El 4 de julio de 1776 nació una gran nación, la más grande de los tiempos modernos, y aún lo es: los Estados Unidos de América. Antes de adoptar su actual Constitución (1787), que ha sido enmendada veintisiete veces, funcionó gracias a otro documento extraordinario: los Artículos de Confederación y Unión Perpetua. La redacción de éstos había sido iniciada en junio de 1776: estuvieron listos para ratificación en noviembre del año siguiente, la que fue completada en marzo de 1781. Su Artículo Cuarto, con característica concisión anglosajona, estableció de un plumazo la integración económica que ha costado a Europa más de medio siglo y que para los sudamericanos no ha podido completarse todavía.
La clave del asunto: en vez de crear órganos burocráticos que forzaran la integración, simplemente concedió a los “…habitantes libres de cada uno de esos Estados… todos los privilegios e inmunidades de los ciudadanos libres en los distintos Estados, y la gente de cada Estado tendrá libre ingreso y regreso hacia y desde cualquier otro Estado, y disfrutará en ellos todos los privilegios de comercio, sujeta a las mismas tasas, impuestos y restricciones de los habitantes de ellos, con tal de que tales restricciones no se extiendan tanto como para impedir la remoción de propiedad importada a un Estado, hacia cualquier otro Estado del que el propietario sea habitante…” En suma, los Artículos de Confederación establecieron la libertad de tránsito de personas y de bienes por todo el territorio de la unión, puesto que la confederación de los estados fue entendida como la unión perpetua de sus hombres y mujeres. La sustancia de los Estados Unidos no está en su gobierno; está en sus ciudadanos.
Al principio, el área ocupada por New Hampshire, la Bahía de Massachusetts, las Plantaciones de Rhode Island y Providence, Connecticutt, New York, New Jersey, Pennsylvania, Delaware, Maryland, Virginia, Carolina del Norte, Carolina del Sur y Georgia, los signatarios de esos artículos lúcidos, alcanzaba tan sólo a 888.000 kilómetros cuadrados, una superficie total inferior a la de Venezuela. Faltaba por venir la gran expansión hacia el oeste.
Hoy son los Estados Unidos primus inter pares de las Naciones Unidas, y a pesar de intervenciones muy censurables de su política exterior a lo largo de su historia, el efecto civilizatorio neto de esa primera democracia moderna sobre el mundo ha sido grandemente beneficioso.
Como es natural en todo poderoso, desde el tiranosauro hasta el león, tiende a hacer uso de su poder; pero, comparados con cualquier otra nación de la tierra de cualquiera de sus épocas, los Estados Unidos han hecho de su enorme fortaleza un uso comedido. Se cumplen hoy 234 años de su nacimiento, y su gobierno está ahora en manos que responden a una conciencia que no es arrogante. Hay quienes no quieren ver este cambio portentoso porque se les va la coartada. LEA
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