Benjamín Franklin: «No siempre es lo mejor hacer todo aquello a lo que uno tiene derecho». Esto era en esencia la tesis de Burke: que no tiene que demostrarse un principio cuando la demostración es impráctica o inoportuna. (…) Lord Chesterfield, viendo como Horace Walpole los toros desde la barrera, tenía la habilidad de recoger lo esencial (…) Lo «absurdo» de la Ley de Estampillas, escribió a Newcastle, se equipara «a su malicia al afirmar un derecho que uno sabe que no se puede ejercer».
Barbara Tuchman
La marcha de la locura
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La historia propone varias lecciones al actual momento político venezolano. Anoche, Henrique Capriles Radonski declaró, refiriéndose al gobierno nacional: «La verdad del tamaño de nuestro país es que ustedes se robaron las elecciones; ésa es la verdad: ustedes se robaron este proceso electoral y ustedes tienen que explicarle eso al país y al mundo”. El diario El Universal reportaba:
El excandidato presidencial, Henrique Capriles, aseveró hoy que la coalición opositora esperará hasta mañana para que el Consejo Nacional Electoral dé inicio a la auditoría de los comicios realizados el 14 de abril. «Dijeron que arrancaría esta semana, mañana es jueves. No vamos a dejar que se burlen de nosotros», dijo. «Si no hay respuesta, le diremos al país cuáles serán nuestras próximas acciones», informó. (Nota de Gabriela Turzi Vegas).
Eso es un ultimátum, y una primera lección histórica se encuentra en la Crisis de Julio, que desencadena la Primera Guerra Mundial. Austria-Hungría hizo llegar—luego del asesinato del heredero del emperador Francisco José I en Sarajevo—diez demandas a Serbia, articuladas para que fuera imposible su total aceptación. Los austriacos preferían eliminar con una guerra la molestia de la oposición serbia a una expansión imperial al norte de los Balcanes. Cuando Serbia aceptó sólo ocho de las exigencias, Austria-Hungría hizo valer su amenaza: declaró la guerra el 28 de julio de 1914 y bombardeó Belgrado de inmediato, en preludio de la ocupación. Tenía con qué.
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El 6 de julio de 2006, segunda lección, Felipe Calderón fue proclamado como Presidente de México con cifras oficiales de 243.934 votos de ventaja. En la noche del día de la elección, Andrés Manuel López Obrador, su contendiente, había anunciado a sus partidarios que era el triunfador, argumentando que las encuestas de salida lo daban ganador por una diferencia de 500.000 sufragios. Luego expuso que muchas irregularidades habían viciado el proceso y exigió el recuento total de los votos. Uno lee de Wikipedia en Español:
López Obrador y grupos afines se declararon inconformes con los resultados del conteo general realizado el día de la elección, así como del conteo por actas llevado a cabo el día 5 de julio, alegando la existencia de un fraude electoral. Así comenzó una campaña ante la opinión pública que solicitaba un segundo conteo de todos los votos en todas las casillas. Finalmente, el TEPJF resolvió abrir sólo una fracción del total de las casillas, negando la solicitud formal hecha por la CPBT, de abrir la totalidad de los paquetes electorales.
El 9 de agosto comenzó el recuento parcial de los votos en 11.839 casillas, el 9% del total de paquetes electorales correspondientes a la elección para Presidente de la República. Los resultados del conteo fueron congruentes con los preliminares y los aparecidos en actas. El margen de ventaja entre el candidato que obtuvo el mayor número de votos y el segundo lugar había sido de apenas 250 mil votos y, luego de la anulación de algunas casillas impugnadas por la CPBT, este margen se redujo a 230 mil votos. Con esta diferencia de votos a favor de Felipe Calderón Hinojosa, el Tribunal decretó la validez de la elección. (…)
López Obrador y los partidos que apoyaron su candidatura han señalado insistentemente que hubo un fraude en las elecciones del 2 de julio de 2006. Sin embargo, los recursos de inconformidad presentados por la CPBT fueron desechados por el TEPJF, al considerar que las irregularidades que se presentaron no pudieron haber alterado el resultado de la elección, como asienta en su fallo final. El dictamen fue duramente cuestionado por parte de los seguidores de López Obrador, bajo el argumento de que el número de casillas que presentaron irregularidades justificaba un nuevo conteo, dado el escaso margen de diferencia entre los votos que habría obtenido Calderón y López Obrador (poco más de medio punto porcentual). (…) Los partidos de la Coalición tienen la convicción de que un recuento total pudo haber revertido el resultado. La ley electoral prevé que los materiales electorales sean incinerados cierto tiempo después del proceso electoral, sin embargo, el mismo día del fallo del Tribunal, López Obrador declaró que no permitiría la destrucción de las boletas electorales, como es mandato legal para el IFE, debido a que, en su interpretación, esta acción tendría como objeto «borrar las huellas del fraude del 2 de julio». (…)
Al desconocer el resultado electoral y su ratificación por parte del Tribunal, López Obrador declaró en un mitin de protesta que
Se fracturó el orden constitucional, ya que los magistrados se negaron a transparentar la elección para someterse a una minoría privilegiada que ha tomado las instituciones y las mantiene secuestradas para su propio beneficio. Ese atentado a la legalidad constitucional y a la vida democrática, expuso, obliga a reasumir el ejercicio de la soberanía popular y abolir de una vez y para siempre el régimen de corrupción y privilegios que impera en el país. Por eso, aunque no les guste a mis adversarios, ¡al diablo con sus instituciones!
Al definir cuál sería la estrategia a seguir, López Obrador precisó que lo primero será avanzar en la revolución de conciencia y de mentalidad que ya se inició con la resistencia civil pacífica. Hablo de revolución de conciencia porque todos nos quitaremos las telarañas que nos han metido en la cabeza, hasta el extremo de obligarnos a reconocer decisiones oprobiosas o instituciones que no merecen ningún respeto.
Al no aceptar su derrota oficial, el movimiento encabezado por López Obrador habría de tomar cauces no institucionales. Sus seguidores lo proclamaron presidente legítimo el 16 de septiembre, tomando protesta por ese cargo en un acto simbólico el 20 de noviembre de 2006. (…)
López Obrador y sus seguidores se han referido al presidente electo de México, Felipe Calderón Hinojosa como espurio y pelele.
¿Suena parecido a algo que conocemos? En 2012, y agotada su protesta de seis años atrás, López Obrador fue de nuevo candidato del PRD a la Presidencia de México; de nuevo fue derrotado.
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La tercera lección pertinente nos llega de Europa oriental: la Revolución Naranja ucraniana contra un gobierno dirigido por Viktor Yanukovych, antiguo miembro del Partido Comunista:
El régimen político ucraniano que siguió a una nueva constitución, aprobada en 1996, era criticado por sus opositores, que lo acusaban de corrupción y de concentrar excesivo poder, así como de fraude electoral e impedimento a la libre expresión, para no referir las prebendas económicas concedidas a sus seguidores, que incluyeron transferencias de propiedades públicas a sus manos. En noviembre de 2004 el Primer Ministro de Ucrania, Viktor Yanukovych, fue declarado triunfador en las elecciones de ese país. Muchos observadores estuvieron de acuerdo en que las votaciones habían sido amañadas. El 22 de ese mes se reunió una gran multitud en la Plaza Independencia de Kiev en apoyo al candidato opositor, Viktor Yushchenko, quien procedió a conducir la exitosa rebelión pacífica que el mundo conocería como Revolución Naranja. El gobierno se vio forzado a repetir las elecciones y a salir de éstas en derrota. (Glosa de pupitre, Carta Semanal #261 de doctorpolítico, 1º de noviembre de 2007).
Esta vez traduzco de la Wikipedia básica: «Las protestas fueron detonadas por reportes de varios observadores electorales domésticos y del exterior, así como por la difundida percepción pública de que los resultados de la votación del 21 de noviembre de 2004 entre los candidatos principales, Viktor Yushchenko y Viktor Yanukovych, fueron adulterados en favor de este último. Las protestas extendidas a todo el país tuvieron éxito cuando se anulara los resultados de la elección original y la Corte Suprema de Ucrania ordenara una nueva votación a efectuarse el 26 de diciembre de 2004. Bajo intenso escrutinio de observadores domésticos e internacionales, esta segunda elección fue declarada ‘justa y libre’. Los resultados finales mostraron una clara victoria de Yushchenko, quien recibió 52% de los sufragios contra 44% de Yanukovych».
La Revolución Naranja había concluido. En enero de 2010, Viktor Yanukovych obtenía la mayoría en la siguiente elección presidencial; sucedió a Yushchenko el 25 de febrero de ese año y a esta hora ejerce la Presidencia de Ucrania.
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Si Capriles Radonski ha enviado un ultimátum al Consejo Nacional Electoral es porque huele extrema debilidad en el gobierno de Maduro. El campo chavista, en efecto, ha dado señales de haber acusado el golpe del domingo 14 de abril. Son notables las fisuras: entre Merentes y Giordani, entre Molero y Rangel Silva, entre Diosdado y Nicolás. (Capriles no le dice presidente). Miguel Ángel Pérez Pirela predicó ayer la obediencia integral al legado del 8 de diciembre. Ya se habría cumplido una parte, al elegir a Maduro; ahora habría que cumplir el resto: el mandato de que la «revolución» sea dirigida por ¡un liderazgo colectivo! En vida de Chávez, no se habría atrevido a mencionarlo; correría el riesgo de ser declarado traidor o apartado sin miramientos, como Heinz Dieterich. Antes, José Vicente Rangel y Nicmer Evans han hablado de la necesidad de dialogar con la oposición. El primero de éstos sabe perfectamente que a la muerte de Juan Vicente Gómez, que gobernó en Venezuela durante 27 años, sus familiares más cercanos fueron inmediatamente conminados («por su bien») a abandonar el país.
Pero ¿es esa debilidad irreversible o definitiva? ¿Fue Chávez lo mismo que Gómez, que no tenía sintonía popular? ¿Puede Capriles oponer al chavismo una fuerza superior? ¿Tiene control sobre una mayoría militar, quizás dirigida por el general al que enviaba frecuentes mensajes en sus últimos mitines, o cree que es posible manejar una guerra civil a lo Libia con las policías del estado Miranda y los municipios Baruta, Chacao y Sucre? (Ni Henri Falcón ni Liborio Guarulla podrían reforzarlo con las suyas). ¿Emularían los marines de Obama a los de Bush padre con el secuestro de Maduro y la invasión, como en el caso de Noriega? (Alguna vez, Marta Colomina sugirió a Chávez verse en el espejo del ex gobernante panameño). Capriles ya desconoce al Poder Ejecutivo Nacional y está a punto de hacer lo mismo con el Poder Electoral, así como con el Legislativo, azuzado por la agresividad de su Presidente. Cuando el Tribunal Supremo de Justicia, muy distinto de la Corte Suprema ucraniana, dictamine lo previsible sobre la impugnación que preparan el eficaz abogado Gerardo Blyde y sus colaboradores ¿desconocerá también al Poder Judicial?
Uno debe suponer que su última declaración es una apuesta calculada, pero así como a él le cuesta trabajo creer que Maduro pudiera superar a Chávez en ninguna mesa de votación, parece ingenuo esperar que el Consejo Supremo Electoral modificará su curso por causa de su amenaza; el gobierno no le permitiría ese triunfo. ¿Que haría Capriles si la auditoría decidida por el CNE no comienza hoy, sino mañana o el lunes? ¿Interrumpir el tránsito—en imitación de López Obrador—por un mes entero en la Avenida Urdaneta (quizás mejor en la Francisco de Miranda)?
Capriles se siente fuerte; su clientela está más galvanizada ahora que antes de la elección. ¿Creerá que esa fuerza le permite jugar el juego de la incitación al adversario, como Chávez? ¿Estará procurando que lo detengan para añadir el martirio a su aumentada reputación? No son suficientes las rosas de la aprobación de sus seguidores, muchos de los cuales dicen: «Esto era lo que nos hacía falta: un hombre arrecho, como Jesús Petit Da Costa recomendaba». ¿Cree Capriles que puede capitalizar la «crisis de gobernabilidad» que aviva, en una tercera elección a la eventual caída de Maduro? Si no tiene la posibilidad de ejercer lo que considera su derecho, quizás quiera reflexionar sobre lo apuntado por el editor de El almanaque del pobre Ricardo. O, si prefiriera un precursor local, pudiera decir como Hugo Chávez el 4 de febrero de 1992: «Compañeros: lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados en la ciudad capital. (…) …los objetivos que nos hemos trazado a nivel nacional es imposible que los logremos».
O, por último, pudiera hacer caso de la lección del I Ching, El libro de los cambios, en su hexagrama #33 (Retirada):
Las condiciones son tales que las fuerzas hostiles, favorecidas por el tiempo, están avanzando. En este caso, la retirada es el curso correcto, y es a través de la retirada como se alcanza el éxito. Pero el éxito consiste en ser capaz de llevar a cabo la retirada correctamente. No debe confundirse la retirada con la huida. La huida significa salvarse bajo cualesquiera circunstancias, mientras que la retirada es un signo de fuerza. Debemos tener cuidado de no perder el momento correcto cuando todavía estamos en plena posesión del poder y la posición. Entonces seremos capaces de interpretar los signos del tiempo antes de que sea demasiado tarde y prepararnos para una retirada provisional en lugar de dejarnos arrastrar a una lucha desesperada de vida o muerte. Así, no simplemente abandonamos el campo al enemigo; le hacemos difícil avanzar mostrando perseverancia en actos individuales de resistencia. De esta forma preparamos, mientras nos retiramos, el contragolpe. Entender las leyes de una retirada constructiva de esta clase no es fácil. El significado que yace escondido en un tiempo tal es importante.
El enjambre opositor debiera exigir a Capriles, antes que un coraje mal dirigido, la responsabilidad de su conducción. Ésta pasa por la consideración del largo plazo y la conveniencia de sanar a una nación crispada. Ya habrá tiempo para una «Revolución Amarilla», el color de su partido, que tiene menos de rojo y ya fue usado por el liberalismo venezolano del siglo XIX. LEA
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Muy interesante y pausado tu comentario LEA. Creo se están moviendo dos placas tectónicas en sentido contrario y puede producirse desde un temblor hasta un terremoto. Todo depende del liderazgo de ambos bandos.
Lo que sí observo también es la radicalización del discurso del régimen y, en este caso, una retirada estratégica a lo I Ching lo que produce son más pérdidas de espacio. Esto desde hace tiempo no es un debate democrático amparado en en imperio de las leyes, sino una lucha entre vivir en libertad o arrodillarse ante el régimen. Para decirlo en criollo: no se puede jugar dominó cuando el otro está jugando bolas criollas.
Su opinión respecto de la recomendación de la sabiduría china es eso: una opinión. Ni el I Ching ni Ud. hablan a partir de una geometría indiscutible. «Es de vieja tradición en la filosofía occidental (…) el establecimiento de la distinción entre opinión y conocimiento. Aristóteles, por ejemplo, propone que si lo opuesto de una proposición no es imposible o no conduce a la autocontradicción, entonces la proposición y su contraria son asunto de opinión. Este criterio excluye las proposiciones de suyo evidentes, así como las demostrables, y ambos tipos de proposición no expresan opinión, sino conocimiento». (Conocimiento y opinión).
En cualquier caso, me remito a la regla del epígrafe de Tuchman: «…no tiene que demostrarse un principio cuando la demostración es impráctica o inoportuna». Por otra parte, el lenguaje opositor, con una mayor urbanidad que debe reconocerse, también se ha radicalizado. ¿O qué es desconocer a Maduro como Presidente y llamarlo ilegítimo? (Eso fue lo mismo que hizo López Obrador, sin resultado positivo). En el pasado no tan lejano, además, están el golpe de Carmona Estanga, el paro petrolero (no por razones laborales sino con el expreso fin de deponer a Chávez), los paramilitares de la finca Daktari, etcétera. Es una pelea de perros, para imitar su uso de lenguaje criollo; puede decirse que uno es un perro callejero y otro un fino setter irlandés, pero ambos son caninos.