Bueno, yo veo la enfermedad del Presidente. Su cáncer.
Ramón J. Velásquez
RJV: «El siglo que he vivido», 3 de abril
El cáncer es una enfermedad muy triste y de proceso lento. No quiere decir que el presidente va a estar convaleciente en los próximos 15 días. Vamos a empezar a ver complicaciones serias a partir de noviembre. Una vez que presente complicaciones graves su expectativa de vida va a ser aproximadamente de 30 días.
José Rafael Marquina
El Observador de Uruguay, 7 de abril
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La memorable actuación del Presidente de la República en Jueves Santo, inmerso en la conmemoración de la Semana Santa, con lágrimas y plegarias por su salud, ha desatado una actividad presagiosa en las filas de la oposición, así como curiosidad de los medios internacionales. Hace una semana, en una misa celebrada en su presencia en Barinas, adonde llegó directamente desde su segunda sesión de radioterapia cubana, Chávez rogó al cielo con estas palabras: «Dame tu corona, Cristo, dámela, que yo sangro, dame tu cruz, cien cruces, que yo las llevo. Pero dame vida porque todavía me quedan cosas por hacer por este pueblo y esta patria. No me lleves todavía». En una nota sin firma, el diario El Universal reseña un trabajo de la agencia AFP y reporta: «Para Carlos Raúl Hernández, doctor en Sociología y máster en Ciencias Políticas de la UCV, lo que ocurrió en la misa fue ‘una especie de delirio místico’ que revela ‘un estado de desesperación emocional. En ese acto, extremadamente conmovedor, parece que hay la posibilidad de una salida (de Chávez) del escenario político’, dijo Hernández al diario El Universal».
Pero el presidente Chávez conoce que las vicisitudes de su enfermedad parecen haber reforzado su aceptación y la intención de voto a su favor. Ha leído las cosas que Oscar Schemel (Hinterlaces) anda midiendo desde hace tiempo: “El presidente Chávez (…) es un líder religioso, es un líder carismático, los juicios emocionales pesan más que los juicios racionales, el juicio moral pesa más que el juicio objetivo (…) de hecho, buena parte de los soportes que explican esta valoración positiva tiene que ver con la percepción de que Chávez es bueno, tiene buenas intenciones, quiere a los pobres, realmente quiere hacer cosas buenas por los pobres y tiene buenas ideas y proyectos”. El 5 de marzo, en una de las láminas del Reporte Ejecutivo de su encuesta más reciente, dice Hinterlaces: «6 de cada 10 venezolanos está «de acuerdo» con la gestión del Presidente Chávez y un tercio del país está en «desacuerdo». La enfermedad vuelve a concentrar la atención en el liderazgo personal de Chávez y desplaza el cuestionamiento de las fallas de gestión». (En julio del año pasado, por lo contrario, Datanálisis reportaba que la enfermedad presidencial no impactaba cuantitativamente la valoración de su gestión; más recientemente, el 19 de marzo, la ministra Mari Pili Hernández ha opinado que la enfermedad de Chávez no da dividendos políticos a los opositores). Lo cierto es que la rogativa de Chávez en Jueves Santo puede ser vista como una táctica histriónica que lo refuerza como líder religioso, al pedir la cruz y la corona del Nazareno, mientras insiste en el asunto que lo favorece en la intención de voto: su dolencia cancerosa.
De hecho, parece estrategia decidida del oficialismo esto de promover la figura de Chávez como santo redentor. El lunes 2 de abril recibí llamada de Madelein García, periodista de Telesur, para solicitarme una entrevista que ostensiblemente era para hablar de las últimas encuestas. Habiendo tratado en este blog tal asunto (Schemel, el aguafiestas, HCF vs. HCR, La carga del autobús ligero y Capriles el pensativo) estaba preparado para cualquier pregunta y no tenía razones para negarme. La conversación con la entrevistadora duró una hora; he aquí el resultado:
¿Debía sorprenderme? El 11 de enero de 2007 escribí en la Carta Semanal #220 de doctorpolítico: «…a juzgar por sus constantes identificaciones con Jesús de Nazaret y la repetición de sus críticas a muy conspicuos personajes de la iglesia católica venezolana, pudiera estar pensando—su megalomanía da para eso—en hacer, al estilo de Enrique VIII, una iglesia ‘bolivariana’ de la que él sea papa».
Sólo la incapacitación o muerte de Chávez antes del 7 de octubre impediría que ganase las elecciones presidenciales de este año. La ventaja que lleva a Capriles Radonski en las encuestas es prácticamente insuperable y, como hemos visto, aprovechará toda la intención de voto lastimosa y religiosa que pueda suscitar. También repartirá bolívares a granel; acaba de poner la guinda del aumento del salario mínimo, el que favorecerá a dos millones de jubilados. ¿Qué puede hacer Capriles? Ante el aumento reaccionó en Twitter: «Este Gobierno acabó con el empleo de calidad, nos toca muy pronto activar nuestra economía, generar confianza y crear millones de empleos». Hace unos días recomendó que el Presidente dejara de insultar y se acercara a Dios en Semana Santa. Al menos en lo segundo, Chávez le hizo caso.
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José Rafael Marquina se ha posicionado como el arúspice médico del absceso pélvico; es una estrella mediática que opacó, enviándolo al olvido, a aquel Dr. Salvador Navarrete que causara tanta furia con sus declaraciones en los círculos chavistas. Ha decidido competir con Nelson Bocaranda—el Chacal de la Información—en esto de diagnosticar y pronosticar el padecimiento de Chávez sin verlo en su consultorio. Parece tener interés en demostrar que su deceso está a la vuelta de la esquina.
Ahora es su pronóstico más preciso que Chávez no sufrirá complicaciones serias hasta el mes de noviembre—esto es: después de las elecciones—y entonces morirá entre diciembre y enero. Si Marquina termina teniendo razón, entonces el futuro más probable es que pueda vencer en las elecciones de octubre y, como Presidente electo y en ejercicio, se produciría su falta absoluta antes de que tomara posesión o poco después. Veamos qué ha previsto la Constitución Nacional para tal circunstancia:
Artículo 233. Serán faltas absolutas del Presidente o Presidenta de la República: la muerte, su renuncia, la destitución decretada por sentencia del Tribunal Supremo de Justicia, la incapacidad física o mental permanente certificada por una junta médica designada por el Tribunal Supremo de Justicia y con aprobación de la Asamblea Nacional, el abandono del cargo, declarado éste por la Asamblea Nacional, así como la revocatoria popular de su mandato.
Cuando se produzca la falta absoluta del Presidente electo o Presidenta electa antes de tomar posesión, se procederá a una nueva elección universal, directa y secreta dentro de los treinta días consecutivos siguientes. Mientras se elige y toma posesión el nuevo Presidente o Presidenta, se encargará de la Presidencia de la República el Presidente o Presidenta de la Asamblea Nacional.
Cuando se produzca la falta absoluta del Presidente o Presidenta de la República durante los primeros cuatro años del período constitucional, se procederá a una nueva elección universal y directa dentro de los treinta días consecutivos siguientes. Mientras se elige y toma posesión el nuevo Presidente o Presidenta, se encargará de la Presidencia de la República el Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva.
En los casos anteriores, el nuevo Presidente o Presidenta completará el período constitucional correspondiente.
Si la falta absoluta se produce durante los últimos dos años del período constitucional, el Vicepresidente Ejecutivo o Vicepresidenta Ejecutiva asumirá la Presidencia de la República hasta completar el mismo.
En consecuencia, vendría una segunda elección presidencial después de que Capriles haya sido derrotado. Él querrá presentarse a esa elección y la Mesa de la Unidad Democrática tendrá, como se dice, que morir con él. No va a organizar otras primarias, y Datanálisis vendría en su auxilio con mediciones—del 29 de febrero al 7 de marzo—que lo visualizan ganador ante los previsibles sustitutos de Chávez: Capriles 33,4%-Jaua 29,5%; Capriles 33,7%-Maduro 23,3%; Capriles 34,4%-Cabello 20,4%. A pesar de esto, las ganas de otros candidatos diferidos renacerán con fuerza y argumentarán que Capriles ya tuvo su oportunidad y fue vencido. Él dirá que su vencedor ya no existe.
Tal escenario no es una certeza; en verdad, la envergadura de la incertidumbre es bastante mayor. Hay una probabilidad no nula de que Chávez sea reelecto y pueda gobernar unos pocos años (no creo probable, sin embargo, que rebase los cuatro años del próximo período, lo que le permitiría a su Vicepresidente completarlo sin necesidad de nueva elección). Tampoco es nula la probabilidad de que se produzca la falta absoluta del Presidente antes del 7 de octubre de este año. La fábrica de rumores estuvo operando el lunes de esta semana (9 de marzo), en correos de fuente no identificada con los peores datos acerca de la salud de Chávez; también ese día, Nelson Bocaranda aseguró por Twitter que se celebraba en Cuba una reunión de militares venezolanos y cubanos para discutir «planes a seguir en caso de que Chávez no pueda seguir en campaña. Acciones de calle no están descartadas ¿Desespero?»
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Lo cierto es que desde las elecciones del año 2000 los electores venezolanos hemos debido optar por sólo dos opciones, en campañas y comicios fuertemente polarizados. En uno de los dos polos se ha ubicado insistentemente Hugo Chávez: el candidato de un trasnochado y pernicioso socialismo militarista; en el otro, un candidato de oposición que se justifica esencialmente por la maldad del primero, pero que representa también una vieja manera de entender la política: la lucha por el poder con la coartada de una ideología. Manuel Rosales se decía partidario de la «democracia social», un intento mercadotécnico de no decir socialdemocracia. Capriles Radonski es militante de Primero Justicia, cuya definición ideológica—hizo todo un congreso para eso—es demócrata cristiana.
Vieja política: todas las ideologías son obsoletas como fundamentación de una política responsable, llámense «socialismo del siglo XXI» o «capitalismo popular». La época exige una política post-ideológica, transideológica. La probabilidad de una candidatura que exprese tal necesidad aumenta significativamente en el escenario delineado por el Dr. Marquina, y la ventana de oportunidad parece que estará abierta entre el próximo 8 de octubre y enero de 2017. LEA
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Recuerdo que en una reunión en casa de Luis Ugueto, en la cual se presentaron ejecutivos de Consultores 21, se mostraba que existía una enorme dificultad para convencer a los estratos de bajos ingresos de no votar por Chávez, o más bien en aquel entonces, por Rosales. Es posible que este cuadro no haya cambiado sustancialmente y sé de tu pronóstico sobre el 7 de octubre. Sin embargo, el efecto de la Unidad, las primarias, las votaciones legislativas y el rechazo al cambio de la Constitución son indicadores de que un triunfo de Capriles es posible.
Existe la percepción de que el cáncer de Chávez no tendrá sus efectos letales sino hasta después de octubre; sin embargo, pienso que será igualmente contra corriente hacer creer que hasta esa fecha él permanecerá con apariencias de haberse curado. Este asunto es un enigma, por lo cual dudo que la gente vote por él aun estando al borde del colapso. Si ello es así, estamos entonces ante un fenómeno político nunca visto.
Por ello no nos queda más recurso que seguir paso a paso, día a día los acontecimientos. Creo válido que Capriles debe seguir en el peregrinaje del diálogo en toda Venezuela. Es su mejor estrategia.
Efecto de la Unidad: en mi comentario sobre la más reciente encuesta de IVAD (HCF vs. HCR), puse: «No deja de ser significativo, por otra parte, el grado de apoyo recabado por las organizaciones políticas actuantes en el escenario nacional. La suma de las simpatías por todos los partidos representados en la MUD equivale a poco más de la mitad del apoyo expresado al Partido Socialista Unido de Venezuela. A eso se reduce el mito de la unidad: una unidad para perder».
Efecto de las primarias: IVAD, Hinterlaces y Datanálisis midieron todas después de las primarias; en promedio, computan una ventaja de 20,3 puntos a favor de Chávez.
Efecto de las votaciones legislativas y el «rechazo al cambio de la Constitución» (supongo que te refieres al referendo del 2 de diciembre de 2007; no anotas el del 15 de febrero de 2009, ganado por Chávez): no creo válido extrapolar a unas elecciones presidenciales los resultados de cuerpos colegiados o autoridades regionales y municipales o de referendos. En La carga del autobús ligero expliqué: «Pero es que no hay una correlación impepinable entre la votación de una elección presidencial y una para elegir otros cuerpos o mandatarios. Por ejemplo, en dos elecciones separadas por menos de un mes, las elecciones de gobernadores en 1998 (8 de noviembre) y las presidenciales de ese mismo año (6 de diciembre), la suma de votos a favor del MVR (14,26%), el MAS (10,42%), el PCV (0,68%) y PPT (3,01%) alcanzó a 28,37% en la primera oportunidad. Veintiocho días más tarde, la coalición nucleada alrededor del MVR llevó a Hugo Chávez, por primera vez, a la Presidencia de la República con 56,2% de la votación, o el doble en términos porcentuales de la elección regional».
Pero en lo que más discrepo de tu enfoque es en eso de «no nos queda más recurso que seguir paso a paso, día a día los acontecimientos». No creo que tal inercia sea recomendable. Es preciso conseguir otra opción electoral, una correcta, distinta de la muy insuficiente y gris de Capriles. Por mi parte, no estoy dispuesto a subirme a un tal «autobús del progreso» que se dirige irremisiblemente al precipicio. ¿Tendremos alguna vez, pregunto, algo de osadía e imaginación estratégica, capaz de salirse de las cajas propuestas por una dirigencia que ha comprobado, reiteradamente, su fundamental incompetencia?
La lectura de la incapacidad de Capriles para ganar la elección del 7 de octubre es lo que ha suscitado, en los últimos días, las posiciones desesperadas que hemos comentado: aquella que se expresó en la pregunta: «¿Qué hay de malo en un buen golpe de Estado?» En menos de un mes será general la impresión de que no puede ganar, y entonces convendría tener una opción que derrote al golpismo necio e irresponsable.
Buen día, Luis Enrique.
Tu análisis es realmente aplastante. Pareciera no haber opciones y un callejón sin salida puede detonar severas rabias, malcriadeces y acciones no tan nobles para nuestro crecimiento humano como pueblo o Nación. La pregunta es: ¿tú ves alguna opción que genere esperanzas? Y, si es así, por qué no lanzarla al tapete público. ¿Sabes, Luis Enrique? En el acto terapéutico evito dejar sin esperanzas al paciente; siempre hay un camino, incluyendo la muerte. Generándole confianza y seguridad de poder manejar el proceso con acciones concretas y toma de conciencia, pero sin expectativas. Disculpa el atrevimiento; pero tal vez esto pueda servirte para tus análisis políticos, como Doctor o médico político.
¡Gracias por mostrarme esa realidad!
Fco. Javier.-
Tienes razón al señalar que es obligación médica mostrar salidas cuando las hay. Pero en lo tocante a medicina política, el paciente se niega a escuchar la grandísima mayoría de las veces. En Retrato hablado, por ejemplo, encontrarás mi prescripción de rasgos de un candidato eficaz. Eso fue planteado el 30 de octubre de 2008, sin otro recibimiento que la sordera. Tres años antes escribí para un libro editado por Fausto Masó (Chávez es derrotable, fines de 2005) el artículo Tío Conejo como outsider (reproducido en este blog el 20 de julio de 2006). O, el 23 de julio de 2009, propuse convocar por iniciativa popular—Parada de trote—un referendo consultivo sobre la implantación en Venezuela de un régimen socialista, siendo que todas las encuestas registraban entonces un rechazo mayoritario a esa posibilidad. Hasta mentiras me dijeron para disuadirme de «esta cruzada».
El libro que está pronto a salir—Las élites culposas—es un recuento detallado de esta negativa reiterada a intentar nuevas avenidas, a asumir nuevos paradigmas, a tener algo de imaginación y osadía estratégica.
Ya en septiembre de 1987—¡hace veinticinco años!—escribía del problema en Sobre la posibilidad de una sorpresa política en Venezuela. Ese estudio cerraba evaluando lo probable de la sorpresa del outsider en comparación con la de un golpe de Estado: «En lo tocante al caso del outsider democrático las probabilidades son algo mayores. Pero lo cierto es que el outsider con las condiciones necesarias no ha hecho todavía su aparición. Esto no significa, por supuesto, que no exista. Es posible que sí exista y que, en cumplimiento de uno de los requisitos funcionales de su campaña, haya decidido no presentarse todavía». En el capítulo previo había especificado:
«Por diversas razones el tiempo de lanzamiento de la candidatura con posibilidades debe ser lo más tardío posible. Por un lado está el problema de los recursos: es improbable que un verdadero outsider pueda conseguir los fondos necesarios a una campaña prolongada. Por otra parte, el intento debe ser hecho contraviniendo los intentos de actores muy poderosos. En tales condiciones una guerra de atrición no es sostenible. No puede un outsider trenzarse en una larga ‘guerra de trincheras’ contra Acción Democrática y COPEI, pues caería en el asedio. Nuestro outsider se encuentra en la situación de Israel, país pequeño y rodeado de enemigos mucho más numerosos y de mayor poder. Así, su estrategia indica un golpe sorpresivo y contundente y definitivo. Por último, el tiempo debe ser tardío porque lo que es necesario producir corresponde a lo que los psicólogos de la percepción llaman un gestalt switch. Es un cambio súbito en la manera de percibir una misma cosa. De este modo, o el cambio de percepción se produce o no se produce, o se entiende o no se entiende, y para esto no es necesaria o correcta una campaña de convencimiento gradual, sino una argumentación suficiente que tienda a producir una respuesta más instantánea».
Como dice el Dr. Velásquez, veremos qué pasa. Entretanto, si es tu gusto, podemos conversar personalmente del tema.