De los presuntos delitos que cometan los y las integrantes de la Asamblea Nacional conocerá en forma privativa el Tribunal Supremo de Justicia, única autoridad que podrá ordenar, previa autorización de la Asamblea Nacional, su detención y continuar su enjuiciamiento. En caso de delito flagrante cometido por un parlamentario o parlamentaria, la autoridad competente lo o la pondrá bajo custodia en su residencia y comunicará inmediatamente el hecho al Tribunal Supremo de Justicia.
Artículo 200 de la Constitución Nacional
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La barbarie agresiva y criminal se ha adueñado de la Asamblea Nacional bajo la conducción de Diosdado Cabello, antiguo Teniente de Ejército que el 4 de febrero de 1992 ya había demostrado su propensión a «arreglar las cosas» con la violencia armada. No existe la menor justificación para las agresiones recibidas por varios diputados de la oposición en el Palacio Legislativo. No existe excusa. La obligación del ex teniente Cabello era y es la de impedir el salvaje ataque y poner a los parlamentarios agresores bajo custodia en su residencia, según manda la Constitución Nacional. Él fue testigo desde posición privilegiada de varios delitos en grado de flagrancia. Pero claro, no es dado esperar esa conducta en el instigador y cómplice principal de los hechos, el propio Diosdado Cabello. Un matón preside hoy la Asamblea Nacional.
Los agraviados deben denunciar el hecho ante el Tribunal Supremo de Justicia, y éste requerir de la Asamblea Nacional la autorización para detener y continuar el enjuiciamiento de los agresores. De no hacerlo, establecería una preferencia por la impunidad y se deslegitimaría por completo como órgano supremo de justicia. Diosdado Cabello actúa como agente libre que no ayuda en nada al Poder Ejecutivo Nacional—¿cree que puede obtenerlo de un zarpazo?—y menos a la comunidad nacional, asediada por una crispación que no cede a los llamados más sensatos. Es hora de que los magistrados superiores pongan coto a los bárbaros. LEA
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Todas estas manifestaciones de odio, violencia, barbarie, y abusos tienen que tener un final. No es posible la continuidad de un régimen cuya autoridad está basada en este tipo de posiciones. Los Diputados son electos de modo directo, por el voto popular. Y si no reconocen al Presidente, es porque los trámites de auditoria y revisión están pendientes. Están en su derecho y nadie puede condicionarles su derecho de palabra y votar en la Asamblea como miembros legítimos.
Es obvio, por la indignada nota que he puesto, que repudio la violencia de hoy. El reconocimiento del Presidente es otro asunto; el mismo Consejo Nacional Electoral que proclamó a los diputados renuentes proclamó a Nicolás Maduro.
Coincido totalmente con usted en el sentido de que la actuación del Teniente Cabello, basada en la exigencia de un reconocimiento a la investidura de Nicolás Maduro, produce un efecto inversamente proporcional al reconocimiento que exige como condición para permitir el derecho de palabra a sus colegas Diputados. Maduro seguramente debe estar pensando: «No me defiendas compadre…»
Buenos dias, Dr Político. Hago estos comentarios personales basada en su programa anterior que tiene usted en RCR, sobre la violencia existente en el país, de ambos bandos, tanto de parte del oficialismo como de la oposición, que usted comentó e hicieron comentarios los oyentes, donde me incluyo yo, porque tambien lo oigo. De hecho, no hice comentarios por falta de factor tiempo y lo hago ahora. Sin ánimos de ofenderlo a usted, pero le digo: tenemos un gobierno que está en el poder hace 14 años ya. Yo fui una que en aquel entonces voté por el finado, creyendo en una democracia y en un cambio a favor de un pueblo en cuanto a salud, seguridad, en mejoras para nuestro pueblo. Porque, creo yo, esto debe ser lo que busca el pueblo al elegir a sus gobernantes. Yo soy ya una persona de 60 años; en mis años anteriores, cuando fui empleada pública votaba en las elecciones por quien yo en aquel entonces creía lo podía hacer mejor, sin coacción de nadie en democracia. Okey, hoy lo hacemos, pero sabe, como asustados porque el vandalismo que tiene este gobierno asusta. Porque, si usted como líder de un gobierno no llama a su gente a guardar repeto y decoro hacia los demás, no se puede llamar gobierno democratico. Yo, señor, con mis propios ojos que se los han de comer algún día cuando Dios lo decida los gusanos, he visto cómo estos vándalos el gobierno los mantiene en la calle armados para preservar. Mire, señor mío: durante todo el dia de las elecciones del 14 de abril llegaban motorizados a los centros de votación a amedrenrar a los votantes y luego cuando se cerraban las mesas y la gente llegaba para ver el proceso de cierre de mesas llegaban estos motorizados armados, para que los presentes no entraran a contemplar el proceso de conteo de votos. En los colegios sucedió aquí donde yo vivo, y en casi todos los centros electorales. Otra cosa: salían en camiones ese mismo día de elecciones a asustar al pueblo de que salieran a votar por su proceso porque si no iban a perder lo poco de miseria que es lo que le dan ellos al pueblo, en nombre del finado Chávez de que votaran por Maduro. ¿Cómo se siente uno como venezolano si es opositor humillado, sabe, porque no contamos con nadie a dónde acudir a denunciar esto porque nadie nos oye? Aquí señor mío. los poderes todos estan en manos del gobierno dominado por el o los partidos de gobierno. Okey, en la cuarta estos mismos ciudadanos que hoy son gobierno engañaban al pueblo y nos decían que los poderes estaban en manos de adecos y copeyanos. Una gran mentira, sabe, porque esto no es verdad porque aqui se juzgó a un presidente en ejercicio y fue condenado por su delito. Si estos poderes hubiesen estado en manos de aquel gobierno en aquel entonces no hubiese sido juzgado este presidente en aquel entonces. Ahora no; ahora ellos todos tratan de ocultar la verdad de todo para mantener a un pueblo sumiso y arrodillado. Y ellos, éstos que nos gobiernan que ahora sí vivimos en democracia. ¿Cuál democracia? La disfrazada. Aquí quienes viven bien son ellos, porque el finado ya fallecido que hizo dividir el país que si en ricos y pobres, malos y buenos. ofender a la oposición como le dio a él la gana, y que Dios le perdone sus pecados, dividió al país y ésas son las consecuencias de lo que el dejó como herencia: un país dividido y con odio. Yo sí voté por él en su primer mandato, pero cuando empezó a difundir odio y maldad por esa boca y a decir que por qué en una casa de familia había que tener tres carros, yo me dije: ¿qué le pasa a este loco? ¿Quiere decir que si yo educo a mis hijos para que en un mañana cuando se gradúen prosperen y tengan una mejor calidad de vida, este señor va a venir y a decir estas loqueras y a querer que nosotros tengamos que pensar como el? ¡Qué errado estaba! Entonces queremos un reconteo de votos y nos llaman subersivos apátridas, y cuando ellos lo hacían en el pasado sí tenían derecho a esto. Pero tengo fe en Dios, en que algun día saldremos de esta pesadilla. A esto usted lo llamaría democracia representativa y sin meter lo ocurrido en la Asamblea Nacional ellos, la oposicion, están allí porque un pueblo los eligió para que nos representaran, y se merecen respeto y consideración, no este vandalismo del oficialismo.
Estimada Sra. Ramos: tengo la impresión de que Ud. me regaña, por más amable que sea su comunicación, y me da lecciones como si creyera Ud. que defiendo al oficialismo. Ni Ud., ni nadie en la Mesa de la Unidad Democrática, ha combatido al gobierno del Sr. Chávez y el de su sucesor con mayor eficacia argumental que la mía. Ya en época del revocatorio, al opinar que no había habido fraude en los resultados, creí oportuno curarme en salud y advertir el 19 de agosto de 2004:
El contenido del artículo principal de esta entrega #100 de la Carta Semanal de doctorpolítico posiblemente requiera establecer un perímetro de defensa, ante el terrible estado psicológico que ha cundido entre quienes adversamos el régimen presidido por Hugo Chávez Frías. Por esto queremos dejar constancia de los siguientes hechos.
Pocos días después del 4 de febrero de 1992, el diario El Globo nos publicaba artículo en el que asentábamos contundentemente nuestra opinión de que la asonada de aquel día era un evidente abuso de parte de Hugo Chávez y sus secuaces de conjura. (El día 3 de febrero nos había publicado asimismo, la víspera del golpe cuya preparación ignorábamos, un artículo en el que por enésima vez exigíamos la renuncia de Carlos Andrés Pérez).
En 1994 escribimos, a raíz del sobreseimiento de la causa de los prisioneros de Yare, que creíamos que han debido cumplir, contra lo concedido por Rafael Caldera, la pena exacta que las leyes venezolanas preveían en materia de rebelión.
En desayuno al que fuéramos invitados en plena campaña electoral de 1998 (en las oficinas de la agencia de publicidad J. Walter Thompson) dijimos al mismísimo Hugo Chávez, expositor de circunstancia, que el titular del derecho de rebelión es una mayoría de la comunidad, y no una logia de una decena de comandantes que sin ningún derecho juraran alzarse ante los restos de un decrépito y patriótico samán. En la misma ocasión le quisimos hacer entender que si insistía en glorificar su criminal aventura de 1992 no tendría ningún sentido establecer un diálogo al que me invitaba, tras mi declaración primera, en compañía de William Izarra.
El 19 de agosto de ese mismo año escribíamos, para el diario La Verdad de Maracaibo, un artículo en el que se estableciera, por primera vez de modo público, una comparación entre la figura de Chávez Frías y la de Adolfo Hitler.
En enero de 1999, ya electo Chávez, nos permitimos decir en voz tan alta que llegó a todo el auditorio, y en su presencia a distancia de dos metros, que estaba completamente equivocado en su concepto constituyente, en acto convocado en La Viñeta.
Durante todo el transcurso de su desgobierno, por escrito, por radio, por televisión, hemos hecho explícita nuestra consistente oposición a sus ideas y sus métodos. El 25 de febrero de 2002, por citar un solo caso, propusimos un procedimiento para abolir su régimen en conocido programa matutino televisado.
En síntesis, no nos gusta el animal político que es Chávez, como tampoco simpatizamos con su simple personalidad, porque rechazamos el abuso y la idea de que alguien se crea con derecho a imponer su inconsulta voluntad a todo un pueblo.
Es constancia que expedimos, en este número centenario de nuestra comunicación política semanal, a petición de nadie.
Más tarde, el 5 de julio de 2007, escribí:
Desde que entró, en mala hora, Hugo Rafael Chávez Frías a la política venezolana, el 4 de febrero de 1992, este ciudadano se ha conducido, constantemente, como un modelo agresivo. Por supuesto, por sus actos de esa fecha, que fueron armados para la agresión. Pero también en su campaña electoral de 1998, cuando ofrecía freír cabezas de adecos y copeyanos; también el 4 de febrero de 1999—cuarenta y ocho horas después de haber jurado sobre una constitución a la que declaró, frente a su padre, moribunda, en revelación de su carácter despiadado—cuando emplazó a la Presidenta de la Corte Suprema de Justicia para que aceptara el robo por necesidad; también cuando sugirió a Marcel Granier que su vida corría peligro; también cuando escribía cartas, en plan de colega revolucionario, al terrorista criollo Illich Ramírez Sánchez, alias “El Chacal”; también cuando incitó agresiones de otros, como las de la banda de Lina Ron, a la que declaraba luchadora meritoria; también cuando despidió con sorna a los ejecutivos de PDVSA; también cuando insulta a mandatarios extranjeros e instituciones públicas y organizaciones no gubernamentales en cualquier parte del globo; también cuando excita las invasiones de propiedades privadas, como él mismo hace en aplicación del “método Chaz”; también cuando amenaza a quienes se le opongan con el empleo de la fuerza armada; también cuando compra armas—fusiles, helicópteros, submarinos—y establece contingentes de reservistas más grandes que el ejército regular; también cada vez que golpea la palma de su mano diestra con el puño siniestro; también cuando no cesa de hablar de guerra, de magnicidio, de guerrilla, de resistencia; también cuando ofrece la expropiación a cuanto factor social no se alinee con su voluntad; también cuando acuña el lema de “patria, socialismo o muerte”.
Cualquier cosa positiva que Chávez haya podido traer a su pueblo es anulada por esta permanente modelación de la violencia, por cuanto aquí el daño que infiere es a lo psíquico de nuestra sociedad. No hay, pues, nada que pueda salvar a las administraciones de Chávez en el registro de la historia, y esto debe ser explicado a sus partidarios en nuestra ciudadanía. Uno pudiera invitarles a que hicieran una lista de los aciertos de Chávez, pues por más larga que fuese sería reducida a la insignificancia al cotejarla con su perenne modelación de la violencia y la agresión, que deja cicatrices en el espíritu de la Nación. ¿Cómo puede disminuir la delincuencia en un país cuyo presidente la modela, exacerbando el azote que lacera por igual a sus partidarios y sus opositores? ¿Qué asaltante no se sentirá «dignificado» por la conducta presidencial, cuya agresividad y cuyo desprecio por la propiedad puede tomar por modelos?
Este rasgo terrible y definitivo del modo de gobernar de Hugo Chávez se complementa con una “desconexión moral” (…) que le impele a fabricar excusas para su mala conducta, eludir la responsabilidad de sus consecuencias y culpar a sus víctimas. Las razones de Chávez son, mayormente, coartadas.
Y esta espantosa modelación, más gravemente, es amplificada en el más obsceno culto a la personalidad que haya conocido Venezuela. No hay agencia oficial que no le adule, no hay programa que no se atribuya a sus méritos, no hay pieza publicitaria del gobierno que no infle su ego megalómano y tóxico.
Preparémonos para una inmensa tarea de psiquiatría política al cese de su mando.
Es esta «psiquiatría» la que intenté hacer el sábado pasado desde Radio Caracas Radio. En ese programa que Ud. escuchó, dediqué la primera parte a establecer, justamente, esta culpa principal del chavismo en nuestro clima violento y agresivo, de modo que sus observaciones, muy justificadas, no me enseñan nada.
Pero la culpa ajena no me convierte automáticamente en un santo; la maldad de Chávez no le confiere corrección a Capriles Radonski. La oposición también ha empleado métodos no democráticos y agresivos: el golpe de Carmona, la toma por militares de la Plaza de Altamira, el paro petrolero (que no era por razones laborales sino con el declarado fin de tumbar al gobierno), y hay quienes han buscado intencionalmente crear una «crisis de gobernabilidad», la diputada María Corina Machado, por ejemplo, según su propia admisión. La oposición tampoco es la solución, y por eso predico desde hace tiempo que hay que dejar atrás el chavismo y también la oposición. («Es preciso, por tanto, realizar una tarea de educación política del pueblo, una labor de desmontaje argumental del discurso del gobierno, no para regresar a la crisis de insuficiencia política que trajo la anticrisis de ese gobierno, sino para superar a ambos mediante el salto a un paradigma político de mayor evolución». Retrato hablado, 30 de octubre de 2008).
De estas cosas encontrará Ud. en este blog abundante evidencia. Si quiere formarse una imagen seria y responsable de mi posición, una imagen justa, tómese la molestia de leer aunque sea una pequeña parte.
Dos veces ha dejado Ud. constancia de que votó por Chávez en 1998, pero Ud. no tiene que albergar culpa por eso; en más de una ocasión he escrito cosas como las siguientes:
Al final, la mayoría de los electores, deseosa de una presidencia que no proviniera de AD o de COPEI, se vio compelida a optar por dos opciones que nominalmente superaban el bipartidismo. Una de ellas se dejó apoyar por Acción Democrática—la carne de la guanábana—, despedía un tufo de godo a kilómetros de distancia y se opuso a la constituyente. Sólo quedaba Chávez. En ese sentido, los electores que lo eligieron no se equivocaban; el equivocado era, por supuesto, Hugo Chávez. (En mi libro Las élites culposas, pág. 99).
Chávez ganó en 1998, iniciando lo que Ud. llama acertadamente una pesadilla, porque los partidos de la época, todos miembros de la Coordinadora Democrática y luego de su hija la Mesa de la Unidad Democrática, permitieron que ganara la elección de ese año, y luego se han mostrado particularmente ineptos en casi toda confrontación electoral desde entonces.
Pero Ud. misma ha escrito, de nuevo con acierto, que tenemos «un país dividido y con odio». Es precisamente eso lo que aspiro a aliviar, pues no lo puedo curar del todo, con mis modestos medios: este blog y el programa de radio.
Un apunte sobre su última consideración acerca de los incidentes violentos en la Asamblea Nacional. En primer lugar, en este artículo que Ud. comenta expreso mi repudio más frontal de esa agresión, emitido, sin perder tiempo, el mismo día de los hechos.
Pero, como Ud. dice, los diputados de oposición fueron elegidos por muchos votantes, proclamados por el Consejo Nacional Electoral y juramentados en la Asamblea. Son ellos quienes desconocen a Nicolás Maduro, por quien votaron muchos electores, quien fue proclamado por ese mismo Consejo y juramentado en esa misma Asamblea. Maduro es el legítimo Presidente hasta que se pruebe lo contrario, y para lograr esto hay medios legales que se debe seguir. Hasta ahora, las decisiones del Consejo Nacional Electoral en materia de auditorías se atienen a lo legalmente establecido. El reconteo de los votos que Ud. dice querer junto con otros venezolanos, no será posible hasta que no se establezca lo alegado por la oposición ante la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia para anular la elección: que ha «mediado fraude, cohecho, soborno o violencia en la formación del Registro Electoral, en las votaciones o en los escrutinios y dichos vicios afecten el resultado de la elección de que se trate». (Artículo 215 de la Ley Orgánica de Procesos Electorales). Es más, en ese caso no habría reconteo, sino una elección enteramente nueva.
No veo por qué tiene que advertirme que no tiene ánimos de ofenderme. ¿Cómo podría ofenderme con señalamientos que coinciden con mis propias apreciaciones, que he dicho más veces que Ud. y desde hace mucho tiempo más? Cuando Ud. se preparaba para votar por Chávez en 1998, yo me ocupaba de señalar sus errores.