Intermedio de La boda de Luis Alonso, zarzuela de Jerónimo Giménez. Concierto Voces para la Paz, Auditorio Nacional de Música, Madrid, 10 de Junio de 2007.
Las operetas y zarzuelas son como óperas ligeras, dramas musicales sobre temas livianos que usualmente llevan tono de comedia. En Viena, sobre todo, reinan las primeras, a pesar de que el nombre es diminutivo italiano (operetta) de ópera; en España, las segundas han regalado incontables horas de esparcimiento a incontables audiencias populares.
Zarzuela es, para el DRAE, una «Obra dramática y musical en que alternativamente se declama y se canta», y también la letra o la música de una obra de esa clase. Una última acepción de la palabra dice: «Plato consistente en varias clases de pescados y marisco condimentado con una salsa». Pero el nombre de las obras escénico-musicales que conocemos como zarzuelas se debe al sitio donde fueron representadas por vez primera, abundante en zarzas, donde Felipe IV mandó a construir lo que hoy es la residencia principal de los reyes de España: el Palacio de la Zarzuela, en las afueras de Madrid.
En el siglo XX se desarrolló el género del musical, y esta forma próxima a la zarzuela y la opereta recibió el impulso del cine. Por su mayor parte, los musicales fueron comedias, hasta que llegó el genio de Andrew Lloyd Webber con obras como Jesucristo Super Estrella, Evita o Los miserables.
He aquí una colección de doce números (uno repetido) de este tipo de composiciones para canto, baile y parlamento normal de teatro.
Comencemos por la voz robusta de Plácido Domingo, en Dein ist mein ganzes Herz, de Das Land des Lächelns, la más famosa de las operetas del compositor húngaro Franz Lehár.
Domingo canta con igual facilidad un aria que un tango, una opereta como la precedente que una zarzuela, de la raíz misma de su patria. Luisa Fernanda, compuesta por Federico Moreno Torroba, es una de las más populares. El gran tenor español canta de ella, primero, Vidal y el Coro de Vareadores, y luego, en compañía de la estupenda soprano catalana Monserrat Caballé, la Mazurca de las sombrillas.
Las leandras, en cambio, de Francisco Alonso, no es clasificada como zarzuela; es una revista musical. Su pasodoble Los nardos es interpretado acá por Paloma San Basilio.
Jerry Bock compuso la música para una obra realmente especial, que todos conocimos por la película El violinista sobre el tejado (1971). Seguramente es su número más conocido If I were a rich man, que aquí canta (Chaim) Topol, en su inolvidable actuación como Tevye.
La hija de Judy Garland, Liza Minelli, resultó ser una fuerza artística probablemente superior a la de aquélla. La película Cabaret la inmortalizó, con un Oscar como mejor actriz, bailarina, cantante, etcétera. John Kander hizo la música. De ese estupendo musical, ambientado en Berlín durante los primeros años de Hitler, Minelli canta acá Mein Herr.
Arriba se afirmó que Andrew Lloyd Webber es un genio; más específicamente, lo es en la composición de musicales de gran profundidad dramática. Su obra Cats estuvo en cartelera en Londres durante 21 años seguidos, y en Broadway 18 años. La canción Memory es cantada aquí en la rendición insuperable de Barbra Streisand.
También es de Lloyd Webber el musical Evita, y su más famosa canción es Don’t cry for me Argentina, que quiere cantar toda soprano que se precie. Aquí está en versión de Sarah Brightman.
En vena muy diferente, por supuesto, fue Richard Rodgers—en estrecha colaboración con Oskar Hammerstein—el rey del musical estadounidense. Una de sus obras que llegara al cine en 1958, South Pacific (1949), incluye el hit que aquí canta el bajo italiano que conquistara Nueva York, Ezio Pinza: Some enchanted evening.
También vimos en el cine My Fair Lady (Alan Jay Lerner y Frederick Loewe), la película que arrebató a Julie Andrews el papel de Eliza que hizo mil veces para darlo a Audrey Hepburn, cuya voz debió ser doblada por la de Marni Nixon, experta en esa clase de menesteres. También fue doblada, para cantar, la de Jeremy Brett con la de Bill Shirley, para el papel de Freddy Eynsford-Hill. Es de Shirley la voz aquí grabada en On the street where you live.
Ahora una trampa al cierre, para traer la voz de quien fuera un gran cantor alemán de voz especialísima, magnífica para las melodías de opereta. Se trata de Richard Tauber, el dueño de Dein ist mein ganzes Herz, que oímos al comienzo y aquí se reproduce con su timbre inimitable (cantada en inglés). La trampa consiste en oírlo cantar primero Wien, du Stadt meiner Träume (Viena, ciudad de mis sueños, del compositor austriaco Rudolf Sieczyński), que no pertenece a ninguna opereta y también estuvo indisolublemente unida a su voz. Luego, al cantar Tuyo es todo mi corazón, la canción de Lehár que hizo suya, escoge en esta ocasión terminarla en pianissimo, una de las varias formas en que supo cantarla como nadie.
Cordialmente, LEA
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Excelente su blog. Usted, además de Dr. Político, es Dr. Espiritual. Gracias… vb
Gracias a usted, Vladimir. Me siento muy honrado por su generosidad.
Me congratulo de haber encontrado este blog, Dr. Vivo en Mexicali, ciudad fronteriza con California, y la transculturización es apabullante, y la falta de interés de la Secretaría de Educación Pública por afirmar las raíces mexicanas es evidente. Le escribo en un ordenador del que no sé cómo poner los acentos, pero le aseguro que me esfuerzo por escribir correctamente el español.
Téngame por su más profundo admirador, y no me deje fuera de su círculo de amigos y manténgame informado de sus mas recientes éxitos.
Sólo dos veces he tenido la suerte de estar en México: en 1966 y 1980. En ambas ocasiones, creí que México se distinguía, justamente, por destacar las raíces de la cultura mexicana. Supongo que la cosa es distinta en la frontera, pero algo de transculturización a la inversa tuvo lugar hace mucho, cuando California era parte de México: San Francisco, Los Ángeles, Santa Mónica, San Diego, Sacramento, San Bernardino, Santa Clara, Palo Alto, no son nombres ingleses. Pero no debe ser fácil a una institución de poco presupuesto—el Instituto de Cultura de Baja California—actuar como represa a las poderosas corrientes culturales del norte. ¿Pueden, por otra parte, ser los 700 mil habitantes de Mexicali un contrapeso eficaz a 37 millones de californianos? Es ya heroico que en Mexicali exista una media docena de universidades, y el previsto desarrollo del Silicon Border, con importante inversión alemana, mejorará mucho las cosas. En mi viaje de 1980 fui a visitar los órganos rectores de la ciencia y la tecnología mexicanas—CONACYT, por ejemplo—para aprender de su estupendo sistema de información científica y tecnológica.
Lo de las raíces está bien, pero nos toca ocuparnos de hacer brotar las ramas del presente y el futuro. Por lo que a mí respecta, estoy harto de Simón Bolívar, y no creo que sea sano conformarme con sus glorias.
Gracias por su gentileza y generosidad.