro turbio proceso político, unificador de una sociedad dividida, estabilizador de una política que procede por sobresaltos. Invito a mis compatriotas a que, para final satisfacción de él mismo, demos con nuestro apoyo y nuestro esfuerzo un mentís rotundo a su noción de que los venezolanos somos incapaces de hacer lo que se necesita.
Convoquemos este referendo. LEA
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*La ley de Benford, dicho sea de paso, de aplicación en varios procesos físicos no es necesariamente aplicable a cosas como elecciones, aunque esto haya sido pretendido en Venezuela por unos pocos empecinados y, siguiendo nuestro ejemplo, también respecto de las elecciones en Irán. Los curiosos pueden consultar el artículo general en Wikipedia y el trabajo The Irrelevance of Benford’s Law for Detecting Fraud in Elections, aquí descargable como archivo en formato .pdf: Irrelevancia de ley de Benford.
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Parada de trote, 23 de julio de 2009
Dictamen 2010, 17-18 de diciembre de 2009
Tratamiento del chavoma, 11 de enero de 2010
Emplazamiento de Caracas, 9 de febrero de 2010
Por supuesto que hay salida, 31 de mayo de 2010
Reto del presidente Chávez, 2 de junio de 2010
El extravío del unicornio rojo, 3 de junio de 2010
Puesta al día, 7 de junio de 2010
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