A Luis Penzini Fleury, amigo de los valores
Toda persona se presume inocente mientras no se pruebe lo contrario.
Numeral 2 del Art. 49 de la Constitución Nacional
Damage control is a term used in the Merchant Marine, maritime industry and navies for the emergency control of situations that may hazard the sinking of a ship. (…) As well, it has been adopted for use in politics and media to describe a need to suppress information or employ spin doctors to represent a response to a situation.
Wikipedia
Wilmer Ruperti (…) es un empresario, inversionista y magnate del transporte marítimo venezolano, fundador, presidente y Director ejecutivo de Global Ship Management, compañía naviera líder en el transporte petrolero en Venezuela, que posee contratos con PDVSA, para la distribución del crudo en el resto de Latinoamérica.
Wikipedia en Español
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La Realpolitik es cosa muy seria. Nos dice Wikipedia: «Realpolitik se refiere a la política o la diplomacia basada primariamente en el poder y en factores y consideraciones prácticas y materiales, antes que en nociones ideológicas o moralistas o premisas éticas». Guerra es guerra, pues. La justificación implícita de la «política realista» es, en su límite, la siguiente: “A mí me gustaría que las cosas fuesen de otro modo, pero mi oponente, que en la práctica es todo aquel que no me está subordinado, es una persona a quien debo entender como perpetuamente en procura del engrandecimiento de su propio poder como un fin en sí mismo, y convencido de que la base de su poder descansa sobre la amenaza y el empleo de la fuerza física o la coerción económica. Es así como estoy moralmente justificado, por autopreservación, para emplear cualquier medio de ganarle; es así como estoy moralmente obligado a ganar. Lo único inmoral es no ganar”.
La última frase me fue dicha varias veces, a modo de regaño, por un dirigente copeyano durante la campaña de Rafael Caldera en 1983. Luego de explicar a sus alumnos los principios de la Democracia Cristiana, los profesores del IFEDEC acostumbraban advertirles (me lo confió quien fuera su Director General a comienzos de los noventa): «Pero en política hay que sacar sangre». La Realpolitik nos enseña que otra cosa es chuparse el dedo. Por eso, un candidato presidencial de COPEI estableció en su momento un laboratorio de guerra sucia que, entre otras cosas, elaboró para fines non sanctos una lista de homosexuales en Acción Democrática. Hasta quienes dicen regirse por una «ética política»—uno de los «principios para la acción» enumerados por Enrique Pérez Olivares en sus Principios de la Democracia Cristiana—han adoptado esa práctica.
Ese modo de entender la política no es invento venezolano. En todo el planeta se admite la guerra sucia, se la justifica. En 2008, recibí del amigo y mentor Yehezkel Dror su estupendo trabajo The New Ruler: Leadership for the 21st Century. Leí con agrado su recomendación de sustituir la raison d’État por la raison d’humanité, pero debo admitir que me chocó leer su décimo cuarto consejo práctico a los «nuevos gobernantes»: «Para todo lo que hagas, por más válido que sea en sí mismo, necesitas mucho poder. Inevitablemente, tendrás que usar estratagemas que pueden ser inmorales. Úsalas con moderación y pon cuidado extra para no permitir que envenenen tu mente».
Dror me indicó una vez con toda claridad que no apreciaba a Bárbara Tuchman. Ella había escrito en La marcha de la locura: «Éste es el persuasivo argumento de la Realpolitik que, como la historia ha mostrado a menudo, tiene un corolario: que el proceso de obtener poder emplea medios que degradan o brutalizan a quien los emplea, que despierta para darse cuenta de que aquél ha sido poseído a expensas de la virtud, del propósito moral».
La gente que hace política desde el marxismo, por supuesto, no es en absoluto ajena a los procedimientos de guerra sucia. La revolución absorbe la inmoralidad de cuanto sea conveniente para garantizar su triunfo; el mismo Dror había señalado (1971) los rasgos característicos de un crazy State: «1. tiene objetivos muy agresivos en contra de otros; 2. mantiene un profundo e intenso compromiso con esos objetivos (dispuesto a pagar un alto precio por su logro y correr grandes riesgos); 3. está imbuido de un sentido de superioridad frente a la moralidad convencional y las reglas habitualmente aceptadas de la conducta internacional (dispuesto a la inmoralidad e ilegalidad en términos convencionales en nombre de ‘valores superiores’); 4. exhibe un comportamiento lógicamente consistente dentro de tales paradigmas; 5. lleva a cabo acciones externas que impactan la realidad (incluyendo el uso de símbolos y amenazas)».
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El video incriminador
El affaire Caldera ha caído como una bomba. No es sólo el acto registrado de unas manos en la masa; lo que dice en la grabación que fue planeada es más incriminador todavía. En el intercambio con el interlocutor oculto—Caldera lo identifica como Luis Peña, quien sería asistente de Wilmer Ruperti—el militante de Primero Justicia suspendido da cuenta de supuestos esfuerzos personales, que no habrían cuajado todavía (el 20 de junio de 2012), para concertar un encuentro de Ruperti con Henrique Capriles Radonski. (De hecho, el video muestra la insistencia del presunto representante en ese preciso punto).
Dos meses y veintitrés días tardó la pieza de video en hacer presencia pública. ¿Qué pasó desde que fuera producida? ¿Es Ruperti, suponiendo que sea en verdad él el financista, una pieza clave en un esfuerzo largamente preparado para dañar a la candidatura Capriles o, simplemente, alguien que como Richard Nixon registra sus conversaciones en medios audiovisuales de modo rutinario? ¿Sería verdad que entonces veía posibilidades al candidato opositor y, entendiendo ahora que Chávez triunfaría, optó después por comprometer a Caldera? Todo esto es especulación pura, pero no hay en el video nada que incrimine directamente a Capriles; ha podido Caldera hacer creer a «Ruperti» que había hablado con el candidato del encuentro sin haberlo hecho.
Lo cierto es que Primero Justicia y el propio candidato han ejecutado un correcto e instantáneo control de daños; el partido al suspender—no ha sido expulsado aún—a Caldera de su militancia, el segundo al excluir al cuestionado político de las labores de campaña con declaraciones, si no totalmente convincentes, al menos bastante persuasivas.
Y nadie se chupa el dedo como para no evaluar, realistamente, que la difusión del video tiene como propósito afectar la campaña de la oposición. (Ver evaluación de Reuters). Prácticamente todo político en el mundo necesita y recibe apoyo financiero privado para sus campañas. (Hasta Jesús de Nazaret recibió apoyo de amigos ricos; por ejemplo, para sufragar la Última Cena. Supongo que no habremos olvidado el financiamiento de bancos españoles a la primera campaña electoral de Hugo Chávez, en 1998). Otra cosa será constatar si hubo algo ilegal en la recepción de los cuarenta mil bolívares que Caldera dice haber adquirido de Ruperti. Pero la pregunta en los seguidores de Capriles es si el incidente ha dañado sus posibilidades electorales de manera irreversible. Es una sorpresa como ésa lo que puede alterar tendencias de la intención de voto a favor del más pintado, a game changer.
El 28 de junio advirtió Hinterlaces al presentar sus resultados de ese mes: “sólo una sucesión de ‘eventos extraordinarios’ que ocasionen conmoción pública y que mediante una intervención mediática programada provoquen un clima de ‘angustia persecutoria’ y ‘neurosis colectiva’ podrían modificar la actual correlación de fuerzas electoral y reducir la brecha». A su Presidente, Oscar Schemel, le defendí de la acusación de Tomás Guanipa—a la derecha de Borges en la foto disciplinaria—como receptor de viáticos y pasajes del gobierno; lo había conocido hacía poco, como había querido desde hace tiempo al considerar sus análisis intelectualmente valiosos, y lo mostrado por Guanipa tenía todos los visos de un montaje. Schemel se mostró conmovido, agradeciéndome en una emotiva nota. Poco después, conocedor de mi trayectoria profesional en el periodismo, solicitó mi opinión profesional sobre la viabilidad de un nuevo semanario en el país que un grupo inversionista consideraba, añadiendo que también evaluaba la adquisición de Canal i, precisamente la televisora que Ruperti montó al comprar Puma TV. Emití opinión negativa, al decirle que eso equivaldría, en esta era de televisión por Internet, a la compra de «un huevo de dinosaurio», y pensé que el canal debía estar en dificultades para que fuera puesto en venta; espero que Ruperti no me cobre si le eché a perder el negocio. (Some of Canal i’s presenters include Carlos Escarrá, a pro-Chávez congressperson and member of the United Socialist Party of Venezuela, and Julio Borges, the leader of Justice First, the second largest opposition party. Wikipedia). Con el video de Caldera recibiendo billetes, traga ahora Guanipa, en dosis muy recrecida, su propia medicina.
La descripción de Hinterlaces venía como anillo al dedo para suponer que la tragedia de Amuay (25 de agosto) podía reducir o, tal vez, borrar de un todo la ventaja que Chávez ha venido disfrutando según la mayoría de las encuestadoras. Sin embargo, José Antonio Gil Yépez declaró el 11 de este mes a Noticias 24 Radio: «… en medio de la tragedia de Amuay el Gobierno supo disminuir los daños, no así la oposición que tuvo muy bajo perfil”. (En mi opinión, la dirigencia opositora se abstuvo, con bastante altura, de una actitud carroñera). Pero la asimetría ventajista del gobierno es evidente: cuando parlamentarios de oposición propusieron que la Asamblea Nacional debatiera el incendio de la refinería, su idea fue bloqueada de inmediato; no ha ocurrido lo mismo para una investigación propuesta por el oficialismo sobre la imprudencia de Juan Carlos Caldera. En criterio de Diosdado Cabello, Presidente de la AN, una contribución política de cuarenta mil bolívares tiene más importancia que las pérdidas humanas y financieras en Amuay.
Si fuera en verdad Wilmer Ruperti el contribuyente de Caldera, es difícil de entender cómo se acepta una suma tan pequeña de un generoso financista del gobierno. Tan sólo en la donación que le hiciera de dos pistolas que fueron de Simón Bolívar, el empresario naviero gastó la suma de un millón y medio de dólares en una subasta. El propio Caldera ha dicho de sí mismo que pecó de ingenuidad y en eso tiene razón; por la medida chiquita, ha debido cobrar bastante más por su finder’s fee.
Ayer faltaban 24 días para la elección del 7 de octubre. Alguna o varias encuestadoras intentarán medir el impacto que la exposición del incómodo video ha tenido sobre la intención de voto de los electores venezolanos. La rápida reacción de Capriles y su partido ha debido aminorar en algo el daño. Lo que no tendrá fácil reparación es la nueva lesión a la psiquis nacional, que contempla espantada el bajo nivel de la política en el país. La corrupción no es nueva, ni aquí ni en el mundo. Piénsese en aquel video de la extorsión a Camilo Lamaletto, por un abogado asesor del Presidente de la Comisión de Contraloría del antiguo Congreso de la República. Pero estas cosas como el maletín de Antonini Wilson, las actuaciones del magistrado Aponte, los banqueros prófugos, el caso Makled y la miseria cobrada por Caldera emiten un hedor que asquea a los venezolanos, y el vaho proviene de ambos polos. Ésa es, hoy, nuestra política; nos consuela que después viene mañana. LEA
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En el artículo que Ud. comenta no se establece comparación entre el video de Caldera y el de Lamaletto; éste fue mencionado para soportar una aseveración: «La corrupción no es nueva, ni aquí ni en el mundo». Es Ud. quien propone un cotejo de ambos incidentes.
También dice el artículo: «Y nadie se chupa el dedo como para no evaluar, realistamente, que la difusión del video tiene como propósito afectar la campaña de la oposición». Ud. llueve, pues, sobre mojado.
De todos modos, el diputado Caldera recibió el dinero; lo que no ha sido informado es si reportó esa donación al Consejo Nacional Electoral. No está dicho tampoco que lo recibió como soborno (no se extorsiona dando dinero sino recibiéndolo), aunque Caldera admite estar tratando de reunir a Capriles y el donante (presuntamente Ruperti), lo que es obviamente el fin que quiere alcanzarse con el apoyo que recibe, a juzgar por la insistencia del intermediario. Del video no se desprende que los billetes iban a la campaña en el Municipio Sucre; esta justificación aparece después, en posteriores declaraciones de Caldera.
Le recomiendo que antes de comentar lea con atención lo que escribo. Sus observaciones son impertinentes. (DRAE: impertinente. (Del lat. impertĭnens, -entis). 1. adj. Que no viene al caso, o que molesta de palabra o de obra). No vienen al caso.