«Y también soy marxista… Lo asumo. Yo cuando asumo, asumo». (15 de enero de 2010)

 

DRAE:

marxista

1. adj. Partidario de Karl Marx o que profesa su doctrina. U. t. c. s.

El marxismo sin duda que es la teoría más avanzada en la interpretación, en primer lugar, científica de la historia, de la realidad concreta de los pueblos y, luego, el marxismo es, sin duda, la más avanzada propuesta hacia el mundo que Cristo vino a anunciar hace más de dos mil años: el Reino de Dios aquí en la tierra, el reino de la igualdad, el reino de la paz, del amor, el reino humano.

Hugo Chávez Frías

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Cuando Rómulo Betancourt iniciaba su única presidencia constitucional, en 1959, llegó a mi casa paterna un buen número de documentos políticos, la mayoría de Acción Democrática, pues mi padre tenía afinidad por esa corriente política. Un folleto llamó especialmente mi atención; provenía de la Secretaría Nacional de Doctrina de ese partido, entonces en las manos de Domingo Alberto Rangel, y era una explicación sencilla y somera de sus principios políticos. La razón por la que ese particular documento, entre una docena de otros traída por papá, capturó mi memoria fue la admisión contenida en la primera oración de su texto, que decía: “Acción Democrática es un partido marxista”. No decía un partido socialista o socialdemócrata, decía un partido marxista.

El segundo párrafo explicaba el sentido de esa tajante afirmación: AD era un partido que empleaba el método de análisis marxista para la interpretación de la realidad social en la que actuaba, pero establecía pragmáticamente su praxis política, guiándose por principios tales como el de la “justicia social”, que es un concepto tan genérico e indefinido que otras corrientes lo consideran suyo. AD, por tanto, había comprado sólo la mitad del marxismo.

El presidente Chávez, en cambio, lo ha comprado todo, como dejó ver el 15 de enero de este año en el Palacio Legislativo. No sólo es que, como la Acción Democrática de 1959, emplea el marxismo como técnica de análisis social—“…la teoría más avanzada en la interpretación (…) científica de la historia, de la realidad concreta de los pueblos…”—, sino que su terapéutica, sus políticas públicas son marxistas: “…el marxismo es (…) la más avanzada propuesta hacia el mundo…” Su praxis es marxista, puesto que ofreció estas definiciones luego de decir que él era marxista.

Siendo las cosas así, ¿qué es, en dos platos, el marxismo?

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El marxismo interpreta la historia, sencillamente, como el resultado de la lucha de dos clases contrapuestas: los poseedores y los desposeídos. A lo largo de la historia, estas clases van cambiando de carácter y de nombre; lo que antiguamente se llamó amos y esclavos, pasó a ser la dualidad opuesta de señores y siervos en el Medioevo, y con la emergencia de la industria moderna que suplantó el modo económico medieval, se llamaron entonces patronos y obreros, burguesía y proletariado.

El análisis marxista, el análisis de Carlos Marx, considera que los patronos se apropian del valor económico del trabajo de los obreros; sólo el trabajo crearía valor económico y, al vender los bienes producidos a un cierto precio y pagar a los obreros salarios que sumados son inferiores al valor realizado en las ventas, los patronos se apropiarían de una plusvalía que en propiedad sería de los trabajadores. (Ocho años antes del Manifiesto Comunista de Karl Marx y Federico Engels, veinte y siete años antes del primer tomo de El capital, Pierre-Joseph Proudhon se adelantaba: «La propiedad es un robo». Eco reciente, la opinión repetida del presidente Chávez: «Ser rico es malo»).

El modo económico capitalista, según Marx, es una etapa necesaria para alcanzar la solución final de la lucha de clases: la desaparición de ellas en una sociedad comunista. Entre el comunismo y el capitalismo se inserta una etapa intermedia, transicional, la del socialismo.

Desde el punto de vista estrictamente interpretativo, «científico», Marx estima esta evolución como algo inevitable, puesto que estaría implícita en el funcionamiento de las «leyes de la historia». Así como Charles Darwin habría descubierto en su concepto de la evolución las «leyes de la biología» (la supervivencia del más fuerte), Karl Marx creía haber descubierto las de la historia; él sería el Isaac Newton de la economía política y la historia de la humanidad. (Este cliché se entiende en medio del simplismo romántico de mediados del siglo XIX; Stephen Jay Gould y, sobre todo, Stuart Kauffman han enmendado la plana a Charles Darwin; Karl Popper se ha encargado de desmontar la simplista y equivocada noción historicista de que la historia obedece, como una manzana que cae por efectos de la gravedad, a leyes inmutables encontradas por Marx).

Pero Marx no sólo quería interpretar la historia, quería ser él mismo protagonista. No convenía esperar el desenlace ineludible, el establecimiento del comunismo, de la sociedad sin clases para que acabara su lucha y todos fuéramos felices comiendo perdices. Había que ahorrar a los proletarios el sufrimiento acelerando esa transición, y para esto había que tomar el poder. Bajo la guía certera e infalible de un partido comunista, había que establecer una dictadura del proletariado que estableciera primeramente la fase socialista—en la que desaparecería la propiedad privada de los medios de producción—como paso previo a la sociedad sin clases comunista. Como la historia no sería otra cosa que la lucha de clases, al no haberlas la historia terminaría; colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

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Es ésa la praxis marxista que el presidente Chávez considera «la más avanzada propuesta hacia el mundo». Si habla castellano, es eso lo que asume. Un problema diferente es si quiere decir lo que dice, porque el propio presidente Chávez ha dicho cosas que luego contradice. Por ejemplo, en una entrevista que le hiciera Jaime Baily en 1998, el comentarista peruano le preguntó directamente si se definía como socialista. Chávez contestó así: «Interesante la pregunta… es que, claro, seguramente tú, Jaime, has leído tantas cosas que se han dicho y se han escrito sobre mí… No, yo no soy socialista. No, yo creo que el mundo de hoy y la América Latina que viene requiere un salto adelante. Vamos más allá del socialismo, incluso más allá del capitalismo salvaje, como lo llama el papa Juan Pablo II. Yo creo en un proyecto, y así lo llamamos aquí, humanista».

Y es que la mentira perfectamente cabe en el arsenal del revolucionario marxista. Los marxistas se creen seres moralmente superiores; la revolución es la norma moral suprema para ellos, y todo lo que pueda favorecerla es no sólo lícito sino harto aconsejable. De nuevo, es el propio presidente Chávez quien se encarga de aclarar estas cosas.

Un año antes de declararse marxista—“Lo asumo. Yo cuando asumo, asumo»—ante la Asamblea Nacional, hablaba allí mismo en ocasión similar (13 de enero de 2009). En uno de sus peculiares recuentos históricos, regresó a febrero de 1989, cuando Carlos Andrés Pérez asumía por segunda vez la Presidencia de la República. Chávez aludió específicamente al acto de toma de posesión de Pérez en el Teatro Teresa Carreño, el fastuoso acto que mereció el cognomento de “coronación”. Recordó Chávez, incluso, que Fidel Castro—su “padre”—estaba entre los circunstantes que aplaudían a Pérez. Entonces, el Presidente de la República dijo que él era quien aplaudía más frenéticamente—aunque por supuesto conspiraba ya activamente—para disimular y que se le tuviera por persona afecta al régimen. Esta confesión la expuso con orgullo satisfecho, como si el engaño fuera travesura meritoria, inmoralidad necesaria a la revolución que todo lo absuelve.

Cuando creyó necesitar la declaración de que no era socialista, la profirió, siguiendo el ejemplo de su padre Castro, que gritaba en un mitin de 1959 en La Habana que no era comunista, y se mostraba indignado de la burda maniobra de acusarlo a él y a su gobierno de comunismo. Ya no dice Chávez que no es socialista. Ahora lo proclama a todos los vientos y añade que es marxista; los recibos de la Electricidad de Caracas, los carteles en las paradas de Metrobús, las exposiciones de motivos en los decretos de los últimos meses señalan que vamos «rumbo al socialismo», que estarían él y su gobierno construyendo el socialismo.

Esta vez hay que creerle, aunque haya mentido antes un buen número de veces, como él mismo ha reconocido. El socialismo de Chávez es, según sus propias palabras, el socialismo marxista, es decir, el comunismo, el que proviene de una dictadura del proletariado. Toda su vida fue proletario. LEA

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