Hegel y Freud pusieron de relieve la reiteración traidora. Cuando alguien insiste en alguna cosa de modo machacón, tratando de convencer por la mera repetición, usualmente tiene la conciencia sucia precisamente acerca de eso mismo. Algo que se repitió insistentemente en las transmisiones sobre la exhumación de los restos de Bolívar, a instancias de un detectivismo bicentenario, era que todo el asunto fue un procedimiento científico.
Ya no se está, por supuesto, en la escena de un crimen presunto, en la quinta San Pedro Alejandrino en Santa Marta, Colombia, pero los dientes y algo de pelo del Libertador han sido examinados para verificar la hipótesis politizada de Hugo Chávez: que Simón Bolívar habría sido asesinado por envenenamiento y que esto habría sido ordenado por cúpulas podridas colombo-venezolanas de 1830, las que habrían tenido como descendencia legítima a Álvaro Uribe Vélez.
A comienzos de este año, el Dr. Paul Auwaerter, de la Universidad Johns Hopkins, opinó que el arsénico ha podido contribuir a la muerte de Simón Bolívar. El venenoso elemento, en su considerada opinión, ha debido ingresar a su organismo como prescripción terapéutica relativamente común para la época. Auwaerter señaló que no se adhiere a la teoría del asesinato. Pero los procedimientos científicos de una cincuentena de expertos—entre los que se encontraba la Fiscal General, Luisa Ortega Díaz—tal vez descubran otros venenos y refuercen de esa manera la presunción presidencial.
Entretanto, el video de los uniformados que madrugan en el Panteón Nacional debiera ser enviado a Oliver Stone; con eso puede hacer un corto panegírico que pudiera exhibirse con la película de la queja colombiana ante la Organización de Estados Americanos, por la presunta presencia de guerrilleros de las FARC en Venezuela. Esta pretensión no parece ser científica, al menos bajo los parámetros de los científicos Chávez, el Aissami y Ortega.
Científica es la decisión presidencial de no asistir a la toma de posesión de Santos en Colombia; científico es, según el propio Marx—cada pulpero alaba su queso—y Chávez, el marxismo. “El marxismo sin duda que es la teoría más avanzada en la interpretación, en primer lugar, científica de la historia…” (Hugo Chávez, 15 de enero de 2010, ante la Asamblea Nacional).
Lo que no tiene nada de científico es la siguiente observación: con su perenne querella contra Colombia, Hugo Chávez impide el sueño bolivariano de unión de venezolanos, granadinos y quiteños en La Cosiata II. Ni siquiera gusta del Pacto Andino, que justamente reúne a los países liberados por Bolívar. Es un segundo Páez. LEA
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