Debe ser una decisión estrictamente personal ofrecer a alguien su cuerpo para propósitos sexuales. Si está casado o casada, si es novio o novia formal de otra persona, seguramente comete infidelidad y afecta directamente con dolor, vergüenza, rabia, humillación, celos a la persona cuya confianza traiciona. Pero eso será una ofensa civil en la que el Estado no debe tener parte interesada. Convertir el adulterio en un crimen es algo muy equivocado.
Mucho más equivocado todavía es asignar como pena de ese delito inexistente la pena capital. La máxima aberración es que esa pena sea la muerte del amante por lapidación.
El ajusticiamiento a pedradas es una práctica consagrada en la Tora judía; el mismo Jesús de Nazaret se levantó contra su aplicación a una mujer retando a quienes estaban a punto de apedrearla con la famosísima advertencia; “Quien esté libre de culpa que levante la primera piedra”. El Corán en cambio, no contempla la lapidación como castigo.
A pesar de esto, la muerte a pedradas forma parte del Código Penal Islámico adoptado en Irán en 1983, con la instauración del régimen retrógrado de los ayatolás. En ese país, al cabo de nueve ejecuciones por lapidación, Sakineh Mohammadi Ashtiani fue condenada a recibir esa pena. Luego de la muerte de su esposo, fue condenada en 2006 por mantener una relación amorosa con dos hombres. Entonces recibió 99 latigazos, en otra forma inhumana y troglodita de castigar algo que no debiera ser delito.
Después de eso, Sakineh, madre de dos hijas, fue convicta de adulterio sobre la base de una confesión extraída con presión indebida, de a que posteriormente se retractó. Es con esta belleza de procedimiento penal que se llega a la conclusión de que hay que matarla y que esto debe hacerse apedreándola.
La presión internacional, estimulada por la muy activa campaña de las hijas de Sakineh, de 43 años de edad, parece haber detenido la ejecución e inducido a la conmutación de la pena por otro método de acabar con su vida. De modo misericordioso, pudiera ser solamente ahorcada. La Embajada de Irán en Inglaterra dejó saber que se revisa la sentencia.
¿No debiera el Presidente de la República “Bolivariana” de Venezuela, en este caso, comunicarse con su pana Mahmoud para indicarle que esa clase de castigo lapidario iraní es “indigna y troglodita”, para protestar esa barbarie?
Ya es tiempo de que desaparezcan de la faz de la tierra prácticas tan bárbaras como ésta de la lapidación, o la ablación clitorídea que mutila a miles de niñas cada año en el continente africano. La Corte Internacional de La Haya debiera tomar cartas en el asunto de inmediato, y el canciller Maduro pudiera echar una despotricadita al respecto. LEA
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