Blasón de los Armstrong

La  explosión trágica en Amuay distrajo a los venezolanos del fallecimiento de Neil Armstrong, el astronauta por antonomasia, acaecido el mismo día 25 de agosto. Fue el primer hombre en pisar la superficie de nuestro satélite natural, el 21 de julio de 1969. Piloto de combate y piloto de prueba, lo caracterizaba un temperamento imperturbable con el que salió airoso de más de una situación comprometida.

Armstrong abandonó su posición de piloto del programa espacial de la NASA después de la exitosa expedición lunar que galvanizó a todo el planeta. Luego de una responsabilidad ejecutiva, se dedicó durante ocho años a la docencia en la Universidad de Cincinatti. En 1972, visitaba el pueblo escocés de Langholm, cuna del Clan Armstrong. Ha debido ser una familia revoltosa, pues allí se le enteró de una ley no revocada todavía después de 400 años: el Juez de Paz debía ahorcar a cualquier Armstrong que encontrara en el pueblo.

El emblemático astronauta desechó toda oferta para involucrarse en política, como algunos de sus colegas hicieron. Desconfiaba del gobierno federal y defendía los derechos de los estados miembros de la unión norteamericana. Repudiaba la idea de que los Estados Unidos fuesen el policía del mundo.

Durante el lanzamiento del vuelo Apolo 11, el corazón de Armstrong alcanzó fácilmente 110 pulsaciones por minuto; en 1991, ese corazón sufrió un infarto leve, y más tarde el bloqueo de sus arterias coronarias requirió el pasado 7 de agosto una intervención quirúrgica. Complicaciones derivadas de la operación terminaron con su vida dieciocho días después. Era un gran paso para un hombre, uno pequeño para la eternidad. Ahora, reunido a sus 82 años de fructífera vida con Frank Sinatra, le escucha cantar: Fly me to the moon / Let me play up there with those stars / Let me see what life is like / On Jupiter and Mars

Sinatra

Armstrong

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Lance Armstrong, siete veces ganador de la Vuelta a Francia, Premio Príncipe de Asturias, fundador de Atletas por la Esperanza y la Fundación Lance Armstrong para ayudar a pacientes con cáncer—él mismo lo ha padecido—, ha decidido no defenderse de las enésimas acusaciones de dopaje en su contra, esta vez formuladas por la Agencia Anti-dopaje de los Estados Unidos. Ahora es un héroe caído.

Es muy probable que la Agencia Mundial Anti-dopaje, que ha expresado apoyo a la agencia estadounidense y sostenido su derecho a imponer penalidades, confirme la sentencia de esta última contra el más famoso de los ciclistas. Armstrong será despojado de sus títulos y de todo premio, medalla y puntaje obtenido desde el 1º de agosto de 1998. Sin duda, una triste noticia.

Mientras estos dramas de los Brazofuerte llegaban a su culminación, el príncipe Harry de Inglaterra, hijo de Carlos y Lady Diana, nieto de la reina Isabel II, fue fotografiado en situación orgiástica en Las Vegas, de donde regresó apresuradamente a su país de origen. El prestigio inglés, bastante recuperado a raíz de las recientes Olimpíadas, ha sido seriamente dañado.

No existe aún una agencia anti-dopaje de la realeza, pero el incidente reaviva la pregunta: vista esa conducta, o la que recientemente ha manifestado un rey español que mata elefantes en compañía de su amante, a su propio hermano menor con un revólver accidentalmente disparado y tiene yernos de dudosa conducta, ¿qué utilidad o justificación tienen las monarquías europeas? En 1976, el príncipe Bernardo de Holanda, consorte de la reina Juliana, recibió algo más de un millón de dólares de la compañía aeronáutica Lockheed para que favoreciera la compra de sus aviones. El «derecho divino de los reyes» pareciera incluir el derecho a la criminal frivolidad de las monarquías. Encima hay que pagarles para que Juan Carlos patrocine la Copa del Rey y su hijo mayor dé premios a ciclistas de dudoso logro. Son los Armweak. LEA

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