Pudo preservar la banda... por ahora

Pudo preservar la banda… por ahora

Nicolás Maduro Moros está a punto de ser proclamado Presidente electo de la República de Venezuela; Capriles Radonski no pudo, otra vez, convencer a una mayoría de los electores venezolanos. (¿Seguirá María Corina Machado repitiendo «Somos mayoría», su mantra favorito?) Hacia las 4 y media de la tarde de hoy las encuestadoras daban una ventaja de 8 a 9 puntos para Maduro; el díscolo y siempre optimista Alfredo Keller reportaba que Capriles perdería por sólo 6 puntos. La lloradera, el pataleo, la racionalización freudiana y la neurótica negación tardarán un tiempo en agotarse, pero después los ciudadanos que saben que el socialismo es tan anacrónico como pernicioso deberán sacar la conclusión evidente: la dirigencia que perdió con Salas Römer, con Arias Cárdenas, con Rosales y dos veces con Capriles, está constitucionalmente, intelectualmente impedida (no por mala voluntad o falta de diligencia) de producir lo que políticamente hace falta.

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Hace dos semanas, el inteligente y atinado analista Michael Rowan escribía un artículo para el diario El Universal—La estrategia electoral de Maduro: El asunto es gobernar1º de abril de 2013, con traducción de Conchita Delgado—; en él iniciaba su lección así:

Sr. Maduro, piense en el 15 de abril. La elección es pan comido, comparado con el hecho de gobernar.

Para la elección, todo le está marchando a pedir de boca: la bendición del fallecido presidente Hugo Chávez, las exequias dignas de un santo, el inmenso poder y el ingente erario en manos del gobierno, el balón en una parte del campo de juego en el proceso electoral, el poco tiempo que tuvo la oposición para montar su campaña y la carencia de un mensaje opositor que atrape a los votantes.

Lo más importante de todo: hasta el 15 de abril, usted tendrá el apoyo de Diosdado Cabello, la Asamblea Nacional, los militares—entre ellos 11 actualmente gobernadores en representación del PSUV—, Rafael Ramírez y los dólares de Pdvsa, los cubanos que tienen ojos y oídos en todas partes y los burócratas, tribunales, fiscales, policías, colectivos y millones de dependientes de las dádivas gubernamentales. Pero hasta allí lo trajo el río.

El problema no es la elección; el problema es gobernar.

Entonces le enumeró lo que se le viene encima: una deuda de 160.000 millones de dólares (en Venezuela cundía la alarma cuando, en época de Lusinchi, el mono alcanzaba 35.000 millones); la inflación y la devaluación, la caída de la producción, la escasez de divisas para importar y la de alimentos, medicinas y otros bienes esenciales, la recrecida dependencia del petróleo, mientras debe satisfacer la demanda aprendida de una población que «depende de subsidios insostenibles». (El Programa de Gestión de María Bolívar contuvo un axioma impepinable: ningún Estado puede darle entera satisfacción material ni cultural a la sociedad).

Rowan cerró su invalorable admonición con recomendaciones muy concretas:

Con ligeros cambios en la política, usted puede lograr que las compañías petroleras extranjeras inviertan en el país. Esto puede traer de regreso a algunos de los cerebros que se fugaron después de 2002. Si usted pudiera elevar la productividad de Pdvsa en 10%, iría camino a la reelección en 2019. (…) La política de cambio monetario puede atraer inversiones en respaldo del comercio venezolano si encaja el bolívar al dólar de manera sensata. Las inversiones protegidas contra todo riesgo en agricultura, industria manufacturera, banca e infraestructura pueden estimular ipso facto cientos de miles de empleos. (…) La despolarización es su mejor estrategia. Así desarma a sus enemigos externos e internos a la vez que siembra nuevas esperanzas para la prosperidad.

Se valió de las palabras de un izquierdista (Luis Inazio Lula Da Silva, The New York Times, 7 de marzo): «La unidad venezolana, y la supervivencia de los logros alcanzados con esfuerzo por Chávez requerirán (… ) liderazgo (… ) para potenciar el diálogo con los partidos de la oposición y fortalecer los sindicatos y las asociaciones civiles», y añadió de su propia cosecha para sugerir:

La oposición puede aportar su granito de arena para convencer a los venezolanos que todos tienen la responsabilidad de pagar un precio razonable por la gasolina; caso contrario, el gobierno no tendrá suficientes fondos para costear las misiones de los barrios. Ya no puede suministrar 800.000 barriles diarios con grandes pérdidas para Pdvsa y las misiones.

Allí me separo de Rowan (y de Lula): es preciso salir de la caja opositora. (Ver en este blog la enésima advertencia a este respecto, formulada con grado variable de detalle y numerosamente desde febrero de 1985). No se superará al chavismo oponiéndosele, sino superponiéndosele desde un nivel superior de discurso.

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No puedo nombrar a un amigo que entiende mucho de política para no comprometerle sin su autorización, pero debo advertir que lo que diré a continuación no es de mi invención—Reconoceré según mi conocimiento y en todo momento la precedencia de aquellos que hayan interpretado antes que yo o hayan recomendado antes que yo aquello que yo ofrezca como interpretación o recomendación…, Código de Ética—, sino pronóstico procedente de su avezado ojo clínico. A comienzos de febrero nos dijo a mí y un amigo común: «Maduro ganará la elección, Capriles no sacará más votos que el 7 de octubre, y el gobierno resultante será muy inestable. Pudiéramos ver algo como la volatilidad de la época de Duhalde en Argentina. Presiento que vendrá una tercera elección».

Bueno, en gente chavista ya ha sonado la posibilidad de un referendo revocatorio—constitucionalmente convocable desde el 11 de enero de 2016—, y pudiera una renuncia ser necesaria antes para aplacar un generalizado descontento. El Presidente electo haría bien en leer a Rowan, no vaya a ser que se caiga de maduro. LEA

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