Que el empleo de una gorra se haya convertido en el issue central de una campaña electoral a la que le quedan sólo dos meses, revela la vacuidad del debate político en Venezuela. Los frenéticos mensajes por Twitter y las declaraciones solemnes en Facebook parecieran conferir a tan ridículo tema una calidad sustancial que, por supuesto, no tiene. Una gorra como la que ahora se objeta a Capriles forma parte del paisaje venezolano desde hace largos años. La ocupación de rectoras del Consejo Nacional Electoral con este asunto intrascendente indica la altura de sus intereses.
Los símbolos patrios debieran ser propiedad de los ciudadanos. Con tal de que no se les profane, todo venezolano debiera tener derecho a lucirlos como le venga en gana. Pero en el fondo, conferir carácter sagrado a unos colores, a unas estrellas (siete u ocho) o a un caballo al que se le tuerce su posición original es primitivismo enteramente inútil, y su empleo en torneos electorales es una vulgar manipulación de la psiquis popular.
Como lo es, por ejemplo, insertar en la discusión electoral un lejano parentesco con algún hijo ilegítimo de Juan Vicente Bolívar. Ninguna genealogía confiere a nadie una autoridad especial, y las cabalgatas de Henrique Salas Römer en 1998 desde Valencia, porque «en Carabobo empezó Venezuela», no eran argumento válido en la conquista del voto.
Obviamente, no hay manipulador más descarado que el Presidente de la República. Hugo Chávez ha intentado secuestrar símbolos patrios y próceres muertos, ha creído que puede monopolizarlos en una necrofilia que fija la coartada de su dominación en el pasado, y si el capriloradonskismo ahora presenta la Batalla de la Cachucha, los venezolanos nos hemos cansado de ver al candidato del PSUV enfundado en chaquetas tricolores que ocultan el chaleco antibalas de rigor.
Capriles Radonski tiene derecho a sus cachuchas. Comenzó a usarlas cuando ya no presidía la extinta Cámara de Diputados; por un tiempo las lució en imitación de Enrique Mendoza vueltas al revés, como receptor de un equipo de béisbol. (Tal vez supuso que tal cosa convenía para hacer política en el estado Miranda, cuyos pobladores ya se habían habituado al tocado del otrora gobernador; luego las habrá enderezado para todo lo contrario: deslindarse de un rayado Mendoza). Al candidato de la MUD le ha dado, desde hace años, por tapar su cabeza, y esto es uno de sus derechos. Antes que Venezuela se retire definitivamente del sistema interamericano de derechos humanos, debiera considerar Capriles introducir ante la Corte Interamericana en Costa Rica un recurso que preserve la protección de su cerebro con tejido tricolor.
¡Qué triste esta campaña intrascendente! El candidato del PSUV repitiendo un discurso agotado y simplista, agresivo y megalómano, ocupado—él, que era águila que no cazaba moscas—en genealogías que lo irritan, declarándose con fatuidad «el corazón de su patria». El de la MUD empeñándose en imitar la manipulación psicohistórica con su Comando Tricolor y sus camisas y gorras tricolores. Ya antes había usado la copia; el 16 de agosto de 2009, en emulación de Chávez, que todo lo relaciona con Bolívar, proponía la constitución del «Comando Moral y Luces» para dirigir un intento de referendo abrogatorio—que era constitucionalmente imposible—de la Ley Orgánica de Educación.
Una pobre y tediosa campaña, protagonizada por candidatos insuficientes que estudian cómo atrapar al elector con símbolos entrañables. LEA
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La página web del diario El Universal trae hoy, 7 de agosto de 2012, una nota de «análisis» que incide sobre el tema de la entrada precedente. Aquí se la reproduce íntegra a continuación:
ELECCIONES 2012 | Análisis
Bolívar, Sean Penn y la gorra ponen sabor a la campaña electoral
El analista John Magdaleno, profesor del Instituto de Estudios Superiores de Administración de Caracas (IESA), señala que «los formatos de comunicación» de los dos principales aspirantes «son bastantes convencionales» y no está habiendo «grandes innovaciones» en la campaña con vistas a las elecciones presidenciales del 7 de octubre.
EL UNIVERSAL
martes 7 de agosto de 2012 11:43 AM
Caracas.- A falta de dos meses y un día para las elecciones en Venezuela, la polémica sobre una gorra del candidato opositor, Henrique Capriles, la presencia del actor estadounidense Sean Penn y las sempiternas utilizaciones de la imagen de Bolívar aliñan una campaña electoral muy previsible y poco espectacular.
El presidente venezolano y candidato a la reelección, Hugo Chávez, con sus continuos actos multitudinarios y actividades transmitidas por televisión, y Capriles, inmerso en una maratón de mítines masivos en localidades y ciudades de todo el país, repiten hace semanas el mismo patrón con el fin de conquistar el voto el 7 de octubre, reseñó EFE.
Chávez encabezó ayer un acto de Gobierno en el centro del país, que, como es habitual, fue transmitido en cadena obligatoria de radio y televisión.
Acusado reiteradamente por sus detractores de usar políticamente esa prerrogativa que le confiere su condición de jefe de Estado, Chávez comenzó su intervención recordando que estaban en cadena para que, dijo: «no hablemos de campaña electoral ni nada de eso, porque a veces a alguien se le sale algo por la emoción».
Luego, en declaraciones a medios del Estado, aseguró que se presentaba a su tercera reelección para tratar de lograr la «irreversibilidad» del proceso que encabeza desde 1999.
En tanto, después de varios días encabezando decenas de actos con comunidades en pueblos y ciudades, Capriles recurrió hoy a la red social en internet Twitter para hacer algunos comentarios y acusar a Chávez, el «candidato del continuismo», de desesperar porque «14 años después sólo él cree sus mentiras».
Para el analista político John Magdaleno, profesor del Instituto de Estudios Superiores de Administración de Caracas (IESA), «los formatos de comunicación» de estos aspirantes «son bastantes convencionales» y no está habiendo «grandes innovaciones» en la campaña con vistas a las elecciones presidenciales del 7 de octubre, a las que se presentaron otros cinco candidatos.
Así las cosas, la polémica suscitada por la decisión del Consejo Nacional Electoral (CNE) de amonestar públicamente a Capriles por la gorra con los colores y las estrellas de la bandera venezolana que lleva habitualmente ha centrado buena parte del debate político en las últimas jornadas en Venezuela.
El CNE acusó a Capriles de no atender los exhortos que han hecho para que los candidatos no usen los símbolos patrios en actos de campaña. «Acá asesinan más de 50 venezolanos todos los días y el tema para el Gobierno es la gorra que yo uso!», indicó el candidato presidencial opositor al respecto.
Por su parte, Chávez considera que lo de la gorra supone una evidencia del desconocimiento de las instituciones y denunció una «intención burguesa» de desestabilización y golpismo.
El fin de semana fue el actor estadounidense Sean Penn el elemento noticioso en un acto de campaña de Chávez en Valencia (centro del país), en el que se paseó con un afiche del presidente venezolano, con quien trabaja en programas de ayuda para Haití.
Para Magdaleno, «una campaña tiene que generar noticias para ser atractiva para los medios», aunque da por sentado que en la medida en que se acerque la fecha de las elecciones se irán levantando las cartas escondidas de los candidatos, tanto en términos de anuncios como en el tono de su discurso.
Hasta ahora «el formato de presentación del presidente es el que se ha venido planteando en todos los casos (…) el formato de presentación de Capriles es el mismo, el de los actos multitudinarios con un recorrido (…), y las puestas en escena no varían esencialmente», dijo.
Otro de los elementos que marcaron esta primera fase de la campaña fue la presentación del nuevo rostro de Simón Bolívar y la polémica que puso encima de la mesa un genealogista que aseguró que el candidato opositor tenía parentesco con el Libertador.
Chávez replicó que, si fuera verdad ese nexo, el supuesto árbol familiar vincularía a Capriles con Fernando Bolívar, un sobrino del Libertador, a quien, aseguró el presidente, «su tío siempre lo reprendió porque era borracho, era jugador, le gustaba la plata y era un corrupto, lamentablemente».
Una de las causas para todas estas jaranas es, según el analista Vladimir Villegas, constituyente en la redacción de la Constitución de 2000, que «no ha habido un debate político de altura, porque el Gobierno no lo ha permitido» y ha llevado el discurso al terreno del insulto y el improperio.
Paradójicamente el mayor elemento de distracción de los últimos meses, el cáncer de Chávez, ha desaparecido del debate político, a pesar de que muchos pronosticaban hace meses que ese sería el elemento dominante de cara a los comicios.
«Yo no creo que esta elección la vaya a decidir la enfermedad del presidente, esta campaña la van a decidir los votos», sostuvo Villegas.
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Esta entrada me recuerda al Sr. Samuel Joseph Wurzelbacher, conocido como «Joe the Plumber», en la campaña electoral McCain-Obama. Hasta en el último debate televisado se discutió la pregunta que formuló el plomero en un mitin del actual Presidente. Y esto, en medio de la peor crisis económica vivida desde la Gran Depresión. La verdad es que a veces la política y el electoralismo me desconciertan.
Excelente retrato de la imbecilidad nacional. Lo he divulgado en las redes sociales. No entiendo por qué lo escribiste a regañadientes. Si yo no hubiese abandonado el artículo de opinión lo hubiese escrito. Por lo demás, escuché tu programa de este sábado y me pareció, una vez más, de alta pedagogía.
Bueno, algo me costó ocuparme de lo que llamas imbecilidad con justicia. Gracias por tu generosa evaluación.
Supongo que éste es un triste pero real reflejo de la sociedad que tenemos, que hemos construido y que indiscutiblemente se ha afincado en estos últimos años; no hay educación ni intelectuales (al menos no suficientes y menos libres), se desprecia el conocimiento y se premia y aúpa una suerte de oscurantismo en variadas formas y versiones. Lo dice Sagan: es más fácil inventar y creer en un mito que estudiar, comprobar y demostrar; tienes o no tienes (dinero claro), no importa cómo lo hayas obtenido (somos en buena medida un país de brutos con plata). No hay mucho de evaluación de propuestas pues éstas simplemente no existen; la decisión electoral común se toma por: me gusta o no me gusta, recibo o no recibo, habla bien o no habla bien, es que lo quiero o lo detesto… No hay absolutamente nada de profundidad; eso es una realidad… que costará mucho (en tiempo, dinero y esfuerzo) cambiar.
Gracias, Sr. Esteves, por su participación. Hace no mucho—en Hallado lobo estepario en el trópico—volví a referirme a Carl Sagan; en esta ocasión, a entrevista que le hiciera Guy Soreman para Los verdaderos pensadores de nuestro tiempo:
¿Qué propone, pues, Sagan a una humanidad bloqueada incómodamente a medio camino entre la mundialización y la autodestrucción? Es poco probable, estima él, que la sabiduría gane la batalla, si permanecemos encerrados en los marcos políticos y mentales concebidos en una época en que los hombres eran menos numerosos e incapaces de destruir el planeta. Sólo la utopía es hoy razonable. La utopía política: hay que retirarle el poder a la clase política, para dárselo… ¡a los sabios! “La ciencia tiene respuestas, a condición de que se nos quiera escuchar”.
Es un asunto, pues, de marcos mentales propuestos, construidos y alimentados por los políticos de profesión para su incesante lucha por el poder. Los electores no componen la baraja de candidaturas; ella es repartida por los factores políticos. Es a éstos a los que debemos cambiar. Por lo demás, la tontería política no es exclusiva de nuestro país; vea un poco más arriba el comentario del Sr. Amaya, sobre un caso del país «más desarrollado» de la tierra; fue allí donde se desarrolló el «mercadeo político» que maneja a los candidatos como productos de Procter & Gamble. Acá, en la campaña de 1998, se llegó al extremo de fabricar y repartir una muñeca Barbie a imagen y semejanza de Irene Sáez; una de las versiones vestía liqui-liqui. Diez años antes, Eduardo Fernández invirtió centenares de millones de bolívares para que aceptáramos llamarle con sobrenombre felino. Y eso fue orgullo del proponente de la ocurrencia, alguien que fue Ministro de la «Inteligencia». Son cosas de esa clase las que se propone a Juan Bimba.
En Dr. Político en RCR podrá encontrar el audio del programa del sábado 4 de agosto; en su primer segmento, comento el libro de Barbara Tuchman: La marcha de la locura (The March of Folly). La insensatez política es universal y de larga data.
Primero debo felicitarlo por un blog muy bien diseñado. Luego quiero decirle que estoy de acuerdo con sus observaciones sobre la «guerra de las cachuchas» y su calificación de «¡Qué triste esta campaña intrascendente!» Sólo me permito estas preguntas: 1.- ¿Cuáles serían las propuestas «trascendentes» de una campaña trascendente? 2.- ¿Cuál campaña electoral se ha ganado en Venezuela con propuestas «trascendentes»? 3. ¿Qué hace falta para que la mayoría (80%+) de nuestros electores entiendan propuestas «trascendentes»? 4.- ¿Entenderían los electores actuales lo que significa un sistema educativo que promueva el pensamiento crítico en todas las áreas del conocimiento? 5.- ¿Serían aceptables para un electorado verdaderamente dotado de pensamiento crítico las propuestas «trascendentes» que relacionarían los que intentarían contestar mi pregunta No. 1?
Personalmente creo que estos blogs están dirigidos a la «élite» venezolana que tiene medios y oportunidad de leerlos y comentarlos. La mayoría de nosotros somos responsables de lo ocurrido. Sacar la demagogia, la intrascendencia y la hipocresía de nuestra escena política es algo así como meter la pasta dentrífica otra vez en el tubo. La verdadera campaña habría que hacerla entre los actores principales de esta contienda para que entiendan que si no cambian al país mediante la educación verdadera (y no por esa mata de cambures que es el Ministerio de Educación ni por ese inmenso número de nulidades y fracasados que se han hecho «docentes» para perjuicio de los verdaderos maestros de vocación) no habrá manera de cambiar a Venezuela.
Veánse en el espejo del Yemen, que no sólo se le está acabando el petróleo, sino el agua…
Saludos cordiales,
Gracias, Sr. Ferrero, por su generosa opinión sobre el diseño de este blog. Estoy de acuerdo con ella.
En cambio, sostenemos opiniones muy divergentes acerca de las capacidades del pueblo venezolano. Ya antes le recomendé, en cruce de correos, que leyera en este blog Este piazo’e pueblo, para que pudiera formarse una idea de mi postura general ante este asunto. Su último párrafo dice:
Depende, por tanto, de la opinión que el líder tenga del grupo que aspira a conducir, el desempeño final de éste. Si el liderazgo nacional continúa desconfiando del pueblo venezolano, si le desprecia, si le cree holgazán y elemental, no obtendrá otra cosa que respuestas pobres congruentes con esa despreciativa imagen. Si, por lo contrario, confía en él, si procura que tenga cada vez más oportunidades de ejercitar su inteligencia, si le reta con grandes cosas, grandes cosas serán posibles.
En Venezuela hay hoy unos 18 millones de internautas; de éstos, alrededor del 70% corresponden a las llamadas clases D y E. En los barrios venezolanos hay una vigorosa vocación de modernidad que debemos acompañar.
Estimado Sr. Alcalá, le agradezco que me recomiende leer el «post» «ese piazo’e pueblo. No tengo que ilustrarme con los conceptos que allí expresa. Yo soy un simple observador, pero no «desde arriba», como otro beneficiario de haber nacido en «buena familia», con una educación universitaria y el respaldo de uno de los partidos más importantes de la mal llamada «4ta. República», sino «desde abajo», como parte de «ese piazo’e pueblo», como un personaje poco recomendable y «orillero» para algunos de mi familia cercana y de sus contactos sociales. Como un empleado menor de varias compañías extranjeras venezolanas, pude convivir con quienes representan un mínimo del 80% de los venezolanos, todos obreros de línea. Me tocó oir de ingenieros industriales extranjeros que pocas veces se habían topado con trabajadores más diligentes y dedicados que mis humildes compañeros venezolanos. Sólo cuando trabajé con compañías venezolanas me tocó oir y sentir lo que usted muy justamente rechaza en el «post» «este piazo e’pueblo». Las condiciones de adiestramiento laboral y de prevención de accidentes eran, sin exagerar, terroríficas en la década de los 1960. ¿Cuántas veces, Sr. Alcalá, habrá pasado usted y las personas que usted nombra como el «Liderazgo nacional», por un lugar de construcción sin darse cuenta que a los obreros de la construcción les toca trabajar sobre andamios hechos de palos de madera de tercera, expuestos a la muerte, que apenas hace pequeña nota en las últimas páginas de los periódicos nacionales? Me pesa mucho decir que los sindicatos dominados por los partidos más poderosos de la época estaban vendidos incondicionalmente a los empresarios venezolanos, acostumbrados y amamantados con las ideas que, como dije antes, usted, muy justamente critica. Las firmas extranjeras, sabiéndose huéspedes, procuraban que las cosas fueran, lo más cerca posible a aquellas que debían observar en sus países de origen. Me horrorizó siempre la forma como, en términos generales, los empresarios criollos maltrataban al obrero venezolano. ¿Cual era la razón para que los mejores llaneros quisieran trabajar en los hatos de la Lancashire General Investment, Ltd. en Apure? Me duele decirlo, pero principalmente porque pagaban mejor y trataban mejor a su gente. Muchos venezolanos hablan de «Mr. Danger» y de los «ingleses», pero a ninguno de ellos le ha salido una úlcera donde la espalda pierde su honesto nombre cabalgando junto a los llaneros como empleado de esa compañía, ni ha tenido que cabalgar bajo la lluvia de un copioso aguacero, rayos cayendo alrededor de los animales, descalzo, con los dedos de los pies en un estribo llanero (las botas se pudren), en un estero, trayendo reses que se habían escapado por los huecos de una cerca a las propiedades de un vecino. Algunas cercas habían sido cortadas para poder cobrar la suma por cabeza. Tampoco han tenido que curarle una quereza a un buey, ni levantarse a la una de la madrugada, sin despertador, para supervisar la matanza de reses en un matadero y la posterior carga de 5200 kilos de carne en un dilapidado Curtis C-47. No es el pueblo venezolano, sino la casta política que ha tenido que soportar por tantos años lo que me molesta. Son ellos los que al fin lograron que me viera obligado a emigrar de Venezuela. No pude nunca identificarme con ningún partido político. Mi esposa y yo teníamos un chiste. El voto nuestro era el «beso de la muerte» para cualquier partido; siempre perdían.
En su anterior comentario, Sr. Ferrero, Ud. incluyó explícitas dudas acerca de las capacidades de entendimiento de los electores. La recomendación de lectura, por tanto, fue muy pertinente.
Estimado Sr. Alcalá, gracias, por su pronta respuesta. Si incluyo, como usted dice, «explícitamente dudas acerca de las capacidades de entendimiento de los electores». Lo hago, porque aquellos que usted llama el “liderazgo nacional” no han hecho lo que deberían para estimular la educación y contar con un electorado con “pensamiento crítico”, y eso necesariamente ha hecho mermar la capacidad de comprensión de propuestas económicas y políticas en una campaña. Usted mismo ha señalado en la Batalla de las Cachuchas inconsistencia de la campaña de la “cachucha” con lo que debería ser una campaña “trascendente”. Se limitó usted ha calificar una afirmación mía y no contestó mis preguntas. ¿Será porque usted siente que los partidos políticos se han ocupado suficientemente de la educación del electorado? Contésteme sólo esta pregunta: ¿Cree usted que un pueblo que ha sufrido los altibajos y cambios de rumbo continuados de la política educativa, el descuido de la de educación en valores y de estímulo de la autoestima de los últimos cincuenta años, pueda entender claramente las propuestas económicas y políticas de una campaña política “trascendente”? Si es así, entonces la aplicación y práctica de las políticas educativas (hay que mencionarlas en plural) de los últimos cincuenta años estaban justificadas. Creo que una política estable y continuada para la educación desligada del partido en el poder sería algo bueno para Venezuela.
De la misma forma que usted me ha recomendado que lea “Este piazo’e pueblo” le recomiendo que lea el breve ensayo de Bertrand Russell Ideales Políticos (Political Ideals).
Un saludo cordial,
Estimado Sr. Guerrero: primero que nada, quiero agradecerle la atención que ha venido prestando a este blog. Ahora bien, sea de quien sea la responsabilidad, Ud. dudó de la capacidad de comprensión de los electores en general. Ése era el punto; por eso hice alusión a las cifras de usuarios de Internet en Venezuela y a la mayoría de internautas en las clases D y E. Ud. había escrito: «Personalmente creo que estos blogs están dirigidos a la ‘élite’ venezolana que tiene medios y oportunidad de leerlos y comentarlos».
Hasta ahora no he calificado ninguna afirmación entre las numerosas que hace; sólo indiqué que había expresado las explícitas dudas a las que me he referido, lo que creo es objetivo y no calificador.
Le ruego entienda que no dispongo de tiempo para contestar apropiadamente la andanada de preguntas que remite; requeriría largos artículos para hacerles justicia. En el audio de la cuarta emisión del programa Dr. Político (en el blog en la esquina superior izquierda) podrá enterarse de nuevos marcos mentales para aproximarse a algunos de los temas que le inquietan, incluyendo la única pregunta para la que exige respuesta. Tampoco invertiré tiempo en satisfacer sus conjeturas acerca de lo que yo pueda pensar («¿Será porque usted siente que los partidos políticos se han ocupado suficientemente de la educación del electorado?») Sólo le ofreceré esta anécdota:
En un programa de radio dedicado al análisis político, hace pocos años, el conductor del mismo decidió explicar a sus oyentes en qué consistía una “caja de conversión”, cuando esta receta económica empezaba a ser propuesta en Venezuela. Al poco rato recibió la llamada telefónica de un oyente, quien dijo: “Lo que Ud. está explicando es muy interesante, pero ¿no cree que debería hablar Ud. más bien del precio del ajo y la cebolla en el mercado de Quinta Crespo, porque eso no lo entiende el pueblo-pueblo?” Mientras el conductor del programa contraargumentaba para oponerse a la postura del oyente telefónico, un segundo oyente llamó a la emisora. Y así dijo al conductor: “Mire, señor. Yo me llamo Fulano de Tal; yo vivo en la parroquia 23 de Enero; yo soy pueblo-pueblo; y yo le entiendo a Ud. muy claro todo lo que está explicando. No le haga caso a ese señor que acaba de llamar”.
No es el propósito de este blog establecer prolongados diálogos bilaterales; de nuevo, me excuso por no poder complacerle. Y estoy muy familiarizado con la obra de Bertrand Russell—uno de los campos que domino, además del político, es el de la lógica y la filosofía de la ciencia—, incluyendo ese libro de 1917. Conviene, no obstante, leer cosas más recientes.
Hola DOC:
Vaya que el Sr. Ferrero, se puso GUERRERO…
¡Cuán interesante sería contar con sus persistentes aportes estando en suelo patrio!
MIS RESPETOS.