Actualización: La encuestadora—Consultores 30.11—que comanda Germán Campos hace con frecuencia, por encargo del gobierno, estudios con muestras bastante mayores que las habituales de mil o mil doscientos entrevistados. Hoy (12 de marzo) anunció por Venevisión sus últimos resultados: la intención de voto para el 7 de octubre es de 57,5% a favor de Hugo Chávez, y de 26,6% a favor de Henrique Capriles Radonski. La ventaja del actual titular de la Presidencia de la República es de casi 31 puntos porcentuales. (Hugo Chávez regresa de Cuba antes de la llegada a ésa de Benedicto XVI, quien no podrá administrarle la Unción de los Enfermos).
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Cuenta la leyenda que en un antiguo y remoto país del oriente había un rey muy cruel y, por lo tanto, injusto. Todo aquello que lo fastidiara lo destruía de inmediato. Así también, cada vez que recibía un mensajero proveniente de los confines de su reino, si este le traía una mala noticia lo hacía matar de inmediato. De esta manera, confundiendo el mensaje con el mensajero y la realidad con la sombra de la misma, logró que nadie se atreviera a decirle lo que realmente pasaba. Fue así que ni siquiera se enteró de que había dejado de ser rey, tal era el pánico que aún provocaba ese tipo de comentarios. Fue así también que cuando su pueblo lo condenó a muerte ni el verdugo se atrevió a comunicarle la sentencia. Nadie sabe si tuvo tiempo de sorprenderse cuando su cabeza cayó sin anuncio previo.
Carlos Besanson
No matar al mensajero
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El futuro es plural. Antes de convertirse en presente para colapsar rápidamente como pasado, es posible el acontecimiento de cosas disímiles.
No todo es posible, sin embargo. No es posible, por ejemplo, que Rómulo Betancourt sea de nuevo candidato a la Presidencia de la República, ni tampoco Aristóbulo Istúriz o Nelson Mezerhane. No es posible que el mundo se acabe en 2012, a pesar de los crédulos y supersticiosos, y tampoco que la Academia de Ciencias Físicas y Matemáticas acoja en su seno a la Federación Venezolana de Astrólogos. En verdad, son sólo unos pocos cauces de un delta de posibilidades los que pueden desaguar la actual situación política nacional, que el 7 de octubre se convertirá en momento electoral. La estructura del futuro no es un abanico de superficie continua sobre la que sea posible trazar, en principio, un número infinito de escenarios. La disposición del futuro es arborificada.
Por supuesto, no es imposible que el régimen venezolano se desplome súbitamente antes de la fecha de los previstos comicios; tampoco que se produzca la falta absoluta del Presidente de aquí a allá. Pero lo que parece la boca más ancha, el Caño Araguao de la política nacional, se destaca en el mapa del cartógrafo Oscar Schemel, que a juicio del Chamán del Guaraira Repano es el «mejor conceptualizador» y explicador entre nuestros encuestólogos. (El mismo chamán, cuyos certeros augurios hemos publicado varias veces en este blog, se animó hace una semana a sugerir que el presidente Chávez permanezca en Cuba, alargando su estancia terapéutica en la isla de los Castro, para recibir el 26 de marzo la visita de Benedicto XVI y solicitarle la Unción de los Enfermos—antes Extremaunción—en lo que sería, sin duda, un sacramento de lujo, administrado por nadie menos que el Sumo Pontífice).
Hinterlaces, la firma de Schemel, recogió datos entre el 24 de febrero y el 1º de marzo para componer su Monitor País del 5 de los corrientes. Este estudio, por consiguiente, es posterior a la celebración de las primarias opositoras (12 de febrero) y al anuncio del nuevo tumor en la humanidad presidencial, acaecido a la conclusión del Carnaval.
El efecto de esta noticia ha sido, como era de prever, positivo para la evaluación del Primer Mandatario como gobernante… y también como candidato. Dice Hinterlaces: «Sube de 64% (enero 2012) a 66% la valoración positiva de la gestión del presidente Chávez. Casi 7 de cada 10 venezolanos aprueban la labor presidencial». Y también apunta: «6 de cada 10 venezolanos está «de acuerdo» con la gestión del Presidente Chávez y un tercio del país está en «desacuerdo». La enfermedad vuelve a concentrar la atención en el liderazgo personal de Chávez y desplaza el cuestionamiento de las fallas de gestión».
Sorprende de lo encontrado por Schemel el incremento, favorable a Chávez, en las clases más altas de la población. La décima lámina del Resumen Ejecutivo del reciente estudio asienta:
EVALUACIÓN DE LA GESTIÓN PRESIDENCIAL
Entre enero y febrero, observamos que en la clase E y quienes se autodefinen como independientes hay un desplazamiento de una «valoración de balance crítico» a una «posición de respaldo» a la gestión del Presidente Chávez.
Desde octubre, hemos venido observando un aumento en la valoración positiva de la gestión del Presidente Chávez en el grupo AB.
El rechazo a la gestión del Presidente Chávez tiende a concentrarse en la clase media C+.
Este movimiento de la opinión no podía dejar de causar efecto sobre la intención de voto en los actuales momentos. Naturalmente, el efecto de las elecciones primarias de la Mesa de la Unidad Democrática prestó algo de aliento a la figura de Henrique Capriles Radonski, quien se colocó a sólo 12 puntos por debajo de Chávez—49% a 37%—una semana después de las primarias (19 de febrero), recortando la distancia del promedio de las encuestas en tres puntos. Pero ahora ha crecido la ventaja del adelantado a 18 puntos sobre, hasta ahora, su único contendor.
El cuadro es realmente desalentador para la población opositora. El mismo 12 de febrero por la noche, conocidas ya las esperanzadoras cifras anunciadas por Teresa Albánez, multada por incendiaria, se comentó aquí: «En todo caso, los próximos tres meses indicarán si existe alguna posibilidad de que Capriles supere a Chávez en las elecciones que sobrevendrán en ocho; ya algunas encuestas han mostrado la disminución de la ventaja de Chávez a números de un solo dígito, cuando hasta hace nada le adjudicaban 15 puntos sobre Capriles. Este blog desea a Capriles la mejor de las suertes. Ojalá logre un desempeño convincente a breve plazo». (Triunfo rotundo).
Parece que al plazo más breve no se ha producido todavía ese desempeño que pudiera convencer, y que la oposición se encamina a una derrota que quizás no sea tan grave como la que experimentara con la candidatura de Manuel Rosales, que el 3 de diciembre de 2006 perdió hasta en el Zulia (en todo el territorio nacional, sólo pudo ganar en el municipio Maracaibo).
Falta, no obstante, un buen trecho por recorrer. Hay que continuar observando el curso de la opinión para saber si el Caño Araguao mantiene el caudal que ahora se le mide, si lo aumenta o experimenta disminución. Digamos, hasta el 12 de mayo, tres meses de desempeño posterior a las primarias. Entonces habrá que decidir si es aconsejable dirigirse al matadero para acompañar al Gobernador de Miranda, quien deberá abandonar este cargo para el 1º de julio. Una medición de Hinterlaces pareciera desestimular en algo la imaginación de una tercera candidatura: la de un outsider, o de un «independiente» en terminología de la encuestadora. Casi la mitad de los entrevistados cree que ese tercero o tercera no tendría chance aunque, naturalmente, la pregunta fue formulada para el caso de que Chávez no pudiera ser candidato y, también, en ausencia de una figura concreta. (La suma de quienes creen que sí lo tendría—37%, equivalente al apoyo a Capriles luego de su triunfo primario—y quienes dicen no saber o no contestaron alcanza a 51%).
Con todos los buenos deseos de este blog para Capriles Radonski, acá se dijo hace un año (El pelotón opositor) acerca de quienes pescueceaban ya—Herman Escarrá, Oswaldo Álvarez Paz, Eduardo Fernández, María Corina Machado, Ramón Guillermo Aveledo, Cecilia Sosa, Cecilia García Arocha, Pablo Pérez, Henrique Capriles Radonski, Julio Borges, Leopoldo López, Manuel Rosales, César Pérez Vivas, Henri Falcón, Henrique Salas Feo, Henry Ramos Allup, Miguel Ángel Rodríguez, Teódulo López Meléndez, etcétera, etcétera, etcétera—para alzarse con la candidatura de oposición: «Puede señalarse en cada uno de ellos algunas bondades, sin la menor duda, pero pareciera que ellas son insuficientes para la tarea de alcanzar la Presidencia de la República en un cotejo que, indefectiblemente, incluirá la candidatura de Hugo Chávez, quien repetirá y ampliará su comportamiento ventajista. No es un candidato ‘normal’ quien puede derrotar al Presidente en ejercicio. Menos suficientes todavía serían esas bondades para manejar acertadamente el Poder Ejecutivo Nacional en las condiciones esperables para 2013, en el improbable caso de que éste cayera en sus manos».
Claro que al reportar (Reiteraciones con pretexto), el 11 de noviembre del año pasado, la medición del Instituto Venezolano de Análisis de Datos publicada el día anterior por el diario El Nacional—intención de voto para Chávez de 49,3% ante 37,1% que votaría en su contra—, una amable dama caraqueña preguntó a quien le hiciera llegar mi artículo: «¿Qué credibilidad tiene LEA? Si no tiene mucha y su visión es siempre pesimista, no me parece muy válido este artículo y menos difundirlo».
Eso es bastante más inocuo que matar al mensajero, por más que haya quienes deseen la desaparición de Oscar Schemel o Félix Seijas. Me ofrezco solidariamente para ser sacrificado en su compañía. A fines de tal solidaridad, excitaré a la jauría opositora reproduciendo un trozo del artículo principal de la Carta Semanal #100 de doctorpolítico (Bofetada terapéutica), posterior en cuatro días al infructuoso referendo revocatorio del 15 de agosto de 2004:
Si tuviéramos, Dios no lo permita, un pariente con tan grave dolencia que ameritara la atención de toda una junta médica; si este cuerpo de facultativos intentase primero una cierta terapéutica y con ella provoca a nuestro familiar un paro cardiaco; si a continuación prescribe un segundo tratamiento que le causa una crisis renal aguda; si, finalmente, aplica aún una tercera prescripción que desencadena en nuestro deudo un accidente cerebro-vascular, con toda seguridad no le querremos más como médicos.
Y esta es la estructura del problema con la Coordinadora Democrática. La constelación que se formó alrededor de ella, no sin méritos que hemos reconocido, nos llevó primero a la tragedia de abril de 2002, luego a la sangría suicida del paro, finalmente a la enervante derrota del revocatorio. (Para no agregar al inventario una nutrida colección de derrotas menores). No hay vuelta de hoja. No podemos atender más nunca a esa dirigencia.
Y eso que todavía no había decidido la locura de abandonar la elección de Asamblea Nacional en 2005 y reivindicar después que la abstención de 75% era ¡un sonado éxito! (Schemel, por cierto, había medido 71% de posible abstención en octubre de 2005, un mes antes de la estampida de Fila de Mariches que desencadenara Henry Ramos Allup y que, por tanto, añadiera a lo sumo 4% a la ausencia de votantes). Todavía, tampoco, había producido esa misma dirigencia la menesterosa candidatura de Manuel Rosales, ni la inexplicable derrota del 15 de febrero de 2009 ante la enmienda constitucional de reelección indefinida u otros fracasos menores. Hasta el 15 de agosto de 2004, sólo había fracasado en la elección de diputados constituyentes, en el referendo de 1999 sobre la Constitución, la presidencial de 2000, el Carmonazo, el suicida paro petrolero y el referendo revocatorio.
Se trata de la misma gente, de los mismos conceptos estratégicos. No ha atinado a otra cosa que a concebirse como oposición—Henry Ramos Allup: “La política suele hacer extraños compañeros de cama. Hoy compartimos propósitos, no ideales ni visiones”—, no ha podido hacer otra cosa que acusar a Chávez, incapaz de refutar su discurso, que es lo que siempre se ha necesitado. Ahora parece que el candidato que recibió 1.800.000 votos el 12 de febrero—y que por tanto tendría que añadir 5.200.000 el 7 de octubre para ganarle a Chávez—ha decidido no confrontarlo, proyectarse como «chavista light» y eludir pacíficamente el combate. No es imposible que con tal estrategia logre su propósito. Aquí mismo se dijo el 12 de febrero: «Tampoco puede haber duda de que una presidencia de Capriles Radonski, a pesar de sus limitaciones, sería muy preferible a la continuación de Chávez en el poder. Es posible, por otra parte, que una mayoría del electorado crea el 7 de octubre que conviene la paz al país; si Capriles se distingue por algo de la opción continuista es, precisamente, porque representaría la disolución del clima pugnaz y agresivo que ha caracterizado el tiempo de Chávez. Quizás eso sea suficiente».
Realmente no lo creo. Esa posibilidad lleva el cauce de un caño muy secundario de nuestro delta político. El Caño Araguao sigue siendo un triunfo de Chávez el 7 de octubre de 2012, seguido por su falta absoluta—por muerte o incapacitación por razones de salud—en un plazo no mayor de tres años, lo que implicaría una nueva elección. (Artículo 233 de la Constitución). Si los factores que pueden impulsar otra candidatura se cierran en sus actuales posiciones, quizás logren entrar en razón al momento de que Chávez no esté para presidir la República. De todos modos, y por si acaso, se recomienda por enésima vez la lectura de Retrato hablado (30 de octubre de 2008). Allí se describe los rasgos de una contrafigura con posibilidades de ser exitosa.
Por ahora, estoy dispuesto a morir a manos de un rey cruel e injusto, que mata mensajeros. LEA
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Para descargar este artículo en .pdf: Schemel, el aguafiestas
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Muy bueno tu artículo. Lo he enviado a las redes sociales. Quizás sobre el retrato hablado—y disculpa la referencia—el único que presentó un proyecto de país alternativo fui yo.
Gracias, Teódulo. En Retrato hablado no se menciona para nada «un proyecto de país alternativo». Creo que eso es un espejismo, y quienes son gobernantes o pretenden serlo creen que son responsables o jefes de un país entero. El 4 de este mes, el diario El Universal recogió unas presuntuosas declaraciones de Juan José Caldera, en las que decía: «El compromiso de dirigir al país a partir del año que viene es un gran reto, por ello lo que viene ahora es compromiso, responsabilidad, madurez y trabajo». Los políticos no dirigen países sino, a veces, al Estado. No hay un proyecto de país de los Estados Unidos, o de Holanda o Japón. El concepto es sugerente y vistoso pero falso.
Una vez más discrepamos. Un proyecto de país indica qué se quiere hacer desde el gobierno y no tiene parecido con un plan de gobierno, que es otra cosa. El concepto no tiene nada de falso, indica un camino claro y preciso de construcción de una nación. Si no se sabe lo que quiere hacerse no se merece gobernar. Y más allá, el liderazgo de estos tiempos no pasa por dirigir un concepto de Estado que fenece. Se trata de dirigir una nación y por eso dije que había que crear una república de ciudadanos y una sociedad del conocimiento. No se trata, por lo demás, de ser jefe de un país. Han cambiado los conceptos de liderazgo y de poder.
Por supuesto que discrepamos, y discreparemos continuamente porque partimos de marcos mentales, de paradigmas, harto diferentes. Tal vez hayas leído aquí—sin discrepar entonces—lo que copio de MUD: marca de camisas de fuerza (16 de enero de 2012):
De resto, el lenguaje, las nociones fundamentales y los supuestos de los fulanos LPGUN [Lineamientos del Programa de Gobierno de Unidad Nacional] ponen de manifiesto la vigencia, en el reino de la oposición, de conceptos políticos tan anticuados como presuntuosos. Uno destaca: la creencia de que los países son hechos por los gobiernos. (15. “Construir una sociedad productiva y de progreso”. 363. “El próximo gobierno de Unidad Nacional debe asegurar un cambio de rumbo para Venezuela”. O, al final: “Unidad en la inclusión. La política debe servir para construir una sociedad que incluya a todos”).
Los países tienen la mala costumbre de construirse ellos mismos, muchas veces a contrapelo de los estorbos de los gobiernos más entrometidos, como el que ahora tenemos. Es típica la arrogancia política de quienes creen que los presidentes son los jefes de los pueblos. (Henrique Salas Römer, por ejemplo: “Aquel que pretenda gobernar sobre un país…”, diciembre de 1998. O Hugo Chávez, “No me ocupo de la oposición; estoy muy ocupado dirigiendo al país”, septiembre de 2005). Los presidentes son, escasamente, los jefes del aparato ejecutivo estatal en el nivel nacional. No son nuestros jefes; son nuestros mandatarios. Somos nosotros los mandantes.
Ya basta de presunciones obsoletas, que indignan.
Dirigir el Poder Ejecutivo Nacional no es lo mismo que dirigir al país, y declarar a esta última noción equivocada no equivale, en absoluto, a «no saber lo que quiere hacerse». Por otra parte, cuando me enviaste tu programa de gobierno ya le hice algunas objeciones preliminares. (Puedes refrescarlas con una nueva lectura a El pelotón opositor). El que hayas pretendido proponer—resaltando que fuiste «el único»—un «proyecto de país alternativo» no lo convierte automáticamente en un planteamiento correcto. Es perfectamente posible proponer el error.
Lo menos que se puede decir al leer el escrito de LEA es: «la manera de razonar del venezolano es rara (al menos pareciera que la de la mayoría de los encuestados)». Los resultados de la encuesta de Hinterlaces, que sin duda se realizó de una manera estadísticamente aceptable, sorprenden por lo aparentemente ilógicos mas, sin embargo, no irreales, pues deben ser un hecho tangible. Sin negar que ésos sean los resultados, al superar el shock y tratar de entender bien, le sobreviene a uno la tentación de creer que, en un país que está en la situación socio-económica de Venezuela, donde se ven las carencias más elementales en la calidad de vida de la población, la mayoría de la población—inclusive los mejor dotados intelectualmente, perdónenme el clasicismo de este comentario—piense que Chávez y su sistema fracasado de gobierno sea lo mejor que nos pueda pasar en la segunda década del siglo XXI y más allá, después de trece años de obtener resultados cuestionables en todos los ámbitos del desempeño gubernamental y estatal (exceptuando el «empeoramiento satisfactorio» en inseguridad, servicios públicos y, en general, la calidad de vida).
De acuerdo con esto, pareciera que nuestro futuro está determinado, como sea, por lo que le ocurra a Chávez. Por lo pronto pareciera que los venezolanos no tuviéramos suficiente imaginación ni ganas de ver cómo nos destetamos del siglo XIX (tan acendrado en este gobierno en particular), pasamos y superamos esta página de la historia y visualizamos un país en donde su población piense con lógica «normal»; pensaría yo que esto podría ser lo esperado después de una experiencia tan aleccionadora como la que hemos tenido con el comandante-presidente y sus áulicos. Todo parece indicar que aún no hemos sudado la fiebre suficientemente y no estamos preparados para ese cambio.
Saludos
Muy justo todo lo que Ud. pone, Jokin. No pareciera que hemos aprendido lo suficiente, pero la curva de aprendizaje más empinada ha resultado ser la de los dirigentes políticos convencionales. Lo que sí es culpa de nosotros es seguir como borregos, una y otra vez, lo que una dirigencia comprobadamente inepta nos propone.
Aquí no estoy postulando mala intención en ellos; estoy seguro de que la Mesa de la Unidad Democrática procura hacer lo mejor que puede y sabe. Este último verbo es la clave. Son los marcos mentales de esa dirigencia, no su malicia, lo que le ha impedido formular una estrategia correcta, con alguna osadía e imaginación política. Por ejemplo, en 2009 se negó a aceptar mi proposición de un referendo consultivo sobre el socialismo, cuando todos los estudios de opinión medían una fuerte aversión al concepto.
Ahora cree que el mandado está hecho con la elección de un candidato insuficiente y el cáncer presidencial, y rezan para que se lo lleve pronto.
Una formación política que sólo atina a definirse como oposición deja de tener sentido cuando aquello a lo que se opone ha desaparecido. No es «rara la manera de razonar del venezolano». Es simplemente que no tiene opciones. En un libro mío pronto a ser publicado he escrito:
Al final, la mayoría de los electores, deseosa de una presidencia que no proviniera de AD o de COPEI, se vio compelida a optar por dos opciones que nominalmente superaban el bipartidismo. Una de ellas [Salas Römer] se dejó apoyar por Acción Democrática—la carne de la guanábana—, despedía un tufo de godo a kilómetros de distancia y se opuso a la constituyente. Sólo quedaba Chávez. En ese sentido, los electores que lo eligieron no se equivocaban; el equivocado era, por supuesto, Hugo Rafael Chávez.
No tenemos por qué estar condenados al degolladero. Si dejamos de ver la película en blanco y negro, podremos encontrar alternativas exitosas.